Política anarquista en la época del colapso

En esta nueva entrega de debates sobre la revista Estudios, abordamos el texto del profesor de la Universidad inglesa de Loughborough y activista anarquista israelí Uri Gordon. Un texto que nos habla de civilización industrial y colapso, un hecho que a juicio del profesor es más que evidente y al que urge atajar de raíz.

DELIRIOS CAPITALISTAS

Patricio Barquín | CNT Fraga

Sobre anarquismo, ecologismo, capitalismo y colapsos trata Negros presagios: política anarquista en la época del colapso. Como si de una moderna receta de cocina se tratara, en la que se han capturado aroma de zanahoria o humo de raviolis, titula Uri Gordon este artículo, en un claro guiño: “Negras tormentas, etc.”. En él nos habla del colapso del capitalismo por la vía de la crisis energética y climática que derivará en un magnífico desastre en el que el capitalismo se verá superado, al menos tal y como lo conocemos actualmente. Parece ser que Uri Gordon ve este colapso como la ocasión más propicia para el triunfo del comunismo libertario. Precisamente es en este punto en el que empiezan mis divergencias.

Divergencias

Por un lado, creer que el capitalismo puede verse colapsado por la carencia de petróleo me parece un tanto arriesgado. Precisamente, como reconoce el propio Gordon, «el capitalismo es un sistema complejo regenerativo, que se mantiene en un estado de equilibrio no estático» y por lo tanto es muy capaz de reinventarse, regenerarse y refundarse las veces que sea necesario. Además es capaz de hacerlo desde la simple improvisación. No es necesario tener a mucha gente maquinando la manera de continuar enriqueciéndose, simplemente necesitan mentalidad capitalista y buenas dosis de imaginación.

Por otra parte, parece un tanto ingenuo creer que a partir de una profunda crisis sucederá el advenimiento de la justicia social y el comunismo libertario. Muestras claras hay en el mundo, donde se han producido profundas crisis que han llevado a los trabajadores a colectivizar fábricas, pero detrás de esa colectivización, tan solo existía el anhelo de regresar a la situación anterior.  Todo esto sucede por la falta de cultura política.  Si bien la reacción natural es asociarnos para superar una situación difícil, puesto que es más fácil superarla de manera colectiva, una vez superada es cuando conviene decidir si queremos continuar desarrollando el esfuerzo de construir la sociedad que queremos o deseamos volver a delegar las decisiones para continuar viviendo el espejismo que se nos ofrece. Como decía Malatesta, «acostumbrar al pueblo a delegar en otros la conquista y la defensa de sus derechos, es el modo más seguro de dejar vía libre al arbitrio de los gobernantes».

El capitalismo es capaz de todo por mantener y poder seguir sacando provecho del trabajo ajeno. Así pues, viviremos (de hecho ya está sucediendo) el “capitalismo verde” que nos explicará las bondades de consumir “productos de proximidad” cuando en realidad lo que consumimos es productos de un distribuidor local que los consigue a miles de kilómetros o, en el mejor de los casos, a unos precios irrisorios que paga a los agricultores de la zona.  También nos hablará de las bondades de la tecnología compleja aplicada a la cuestión medioambiental. Problemas que serían bastante sencillos de solucionar, tratan de solucionarlos mediante tecnologías complicadísimas, para continuar con el negocio al tiempo que nos tranquilizan haciéndonos creer que están poniendo soluciones. Un claro ejemplo son los cultivos transgénicos, en los que las empresas de biotecnología llevan invertida una ingente cantidad de dólares con la vana ilusión de que nos creamos que lo hacen para acabar con el hambre en el mundo, para ayudar a facilitar el trabajo del agricultor y otra serie de sandeces que nos dejan con la boca abierta, apabullados ante tanto saber.

En definitiva, el capitalismo, ha aprendido muy bien a pervertir el lenguaje, haciendo suyas expresiones y repitiéndolas hasta vaciarlas de contenido.  Porque el capitalismo es como un monstruo capaz de alimentarse hasta de las armas con que se lo está atacando.

Nuestro papel

Obviamente no vamos a ser nosotros, los anarquistas, concretamente los anarcosindicalistas, los que nos colapsemos ante este panorama. A lo largo de la historia hemos sufrido suficientes derrotas como para que nos dejemos asustar por un monstruo de este tamaño.  Tampoco vamos a menospreciarlo.  Tampoco nos vamos a dejar llevar, como apunta Luís Moreno Caballud (“El 15M y la Voz del que Sabe”, eldiario.es del 15 de mayo de 2014) por los generadores de opinión que más gritan y culpan a “la gente” de los males que nos acucian. 

Como anarcosindicalistas no podemos entender las luchas disociadas de la consecución de unos objetivos a los que nunca llegaremos. No se puede entender la ecología por separado de la justicia social, porque no será el capitalismo el que ponga soluciones, sino el que genere los problemas. Tampoco son los comunistas marxistas, ahora con discurso de verdes, los que van a ocuparse de los problemas medioambientales. Han demostrado suficientemente que el medio ambiente les ha importado siempre poco o nada. Chernóbil es un claro ejemplo. Para casos más recientes, basta con buscar el artículo publicado y luego retirado de Mundo Obrero por Juan Segovia, militante del PCE, donde se muestra como claro defensor de los transgénicos.

Para acabar tan solo hablar, citando al escritor Ramiro Pinilla, del espíritu de las ciegas hormigas, esas que trabajan siempre buscando el camino hacia el hormiguero. Por más obstáculos que encuentren ellas seguirán caminando. Por más que les destruyas el hormiguero, ellas lo volverán a reconstruir y continuarán trabajando, porque el comunismo libertario, al final de todo, no tiene una meta, es un camino sin guía que debemos recorrer y construir todos juntos, siempre vigilantes, siempre críticos y siempre constructivos, ahora y después de la revolución social.

