La sociedad que los anarquistas queremos

Es momento de analizar el lado constructivo del anarquismo: la sociedad comunista-libertaria que los anarquistas imaginan. Esto es importante puesto que el anarquismo es esencialmente una una teoría constructiva, en absoluta contradicción con la imagen que generalmente se le atribuye de caos o absurda destrucción.

Como sociedad tiene rasgos básicos; como no tener jerarquías, ser descentralizada y, por encima de todo, espontánea. Citando a Glenn Albrecht, los anarquistas “hacen mucho hincapié en el libre desarrollo de un orden espontáneo sin el uso de una fuerza externa o autoridad” («Ethics, Anarchy and Sustainable Development», pp. 95-117, Anarchist Studies, vol. 2, no. 2, p. 110). Este tipo de desarrolllo implica que la sociedad anarquista se desarrollaría de lo simple a lo complejo, de lo individual a lo comunitario, lo regional y, por último lo planetario. La sociedad resultante, que sería consecuencia del desarrollo natural hacia una mayor complejidad y diversidad, es éticamente preferible a cualquier otra clase de organización social simplemente porque permite el máximo grado de solidaridad orgánica y libertad.

Kropotkin describe esta visión de una sociedad verdaderamente libre de esta manera:

«Preveemos millones y millones de grupos libremente constituídos para la satistacción de toda la variedad de necesidades de los seres humanos… todos ellos estarán compuestos por personas que se unen libremente (…) Coge piedras, dijo Fourier, mételas en una caja y agítala, y se organizarán en un mosaico que nunca se podrá conseguir enseñando a alguien la labor de autoorganizarse armoniosamente» El lugar del Anarquismo en la Evolución Socialista, pp 11-12

Rosa NegraLa oposición anarquista a la jerarquía es una parte fundamental del orden social espontáneo, el fin de la autoridad, el libre desarrollo y el crecimiento del individuo. Es desde este crecimiento natural de los individuos, los grupos y la sociedad como los anarquistas esperan una sociedad que satisfaga las necesidades de todos; la libertad individual y social, bienes materiales para satisfacer necesidades físicas y relaciones sociales libres e iguales que satisfagan las que podrían ser llamadas necesidades espirituales (es decir, bienestar mental y emocional, creatividad, desarrollo ético, etc).

Cualquier intento de forzar a la sociedad o los individuos hacia una estructura predeterminada que restrinja su libertad producirá desórdenes en el equilibrio natural y su desarrollo será dificultado y distorsionado hacia direcciones antisociales y destructivas. Así que una sociedad anarquista deberá ser una sociedad libre, de individuos libres, asociados en el marco de estructuras libertarias, en lugar de jerarquías competitivas (sean políticas o económicas). Solamente en libertad la sociedad y los individuos pueden desarrollarse y crear un mundo justo y bueno. En palabras de Proudhon, “la libertad es la madre del orden, no su hija”.

Debido a que el individuo no se encuentra aislado de la sociedad, se requieren condiciones sociales apropiadas para que la libertad individual se desarrolle y florezca con todo su potencial. La teoría anarquista se construye en torno a la afirmación de que los individuos y sus organizaciones no pueden entenderse separados unos de otros. Es decir, las estructuras sociales nos dan forma, “hay una interrelación entre las estructuras autoritarias de las instituciones y las cualidades y actitudes psicológicas de los individuos” y “la funcion más importante de la participación es la educativa”. (Carole Pateman, Participación y Teoría Democrática). Los anarquistas presentan esta opción en su forma más coherente y libertaria. En otras palabras, la libertad sólo se sostiene y se protege mediante una actividad en condiciones de libertad, esto es: autogobierno. La libertad es la única condición previa para adquirir la madurez necesaria para desarrollar la libertad: “Sólo en libertad pueden los hombres crecer en toda su plenitud. Sólo en libertad aprenderán a pensar y a moverse, y darán lo mejor de sí mismos”. (Emma Goldman, Red Emma Speaks).

