Existen en la Península Ibérica más de 1500 pueblos abandonados, y se prevé que en veinte años esta cifra se duplique. En tan sólo dos generaciones hemos pasado de ser una sociedad agraria a ser totalmente urbanos. Con la modernización agraria la gente abandonó el campo. Galicia, Asturias, Teruel, Soria, Guadalajara etc… son las zonas con más pueblos abandonados. En algunos casos el abandono del pueblo por parte de sus habitantes ha sido forzoso, por ejemplo, según algunos informantes, ICONA ha expropiado muchos pueblos por la vía de las amenazas. También ha habido casos en que los paisanos se han visto obligados a marcharse como consecuencia de las presiones ejercidas por constructoras de pantanos, carreteras….que normalmente tienen el apoyo del Estado, y en ocasiones son proyectos que vienen de las propias comunidades etc…
Ante la cantidad de espacios abandonados, algunas personas se plantearon reocupar estos núcleos abandonados.
La okupación rural es ya antigua en el Estado Español. Del 36 al 39, hubo un gran movimiento de okupación de tierras por parte de los grupos anarquistas, que de acuerdo con sus planteamientos políticos llevaban a la práctica el sistema de la socialización de la tierra, ya en el año 1931, en el Congreso Extraordinario celebrado en Madrid por C.N.T. se proponía un plan de trabajo para abordar la cuestión de la tierra para lo que se elaboraron dos apartados teóricos estrechamente relacionados: 1º forma de organización de los trabajadores de la tierra. 2º programa de reivindicaciones inmediatas y mediatas de la organización campesina. La C.N.T. acordó intentar reunir en su seno a jornaleros, aparceros, mediatistas y pequeños propietarios, para ligarlos con un lazo común y evitar que estos sectores fueran víctimas del Estado como venían siéndolo hasta aquel momento. Se pretenden expropiar todos los latifundios, cotos de caza etc y declararlos propiedad social, confiscar ganado y semillas a los grandes propietarios y entregar tanto tierra como ganado y semillas al sindicato para la explotación colectiva de estos bienes. Es el primer intento de economía colectiva que acaba perdiéndose después de la guerra en su mayor parte. Más tarde, en los años setenta, en pleno auge de la «época hippie» por influencia de este movimiento (aunque aquí no tuvo mucho arraigo), algunos jóvenes decidieron irse de la ciudad. Llegaron al campo y comenzaron a cultivar pequeñas huertas, pero éstas, no siempre rendían tanto como era necesario. Tampoco existía siempre una casa habitable disponible. Ellos mismos arreglaron las casas que se encontraban abandonadas. No se plantea tanto el hecho de okupar, sino el de llevar una vida alternativa, por eso no siempre se okupa, en muchas ocasiones se compran los terrenos.
A finales de los años setenta y ya de lleno en los ochenta, aparece el movimiento neo-rural en todo su apogeo, también se le ha llamado movimiento alternativo rural, este movimiento tenía incluso una coordinadora de todos los grupos. Participan el movimiento hippie, que ya hemos mencionado, y que están vinculados a la primera oleada de ocupaciones. También participa el movimiento ecologista de la época, vinculados más bien con actividades antinucleares. De esta época datan las siguientes okupaciones de pueblos: Matallana (Guadalajara), Bergua (Huesca), Pareniña (comprado por grupos anarquistas) en Portugal, Lakabe (Navarra), Matavenero (Leon), etc….
Algunos de estos pueblos son recuperados por pequeños grupos de gente, en otros el contingente humano es mayor, por ejemplo el caso de Matavenero, con más de cien personas desde hace cinco años. Otros pueblos están habitados por un número más reducido de gente como por ejemplo Lakabe donde habitan unos veinte adultos y unos diecisiete niños, manteniendo una economía en común.
