La Relevancia del Anarquismo para la Sociedad Moderna (1977) – Sam Dolgoff

Neo-Anarquismo Burgués

Una discusión significativa sobre la relevancia de las ideas anarquistas para las sociedades industrializadas modernas debe primero, por el bien de la claridad, delinear la diferencia entre el “neo-anarquismo” de hoy y el anarquismo clásico de Proudhon, Kropotkin, Malatesta y sus sucesores. Con raras excepciones, uno se pasma con el carácter mediocre y superficial de las ideas expuestas por los escritores modernos sobre el anarquismo. En vez de presentar nuevas comprensiones, hay una repetición de ideas utopistas que el movimiento anarquista hace largo tiempo superó y rechazó como totalmente irrelevantes para los problemas de nuestra cada vez más compleja sociedad. Muchas de las ideas que el connotado escritor anarquista Luigi Fabbri hace medio siglo etiquetó de “Influencias Burguesas en el Anarquismo” están nuevamente en circulación.[1] Por ejemplo, tenemos el artículo de Kingsley Widmer, “Anarchism Revived —Right, Left and All Around.” (“El Anarquismo Resucitado— Derecha, Izquierda y Todo Alrededor”) Como otros movimientos burgueses similares en el pasado, Widmer apunta correctamente:

El rival contemporáneo del Anarquismo… viene mayoritariamente de los intelectuales disidentes de clase media, estudiantes y otros grupos marginales que se basan en aspectos individualistas, utópicos y otros aspectos de clase no-trabajadora del anarquismo…[2]

Otras características anarquistas burguesas típicas son: Escapismo: la esperanza en que el sistema será debilitado gradualmente si suficientes personas ‘se salen’ de él y “viven como anarquistas en comunidades y otras instituciones de estilo-de-vida…” Nechayevismo: la glorificación romántica de la conspiración, la rudeza, y la violencia en la tradición inmoral de Nechayev. Bohemianismo: irresponsabilidad total; preocupación exclusiva del propio y pintoresco “estilo de vida”; exhibicionismo; rechazo de toda forma de organización o de auto-disciplina. Individualismo Anti-Social: la pulsión por “idealizar” las formas más anti-sociales de rebelión individual,” de acuerdo a Fabbri. Malatesta escribe:

La intolerancia a la opresión, el deseo de ser libre y de desarrollar la propia personalidad hasta el límite, no es suficiente para hacer de uno un anarquista. Esa aspiración a la libertad ilimitada, si no se templa con el amor a la humanidad y con el deseo de que todos disfruten de igual libertad, podría bien crear rebeldes que… pronto se conviertan en explotadores y tiranos…[3]

Aún otros neo-anarquistas están obsesionados con la “acción por la acción”. Uno de los más importantes historiadores del anarquismo italiano, Pier Carlo Masini, señala que para ellos la “espontaneidad” es la panacea que automáticamente resolverá todos los problemas. No se necesita preparación teórica o práctica alguna. En la “revolución” que está “a la vuelta de la esquina” las diferencias fundamentales entre los libertarios y nuestros enemigos mortales, los grupos autoritarios como los marxistas-leninistas, desaparecerán milagrosamente. Masini observa:

Paradójicamente, los anarquistas realmente modernos son aquellos de cabello blanco, aquellos que guiados por las enseñanzas de Bakunin y Malatesta, que en Italia y en España (como también en Rusia) han aprendido de la amarga participación personal cuán serio asunto puede ser la revolución…[4]

No es nuestra intención menospreciar muchas de las buenas cosas que los estudiosos dicen, ni denigrar las magníficas luchas de nuestros jóvenes rebeldes contra la guerra, el racismo y los falsos valores de aquel vasto crimen, “El Sistema” — luchas que encendieron el resurgimiento del largamente dormido movimiento radical. Pero enfatizan ellos los aspectos negativos e ignoran o malinterpretan los principios constructivos del anarquismo. Bakunin y los anarquistas clásicos siempre hicieron énfasis en la necesidad de un pensamiento y acción constructivos:

[El movimiento revolucionario de 1848] era rico en instintos e ideas teóricas negativas que le dieron la justificación total para su lucha contra el privilegio, pero carecía completamente de toda idea positiva y práctica que hubiese sido necesaria para permitirle erigir un nuevo sistema sobre las ruinas del antiguo orden burgués…[5]

Careciendo de dichas sólidas fundaciones, tales movimientos deben eventualmente desintegrarse.

Distorsionando Ideas Anarquistas

Algunas obras sobre anarquismo, como Anarquismo de George Woodcock y los dos libros de Horowitz y Joll —ambos titulados Anarquismo— perpetúan el mito de que los anarquistas son antiguos vivos, visionarios que anhelan retornar a un pasado idílico. De acuerdo a Woodcock, “El movimiento anarquista histórico que surgió de Bakunin y sus seguidores está muerto,” y los principios cardinales del anarquismo clásico —la descentralización económica y política del poder, la autonomía individual y local, la autogestión de la industria (“control obrero”) y el federalismo son “formas obsoletas de organización [que van contra] la tendencia mundial a la centralización política y económica. … La revolución social real de la era moderna es de hecho el proceso de centralización hacia el cual todo desarrollo del progreso científico y tecnológico ha contribuido… el movimiento anarquista falló en presentar una alternativa al Estado o a la economía capitalista.”[6] Es difícil entender cómo estudiosos siquiera levemente entendidos en la vasta literatura libertaria sobre la reconstrucción social lleguen a tan absurdas conclusiones! Una excepción notable es el sociólogo-historiador francés Daniel Guerin cuyo excelente pequeño libro, L’anarchisme, ha sido traducido al inglés con una introducción de Noam Chomsky y publicado en el Monthly Review Press. Guerin se concentra en los aspectos constructivos del anarquismo. Aunque no sin faltas —subestima la importancia de las ideas de Kropotkin y exagera la de las de Stirner— sigue siendo la mejor introducción breve al tema. Guerin rechaza efectivamente los argumentos de los historiadores recientes, en particular de Jean Maitron, Woodcock y Joll concluyendo que:

[Su] imagen del anarquismo no es veraz. El anarquismo constructivo que halla su expresión más acabada en los escritos de Bakunin, se basa en la organización, en la auto-disciplina, en la integración, en una centralización no coercitiva, sino federalista. Se relaciona con la industria a gran escala, con la tecnología moderna, con el proletariado moderno, con el genuino internacionalismo. … En el mundo moderno, los intereses materiales, intelectuales y morales han creado entre todas las partes de una nación e incluso entre distintas naciones, una unidad real y sólida, y esta unidad sobrevivirá a todos los Estados…[7]

Para evaluar el grado en que el anarquismo clásico es aplicable a las sociedades modernas es necesario antes resumir brevemente sus rasgos constructivos principales.

Las Sociedades Complejas Necesitan Anarquismo

Es una falacia asumir que los anarquistas ignoran la complejidad de la vida social. Por el contrario, los anarquistas clásicos han rechazado siempre el tipo de “simplicidad” que camufla la regimentación en favor de la complejidad natural que refleja la multifacética riqueza y diversidad de la vida social e individual. El matemático cibernético John B. McEwan, escribiendo sobre la relevancia del anarquismo para la cibernética explica:

Los socialistas libertarios, sinónimo de anarquistas no-individualistas, especialmente Kropotkin y Landauer, demostraron un temprano entendimiento de la compleja red de relaciones cambiantes, que involucran a muchas estructuras de actividad correlacionada y de apoyo mutuo, independientes de coerción autoritaria. Fue con este trasfondo que desarrollaron sus teorías de organización social…[8]

Una de las mayores contribuciones de Proudhon a la teoría anarquista y al socialismo en general fue la idea de que la complejidad misma de la vida social demanda la descentralización y autonomía de las comunidades. Proudhon mantuvo que “por la complejidad de intereses y el progreso de las ideas, la sociedad está forzada a abjurar del Estado… más allá del aparato del gobierno, bajo la sombra de sus instituciones políticas, la sociedad estaba lenta y silenciosamente produciendo su organización, haciendo para sí un nuevo orden que expresara su vitalidad y autonomía…”[9] Como sus predecesores, Proudhon y Bakunin, Kropotkin elaboró la idea de que la complejidad misma de la vida social requería de la descentralización y autogestión de la industria por parte de los trabajadores. De sus estudios sobre la vida económica en Inglaterra y Escocia concluyó:

La producción y el intercambio representaron un emprendimiento tan complicado que ningún gobierno (sin establecer una dictadura engorrosa, ineficiente y burocrática) sería capaz de organizar la producción si los trabajadores mismos, a través de sus sindicatos, no lo hicieran en cada rama de la industria; pues en toda producción surgen miles de dificultades diarias que… ningún gobierno puede esperar prever… Solo los esfuerzos de miles de inteligencias trabajando en los problemas pueden cooperar en el desarrollo del nuevo sistema social y encontrar soluciones para las miles de necesidades locales.[10]

La descentralización y la autonomía no significan la división de la sociedad en pequeños grupos aislados y económicamente autosuficientes, lo que no es posible ni deseable. El anarquista español, Diego Abad de Santillán, Ministro de Economía en Cataluña en el primer período de la Guerra Civil Española (Diciembre de 1936), le recordó a algunos de sus compañeros:

De una vez por todas debemos comprender que ya no estamos… en un pequeño mundo utópico… No podemos realizar nuestra revolución económica en un sentido local; pues la economía sobre una base localista puede solo causar privación colectiva… La economía es hoy un vasto organismo y todo aislamiento probará ser contraproducente… Debemos funcionar con un criterio social, considerando los intereses de todo el país y si es posible de todo el mundo…[11]

Debe alcanzarse un equilibrio entre la sofocante tiranía de la autoridad desenfrenada y el tipo de “autonomía” que conduce al nimio patriotismo local, a la separación de pequeños grupúsculos, y a la fragmentación de la sociedad. La organización libertaria debe reflejar la complejidad de las relaciones sociales y promover la solidaridad a la más amplia escala posible. Puede ser definida como federalismo: coordinación a través del libre acuerdo — localmente, regionalmente, nacionalmente, e internacionalmente. [Consiste en] una vasta red coordinada de alianzas voluntarias que abarque la totalidad de la vida social, en la que todos los grupos y asociaciones cosechen los beneficios de la unidad mientras aún ejerciten la autonomía dentro de sus propios círculos y expandan el rango de su libertad. Los principios organizativos anarquistas no son entidades separadas. La autonomía es imposible sin descentralización, y la descentralización es imposible sin federalismo. La creciente complejidad de la sociedad está volviendo al anarquismo más y no menos relevante para la vida moderna. Es precisamente esta complejidad y diversidad, por sobre toda la preocupación predominante por la libertad y los valores humanos lo que condujo a los pensadores anarquistas a basar sus ideas en principios de difusión del poder, autogestión y federalismo. El mayor atributo de la sociedad libre es que se auto regula y “lleva en sí misma la semilla de su propia regeneración” (Martin Buber). Las asociaciones autogobernadas serán lo suficientemente flexibles como para ajustar sus diferencias, corregir y aprender de sus errores, experimentar con formas nuevas y creativas de vida social y en consecuencia lograrán genuina armonía en un plano humanista más elevado. Los errores y conflictos confinados a la jurisdicción limitada de grupos de propósito especial puede que hagan un daño limitado. Pero los malos cálculos y las decisiones criminales tomadas por el Estado y otras organizaciones autocráticas centralizadas que afectan a naciones enteras, e incluso a todo el mundo, pueden tener las más desastrosas consecuencias. La sociedad sin orden (como lo implica la palabra “sociedad”) es inconcebible. Pero la organización del orden no es monopolio exclusivo del Estado. Pues, si la autoridad del Estado es la sola garantía del orden, ¿quien vigilará a los vigilantes? El federalismo también es una forma de orden, que precede al establecimiento del Estado. Pero es orden que garantiza la libertad e independencia de los individuos y de las asociaciones que libre y espontáneamente constituyen las federaciones. El federalismo no es como el Estado, nacido de la voluntad de poder, sino que es el reconocimiento de la ineluctable interdependencia de la humanidad. El federalismo brota de la voluntad de armonía y solidaridad.

