El anarquismo como filosofía práctica

aLa palabra «ideología» tiene un claro sentido peyorativo en boca de algunas personas, con la intención de etiquetar a los que profesan ciertas ideas como «doctrinarios». Hoy en día, después del desastre causado en el siglo XX por los sistemas totalitarios, es incluso habitual en la clase dirigente (por claro interés) y en muchos ciudadanos (tal vez, por falta de nivel) presumir de que lo suyo no es ideología, y vincular cualquier ideología con el desastre (epítetos como «radical», para nada peyorativa si empleamos alguna neurona, o «violento» es un resultante de esas actitud). Naturalmente, desenmascarar esta intención resulta sencillo. A pesar de ello, los políticos de la democracia representativa siguen usando las clásicas distinciones entre izquierda y derecha, reducidas a un nivel parlamentario en el que la política se desarrolla por cauces establecidos y en el que la distinción entre los dos grandes partidos (los únicos con posibilidades reales de gobernar) son mínimas. Los unos, que pueden llamarse «socialdemócratas», siguen usando siglas históricas que aluden a una ideología de la que no conservan ni los restos (aunque, sirve al menos para que la derecha les acuse graciosamente de totalitarios o estalinistas, jugando con la ignorancia política e histórica de las personas); los otros, ocultos en el interior de un monstruo bastardo que no ha encontrado una guarida limpia de resabios fascistas, quieren llamarse «liberales» e «ilustrados» al modo europeo encontrando en el empeño una y otra vez el esperpento español valleinclanesco. La política y la ideología ha quedado reducida, pues, a un juego aparentemente mínimo (o de bajo nivel, que asegure la participación de cualquier ciudadano) que asegura la oligarquía (estatalismo) y el liberalismo económico (la explotación capitalista). La supuesta ausencia de ideologías es una de las armas fundamentales del poder político, a pesar de esos miserables residuos terminológicos que solo pueden avergonzar a los que se toman el pensamiento, y la civilización en general, verdaderamente en serio. La palabra «ideología», en una acepción actual y generalizada, alude simplemente al conjunto de ideas que pueda tener una persona o una colectividad y, naturalmente, las hay que llevan en su seno el germen autoritario/totalitario. En este sentido, el anarquismo no es una ideología, o no es simplemente una ideología, su análisis del poder en todos los ámbitos de la vida y su empeño en primar los valores éticos y en buscar la coherencia entre medios y fines, en no instrumentalizar ni cosificar a ningún ser humano, le sitúa en un terreno mucho más amplio que cualquier sistema cerrado de ideas. En este sentido, se puede decir que el anarqusmo es más bien una filosofía, y una filosofía que no se queda en la mera especulación, ya que su ambición conlleva ya el deseo de praxis. Si las ideologías que nacieron o se gestaron en la epoca moderna quieren verse reducidas ahora a una simple caricatura parlamentaria que justifica tanto su supuesta ausencia (o, más bien, del deseo de seguir buscando respuestas) como la existencia del Estado (dominación política) y del capital (dominación económica), las grandes preguntas para la humanidad siguen en pie (ahora, tal vez, con más justificación que nunca). Las grandes preguntas tienen que ver siempre con la libertad (individual) e igualdad (social), pero solo el anarquismo ha profundizado en la vinculación entre los dos conceptos que hacen innecesario el paréntesis aclaratorio. Las dos grandes premisas serían que la justicia solo es realizable en la igualdad (la desigualdad es consecuencia de la explotación y la jerarquización social) y que la libertad constituye un valor primoridal para la felicidad individual y también para asegurar la justicia social. Ninguno de los dos valores es rechazable (como ocurre en los regímenes totalitarios) ni separable o reducible en aras de asegurar el crecimiento de uno de ellos (siempre realizable en detrimento de la libertad ajena, que supone la reducción de oportunidades o desigualdad). Naturalmente, todas las soluciones políticas que mantengan en pie el edificio estatal son incapaces de asegurar la validez auténtica de los dos conceptos primordiales para el anarquismo ni la satisfacción real de la necesidades de la vida (por ir más allá de la política). Entramos aquí en otro terreno que requiere la reflexión constante en las ideas libertarias, ¿es el anarquismo apolítico?. La respuesta sería obviamente afirmativa si la política es, como se ha definido en múltiples ocasiones a lo largo de la historia, la forma en que se construye el Estado.

Capi Vidal
http://reflexionesdesdeanarres.blogspot.com.es/2009/08/el-anarquismo-como-filosofia-practica.html
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