Se plantean una serie de iniciativas por parte de personas interesadas en el tema del ecosocialismo. Con esto se pretende vivir dañando la naturaleza lo menos posible, utilizando energías alternativas, consumiendo la menor cantidad de petróleo posible, no sometiendo a los animales utilizados en las tareas a trabajos prolongados y procurando mantenerlos en un estado lo más cercano a la libertad. Todo esto manteniendo una economía en común, con trabajos en grupo etc… Viviendo de forma autogestionaria al fin y al cabo. Pero en el momento en que en el pueblo empieza a aumentar el número de gente, se hace más difícil organizarse de forma asamblearia y autogestionaria, es necesario para finalizar el proyecto con éxito que todos los participantes estén verdaderamente dispuestos a llevarlo a cabo por muy duro que pueda resultar.
Algunos de los proyectos de este tipo que se iniciaron, acabaron fracasando y ya no existen, tal es el caso de Pareniña, la comunidad anarquista de Portugal, otros pueblos siguen estando ocupados hoy en dia, pero tienen poco que ver con el movimiento alternativo, este es el caso de Bergua, donde no hay mucha relación de colectividad, más bien cada uno actúa de manera independiente.
Podemos decir que hace pocos años asistimos a una segunda oleada de okupaciones, en las que si bien hay grupos que van al campo en busca de un modo de vida diferente, se da más el caso de tratarse de un movimiento alternativo al sistema. Se conocen okupaciones de este tipo en Teruel, donde se instaló gente de Valencia, también el caso de Campol, del que más tarde hablaremos. Un proyecto conjunto de grupos de Madrid y Euskadi que okuparon en esta zona, pero que finalmente tuvieron problemas para llevar a cabo las actividades programadas. La característica general de esta segunda oleada de okupaciones es que se trata de un planteamiento distinto a los de la primera oleada, son más colectivos, más autogestionarios, más ecologistas, tal vez porque la situación ha empeorado, además estos pueblos okupados, siguen manteniendo relaciones de diferentes tipos con la ciudad, no se desvinculan totalmente.
El movimiento alternativo de okupación rural pretende llegar a la autosuficiencia económica en base a la horticultura, ganadería etc… controlando tanto la explotación de la tierra como de los animales y procurando que ésta sea la menor posible.
En el caso de que estas viviendas tengan un precio asequible, en muchos casos se compran pero esto ocurre con poca frecuencia, ya que normalmente ni siquiera es posible localizar al dueño, y cuando se consigue, éste pone precios desorbitantes a las ruinas que se pretenden comprar. También hay casos en los que la compra se produce sin papeles, dinero en mano y nada que justifique la propiedad, con lo cual el antiguo dueño, puede en cuanto quiera reclamar su supuesta propiedad, que realmente ya ha sido comprada. Estos son algunos de los problemas que se encuentran quienes deciden romper con la ciudad y ruralizarse.
Hay casos realmente excepcionales como por ejemplo el de un pueblo llamado Primó, en León, aquí llegó un grupo de jóvenes que habló con los dueños de estas tierras, y los propietarios les cedieron sus casas, pero a medida que fue llegando más gente los paisanos empezaron a pensar que aquello podía ser un buén negocio, los propietarios denunciaron a los y las okupantes para que les desalojaran, se celebró el juicio y el juez falló en favor de los okupas. Ante esto, los paisanos recurrieron a otros métodos más eficaces para persuadir a los okupantes de su retirada, todas las semanas los jóvenes fueron objeto de brutales agresiones, la situación se hizo insostenible y los okupantes optaron por abandonar el pueblo. Pero afortunadamente, las relaciones con los vecinos son generalmente buenas en el resto de los casos, aunque hay situaciones que deben ser muy duras tanto para los okupas como para los paisanos, en una entrevista realizada a un joven que rehabilitó un pajar en un pueblo llamado San Vicente de Munilla en la Rioja, afirmó tener una buena relación con los vecinos al principio, pero se deterioraron al enterarse los paisanos de que era homosexual: «para ellos soy el maricón», dice este joven. Según parece, en otros casos a los paisanos les llama mucho la atención la indumentaria de muchos y muchas jóvenes okupantes, con lo cual al principio hay un choque, pero a medida que se van estableciendo relaciones y los paisanos advierten que las intenciones de los y las jóvenes son buenas, llegan a sentir por ellos gran admiración, ya que están acostumbrados a que sus propios hijos e hijas, nietos y nietas, se marchen a la ciudad, cuando lo que a ellos les gustaría es que se quedasen en en campo. Es por esto principalmente por lo que la relación con los vecinos es generalmente buena, excepto algunos casos como el que hemos visto de Primó y algunos otros que ya veremos pero por otros motivos.
