Los gobiernos financian y promueven la crisis climática (6ª parte):  La criminal estafa de los mercados de carbono

Reducir el problema de la crisis climática a contabilizar, comprar y vender toneladas de dióxido de carbono (CO2 ) es una nueva y criminal estafa, en la que se afana el trabajo contrarrevolucionario de los Estados y de sus partidarios. Es otra forma en la que se manifiesta la corrupta vinculación de los gobiernos con las empresas y élites financieras para favorecer sus intereses. Esta medida de uniformidad global de las emisiones de carbono no está disociada de las relaciones de poder. Controlar la medición del carbono es controlar la energía y sus precios.

En la vida cotidiana no podemos percibir el carbono con nuestros sentidos. Sin embargo, lo han convertido en una nueva medida privilegiada  que ha impregnado la vida política y social a escala mundial, nacional y local. El cambio climático es consecuencia del desarrollismo capitalista y su quema de combustibles fósiles que emiten distintos tipos de gases de efecto invernadero (dióxido de carbono, metano, óxido nitroso). La energía fósil está presente en cada ámbito del mundo material que la mayoría de las personas conoce. Sin embargo, ¿por qué el discurso actual de empresas y gobiernos se enfoca en el “carbono” y no en los combustibles fósiles?

6.1  El engaño del «carbono», como nueva medida de uniformidad global de emisiones

6.2  El engaño de la «compensación» de emisiones de gases

6.3  Una nueva forma de derechos de propiedad para especular y enriquecerse

6.4  Controlar la medición del carbono es controlar la energía y sus precios

6.5  Una criminal perversión: El «derecho a contaminar» el medio ambiente

6.6  Los mercados de carbono benefician a las empresas y destruyen el clima

6.7  La gran estafa del comercio de derechos de emisión de la Unión Europea

6.8  La opacidad criminal de los mercados de carbono en la Unión Europea

6.9  La política climática de la UE prolonga la dependencia de los combustibles fósiles

6.10  La ignorancia es contrarrevolucionaria

6.1  El engaño del «carbono», como nueva medida de uniformidad global de emisiones

El producto interior bruto (PIB) es una de las grandes mentiras sociales muy extendidas, que pretende medir el volumen de negocios de los bienes y servicios producidos. Así, por ejemplo, se considera que aumentan el PIB las guerras, el gasto militar, los accidentes de tráfico, el tabaco, el gasto sanitario por aumento de enfermedades (cardiovasculares, obesidad, diabetes,…), los daños a la salud y la destrucción ambiental que causa la industrialización, etc. Una mentira que equipara el crecimiento económico con el bienestar pero que, sin embargo, considera un elemento negativo para el PIB amamantar a un bebé con la leche materna, aunque esté mejor alimentado que con un biberón de leche industrial, pero como el biberón es un bien producido aumenta el PIB.

Al igual que con la mentira del PIB como indicador, con la nueva medida del “carbono” pretenden que valoremos, midamos y juzguemos el mundo que nos rodea en términos de “carbono” para, supuestamente, afrontar el grave problema de la crisis climática causada por la “actividad humana”, un eufemismo utilizado en el ámbito científico y universitario para ocultar la causa real: la destrucción causada por la industrialización capitalista que llaman “progreso”. Pero esta simplificación de querer medirlo todo en emisiones de CO2 es un nuevo y monumental engaño.

Por una parte, no todas las emisiones de gases son iguales: Unas pueden ser esporádicas y otras mantenerse a lo largo del tiempo. A su vez, cada gas de efecto invernadero –como el dióxido de carbono (CO2), metano (CH4), óxido nitroso (N2O) o los gases fluorados–, tiene efectos distintos en la atmósfera y valores distintos según su influencia en el potencial de calentamiento global del planeta (PCG).

