Los anarquismos

AnarquismoEn mi opinión, el anarquismo es más que una ideología: es ante todo una actitud frente a la vida, frente al existir, sustentada en tres fundamentos: ni mandar, ni obedecer y apoyo mutuo con quienes comparten esa actitud. E, inmediatamente, debe señalarse que esa actitud es siempre solidaria con los movimientos que defienden la libertad vinculada a la justicia social frente a los sistemas de explotación y dominio estatal, frente a los diversos tipos de liberalismo (capitalismo), los fascismos y el «comunismo» estatalista que se diseñó en la URSS y se convirtió en una dictadura de la oligarquía del partido sobre la población.

A partir de esa consideración, y ampliando la perspectiva, quisiera señalar que así como el marxismo no se puede explicar sin la existencia del Sistema Liberal o Capitalista, el anarquismo es tan remoto como la propia humanidad, cuando los cazadores o nómadas carecían de residencia fija y circulaban por los más variados parajes en busca de la supervivencia, dando lugar a la cooperación entre ellos para mejor protegerse y alimentarse: no tenían ni dios, ni amo, ni patria. Con el tiempo, apareció la figura del Padre, un precursor del Estado — en palabras de Herbert Marcuse—, y con él la propiedad y la dominación. Hubieron de pasar siglos para que lentamente se forjara un frente de combate contra esa entidad dominante, a lo largo de la Antigüedad, donde descuella, por ejemplo, la figura de Spar-tacus, el gladiador romano que forjó un movimiento libertario y rebelde contra el poder del Imperio Romano. E igualmente hubo que cruzar la larguísima Edad Media, dominada políticamente por el Papado romano, cuyo poder eclesiástico se extendió por la mayor parte de Europa, dictada económicamente por los señores feudales. Pero también aquí hallamos la rebelión: el movimiento cátaro o de los albigenses, instalado y evolucionado en el sur de Francia, desde Narbonne, Albi, Montségur, Montpellier… hasta Burdeos. Frente al poder feudal y el Papado, sostenían el comunismo agrario. Serían finalmente exterminados a través de una «cruzada» predicada por el papa Julio II y dirigida por el feudal Simón de Montfort.

Quizá pueda llamar la atención el título «Los anarquismos». ¿Por qué en plural? La respuesta es un dato más acerca de la riqueza y amplitud del también llamado Movimiento Libertario. Por citar dos extremos: por una parte, Netchaiev, amigo de Baku-nin que, en la segunda mitad del siglo XIX, sembró el pánico entre los tronos y las dinastías europeas con sus atentados; por otra, LeónTolstoi, pacifista a ultranza. Y en medio, una pléyade libertaria: Proudhon, el ya citado Baku-nin, Kropotkin, Malatesta, Fernando Garrido, Anselmo Lorenzo. hasta llegar, por ejemplo, a España, donde del libertarismo emergieron personalidades como Durruti, Ascaso, García Oliver, Federica Montseny… Tras el triunfo del fascismo en la Guerra Civil (1936-1939), una pléyade de luchadores anarquistas, como Francesc Sabaté, Josep Lluís Facerías, Ramón Vila Capdevila… prosiguieron la lucha por su cuenta, como guerrilleros. La Transacción iniciada tras la muerte del genocida Franco intentó destruir la evidente reaparición del anarquismo como sindicalismo y organización a través del llamado «caso Scala» (Barcelona), un montaje policial destinado a desprestigiarlo. Hombres como Luis Andrés Edo y Octavio Albero-la, antiguos luchadores, proyectaron Defensa Interior como movimiento de acción libertario y recuperando los «grupos de afinidad». Y fuera de España cabe citar, después de la II Guerra Mundial, a personalidades como los franceses Albert Camus y Guy Debord, así como al italiano Pier Pao-lo Pasolini, asesinado éste por un complot del Gobierno. El anarquismo trasluce así su potencialidad fundada en la libertad, la fraternidad y el cooperativismo, soslayando con esos principios el peligro que supone el que aparezcan «comisarios políticos», que los hubo y los hay.

Finalmente, quisiera recordar la célebre parábola de Proudhon acerca del combate libertario. «Los anarquistas —afirmó en una charla luego publicada— luchamos contra las naciones-estado que se han formado en Europa, contra el Estado francés, contra el Estado inglés, contra el Estado español, contra el Estado prusiano, contra el Estado austro-húngaro… Luego, tras la disolución de esas instituciones autoritarias, combatiremos por la Europa de los pueblos naturales, es decir, por la Europa de Escocia, de Cataluña, de Castilla, de Euzkadi, de Galiza, de Andalucía, de Alsacia, de Lorena, del Piamonte, de Gales, del Peloponeso, de Anatolia, libremente confederados. Después, lucharemos por la Europa de las comarcas libremente confederadas, o sea, por la Europa del Bergadá, del Ruhr, de Tierra de Campos, de la Dehesa, de la Padania. Y nuestra lucha no cesará, porque combatiremos por la Europa de los municipios libremente confederados, la Europa de París, de Roma, de Barcelona, de Madrid, de Bilbao, de Frankfurt, de Marsella, de Londres, de Estocolmo. Y cuando llegue esa Europa lucharemos por la Europa de las personas libremente confederadas». Porque, ¿qué es una persona? «Una persona tiene cerebro para pensar, corazón para sentir, manos para trabajar, pies para desplazarse. Una persona es una nación».

Síntesis acerca del anarquismo han sido explicadas a lo largo del llamado «tiempo contemporáneo», y hay una muy específica que derivó de una polémica sostenida en Francia entre Jean-Paul Sartre y Albert Camus. En ella, Sartre (autor de La náusea, El ser y la nada.) sostenía que la «libertad llegará cuando se consiga la justicia social». A ello respondió Camus (autor de El extranjero, La peste…): «no, sin libertad no puede haber justicia social, la libertad es el punto de partida para alcanzar esa justicia social».

Bernat Muniesa
‘Aurora Intermitente’ especial 2012
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