Debido a que la libertad individual sólo puede ser creada, desarrollada y defendida a través del autogobierno y la libre asociación, un sistema que fomente la individualidad debe ser descentralizado y participativo para hacer que la gente desarrolle una mentalidad que les permita aceptar las responsabilidades de dirigirse a sí mismos. Vivir bajo el Estado o cualquier otro sistema autoritario genera un carácter servil, donde el individuo se sitúa constantemente bajo la jerarquía autoritaria, que embota sus capacidades críticas y de autogobierno al no utilizarlas. Semejante situación no puede promover la libertad, así que los anarquistas “son conscientes de que el poder y la autoridad corrompen a aquellos que lo ejercen tanto como a aquellos a los que someten”. (Bakunin, Escritos de filosofía política).

Observando el capitalismo, nos encontramos con que los trabajadores venden su fuerza creativa y el control de su actividad durante un tiempo determinado. El jefe no sólo se apropia de la plusvalía del tiempo que venden los empleados, sino también del tiempo en sí mismo; su libertad, su capacidad de tomar sus propias decisiones, de expresarse a través del trabajo y con sus compañeros. El empleo asalariado equivale a la esclavitud debido a que vendes tu tiempo y tus capacidades (es decir, libertad) todos los días en el trabajo y nunca podrás recuperar ese tiempo para ti mismo. Una vez que se ha ido, se ha ido para siempre. Esto también provoca, citando a Godwin, un “sentimiento de dependencia” y un “espíritu servil y sumiso” por lo que asegura que la “mentalidad feudal que todavía pervive reduce a la gran masa de la humanidad al rango de esclavos y ganado al servicio de unos pocos”. (The Anarchist Writings of William Godwin, pp. 125-6). Ésta es la razón por la que los anarquistas ven la necesidad de “generar unas condiciones en las que cada persona pueda vivir de trabajar libremente, sin ser obligada a vender su fuerza de trabajo y su libertad a otros que acumulan riquezas a través del trabajo de sus siervos” (Kropotkin, Palabras de un rebelde).

Por lo tanto, el objetivo del anarquismo es crear una sociedad en la que cada persona “tenga los medios morales y materiales para desarrollar su humanidad” y también “organizar la sociedad de tal forma que cada individuo (…) debería contar (…) con aproximadamente los mismos medios para el desarrollo de (sus) distintas capacidades y para su utilización en (su) trabajo; crear una sociedad en la que tengan cabida todos los individuos (…) de tal manera que sería imposible para (ellos) explotar el trabajo de cualquier otro” y “poder participar en el disfrute del bienestar social en la medida en que participan e forma directa en la producción de ese bienestar”. (Bakunin, Op. Cit.). Intrínsecamente, los anarquistas están deacuerdo con George Orwell:

“La cuestión es muy simple. ¿Se debe permitir a la gente vivir de la forma más decente y plena que sea técnicamente posible o no? ¿Se debe poner al hombre común de vuelta en el fango o no?George Orwell, Orwell en España.

En resumen, el anarquismo habla del cambio social y la abolición de todas la formas de relación autoritarias, anteponiendo la vida a la eficiencia que destruye el alma necesaria para sobrevivir en el capitalismo; el anarquista “se posiciona en su derecho a la vida y todos los placeres; intelectuales, morales y físicos. Ama la vida, y trata de disfrutarla plenamente” (Bakunin, Michael Bakunin: Selected Writings, p. 101] Así, citando a Emma Goldman, “todos los seres humanos, independientemente de su raza, color o sexo, nacen con el mismo derecho a tomar parte de la vida; para proteger este derecho se debe establecer entre los hombres libertad económica, social y política” (A Documentary History of the American Years, vol. 2, p. 450]. Así podría ser una sociedad sin clases ni jerarquías, sin siervos ni señores, basada en la libre asociación de individuos libres que fomentan y celebran la individualidad y la libertad:

“La frase, ‘una sociedad sin clases’, sin duda ha aterrorizado a cualquier persona amable. Evoca inmediatamente la imagen de aburrida mediocridad… toda una escala uniforme de individuos autosuficientes, viviendo en construcciones iguales, viajando en Fords iguales a través de calles no menos iguales… pero compartir ese bienestar no produce una uniformización de la vida, simplemente porque no hay uniformidad en los deseos. La uniformidad es una pesadilla estúpida. No puede haber uniformidad en una sociedad libre. La uniformidad sólo puede ser creada por la tiranía de un régimen totalitario”. Herbert Read, Anarquía y orden.

Los anarquistas piensan que los valores sociales fundamentales son los valores humanos, y que la sociedad es un complejo de asociaciones que expresan las voluntades de sus miembros, cuyo propósito es el bienestar. Consideramos que no es suficiente con que las formas de asociación tengan el consentimiento pasivo o implícito de sus miembros, sino que la sociedad, y los individuos que la hacen, será saludable sólo si tiene un completo sentido libertario, esto es, autogobierno, autogestión e igualdad. Esto no sólo supone que todos sus miembros tengan el derecho de influir en la política si así lo desean, sino que implica también el mayor número de oportunidades posibles para cada persona de alcanzar el ejercicio de este derecho. El anarquismo supone la ciudadanía activa, no simplemente pasiva, de los miembros de la sociedad y mantienen que este principio no es sólo aplicable a una esfera especial de acción social llamada política sino a todas y cada una de las formas de acción social, incluída la actividad económica.

Así que, tal y como hemos visto, el concepto clave subyacente tanto en la estructura política/social como económica del socialismo libertario es la autogestión, un término que no sólo implica el control obrero del trabajo sino también el control de los ciudadanos de sus comuninades (convirtiéndose en autogobierno), a través de la democracia directa y la federación voluntaria. Por lo tanto, la autogestión es la plasmación positiva del principio anarquista negativo de oposición a la autoridad jerárquica. A través de la autogestión, la jerarquía autoritaria se disuelve en el trabajo autogestionado, las asambleas/reuniones de la comunidad son descentralizadas, organizaciones horizontales en las que cada participante tiene la misma voz en las decisiones que afectan a su vida, en lugar de simplemente seguir órdenes y ser gobernado por otros. La autogestión, por lo tanto, es la condición esencial para lograr un mundo en el que que los individuos sean libres de seguir sus propios sueños, sus propios caminos, cooperando libremente como iguales sin la interferencia de ninguna forma de autoridad (como un gobierno o un jefe).

Este artículo no es (ni lo intenta, ni lo desea) una declaración definitiva de cómo estos principios deben ser implementados. La idea de que unas pocas personas puedan determinar exactamente cómo debería ser una sociedad libre es contraria a los principios anarquistas de libre desarrollo y pensamiento, y está lejos de nuestros propósitos. Simplemente estamos tratando de señalar alguna de las estructuras que una sociedad anarquista puede contener, basándonos en los ideales y las ideas que los anarquistas mantienen, fundados a través de los pocos ejemplos de acción anarquista que han existido y de nuestra evaluación crítica de sus éxitos y limitaciones. Como dijo Herbert Read una vez:

“Siempre es un error hacer apriorismos. Lo principal es establecer tus principios; los principios de igualdad, libertad individual, control obrero. La comunidad entonces apunta al establecimiento de estos principios desde el punto de partida de sus necesidades locales y sus condiciones locales” Herbert Read, Op. Cit.

La delincuencia en la sociedad anarquista

Normalmente el anarquista responde que el tipo de delito de esta sociedad, es la consecuencia de una serie de causas: si hay dinero y desigualdad en su reparto, habrá quien lo robe. Por el contrario, si desaparece el dinero y la posibilidad de acumular riqueza, dejará de existir el robo. Es decir: si eliminas la causa, desaparecerá el efecto. En una sociedad anarquista, en una sociedad libre, sin dominación e igualitaria, multitud de delitos desaparecerán.