Por tanto, las emisiones de esos gases suponen distintas limitaciones y juicios de valor que, a su vez, influirán en los resultados según se elija un tipo u otro de medición y un horizonte de tiempo a corto plazo o a largo plazo. De modo que la elección de la medición depende de la política que se quiera realizar. Pero, por mucho que el ecologismo de Estado (ONGs, partidos de izquierda, sindicatos,…), como defensor de las reformas del sistema actual y del Estado lo disfrace, esta política es sólo una: Desde sus inicios, para poder desarrollarse y crecer, el capitalismo  ha destruido el medio natural y obligado a la gente a adaptarse. Porque el crecimiento (desarrollismo) es consustancial al capitalismo; sin crecimiento el sistema se derrumbaría. Pero a medida que crece el sistema productivo es más y más destructivo,  hasta el punto que no puede detenerse ni progresar sin poner en peligro hasta la propia especie humana. De modo que, como planteamos en la primera parte, la única alternativa posible es  impulsar la revolución para destruir el capitalismo y acabar con su modo de vida y la energía fósil que lo sustenta. Hay que decirlo alto y claro.

En consecuencia, la simplificación de querer medirlo todo en emisiones de CO2 es engañosa, ya que las emisiones no son independientes de las circunstancias sociales en las que se producen. ¿Quienes se benefician de esta simplificación? De nuevo son las industrias contaminantes de combustibles fósiles apoyadas por los gobiernos. Porque la creación de esta nueva medida de uniformidad global de las emisiones de carbono no está disociada de las relaciones de poder.

6.2  El engaño de la «compensación» de emisiones de gases

El origen de este criminal engaño a la población se remonta a la cumbre de Río en 1992 (que marca la unión de la ideología ecologista con el capitalismo) y se aprobó cinco años después en el Protocolo de Kyoto sobre el cambio climático. Este protocolo es un acuerdo internacional de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP), aprobado el 11 de diciembre de 1997. Los gobiernos aceptaron que en lugar de reducir efectivamente las emisiones de los gases de efecto invernadero (GEI) en origen, los países y empresas del norte puedan pagar para seguir contaminando mediante el comercio de derechos de emisión, bien mediante fondos manejados por los gobiernos o a través de los mercados privados de carbono. Pero, como vamos a explicar, este criminal fraude es una táctica dilatoria de gobiernos y empresas cuyo objetivo es dar una licencia para seguir empleando los combustibles fósiles. ¿Por qué?  Porque medidas sencillas como poner topes a las emisiones de GEI o tasas a la contaminación ambiental, resultan onerosas para el mercado, ya que ponen en peligro el crecimiento que es la columna vertebral del capitalismo.

Los mercados de carbono, además de no reducir las emisiones de los GEI, siguiendo la lógica del beneficio capitalista, se han convertido en una nueva fuente de negocio y especulación financiera. A su vez, como explicamos en la segunda parte, les proporciona un “lavado verde” en la propaganda de su imagen pública a las empresas que compran y venden cuotas de emisión. Una vez más, un negocio redondo para las empresas legalizado por los gobiernos.

Desde su aprobación, el objetivo de este acuerdo de la política internacional es que el mundo siga emitiendo cantidades masivas de los GEI procedentes de combustibles fósiles, si existe una forma de “compensarlas” con las cuotas de emisión. Así, mediante un truco contable intentan que creamos que las emisiones de gases pueden ser “neutralizadas” para justificar la idea de “emisiones netas cero” y que el resultado alcance un “equilibrio” –dicen– con un efecto positivo en la atmósfera. Esto es lo que hacen cuando, por ejemplo, los gobiernos permiten compensar emisiones de carbono de combustibles fósiles (carbono muerto) por carbono biológico (vivo, como el de los árboles). Pero la quema de combustibles fósiles como fuente de energía, hace que sea imposible el falso equilibrio de las “emisiones netas cero”.