Industria Moderna Mejor Organizada Anárquicamente

Economistas, sociólogos y administradores burgueses como Peter Druker, Gunnar Myrdal, John Kenneth Galbraith, Daniel Bell, et al., favorecen ahora una gran medida de descentralización no porque de pronto se volvieron anarquistas, sino principalmente porque la tecnología ha tornado a las formas anarquistas de organización en “necesidades operacionales”. Pero los reformadores burgueses tienen aún por aprender que mientras estas formas organizativas estén atadas al Estado o al capitalismo, quienes connotan el monopolio del poder político y económico, la descentralización seguirá siendo un fraude — un aparato más eficiente para captar la cooperación de las masas por su propia esclavitud. Para ilustrar cómo sus ideas demuestran inadvertidamente la practicidad de la organización anarquista y cómo se contradicen, citamos al “libre emprendedor” Drucker y al “estatista del bienestar” Myrdal. En el capítulo titulado “La Enfermedad del Gobierno,” Drucker escribe:

El desencantamiento con el gobierno rompe con los límites nacionales y las líneas ideológicas… El gobierno mismo se ha convertido en uno de los intereses creados… En el momento en que el gobierno emprende algo, ello se vuelve arraigado y permanente… Lo improductivo se incorpora al proceso político mismo… La teoría social, para ser significativa, debe comenzar por la realidad del pluralismo de las instituciones, una galaxia de soles en vez de un gran centro rodeado de lunas que brillan solo por la luz reflejada… una sociedad de diversidad institucional y de difusión del poder… En una sociedad pluralista de organizaciones [cada unidad estaría] limitada al servicio específico que ofrece al miembro de la sociedad al que estaba avocado — pero, dado que toda institución tiene poder en su propia esfera, se vería como tal, afectada por el interés público… Dicha visión de las organizaciones como autónomas y limitadas [es] necesario tanto para hacer que la organización funcione como para salvaguardar la libertad individual…[12]

Luego de demostrar la “monstruosidad del gobierno, su falta de funcionamiento y su impotencia,” Drucker llanamente se contradice y llega a la sorprendente conclusión de que “nunca se ha necesitado un gobierno fuerte y efectivo más que en este mundo peligroso… nunca más que en esta sociedad pluralista de organizaciones”. Mydal demuestra convincentemente que tanto el Soviético como los “Estados del mundo libre” necesitan de descentralización para la eficiencia administrativa de modo que (la vida política y económica) no sucumban a la rigidez del aparato central. Pero después él espera que el paternalista Estado de bienestar relaje “sus controles sobre la vida cotidiana” y gradualmente transfiera la mayor parte de sus poderes a “todo tipo de organizaciones y comunidades controladas por las personas mismas…” Ningún anarquista [podría] refutar la afirmación de Myrdal mejor de lo que lo hace él mismo:

Renunciar a moldes autocráticos, renunciar a controles administrativos y… retirarse a voluntad de intervenir cuando ya no es necesario, son pasos que no corresponden a los funcionamientos internos de una burocracia en operación…[13]

Si estos defensores de la descentralización y la autonomía fuesen consistentes, se darían cuenta de que la difusión del poder conduce al anarquismo.

La Nueva Sociedad Dentro de la Cáscara de la Antigua

Los anarquistas siempre se han opuesto a los jacobinos, blanquistas, bolcheviques y otros aspirantes a dictadores, quienes, en palabras de Proudhon “reconstruirían la sociedad sobre un plan imaginario, muy similar a los astrónomos [dogmáticos] que por respeto a sus cálculos remodelarían el sistema del universo.”[14] Los teóricos anarquistas se limitaron a sugerir la utilización de todos los organismos útiles de la antigua sociedad para construir la nueva. Avizoraron la generalización de prácticas y tendencias que ya están en funcionamiento. El hecho mismo de que la autonomía, la descentralización, y el federalismo son alternativas más prácticas al centralismo y el estatismo presupone ya que estas vastas redes organizativas que ahora realizan las funciones de la sociedad están preparadas para reemplazar a las antiguas administraciones hiper-centralizadas en quiebra. Que los “elementos de la nueva sociedad ya se están desarrollando en la sociedad burguesa que colapsa” (Marx) es un principio fundamental compartido por todas las tendencias en el movimiento socialista. La sociedad es una gran red entretejida de trabajo cooperativo y todas las instituciones profundamente arraigadas en funcionamiento ahora seguirán, en alguna forma, funcionando por la simple razón de que la existencia misma de éstas depende de esta cohesión interna. Esto nunca ha sido cuestionado por nadie. Lo que se necesita es emancipación de las instituciones autoritarias sobre la sociedad y del autoritarismo dentro de las organizaciones mismas. Sobre todo, deben ser infundidas del espíritu revolucionario y de la confianza en las capacidades creativas de las personas. Kropotkin al desarrollar la sociología del anarquismo, ha abierto una avenida de fructífera investigación que ha sido en gran medida negada por los científicos sociales embarcados afanosamente en descifrar nuevos áreas para el control del Estado. Kropotkin se basó en el principio esencial del comunismo-anarquista — abolición del sistema de salarios y distribución de bienes y servicios bajo el principio de, “De cada quien de acuerdo a su habilidad y para cada cual de acuerdo a sus necesidades”. Concibió la estructura de una sociedad comunista-anarquista así:

Los autores anarquistas consideran que su concepción [del comunismo-anarquista] no es una utopía. Se deriva, afirman, de un análisis de tendencias que están ya actuando, aunque el socialismo de Estado pueda encontrar apoyo temporal entre los reformadores… Los anarquistas construyen su visión del futuro sobre aquellos datos proporcionados por las observaciones de la vida en el tiempo presente… La idea de comunas independientes para la organización territorial, y de federaciones de sindicatos para la organización de [las personas] de acuerdo a sus distintas funciones, ofreció una concepción concreta de una sociedad regenerada mediante una revolución social. Permaneció solo para añadir a estos dos modos de organización un tercero, que vimos desarrollarse rápidamente durante los últimos cincuenta años… Los miles de miles de libres combinaciones y sociedades creciendo en todas partes para la satisfacción de todas las necesidades posibles e imaginables, económicas, sanitarias y educativas; para la protección mutua, para la propaganda de ideas, para el arte, para la diversión, y así… una red entretejida, compuesta de una infinita variedad de grupos y federaciones de todos los tamaños y grados, locales, regionales, nacionales e internacionales … [que] sustituyen al Estado y… todas sus funciones… todas éstas cuidando unas de otras, y todas ellas siempre listas para enfrentar las nuevas necesidades con nuevas organizaciones y ajustes.[15]

El federalismo de Kropotkin aspira a la “completa independencia de las Comunas, la Federación de Comunas Libres y la Revolución Social en las comunas, es decir, la formación de grupos productivos asociados en lugar de la organización estatal» (Martin Buber, Pathways in Utopia). Los estados municipales en miniatura, ideados en base a los Estados nacionales en los que los oficiales elegidos por los partidos políticos —abogados, profesionales, y políticos pero no los trabajadores— controlan la vida social también serán eliminados. Porque una Revolución Social que no alcance niveles locales e incluso de vecindario inevitablemente conduce al triunfo de la contrarrevolución. Para Kropotkin, la “comuna ya no es más una aglomeración territorial; sino… es sinónimo del agrupamiento de iguales, que no conoce fronteras, ni muros. La comuna social dejará de estar claramente definida. Cada grupo de la comuna será atraído necesariamente a grupos similares de otras comunas; se agruparán, se federarán unos con otros, por lazos al menos tan sólidos como los que les atan a sus conciudadanos; constituirán una Comuna de intereses, de la cual los miembros se diseminarán por mil ciudades y pueblos. Cada individuo encontrará la satisfacción de sus necesidades solo al agruparse con otros individuos con los mismos gustos y que viven en otras cien comunas.”[16] El siguiente extracto de Comunismo Libertario ofrece algunas de las ideas de Isaac Puente sobre la organización política y económica de la sociedad. Puente, médico, fue un importante pensador y activista anarquista encarcelado y luego asesinado por los fascistas mientras luchaba en el frente de Zaragoza en la Guerra Civil Española de 1936.

El comunismo libertario es la organización de la sociedad sin el Estado y sin relaciones de propiedad capitalista. Para establecer el comunismo libertario no será necesario inventar formas artificiales de organización. La nueva sociedad emergerá de la “cáscara de la antigua”. Los elementos de la sociedad futura ya están plantadas en el orden existente. Son el sindicato y el ‘municipio libre’ que son instituciones antiguas, profundamente arraigadas, populares y no estatistas organizadas espontáneamente y que abarcan a todos los pueblos y poblados en áreas urbanas y rurales. El municipio libre es idealmente adecuado para lidiar con éxito con los problemas de la vida social y económica en las comunidades libertarias. Con el municipio libre hay también espacio para los grupos cooperativos y otras asociaciones, así como también para que los individuos sacien sus propias necesidades… Los términos “libertario” y “comunismo” denotan la fusión de dos conceptos inseparables, los prerrequisitos indispensables para la sociedad libre: la libertad colectiva y la libertad individual.[17]

Control Obrero

La insistencia de los anarquistas sobre el control obrero — la idea de la autogestión de la industria por parte de las asociaciones de trabajadores de acuerdo a sus distintas funciones, descansa sobre cimientos muy sólidos. Esta [insistencia] se remonta a Robert Owen, la primera Asociación Internacional de Trabajadores, el movimiento gremial socialista en Inglaterra y los movimientos sindicalistas previos a la Primera Guerra Mundial. Con la Revolución Rusa, la tendencia hacia el control obrero en la forma de soviets (consejos) libres, que surgió espontáneamente, fue extinguida finalmente con la masacre de Kronstadt de 1921. El mismo destino trágico le esperaba a los consejos obreros en las revueltas húngara, polaca y alemana oriental [de mediados de la década de 1950]. Entre los muchos otros intentos está por supuesto el clásico ejemplo de la Revolución Española de 1936, con los monumentales logros constructivos en los colectivos libertarios rurales y el control obrero de la industria urbana. La predicción del Boletín de Noticiasde la reformista Asociación Internacional Sindical de Alimentos y Trabajadores Aliados (Julio de 1964) de que “la demanda del control obrero podría muy bien convertirse en el punto de encuentro para los sectores avanzados del movimiento de trabajadores tanto del ‘este’ como el ‘oeste’” es ahora un hecho. Aunque el purgado bolchevique “opositor de izquierda,” Victor Serge, se refiere a la crisis económica que agarró a Rusia durante los primeros años de la revolución, sus comentarios son, en general, aún pertinentes e incidentalmente, ilustran la temática de Kropotkin:

Ciertas industrias pudieron ser revividas y un enorme grado de recuperación se pudo haber alcanzado apelando a la iniciativa de los grupos de productores y consumidores, liberando a las cooperativas estranguladas por el Estado e invitando a las diversas asociaciones a asumir la administración de distintas ramas de la actividad económica… Yo defendía un comunismo de asociaciones —en contraste con el comunismo de Estado— el plan total no dictado desde arriba por el Estado, sino resultando de la armonización mediante congresos y asambleas especiales desde abajo.[18]

Agustin Souchy, veterano activista anarco-sindicalista, teórico, una vez secretario de la Asociación Internacional de Trabajadores (la internacional anarco-sindicalista), y activamente involucrado con la CNT española, escribió que:

Durante la Guerra Civil Española (1936-1939), los trabajadores y campesinos españoles estaban estableciendo lo que podría holgadamente llamarse “socialismo sindicalista libertario”: un sistema sin explotación e injusticia. En este tipo de economía colectivista libertaria, la esclavitud asalariada es reemplazada por la igual y justa repartición del trabajo. El capitalismo privado o estatal (o “socialismo” de Estado) es reemplazado por el consejo fabril de trabajadores, el sindicato, la asociación industrial de sindicatos hasta la federación nacional de sindicatos industriales.[19]

Es esencialmente un sistema de autogestión obrera a todo nivel.

Después de la Revolución

Los pensadores anarquistas no eran tan inocentes como para esperar la instalación de la sociedad perfecta —compuesta por individuos perfectos que milagrosamente se deshicieran de todos sus arraigados prejuicios y antiguos hábitos— el día después de la revolución. Estaban principalmente preocupados de los problemas inmediatos de la reconstrucción social que tendrían que enfrentar en cualquier país, industrializado o no. Son asuntos que ningún revolucionario serio tiene derecho a ignorar. Fue por esta razón que los anarquistas intentaron idear medidas para enfrentar los apremiantes problemas que con mayor probabilidad emergerían durante lo que Malatesta llamó “el período de reorganización y transición”. Aquí resumiremos la discusión de Malatesta de algunas de las cuestiones más importantes.[20] Los problemas cruciales no pueden ser evitados posponiéndolos al futuro distante —quizás un siglo o más— cuando el anarquismo haya sido ya totalmente realizado y las masas se hayan finalmente convencido y convertido en dedicados comunistas-anarquistas. Nosotros los anarquistas debemos tener nuestras soluciones si no hemos de ser relegados al papel de inútiles e impotentes quejosos, mientras los autoritarios más realistas e inescrupulosos toman el poder. Anarquía o no anarquía, las personas deben comer y ser provistas las necesidades de sus vidas. Las ciudades deben ser aprovisionadas y los servicios vitales no pueden interrumpirse. Aunque existan en modo precario, las personas por su propio interés no nos permitirían ni a nadie perturbar estos servicios a menos que y hasta que se reorganicen de mejor manera; y esto no puede lograrse en un día. La organización de la sociedad anarquista-comunista a gran escala puede solamente lograrse gradualmente a medida que las condiciones materiales lo permitan, y a medida que las masas se convenzan de los beneficios a ser obtenidos, y a medida que gradualmente se acostumbren psicológicamente a las alteraciones radicales en su modo de vida. Dado que el comunismo libre y voluntario (el sinónimo de Malatesta para el anarquismo) no puede ser impuesto, Malatesta resaltó la necesidad de la coexistencia de diversas formas económicas, colectivista, mutualista, individualista, a condición de que no hubiese explotación de otras personas. Malatesta tenía seguridad en que el ejemplo convincente del exitoso colectivo libertario “atraerá a otros a la órbita de la colectividad… Por mi parte no creo que exista ‘una’ solución al problema social, sino mil soluciones distintas y cambiantes, del mismo modo en que la existencia social es distinta en el tiempo y el espacio. …”[21]

El Anarquismo “Puro” es una Ficción

Aparte de los “individualistas” (un término muy ambiguo) ninguno de los pensadores anarquistas fueron anarquistas “puros”. La típica agrupación anarquista “pura”, explica George Woodcock, “es el holgado y flexible grupo de afinidad” que no requiere de organización formal y que lleva a cabo propaganda anarquista a través de una “red invisible de contactos personales e influencias intelectuales”. Woodcock argumenta que el anarquismo “puro” es compatible con los movimientos de masa como el anarco-sindicalismo:

[Los movimientos de masas necesitan] organizaciones estables precisamente porque [se mueven] en un mundo que es solo en parte gobernado por ideales anarquistas… éstos hacen compromisos con las situaciones del día a día … [Una organización anarco-sindicalista] tiene que mantener la lealtad de las masas de [trabajadores] que solo son remotamente conscientes del propósito final del anarquismo.[22]

