[Folleto] El trabajo, los trabajadores y el anarquismo

La relación entre los anarquistas y la clase obrera ha sido tema de debates recurrentes desde probablemente el nacimiento del movimiento libertario allá en el siglo XIX. Lo cierto es que aquellos/as que desconozcan la historia del movimiento libertario fácilmente se sorprenderán al ver las divergencias enormes que se han dado entre anarquistas que bien han idealizado la figura del obrero, del proletario y aquellos que no han tenido rubor en declararse abiertamente antiobreristas. Casos intermedios también han existido y puede que hayan sido mayoría. De hecho, esta postura intermedia es la que sentó las bases de la acción y propaganda anarquistas en el que algunos denominan el periodo dorado del anarquismo.

Ese periodo que hemos denominado dorado podríamos situarlo entre 1907 y 1937, es decir, entre el Congreso anarquista de Amsterdam y la derrota de la Revolución Social española en mayo del año señalado.

Después de dos décadas donde lo más significado, sobre todo por la historiografía oficial, fueron los atentados y los magnicidios, el movimiento anarquista se vuelca en las luchas obreras, lo cual, por cierto, no significa que el movimiento anarquista renegara años atrás de forma mayoritaria de su vocación proletaria. Puede, por tanto, el congreso de Amsterdam servirnos como punto de referencia más simbólico que otra cosa, aunque desde luego nos aporta testimonios de gran interés. Por ejemplo, nos aporta algunos de los debates entre los más cercanos al sindicalismo revolucionario y aquellos que como Errico Malatesta pretenden marcar la diferencia entre el anarquismo y sindicalismo. Nos permitiremos una extensa reproducción de las palabras de Malatesta en dicho congreso por servir algunas de sus posturas de base teórica a buena parte del movimiento anarquista durante décadas e incluso para muchos hasta hoy:

[…] Aquí estamos entre compañeros, y sin duda ninguno de vosotros, al oírme criticar lo que hay de criticable en el sindicalismo, se verá tentado a tomarme por un enemigo de la organización y de la acción de los trabajadores, o de lo contrario ¡me conocería muy mal!

La conclusión a la que ha llegado Monatte es que el sindicalismo es un medio necesario y suficiente de revolución social. En otros términos, Monatte ha declarado que el sindicalismo se basta a sí mismo. Y eso, para mí, es una doctrina radicalmente falsa. Combatir esa doctrina será el objeto de mi discurso…

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