En la COP 26 en Glasgow, se trató la nueva estafa de las “soluciones basadas en la naturaleza” y “emisiones netas cero”, que cuenta con el apoyo de los grandes grupos ecologistas como WWF, SEO BirdLife y grandes empresas responsables del calentamiento global, como Shell y Nestlé. Ampliamente criticado por centenares de organizaciones, redes y movimientos, el fraude, entre otros efectos dañinos, esconde utilizar el monocultivo de árboles para reforestar zonas degradadas y la agricultura industrial como créditos de carbono, para compensar la quema de combustibles fósiles por las grandes empresas responsables de la contaminación climática. Oculta la apropiación de tierras y bosques comunitarios por parte de las empresas.  Este acaparamiento de tierras supone restricciones para la agricultura campesina y el uso comunitario de sus territorios. Perjudica a los pueblos indígenas, a las comunidades campesinas y a otras comunidades que dependen de los bosques. Mayor caos climático y pérdida de biodiversidad. A su vez, favorece las “soluciones globales” fuertemente centralizadas, que hay que dejar en las manos de políticos, científicos y técnicos, grandes corporaciones y agencias internacionales.  Abre el paso a nuevas formas de gobierno mundial, una fe ciega en la tecnología (como falso remedio) y se encomienda la “salvación del planeta” a los principales agentes de su destrucción.

Los bosques y suelos de los ecosistemas no pueden absorber los miles de millones de toneladas de CO2 emitidos por las industrias contaminantes. A lo que hay que añadir que los sumideros de carbono naturales son transitorios: los árboles crecen y mueren, de forma natural o como consecuencia del aumento de las sequías y los incendios a causa del cambio climático. Al morir el CO2 que contienen se añade a la atmósfera. Un aspecto del engaño de estas compensaciones es, por un lado, el desfase en el tiempo entre la emisión inmediata de los GEI por las actividades que utilizan combustibles fósiles (lo que calienta aún más el planeta); y, por otro lado, la ambigua promesa de compensación futura (antes de 2050), de la reforestación con árboles que aún no han sido plantados y que, después de plantarlos, tardan muchos años en crecer para que puedan absorber el CO2 que emiten en la actualidad las empresas contaminantes. Asimismo, la atmósfera también tiene un límite, igual que la naturaleza.

Otro aspecto del engaño es que estos supuestos “sumideros de carbono” que pretenden compensar las emisiones de gases, son extensas plantaciones de monocultivos de árboles, con enormes impactos ambientales y sociales. Pero este criminal engaño es mucho más terrible en la situación actual: Según un estudio, los bosques tropicales se enfrentan a una muerte masiva de hojas debido al calentamiento global del planeta. La consecuencia del aumento de la temperatura sería la muerte de los árboles y que los bosques se conviertan en sabanas. Con la muerte de los árboles los bosques dejarían de absorber CO2 y almacenar enormes cantidades de carbono capturadas por las hojas. Lo que, a su vez, provocará un aumento mayor de CO2 en la atmósfera y también de la temperatura del planeta.

Un tercer aspecto del engaño es que pretende eludir la responsabilidad histórica y la deuda climática de los grandes contaminadores y verdaderos responsables del calentamiento global. Porque el CO2 que ya han emitido las grandes empresas y los países del Norte a la atmósfera, permanecerá en ella durante cientos a miles de años.

El resultado de este engaño de “emisiones netas cero” es que en lugar de fomentar la reducción de las emisiones de GEI a la atmósfera, las mantiene e incentiva el aumento de actividades de las empresas que emiten altas cantidades de esos gases. Además, se ha comprobado que más del 90 % de los créditos de la compensación en bosques tropicales  son “créditos fantasma” ; es decir, que son un fraude, ya que ni reducen la deforestación ni suponen reducciones reales de gases. Así pues, la realidad es que las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) procedentes de los combustibles fósiles, en lugar de reducirse siguen aumentando.

6.3  Una nueva forma de derechos de propiedad para especular y enriquecerse

Este sistema mundial de contabilidad del carbono recibió un enorme impulso al ser incluido en 2015 en el Acuerdo de París bajo el cobijo de las Naciones Unidas, por la presión de poderosos gobiernos y grandes grupos privados. Aunque la expresión “cero neto” no figura en el Acuerdo de Paris, encuentra su justificación en la palabra “equilibrio” de emisiones en el artículo 4: «para alcanzar un equilibrio entre las emisiones antropógenas por las fuentes y la absorción antropógena por los sumideros en la segunda mitad del siglo». Así pueden hablar de emisiones netas en lugar de cero emisiones, porque su objetivo es NO reducir a cero las emisiones para seguir contaminando. Este maquillaje , junto con el artículo 6: «la utilización de resultados de mitigación de transferencia internacional», crea la base para el comercio de emisiones de GEI. De este modo el desarrollo internacional de los llamados mercados de carbono recibió un enorme impulso que, en el año 2021 generaron 84.000 millones de dólares y cuenta con la estimable colaboración del Banco Mundial.