En los pueblos okupados, lo que normalmente ocurre es que el clima suele ser bastante tortuoso y las tierras malas, con lo cual lo del cultivo propio es un poco difícil, y la gente se dedica a otros quehaceres. De las personas entrevistadas, tres del mismo pueblo (Bergua) bajan a la ciudad o pueblo comunicado más cercano y trabajan en diferentes cosas, por ejemplo, algo muy común es trabajar en las grandes recogidas de la temporada, fresa etc… dependiendo de la zona en la que se encuentren. Del resto de los entrevistados, la mayoría se dedicaban a la artesanía del cuero que luego van vendiendo por las diferentes fiestas de los pueblos de la zona. Estas artesanas y artesanos, suelen regresar en verano a la ciudad donde viven sus familias y buscar trabajo eventual para reunir dinero y vivir en el monte durante el resto del año sin muchos problemas monetarios (todas las personas mencionadas viven en Bergua). En el pueblo de «El Foso», sólo una persona tiene un empleo fijo en un pueblo cercano como ayudante en una tienda, pero en las épocas difíciles en las que las carreteras se hacen intransitables a causa del mal tiempo, se queda en el pueblo en el que trabaja alquilando una habitación en una casa particular.
En el pueblo de La Rioja (San Vicente de Munilla), un informante de veinticuatro años, mencionado anteriormente, okupó un pajar deshabitado y trabajó en él para acondicionarlo. Parece ser que este pueblo fue abandonado «por la reconversión, la gente se empezó a ir a currar a la ciudad en las fábricas porque aquí ya no había salida». Pero parece ser que los propietarios aun reclaman sus derechos y a algunos de los inquilinos okupantes se les ha dado un plazo para abandonar el pueblo.
Existen aquí ya muchas familias con niños al igual que en el Foso.-
BERGUA es un pueblo de los Pirineos que llevaba ya varios años abandonado. Hace más de una década que muchos jóvenes se fueron allí. Según una informante (mujer casada de veintiséis años), inicialmente la gente okupó pero luego intentaron buscar a los dueños y comprar el terreno. Se dio un caso curioso en el que una pareja con tres hijos, pasó un año entero buscando al propietario de la casa en ruinas para comprarla antes de reconstruir nada. Al no aparecer procedieron a realizar los arreglos necesarios y las modificaciones correspondientes. El resultado fue una casa envidiable una vez hechas las reformas. Habían invertido muchísimo dinero en la casa y como por arte de magia apareció el dueño del terreno pidiendo por estas tierras lo que valen con la casa ya construida cuando inicialmente no estaba, con lo cual esta pareja ha pagado más del doble de lo que debía (otro ejemplo más de los problemas que sufren estos jóvenes).
Hoy en día en este pueblo, llamado Bergua, la mayoría de los y las habitantes tienen la casa en propiedad. Parece ser que la especulación crece y cada vez piden los propietarios cantidades más exageradas de dinero con la masiva llegada de jóvenes.
Otro caso de okupación rural, frustrada en este caso, es la de CAMPOL, pueblo situado cerca de Bergua, donde a finales de septiembre de 1995 llegó un grupo de gente con la intención de restaurar algunas casas en ruinas y acondicionarlo para vivir. Sin embargo sus intenciones no pudieron pasar de ser un bonito sueño, ya que no tardaron mucho en ser desalojados por contingentes armados superiores incluso a los que suele haber en medio urbano en este tipo de casos (según los informantes), los encargados de la brutal represión pertenecían al cuerpo de la Guardia Civil. Este caso es raro, ya que en zona rural no se suelen dar los desalojos violentos. Pero en este pueblo la excepción confirma la regla. Según parece el desalojo fue brutal.
