Reseña de «El común catalán» («Ekintza Zuzena» nº48)

El común catalán. David Algarra Bascón.
Editorial Nativa Cauac, 2018.
Reseña publicada en el número 48 de la revista libertaria «Ekintza Zuzena».
https://nodo50.org/ekintza/2022/numero48

Hay investigaciones que le hacen cambiar a uno la percepción de toda una época. Si la Hidra de la revolución (Linebaugh y Rediker) obliga a releer toda la Historia Moderna, El común catalán aporta la luz suficiente como para estudiar la Edad Media, más allá de la visión oscurantista que se tiene sobre el período desde la época de la Ilustración. Los liberales condenaron todo tiempo pasado para consolidar el nuevo régimen burgués. David Algarra aporta documentación suficiente como para no considerar el medievo como una época en la que la totalidad de las clases subalternas estaban bajo el yugo u control del señor feudal. Las asambleas de vecinos, reunidas en eras, plazas, cementerios o bajo la sombra de un gran árbol, y las tierras y construcciones comunales permitieron a miles de personas vivir al margen de los señoríos. Aunque a veces los aldeanos tuvieron que convivir con parroquias y castillos cercanos, con quienes mantenían constantes tiras y aflojas para conservar condiciones de vida más comunitarias y de menos trabajo.

Durante varios siglos (IX-XIII) en algunas zonas rurales predominó lo común. No solo las famosas tierras comunales, de las que nos hablaron en el instituto, sino medios de producción para la transformación y elaboración de productos esenciales. Molinos, herrerías, forjas, riegos y hornos –de pan, cal, vidrio, tejas, baldosas, alquitrán o pegamento– eran de la vecindad (para su subsistencia, más que para la comercialización o lucro). Además, el bosque proporcionaba alimentos, medicinas y madera suficiente para la construcción de viviendas, artesanía, herramientas agrícolas y armas. Aunque los bosques o prados no fueran de uno, se podía construir corrales y hasta cosechar parcelas. Permanecer lo más lejos posible del noble de la religión significaba tenerse que defender uno de las agresiones exteriores, por lo que organizaban huestes vecinales, cuyas armas se guardaban, también, en un lugar común.

La investigación de David Algarra, que finaliza con un aclarador glosario, se basa en los pleitos entre las asambleas de aldeanos y campesinos (denominadas «universitas») y el señor que, poco a poco, fue ganando terreno a la colectividad. Otras instituciones, como La Dirección General de Impuestos, que daría origen a la Generalitat de Catalunya, así como las Cortes y Ayuntamientos, fueron pauperizando y sacando poder a todas aquellas comunidades rurales que sufrieron la estocada definitiva con la desamortización y supresión de tierras comunales, en los siglos XVIII y XIX.

Félix Rodrigo Mora, gran conocedor del comunal en las regiones de Castilla y León, escribe el prólogo. Leyendo este libro de Algarra, más los estudios de Mora y la investigación de Pablo Sastre Forest Komun. Assemblearisme i comunalisme populars a Euskal Herria tendremos una nueva visión de la Edad Media en la Península Ibérica, la historia de miles de vecindades que resistieron durante años o siglos a jerarquizar sus vidas alrededor de cercas privadas o de un castillo.

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