Para que los mercados de carbono existan es imprescindible que las emisiones de GEI continúen. Hasta hoy, gobiernos y grandes empresas nos siguen presentando este criminal engaño como una medida climática, cuando es imposible alcanzar el cero “neto” si continuan las emisiones. Pero la realidad es que las emisiones de GEI han seguido aumentando y con ellas la temperatura global del planeta y los desastres climáticos. Lo que supone aumentar las injusticias sociales, al seguir privilegiando los intereses de una exigua minoría sobre los de la población y los ecosistemas. Hay que decirlo con fuerza y en voz alta.

Para lograr su objetivo, han convertido el carbono en una nueva forma de derechos de propiedad. Este carbono es una mercancía intangible en forma de derechos de emisión que se compra y se vende en los mercados de carbono.  Una mercancía con la que se especula y determinadas empresas obtienen grandes ganancias, como ocurre en la poderosa industria alimentaria, responsable de un tercio de las emisiones totales de GEI; o con la industria agroquímica, principal culpable de la catástrofe de los suelos, que ha convertido la captura de carbono de suelo agrícola en un nuevo negocio

Este enfoque cuantitativo es propio de la mentalidad de cálculo de esta sociedad capitalista que busca expresar un valor, ya sea como ganancia o pérdida. Esta mentalidad contable intenta simplificar el problema mundial de la crisis climática, pero resulta ser una tramposa y criminal solución por sus negativas consecuencias sociales y ambientales, pasadas, presentes y futuras. También hay que decirlo con fuerza y en voz alta.

6.4  Controlar la medición del carbono es controlar la energía y sus precios

Al igual que otras engañosas medidas abstractas macroeconómicas, como el producto interior bruto (PIB), el carbono como medida es una convención que guarda relación con quién tiene el poder para definir el orden estadístico y acomodar las cifras a sus intereses. Controlar la medición del carbono y los derechos de emisión, es también controlar la energía y sus precios.

La medición de las emisiones de carbono atmosférico da visibilidad a unas supuestas realidades numéricas y oculta o falsea otras, robándole a la gente la posibilidad de conocer el mundo real en el que vive.  A su vez, este engaño le roba a la gente la posibilidad de razonar para encontrar respuestas y soluciones alternativas a las dimensiones e injusticias sociales, causantes de la actual crisis climática.

6.5  Una criminal perversión: El «derecho a contaminar» el medio ambiente

Por otra parte, estos derechos de emisiones de carbono se basan en «el principio de que quien contamina paga» (art. 191.2 del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea). Este principio concibe la existencia del “derecho a contaminar” (y a degradar el medio ambiente y la salud de las personas) como una mercancía. Su lógica implica que pueden contaminar quienes pueden pagar.

Pero su criminal perversión llega hasta el punto de que los gobiernos ni siquiera aplican este principio, ya que no exigen a las empresas el pago por contaminar. Al contrario, les regalan los derechos de emisiones de carbono para que contaminen gratis. Es otra forma de subvención a la energía fósil (ver tercera parte) para seguir favoreciendo de manera abrumadora a las empresas y élites financieras, que obtienen más beneficios, contaminan y siguen agravando la crisis climática. Así se manifiesta, una vez más, la corrupta vinculación de los estados y gobiernos con las grandes empresas.

Los gobiernos de la Unión Europea regalan a las empresas los derechos de emisiones de carbono para que contaminen gratis. Cuanto más contaminan más beneficios.