Las fuerzas represivas abusaron tanto de los y las okupas como de las personas que acudieron a la manifestación en apoyo de la reconstrucción de este pueblo. Se pretendía hacer un concierto solidario con este grupo de jóvenes, pero no se pudo debido al alto grado de violencia que desencadenó la Guardia Civil.
Afortunadamente, los y las jóvenes que vivieron este incidente, no han desistido y recientemente han vuelto a okupar este pueblo abandonado.
Podemos poner otro ejemplo de las irregularidades que se dan en estos pueblos en cuanto a la compra-venta de propiedades: un informante que fué a vivir a un pequeño pueblo gallego situado en la frontera con Portugal, nos habló de su experiencia. Eligió una casa que estaba bastante bien y buscó al propietario que accedió a la venta por 500.000 pts, pero el negocio fue hecho de palabra, sin mediar contrato alguno, ni siquiera recibo. En dicho pueblo sólo existían cuatro habitantes, (incluido el informante), aunque en la época en que se realizó la entrevista (marzo de 1995), estaba a punto de nacer el quinto o la quinta habitante del pueblo.
Otro problema al que se enfrentan estos jóvenes que deciden marchar a pueblos abandonados es el de la escolarización de sus hijos. No siempre hay un pueblo cercano con colegio, o en ocasiones cuando los hay es difícil llegar hasta él en épocas en que los caminos están intransitables y los pueblos incomunicados, en estos casos muchas veces se encargan los propios okupas de enseñar a sus hijos, pero esto es relativamente fácil los primeros años, a cierta edad es conveniente la escolarización con profesionales, por estos motivos muchos de estos pueblos insisten en solicitar colegios e institutos o profesores cualificados a las comunidades autónomas. En algún caso llegó a conseguirse pero faltan muchos otros por resolver.
La okupación rural es invisible a los ojos de la población, poca gente sabe nada de estos y estas jóvenes que se van a okupar al campo. Esta invisibilidad se debe a la nula aparición en la prensa y demás medios de comunicación, ya que los okupas rurales no venden tanto como los urbanos. Por otro lado, son considerados por las autoridades como menos peligrosos que los otros, ya que están más aislados con lo cual la población no se plantea ciertos problemas que intentan sacar a la luz los movimientos alternati-vos. Para las autoridades es una forma de quitárselos de encima, es mucho mejor que estos y estas jóvenes griten solitos en el campo sin que nadie les escuche a que griten en la ciudad donde algunos testigos pueden plantearse también esta alternativa.
Sin embargo desde el movimiento alternativo no se trata de invisibilizar ni de desestimar los problemas con que nos encontramos los y las jóvenes en la ciudad sino de demostrar que la teoría es viable y puede ser llevada a la práctica con éxito, y donde mejor se pone de manifiesto es en el campo.
También existen proyectos de coordinación y autogestión entre okupaciones rurales y okupaciones urbanas de tal manera que la relación existente entre ambas posibilite la creación de una economía alternativa autogestionada entre las zonas rurales y las urbanas, una relación equilibrada que posibilite el intercambio de bienes y mercancías necesarias entre unas zonas y otras.
Después de analizar todos los datos y las entrevistas, debemos reflexionar sobre la causa por la cual tantos y tantas jóvenes de esta Comunidad, abandonan Madrid para ir a vivir a zonas rurales.
El índice de madrileños en estos pueblos abandonados es altísimo, especialmente procedentes de ciudades periféricas de Madrid, como Fuenlabrada, Leganés, Getafe…
Manuel Ortiz Mateos
Juan Luís de La- Rosa Municio http://www.ucm.es/info/america2/okrural.htm