A pesar de ello, objetan, seguirá habiendo crímenes, ya que determinadas conductas sociopáticas no dependen del ambiente, ya sea la sociedad más libre que se pueda imaginar. Hay conductas que vienen inscritas —de alguna manera—, en la propia personalidad. Hay individuos que disfrutan matando, vejando, humillando sexualmente. Hay personas que llevan en la sangre el asesinato, que se ven compulsivamente impelidas a realizarlo… Y vuelven a preguntar: «¿cómo neutralizaríais a esos sociópatas?, ¿qué haríais con ellos?».

Lo que vienen a decir, es que hace falta un cuerpo policíaco eficaz que investigue esos casos escabrosos, y una institución que reinserte socialmente a los delincuentes.

A esto respondemos lo siguiente: que en la actualidad la policía no es eficaz para erradicar el delito; que la cárcel no sirve para la función de reinserción social; que de la ley no emana la justicia.

A) La policía no es eficaz para erradicar el delito. La creencia en su eficacia es debida —en gran medida—, al autobombo y a la propaganda.

* En la sociedad se producen un número de delitos muy superior al de los que son conocidos por la policía, ya que la mayoría de los pequeños delitos no son denunciados. De los delitos conocidos mediante denuncia, muchos no son investigados y se archivan. De los que son investigados, tan solo el 30% —según estadística del Ministerio del Interior—, son resueltos. De los que son resueltos habría que descontar los que son mal resueltos culpabilizando a inocentes con buena o mala fe, o los que se dan por resueltos sin haberlo sido…

* El Ministerio del Interior suele además falsear las estadísticas para que aparezcan menos delitos de los realmente conocidos. Así hay una gran diferencia entre los 1.294 homicidios declarados por el Ministerio del Interior en el 2002, y las 2.289 muertes investigadas por la Fiscalía General del Estado.

* Si combatir el delito es el objetivo de la policía, se la debería ver en los barrios marginales, controlando los puntos de venta de droga, el tráfico de armas, los vehículos robados… Sin embargo, en estos barrios no sólo no hay comisaría, sino que es muy raro que entren en ellos unidades policiales, dada la hostilidad con que son recibidas.

* Por el contrario la policía a quien se dedica a controlar concienzudamente, es a ciudadanos “normales”. Quien está correctamente identificado, trabaja, posee domicilio, no va armado, carece de instintos agresivos…, es más fácilmente controlable. La policía no sirve tanto para reprimir al delincuente, como para evitar que la gente de «ley y orden» se atreva a delinquir. Piénsese en la cantidad de medios «antidisturbios» que posee la policía.

* En consecuencia lo que pretende la policía no es erradicar la delincuencia, sino mantenerla dentro de unos límites. Es decir, que exista un ghetto sirve —según este razonamiento—: primero para justificar el gasto en un apartato represivo; segundo, para que el ciudadano honrado se sienta defendido. De esta manera la víctima acaba pagando a su propio verdugo. No decimos que esto sea consciente —ni mucho menos—, sino que funciona de esa manera.

* La policía sólo podría ser eficaz cuando hubiese pocos delitos. En una sociedad como la nuestra, en la que se cometen delitos continuamente, sólo es eficaz en aquellos casos especialmente relevantes a los que «miran» o que «interesan» (infiltraron la ETA, pero no se preocuparon de los islamistas que correteaban ante sus mismas narices).

* Hay muchos delitos, porque las circunstancias de esta sociedad favorecen que los haya. Al existir un régimen que defiende la propiedad privada, la desigualdad y el privilegio, de los más de dos millones de delitos «conocidos» que se producen anualmente en España, el 80% son «contra la propiedad». Este número ingente de delitos, convierte en ineficaz cualquier actividad policial.