Durante veinte años las industrias más contaminantes como el acero, el cemento, el petróleo o el aluminio han recibido de forma gratuita cuotas de emisión de CO2, en cantidades muy superiores a sus emisiones. Cuanto más CO2 preve emitir una industria más cuotas recibe por contaminar. Una cuota equivale a una tonelada de CO2 y no tiene fecha límite de venta. Esto les permite aumentar sus ganancias en miles de millones de euros al revender de forma legal unas cuotas de emisión que reciben gratis de los gobiernos, convertirlas sin contrapartidas en activos financieros y seguir contaminando. Tampoco se han mantenido los empleos que las industrias amenazaron con eliminar si se les obligaba a pagar impuestos por contaminar. Esta corrupción promovida y amparada por la legislación de la Unión Europea aún está vigente, y su criminal cinismo e hipocresía es enorme: La directiva 2018/410  dice (punto 10) que la «asignación gratuita» (de cuotas de derechos de emisión de gases que se regalan a las empresas más contaminantes) es «para preservar los beneficios para el medio ambiente de la reducción de emisiones».

6.6  Los mercados de carbono benefician a las empresas y destruyen el clima

Veamos con más detalle como esta política corrupta de los gobiernos no busca satisfacer las necesidades reales de la gente y de los ecosistemas, sino la rentabilidad de los accionistas de industrias que contaminan y destruyen la vida.

En efecto, las empresas de combustibles fósiles reciben subsidios directos de miles de millones de dinero público. Además, los estados de la UE les ofrecen gratis una parte de los derechos de emisión de gases de efecto invernadero (GEI) para que puedan compensar el uso de combustibles fósiles. Es lo que se conoce como mercados de emisiones de carbono. Parten del falso supuesto que la compra-venta de emisiones de GEI a la atmósfera reducirá el calentamiento global. Pero, en realidad, no les exigen que reduzcan sus emisiones en origen. Sino que permiten que las empresas que más contaminan sigan emitiendo gases que calientan aún más el planeta.

Entre 2008 y 2014 los gobiernos de la UE regalaron a las empresas derechos de emisiones de carbono por valor de 137.000 millones de euros para que contaminaran gratis. Y el regalo continua.

6.7  La gran estafa del comercio de derechos de emisión de la Unión Europea

La Unión Europea no es una federación política sino un mercado, por lo que el parlamento europeo no es más que una instancia secundaria, un adorno, y los parlamentos nacionales no tienen poder real que transferir, por lo que las políticas nacionales no existen. De modo que el principal beneficiario de las decisiones de la UE son las grandes multinacionales.

 El régimen de comercio de derechos de emisión (RCDE) de la Unión Europea es el más grande del mundo. Sin embargo, la influencia que ha tenido en la reducción real de emisiones de gases ha sido muy escasa. De hecho, el comercio de emisiones de carbono en lugar de reducir las emisiones las aumenta. A pesar de ello, la directiva 2018/410 del Parlamento y el Consejo Europeo, considera (punto 6) «el RCDE –Régimen de Comercio de Derechos de Emisión– de la UE como piedra angular de la política climática de la Unión»

En el periodo de 2008 a 2014 los gobiernos de la UE otorgaron 11.000 millones de cuotas de derechos de contaminación gratuitos, por valor de 137.000 millones de euros. Hasta el año 2012 las cuotas asignadas incluían años anteriores a 2008 (año de la crisis financiera) cuya emisión de CO2 era mayor. Es decir, que recibían muchas más cuotas de las que en realidad emitían que luego venden a terceros. Esto significa dos cosas:

La primera: Los gobiernos están subsidiando la contaminación y el calentamiento global regalando derechos de emisión de GEI. Y lo hacen incumpliendo el propio Tratado de Funcionamiento de la UE que en su artículo 191.2  dice:

«La política de la Unión en el ámbito del medio ambiente tendrá como objetivo alcanzar un nivel de protección elevado, teniendo presente la diversidad de situaciones existentes en las distintas regiones de la Unión. Se basará en los principios de cautela y de acción preventiva, en el principio de corrección de los atentados al medio ambiente, preferentemente en la fuente misma, y en el principio de quien contamina paga».

La segunda: Los gobiernos regalan esos ingresos (137.000 millones de €), que son más ganancias que obtienen las empresas a costa de los contribuyentes. A su vez, este regalo de los gobiernos ha permitido a las empresas conseguir unas ganancias adicionales vendiendo los derechos de emisión en el mercado y otras formas para obtener beneficios.