Si estas afirmaciones son ciertas, entonces el anarquismo “puro” es un sueño imposible. Primero, porque nunca habrá un momento en que todos sean anarquistas “puros”, y la humanidad por siempre tendrá que hacer “compromisos con las situaciones del día a día”. Segundo, porque las intrincadas operaciones económicas y sociales de un mundo interdependiente no pueden ser llevadas a cabo sin “organizaciones estables”. Aún si cada habitante fuese un anarquista convencido, el anarquismo “puro” seguiría siendo imposible por razones técnicas y funcionales solamente. Esto no quiere decir que el anarquismo excluye a los grupos de afinidad. El anarquismo concibe una sociedad flexible y pluralista donde todas las necesidades de la humanidad serían suministradas por una infinita variedad de asociaciones voluntarias. En el mundo hay un panal de grupos de afinidad desde clubes de ajedrez a grupos de propaganda anarquista. Se forman, se disuelven, y se reconstituyen de acuerdo al fluctuante arbitrio y deseo de los individuos adherentes. Es precisamente porque reflejan las preferencias individuales que tales grupos son la savia de la sociedad libre. Pero los anarquistas han insistido además que dado que las necesidades de la vida y los servicios vitales deben ser suministrados sin falta y no pueden abandonarse a los caprichos de los individuos, hay obligaciones sociales que todo individuo físicamente capaz está moralmente incitado a cumplir si espera disfrutar los beneficios del trabajo colectivo. Las organizaciones de gran escala, organizadas anárquicamente, no son una desviación. Son la esencia misma del anarquismo como orden social viable. No hay un anarquismo “puro”, solo hay aplicación de principios anarquistas a las realidades de la vida social. El propósito del anarquismo es estimular las fuerzas que impulsen a la sociedad en una dirección libertaria. Solo desde esta posición es que la relevancia del anarquismo para la vida social puede ser evaluada adecuadamente.

La Automatización Podría Acelerar el Anarquismo

Consideramos que las ideas constructivas del anarquismo son retratadas más oportunamente mediante la revolución cibernética aún en su fase primitiva, y se tornarán cada vez más relevante a medida que esta revolución se despliegue. No existen, incluso ahora, barreras técnico-científicas insuperables para la introducción del anarquismo. La mayor desventaja material para la realización del ideal de “de cada quien de acuerdo a su habilidad, para cada cual de acuerdo a sus necesidades” ha sido la escasez de bienes y servicios. “La cibernetización, un sistema de casi ilimitada capacidad productiva que requiere progresivamente de menos trabajo humano… haría posible la abolición de la pobreza en el hogar y en todas partes. …”[23]

En una economía de consumo donde el poder de compra no está ligado a la producción, el sistema salarial se vuelve obsoleto y las precondiciones para la realización del ideal socialista se ven enormemente mejoradas. Cuando Kropotkin en 1899 escribió Campos, Fábricas y Talleres para demostrar la factibilidad de descentralizar la industria para alcanzar un mayor equilibrio entre la vida rural y la urbana, sus ideas fueron descartadas por prematuras. Ahora ya no se discute que el problema de reducir la escala de la industria a proporciones humanas manejables, vuelto más agudo por la polución que amenaza la existencia misma de la vida en el planeta, puede ahora ser en gran medida resuelto por la tecnología moderna. Existe ahora una enorme cantidad de literatura sobre este tema. (Murray Bookchin ha realizado gran cantidad de investigación al respecto — ver, por ejemplo, su Anarquismo Post-Escasez). Los siguientes son extractos de algunas obras sobre el asunto:

La electricidad no centraliza sino que descentraliza… el poder eléctrico, igualmente disponible en la granja y en la suite ejecutiva, permite que todo lugar sea un centro, y no requiere de grandes agregados… Los aviones y la radio permiten la máxima continuidad y diversidad de organización espacial… Con la electricidad reanudamos en todas partes las relaciones persona a persona a la más pequeña escala de pueblo… Es una relación en profundidad, y sin delegación de funciones y poderes… En todo el campo de la revolución electrónica este patrón de descentralización aparece en múltiples disfraces …[24]

Franz Schurman, en The New American Revolution, 1971, defiende una “solución anarcosindicalista basada en las asociaciones descentralizadas”. Christopher Lasch, discutiendo el Autoridad en la Buena Sociedad de R.A. Dahl, escribe:

La autogestión transformará a los empleados de sujetos corporativos a ciudadanos de la empresa… la autogestión no será introducida desde arriba sino desde abajo… Él [Dahl] … niega que los trabajadores no serán capaces de llevar la industria para el interés de la sociedad.[25]

Los reseñantes de la crítica de John M. Blair a la centralización económica encuentran que las investigación de éste son muy impresionantes al desbancar el mito de que las empresas a gran escala y centralizadas son más eficientes [que las empresas a pequeña escala y descentralizadas]: La más grande vía férrea en América, Penn Central, no podía llevar registro de sus vagones… El más exitoso de todos los mastodontes industriales, General Motors, hace mucho que descentralizó sus operaciones; solo las ganancias son concentradas.[26] El punto de Blair es reforzado por un afamado economista inglés, E. F. Schumacher, en Pequeño es Bello: “El logro de Sloan y General Motors fue estructurar la firma gigante de tal modo que se convirtió, de hecho, en una federación de firmas de razonable tamaño …”. John Kenneth Galbraith, en El Nuevo Estado Industrial,escribió:

En las corporaciones industriales gigantes la autonomía es necesaria tanto para las grandes como pequeñas decisiones y… para grandes asuntos normativos… Las ventajas comparativas de la [energía] atómica… para la generación de electricidad son decididas por una variedad de juicios científicos, técnicos, económicos y de planificación. Solo un comité, o más precisamente, un complejo de comités, puede combinar el conocimiento y la experiencia que deben ser aplicados… El efecto de la negación de autonomía y la inhabilidad de la tecnoestructura (industria centralizada corporativa) para acomodarse a tareas cambiantes ha sido las visiblemente deficientes operaciones… Mientras más grandes y más complejas son las organizaciones, más deben ser descentralizadas…[27]

Uno de los grandes obstáculos al establecimiento de la sociedad libre es el sombrío, generalizado, aparato corporativo-estatista manejado por una afianzada clase burocrática de élite de administradores, gerentes, y funcionarios quienes en todo nivel ejercen el control de facto sobre las operaciones de la sociedad. Esto ha sido hasta ahora considerado como un mal inevitable, pero gracias al desarrollo de la tecnología computarizada, este aparato bizantino puede ahora ser desmantelado. Alan Toffler, resumiendo la evidencia, concluye que “lejos de fortalecer el agarre de la burocracia sobre la civilización más que antes, la automatización conduce a su derrocamiento…”[28] Otra fuente, citando a Business Week, concluye que:

La automatización no solo hace necesaria a la planificación económica — también la hace posible. Los cálculos requeridos para planificar a escala nacional son complicados y dificultosos, pero pueden ser realizados por los nuevos computadores en un tiempo increíblemente corto…

El principio libertario del control obrero no será invalidado por los cambios en la composición de la fuerza de trabajo o en la naturaleza del trabajo mismo. Sin o con automatización, la estructura económica de la nueva sociedad debe basarse en la auto-administración de las personas directamente involucradas en las funciones económicas. Bajo la automatización, millones de técnicos, ingenieros, científicos, educadores, etc., altamente entrenados, que ya están organizados en federaciones locales, regionales, nacionales e internacionales circularán libremente la información, mejorando constantemente tanto la calidad como la disponibilidad de bienes y servicios y desarrollando nuevos productos para nuevas necesidades. Al entremezclar cuidadosamente y al expandir enormemente las ya existentes redes de asociaciones cooperativas de consumo con las asociaciones productivas a todo nivel, los consumidores harán saber sus necesidades y estas serán suministradas por los productores. La innumerable variedad de supermercados, cadenas de tiendas, y centros de servicios de toda índole que ahora cubren al país, aunque son propiedad privada de corporaciones, están estructuradas de tal manera que podrían fácilmente ser socializadas y convertidas en redes cooperativas. En general, lo mismo es cierto con la producción, el intercambio, y otras ramas de la economía. La integración de estos organismos económicos se verá facilitada sin dudas porque las mismas personas serán tanto productoras como consumidoras. El progreso de la nueva sociedad dependerá mucho del grado en que las unidades autogestionadas sean capaces de acelerar la comunicación directa —para comprender los problemas los unos de los otros y para coordinar mejor las actividades. Gracias a la tecnología moderna de comunicaciones, todos los servicios esenciales estarán ahora disponibles: bibliotecas de audio, [redes] de computadores, televisión de circuito cerrado y sistemas telefónicos, satélites de comunicación y una plétora de otros artefactos están haciendo accesible la comunicación directa e instantánea a escala mundial para todos (contacto visual y de radio entre la tierra y la luna en segundos!). La democracia cara a cara— la piedra angular de una sociedad libre, es ya presagiada por un movimiento creciente de personas. Hay un temor exagerado a que una minoría de científicos y trabajadores técnicos establezcan, en una sociedad libre, una dictadura sobre el resto de la sociedad. Ciertamente no detentan ahora el poder que generalmente se les atribuye. A pesar de su estatus “más alto”, no son menos inmunes a la fluctuación del sistema económico de lo que lo son los trabajadores “comunes”. Como los trabajadores de menores ingresos, ellos también deben, so pena de despido, obedecer las órdenes de sus empleadores. Decenas de miles de empleados frustrados, técnicos y científicos de primera línea, a los que no se les permite ejercer su conocimiento creativamente, se encuentran atrapados en tareas monótonas, inútiles, y anti-sociales. Y nada es más exasperante que estar a la espera sin poder hacer nada mientras los ignorantes que ni siquiera entienden el lenguaje de la ciencia, dictan la dirección de la investigación y el desarrollo. Tampoco estos trabajadores son libres de ejercer estos derechos en Rusia, o en ninguna parte. Sumado a estas consideraciones generales, hay otros dos resguardos preventivos contra la dictadura de la élite tecno-científica. El primero es que la amplia difusión del entrenamiento científico y técnico, proveyendo de millones de nuevos especialistas, rompería todo posible monopolio por parte de una minoría y eliminaría la amenaza de la dictadura. “El número de científicos y tecnólogos en este país se ha doblad en poco más de diez años y ahora forma el 20% de la fuerza de trabajo — este crecimiento es mucho más veloz que el de la población…”[29] El segundo resguardo contra la dictadura [de la élite científico/técnica] es no invertir en especialistas o en ningún otro grupo con poder político para dominar a otros. Mientras debemos protegernos sin cesar del abuso de poder, no debemos nunca olvidar que en el esfuerzo conjunto por construir un mundo mejor, debemos aprender también a confiar los unos en los otros. Si no lo hacemos, entonces este mundo mejor seguirá por siempre siendo una utopía.

