Las propuestas económicas del anarquismo clásico: el comunismo libertario

El comunismo libertario, considerado una evolución dentro del ideal libertario, consideraba que la revolución social, con la abundancia productiva que conllevaría, haría innecesaria también la propiedad de los útiles de consumo. Aunque hay diversos precedentes cercanos al comunismo libertario, es Piotr Kropotkin el teórico más importante del mismo, tal y como lo expone en obras como Campos, fábricas y talleres o La conquista del pan.

Kropotkin reivindica el esfuerzo colectivo que ha dado lugar a grandes logros en  la civilización. Existen personalidades individuales que han creado grandes cosas para disfrute de la humanidad, aunque no dejan de ser aquéllos también hijos de la industria y, por lo tanto, de la labor de infinidad de obreros que la han desarrollado. Todo lo creado lo ha sido por el esfuerzo combinado de generaciones pasadas y presentes; a pesar de ello, la apropiación por parte de unos pocos de todo lo que incremente la producción no ha dejado de ocurrir. Es por eso que Kropotkin critica una economía que no beneficia a toda la humanidad, y ya hace tantos años denuncia a un capitalismo también por unas crisis cíclicas que dejan sin trabajo a cientos de miles de personas. La educación y el progreso moral se producen de manera estrechamente vinculada al desarrollo económico y a la justicia social, es decir, libre disfrute de cada persona de la riqueza.

Como se ha dicho, Kropotkin insistía en la combinación de esfuerzos como origen de la riqueza. Si Kropotkin aboga por el comunismo es porque considera imposible una remuneración proporcional a las horas de trabajo, tal y como desean los colectivistas. En una sociedad que considere todo lo necesario como un bien comunal, según afirma el anarquista ruso, resulta irrealizable cualquier forma de salario. De hecho, el sistema salarial sería resultado de la apropiación por parte de unos pocos de todo lo necesario para la producción, es decir, es inherente al desarrollo del capitalismo. El deseo de Kropotkin es una sociedad en la que los medios de producción fueran comunales y, por tanto, el disfrute de la riqueza también fuera colectivo.

Para fortalecer la expansión del comunismo libertario, habría que aplicar de forma plena la capacidad productiva para cubrir las necesidades vitales, modificar la estructura de propiedad de tal manera que todos los trabajadores produjeran bienes y, insiste Kropotkin, devolver a los trabajadores manuales un lugar de privilegio. Las tendencias son a incrementar la producción y a convertir el trabajo en algo sencillo y atractivo. El sistema de Kropotkin busca la síntesis de los dos grandes objetivos buscados por la humanidad desde la Antigüedad: la libertad económica y la libertad política. El comunismo kropotkiniano, anarquista, considera que solo sin gobierno puede la sociedad expandirse económica e intelectualmente. La ley es substituida por el libre acuerdo y la cooperación y libre iniciativa reemplaza toda tutela estatal. Observamos así cómo Kropotkin desea que evolucione la sociedad: en el futuro, el individuo no se ve coaccionado por leyes, ni por ningún tipo de obligación, sino por los hábitos sociales y por las necesidades de lograr la cooperación, el apoyo y la simpatía de sus convecinos. La injerencia gubernamental no se produce tan a menudo en la vida de las personas y muchas organizaciones funcionan basándose en el libre acuerdo. El deseo es el de que se multipliquen las organizaciones libres, las cuales persigan los más nobles objetivos apelando a lo mejor de las personas.

El Estado puede ser reemplazado por una organización basada en acuerdos libres y los atributos que se consideran propios de aquél puede llevarlos a cabo la libre federación en todos los ámbitos. Existen las habituales objeciones sobre que siempre existirán personas que se nieguen a cumplir los acuerdos y también a trabajar. Kropotkin recuerda lo innecesario de la coacción en los acuerdos llevados a cabo libremente, ya que existen otros factores que invitan a la acción, así como en lo necesario de convertir el trabajo en algo atractivo no sujeto a la esclavitud del salario. Se considera repulsivo el agotamiento, pero no así el trabajo dirigido al bienestar de todos. Tal y como lo define Kropotkin: “El trabajo es una necesidad fisiológica, una necesidad para desahogar las energías acumuladas, una necesidad que es saludable en sí misma”. Pensemos atentamente que el rechazo al trabajo se produce habitualmente por producirse para otros, por ir vinculado al esfuerzo y la obligación, pero que no dejan de ser propias de la condición humana, y en gran medida necesarias, la actividad y la creatividad.

El comunismo libertario será la tendencia mayoritaria dentro del anarquismo ya a partir del último cuarto del siglo XIX. Ya en 1876, en el Congreso de Florencia, importantes figuras de la Federación Italiana de la Internacional como Malatesta o Cafiero abogaron por el comunismo libertario o anarquista: socialización de la propiedad y distribución de los productos según las necesidades. A partir de 1880, el colectivismo de Bakunin pareció entrar en receso, aunque como hemos visto habrá quien lo siga defendiendo identificándolo con mayores dosis de libertad; tratarán de solventarse las diferencias para no caer en el doctrinarismo y conservar una visión amplia del anarquismo legada a la siguientes generaciones. En cualquier caso, la corriente anarquista que estamos tratando se diferencia enormemente de lo que la historia identificará con el comunismo: Marx y el bolchevismo. Curiosamente, a nivel económico, Marx también aceptaba la fórmula de «distribución según las necesidades», aunque en la práctica relegada al futuro y subordinada a la vía estatal. Si, para ser sinceros, el anarquismo clásico se vio muy influido en su propaganda por el marxismo, la concepción práctica los fue convirtiendo en irreconciliables: la vía libertaria para llegar al comunismo será sin poder político y mediante el libre acuerdo y el federalismo.

Malatesta será un loable ejemplo de cómo no debía convertirse el comunismo libertario en un dogma de fe. Así, fue otro autor que apostó por aglutinar todas las tendencias ácratas, siendo la condición el respeto por la libertad y el derecho de todos, y suavizó su postura con el tiempo considerando que el comunismo libertario era una legítima aspiración, pero no siempre conseguiste según sean las circunstancias, por lo que había que dejar libertad para experimentar diversas fórmulas anarquistas y comprobar cuál de ellas puede dar frutos según las necesidades y deseos de cada grupo humano.

Capi Vidal
http://reflexionesdesdeanarres.blogspot.com.es/ 
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