Incluir los costos de los derechos de emisión –que reciben de forma gratuita– en los precios de los productos, es otra de las trampas que hacen las empresas para obtener beneficios. También obtienen beneficios por la sobreasignación de derechos de emisión gratuitos respecto a las emisiones verificadas. Lo que genera un excedente. España es el país de la UE donde las empresas obtuvieron los mayores beneficios por la sobreasignación. La venta del excedente en el mercado les permitió obtener unas ganancias entre 2008 y 2014 de más de 1.600 millones de euros.

6.8  La opacidad criminal de los mercados de carbono en la Unión Europea

En el año 2021 se intercambiaron en el mercado unos 11.000 millones de toneladas de CO2, por un valor de 683.000 millones de euros. El sistema es opaco y las transacciones de compra y venta de cuotas resultan difíciles de rastrear, ya que están protegidas por el “secreto comercial”. Sólo los directivos de las empresas involucradas en la compra y venta de derechos a contaminar saben lo que se hace con esas cuotas. Las transacciones financieras de las 18.000 empresas que han recibido cuotas gratuitas, son publicadas por la Unión Europea con tres años de retraso, pero no son exhaustivas y la UE no informa de los cambios de propietario de las fábricas, facilitando así la opacidad. Todo esto pone al descubierto, entre otras cosas, que los mercados de carbono son un criminal fraude y otra falsa solución a la crisis climática.

A pesar de ello los gobiernos continuarán regalando a las empresas derechos de emisión de gases contaminantes. Lo dice claro la directiva 2018/410 , al referirse a los derechos de emisión (punto 5): «El Consejo Europeo también confirmó que la asignación gratuita no se va a suprimir y que las medidas existentes se van a mantener después de 2020». De hecho, como regula el apartado 5 del artículo 10 quater: «Los derechos de emisión no asignados en virtud del presente artículo hasta 2020 podrán transferirse al período comprendido entre 2021 y 2030».

Esto es así, como se puede observar, por ejemplo, para el sector energético, en el que la asignación gratuita de derechos de emisión está prevista hasta el 31 de diciembre de 2030. Sector al que  cada estado miembro de la UE: «podrá subvencionar mediante la asignación gratuita hasta el 70 % de los costes pertinentes de una inversión».

A su vez, la asignación gratuita de derechos de emisión evidencia la retórica falaz, infame e hipócrita de la UE que se mofa con descaro de la gente cuando dice que «todos los sectores de la economía deben contribuir a la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero». Ya que, como hemos visto, los mercados de carbono –lejos de contribuir a reducir las emisiones– sirven para aumentarlas, además de seguir enriqueciendo y fortaleciendo el poder empresarial.

6.9  La política climática de la UE prolonga la dependencia de los combustibles fósiles

Todo esto nos muestra que el objetivo de la política climática y energética de la Unión Europea y del régimen de comercio de derechos de emisión no es frenar el cambio climático, sino prolongar la dependencia de los combustibles fósiles. La política de la UE pretende engañar a la gente con la ilusión de que adoptan medidas frente al cambio climático, pero en realidad los gobiernos financian y promueven la crisis climática, que causa terribles calamidades a la mayoría de las personas y a los ecosistemas.

El comercio de derechos de emisión en la Unión Europea (RCDE) es una forma más de subsidio que facilita el apoyo a los combustibles fósiles y se mantendrá, como mínimo, hasta el año 2034.  En síntesis:

  • Los mercados de carbono e utilizan para prolongar la vida útil de las centrales de carbón y otros usos de los combustibles fósiles. Son una licencia política y ambiental de los gobiernos a las empresas para seguir destruyendo el clima.
  • La mayoría de las grandes industrias intensivas en energías fósiles reciben sus permisos de contaminación de forma gratuita, yaque el RCDE fue diseñado originalmente para incluir solo a las industrias más contaminantes. Pero no ha servido para que disminuya la contaminación. ¿Porqué van a reducir sus emisiones si cuanto más contaminan más derechos de emisión les dan en la UE?
  • No ha servido para mantener el empleo en la Unión Europea y hacer frente a la amenaza de las industrias de deslocalizar sus actividades fuera de la UE. Los análisis muestran que cuando las empresas se deslocalizan, siempre es por motivos de costes laborales no por regulaciones ambientales.
  • No reducen las emisiones ni suponen una actuación real para luchar contra el cambio climático. Por esa razón las emisiones mundiales de GEI han seguido aumentando en los países industrializados, debido a la quema de combustibles fósiles en los sectores energético, industrial, construcción y transporte, así como en la agricultura industrial y el uso de la tierra.
  • Se utilizan como una distracción infame, cuyo objetivo es prolongar el uso de los combustibles fósiles.