* La policía no sólo es ineficaz para eliminar el delito, sino que más a menudo de lo que parece, lo impulsa y estimula. La trama de confidentes tolerados que traficaban con armas, explosivos y drogas, aparecida en torno al 11-M pueden servir de ejemplo.

* Hay que mencionar, además, los propios delitos que realiza la policía en el ejercicio de sus funciones: desde negligencias hasta abusos, cohechos, torturas, asesinatos…

B) La cárcel no puede reinsertar al delincuente. La función de la cárcel no es la de reinsertar al delincuente en la sociedad de la que se ha salido. Es absurdo que se pretenda socializar a alguien, sacándolo de esa sociedad, desarraigándolo, aislándolo tras unos muros, hacinándolo con miles como él, y haciéndole pasar una serie de humillaciones que quitan la dignidad y la libertad de las personas. Un régimen de esclavitud sólo puede generar su propia perpetuación y la sumisión o la reacción violenta de quienes lo soportan. Por eso la cárcel es un antro en el que los abusos, la violación de los derechos humanos, los asesinatos…, son tapados con hermosas palabras como reinserción. La función de la cárcel es la que siempre ha tenido: la ejecución en el último tramo del circuito represivo, de la venganza y el castigo de aquellos grupos que son privilegiados por las leyes. Esta venganza se efectúa sobre un preso, del que se espera su sometimiento, o en caso de no conseguirse, su aniquilamiento.

C) La ley no puede proporcionar la justicia. Porque las leyes lo que hacen es asentar privilegios e injusticias. Vivimos en una sociedad desigual, en la que unos son pobres y otros ricos. Dado que las leyes se dedican a la defensa de la propiedad privada y los derechos de los individuos, lo que hace la ley es refrendar la desigualdad. Al definir como delito que el que no tiene tome aquello que posee el que tiene, lo que hace es condenar a la cárcel a los desposeídos.

A pesar de todos los argumentos de los clásicos y de los modernos que ofrecemos en contra de las cárceles, policías y leyes, los detractores del anarquismo insisten en que en una sociedad anarquista, aún existiendo pocos delitos, siempre se tendrán que perseguir los de los individuos claramente enfermos, o simples criminales, que atenten contra la vida y la integridad de las comunidades y de las personas, y que para ello seguirá siendo inevitable la creación de cárceles y cuerpos de seguridad.

Imaginemos pues, que en una comunidad anarquista aparecen una serie de muertes misteriosas (pongamos un centenar), cometidas por un asesino invisible, letal, silencioso, que no deja huella a su paso. ¿Quién se ocuparía de descubrirlo?

La respuesta es que lo descubriría el servicio de salud pública, a través de su equipo de vigilancia epidemiológica, siguiendo los métodos de la ciencia médica. Así se determinan los agentes causales de distintos envenenamientos masivos, poniendo nombre y apellido al veneno y señalando al responsable: la talidomida, el mercurio, el vibrión colérico, los aceites industriales. No se llama a la policía para descubrir una secuencia de cien fallecimientos y miles de lesionados. No se espera a decenas de tipos vestidos de azul y armados con porras. Se avisa a los epidemiólogos, a biólogos, a técnicos, a científicos, hombres y mujeres vestidos de calle o con bata blanca, que preguntan, observan, analizan, descubren y toman medidas. Quien es capaz de encontrar un virus, puede descubrir cualquier asesino, sea humano o venido de ultratumba. Y son esos técnicos, que no ostentan la capacidad represiva de un policía, quienes pueden aislar, controlar y reducir esas posibles amenazas, mediante la ayuda —si es preciso—, de otros profesionales que intervienen en situaciones de catástrofe: bomberos, protección civil.

No hace falta —por lo tanto—, un cuerpo dotado de funciones represivas, que se beneficie del delito para justificar su existencia.

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