La Real Relevancia del Anarquismo

He intentado mostrar que el anarquismo no es una panacea que curará milagrosamente todos los males del cuerpo social, sino, una guía [moderna] para la acción basada en una concepción realista de la reconstrucción social. El casi insuperable obstáculo material para la introducción del anarquismo —la escasez de bienes y servicios y la excesiva centralización industrial-administrativa— ha o puede ser removido mediante la revolución cibernético-técnico. Sin embargo, el movimiento por la emancipación es amenazado por las muchísimo más formidables técnicas políticas, sociales, y de lavado de cerebro de “El Sistema”. En sus polémicas con los marxistas, los anarquistas insistieron en que el estado político somete a la economía a sus propios fines. Un sistema económico altamente sofisticado, una vez visto como prerrequisito para la realización del socialismo, ahora sirve para reforzar la dominación de las clases dominantes con la tecnología de la represión física y mental y la consiguiente erradicación de los valores humanos. La abundancia misma que puede liberar [a la humanidad] de la carencia y el fastidio, le permite ahora al Estado establecer lo que en efecto es un asilo nacionalizado, en el que a los millones de tecnológicamente desempleados —parias olvidados y sin rostro del “bienestar” público— se les da solo lo suficiente para mantenerles quietos. La misma tecnología que ha abierto nuevas avenidas para la libertad ha armado también a los Estados de armas inimaginablemente temibles que podrían aniquilar a la humanidad. Mientras los anarquistas nunca subestimaron la gran importancia del factor económico en el cambio social, no obstante rechazaron el fanático fatalismo económico. Una de las contribuciones más convincentes del anarquismo a la teoría social es el énfasis adecuado en cómo las instituciones políticas a su vez moldean la vida económica. Igualmente significativa es la importancia adjudicada a la voluntad del ser humano, sus aspiraciones, el factor moral, y, sobre todo, el espíritu de revuelta en la determinación de la historia humana. En este área también, el anarquismo es particularmente relevante para la renovación de la sociedad. Para indicar la importancia adjudicada a este factor, citamos un pasaje de una carta que Bakunin escribió a su amigo Élisée Reclus:

La hora de la revolución ha pasado, no por el espantoso desastre [la Guerra Franco-Prusiana y la masacre de los integrantes de la comuna de París en Mayo de 1871] sino porque, para mi gran desesperanza, he encontrado que es un hecho, y lo he ido encontrando cada día nuevamente, que la esperanza revolucionaria, la pasión, están absolutamente carentes en las masas; y cuando éstos están ausentes, es en vano hacer esfuerzos desesperados…

La disponibilidad de más y más bienes de consumo más las sofisticadas técnicas de adoctrinamiento de masas ha corrompido la mente pública. [El acondicionamiento de la clase media] ha minado la vitalidad revolucionaria de las masas. Es precisamente este divorcio de los valores inspiradores del socialismo, lo que, en gran medida, da cuenta de la venalidad y corrupción en los movimientos de trabajadores y socialistas modernos. Forjar un movimiento revolucionario que, inspirado por ideas anarquistas, sea capaz de revertir esta tendencia reaccionaria, es una labor de asombrosas proporciones. Pero ahí yace la real relevancia del anarquismo.

[1] Influencias Burguesas en el Anarquismo, por Luigi Fabbri. Tuscon, AZ: Ver Sharp Press, 2001.

[2] The Nation, 16 de Noviembre de 1970.

[3] Malatesta: Life and Ideas. Londres: Freedom Press, 1965, p. 24

[4] Citado en una carta a un amigo.

[5] Federalismo, Socialismo, Anti-Teologismo.

[6] Anarchism, por George Woodcock. Cleveland, OH: World Publishing, 1962, pp. 469, 473.

[7] L’Anarchisme, por Daniel Guerin. París: Gallimard, 1965, pp. 180—181

[8] Anarchy, #25, Marzo de 1963. (Periódico editado por Colin Ward)

[9] General Idea of the Revolution in the 19th Century. Londres: Freedom Press, 1923, p. 89.

[10] Revolutionary Pamphlets. Nueva York: Vanguard Press, 1927, pp. 76-77.

[11] After the Revolution. Nueva York: Greenberg, 1937, pp. 85, 100.

[12] The Age of Discontinuity. Nueva York: Harper & Row, 1968, pp. 212, 217, 222, 225, 226, 251, 252.

[13] Beyond the Welfare State. New Haven: Yale University Press, 1968, pp. 102, 97, 108.

[14] Proudhon. Op. Cit., p. 20.

[15] Kropotkin’s Revolutionary Pamphlets. Mineola, NY: Dover Publications, 1970, pp. 166-168, 284-285.

[16] Palabras de un Rebelde, citado por Paul Berman en Quotations from the Anarchists.

[17] Comunismo Libertario. Tuscon, AZ: See Sharp Press, 2001.

[18] Memorias de un Revolucionario. Londres: Oxford University Press, 1967, pp. 147-148

[19] Nacht Über Spanien. Darmstadtland, Deutschland: Verlag die Freie Gesellschaft

[20] Malatesta: Vida e Ideas, Op. Cit., p. 100.

[21] Ibid., pp. 99, 151.

[22] Woodcock, Op. Cit., pp. 273-274.

[23] “Manifiesto,” por el Commité para la Triple Revolución, citado en Liberation, Abril de 1964.

[24] Understanding Media, de Marshall McLuhan, pp. 47-48, 225.

[25] New York Review of Books, 21 de Octubre de 1971.

[26] New York Times Book Review, 10 de Septiembre de 1972.

[27] The New Industrial State. Boston: Houghton Mifflin, 1967.

[28] Future Shock, de Alvin Toffler, 1970, p. 141.

[29] New York Times, 29 de Diciembre de 1970.

Fuente: https://es.theanarchistlibrary.org/library/sam-dolgoff-la-relevancia-del-anarquismo-para-la-sociedad-moderna

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