6.10  La ignorancia es contrarrevolucionaria

¿Cuáles son las causas y los persistentes errores que han posibilitado que gobiernos y empresas perpetren esta criminal estafa, para que continue el aumento de los horrores y la degradación climática? En los artículos anteriores (ver 1ª parte, 2ª parte, 3ª parte , 4ª parte y 5ª parte) hemos planteado diversas respuestas a esta pregunta. Veamos algunas respuestas más. En su libro Máximas y reflexiones, dice Francesco Guicciardini que «la ignorancia, no teniendo ni fines ni reglas ni medida, procede furiosamente y da palos de ciego». En la primera parte de esta serie de artículos, decíamos que la primera condición para cambiar la realidad es conocerla. La segunda actuar.  Sin conocer la realidad social, a nuestro enemigo y su estrategia jamás lo podremos vencer. Pero hay que añadir que no basta con saber lo que no se quiere; hay que saber también lo que se quiere. Esto nos ayuda a conocer de dónde venimos, donde estamos y hacia donde vamos. No hay que dejar de criticar al activismo desnortado y sin ideas que consume sus propias energías y las ajenas en enfrentamientos superficiales. Así que, digámoslo también alto y claro: La ignorancia es contrarrevolucionaria. Porque, como se puede constatar desde hace tiempo, si la lucha se reduce al tacticismo, los reformistas y el poder salen beneficiados.

Para construir una línea de resistencia sólida contra el capitalismo, la crítica social unitaria es absolutamente necesaria. El capitalismo (y quienes lo personifican) ni puede dejar de ser lo que es ni ir en contra de su propia naturaleza. La realidad es que, como detentadores del poder, defienden sus intereses de clase. Quienes aceptan las instituciones (fuera y dentro de las filas libertarias), no sólo son reformistas, sino que trabajan directamente para quienes ejercen la dominación. Pero tampoco es suficiente un rechazo institucional. Hay que afrontar la cuestión de la conciencia y el problema de la acción. En la situación actual en la que predomina la reforma y contemporización con el capitalismo, hay que redoblar los esfuerzos por denunciar públicamente esa ecocracia que es el ecologismo de Estado (del que trataremos en un próximo artículo) y señalar su práctica claramente contrarrevolucionaria.

Ante el problema del calentamiento global, los dirigentes gubernamentales no “están fallando” como dice el ecologismo de Estado, sino que la crisis climática es la lógica destructiva del poder capitalista y su economía de mercado, de la que ellos son parte activa. Ya sea la ideología del decrecimiento o la ideología ciudadanista de la anti-globalización,  su objetivo es el mismo: Gestionar el desastre mediante reformas del capitalismo y estatales. Porque la ecocracia no desea la abolición del Estado ni del dinero, ni quiere enfrentamientos con el régimen capitalista, para el que se esfuerza en buscar una puerta de salida.

Víctor V

Próximo artículo.-La crisis climática, la crisis alimentaria y la destrucción ambiental están vinculadas íntimamente con el sistema agroalimentario industrial centralizado. ¿Crisis alimentaria, escasez? No, especulación financiera y organización capitalista. Las relaciones de poder en los sistemas alimentarios y en la economía mundial en general están cambiando a una velocidad vertiginosa. Los gobiernos ayudan a que el control del sistema alimentario esté en manos de mega corporaciones. El Corredor Económico China-Pakistan pretende aumentar el comercio entre China y Europa, Oriente Medio y el norte de África. Los pequeños agricultores y ganaderos están siendo expulsados de sus tierras para dejar a la economía rural en manos de las corporaciones multinacionales.

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