NOS LLAMA EL DEBER

Andoni Ugarte | CNT Castro Urdiales

Después  de leer el trabajo de Uri Gordon, he de decir que ese futuro que se nos presenta, es para mañana por la tarde, no nos resulta posible eludir la responsabilidad y ya que hablamos de negras tormentas nos toca también hablar del Deber.

Ya sea que el capitalismo muera de asfixia, de muerte lenta  o todas las predicciones confluyan en un absoluto colapso, conviene recordar que el capitalismo es crisis per se. Marx nos decía que todo sistema lleva en sí mismo el germen de su destrucción dándose la paradoja que sin este germen el sistema no funcionaría. No seremos nosotros los que esperemos sentados el fin. No hace mucho escuché decir a uno de nuestros sabios que Occidente era un cadáver pudriéndose al sol. No sé si resultara exagerado pero la verdad es que oler huele muy mal.

El fracking (la fractura hidráulica) nos parece aparte de una absoluta aberración una huida hacia delante del propio sistema que busca perpetuarse aunque solo sea por un periodo corto de tiempo a costa del envenenamiento de la tierra y la destrucción del país, del paisaje y de los paisanos. Y lo peor no es que haya gente capaz de pergeñarlo si no lo que es peor es que haya muchos, más de lo que pensamos, capaces de admitirlo.

«La catástrofe histórica más profunda y más real, la que en última instancia determina la importancia  de todas las demás reside en la persistente ceguera de la inmensa mayoría, en  la dimisión de toda voluntad de actuar sobre las causas de tantos sufrimientos, en la incapacidad de considerarlas siquiera lúcidamente». (Encyclopédie des Nuisances nº 13, Julio de 1988)

En el trabajo de Gordon se nos aparecen varios futuribles; desde un eco-fascismo, la guerra civil, a un comunismo libertario de base. Pensamos que esto último solo podrá darse en pequeños territorios, apartados o no, donde comunidades de lucha los habiten y defiendan.

¿Qué será de los urbanitas? ¿De los indiferentes? ¿De toda esa recua deshumanizada de siervos contentos?

El lucido y clarividente texto de Uri Gordon nos ha permitido hacer  balance y prepararnos para futuras estrategias, quizás solo por esto haya merecido la pena.

La lucha contra el Fracking, resulta, pensando ahora, en esas asambleas en los bosques, en esas tierras liberadas, ineludible. Una vez más y como siempre ha sido, de nuestra lucha hoy dependerá nuestra libertad mañana.

Nubes oscuras

Se vislumbran nubes oscuras en el horizonte, nubes formadas por lo más oscuro de la ambición humana teñida de gases infectos pintados de prometedor futuro, llamado metano.

Las nubes que prometen ese aire fresco de oportunidad laboral y auge del consumo perdido, nubes destinadas a la masa servil y descerebrada, ansiosa por volver a las verdes praderas del consumismo despreocupado, nubes que se alimentarán y crecerán a cambio del agua, del aire y, de nuestra tierra, por dentro, fracturada, nubes que relegarán al olvido el futuro no acontecido, nubes que ocultarán para siempre la vida fuera de la gran urbe, vida que desaparecerá y ni siquiera será recordada, paisajes ya olvidados aunque no por eso extinguidos, costumbres, gentes y pueblos que recibirán su tiro de gracia bajo un apestoso aire asfixiante, aguas negras y animales envenenados, gentes que enfermarán porque su único delito es vivir y trabajar más libres que el resto, pueblos cuyos nombres nunca oímos y, por permitirlo,  despreciamos. Nubes que evitarán que veamos el pasado tan presente, que es, a lo mejor, la única oportunidad de futuro, futuro para un pueblo cada vez más extinguido, más inexistente, convertida en un masa de seres sin alma que su único afán no es ya siquiera ser o existir, sino algo más mísero como es el tener y consumir, sin importar que para ello, lo que pueda padecer o en que se pueda convertir.

Nubes que salen de la boca de los hijos de los que siempre nos vendieron, engañaron y mataron, de los que siempre se impusieron para, tarde o temprano, y una vez que todo lo arruinaron, se marcharon.

Ahora es nuestro único tiempo, ya no habrá más «después lo arreglaremos», o «¿dónde está lo que nos prometieron?», será ahora o el caos del capital y su infierno.

Luchar por la memoria de los antiguos, por ayudar a tu vecino y hermano, sin importar el no obtener más que una sonrisa, un abrazo y, con una mirada en los ojos, un sincero apretón de manos,  poder mirar al futuro, con dignidad y aun siendo humanos.

Cuando se vislumbra la verdadera cara del Leviatán y la avidez de sus siervos, uno se  da cuenta que la brega que le espera es la de vencer o morir. Jeremías era el profeta de los desastres,  nosotros más modestos, echaremos un vuelo para, a  vista de pájaro, contemplar nuestros territorios amenazados.

Los caminos y carreteras, vacías, solo recorridas por convoyes  militares de suministro y combustible destinado a los acuartelamientos y las prisiones, las ruinas crecen cuando nos acercamos a las ciudades…

El esqueleto de las fábricas, junto a los buques hundidos en los puertos, dan refugio a una fauna extraña, las últimas grandes superficies hace tiempo que fueron saqueadas, los bulldozer trabajan mientras grupos de esclavos, anestesiados con falsas promesas, extraen lo que pueda  quedar de valor.

De los escasos bosques, de las montañas, de las aldeas, dependerá que surjan comunidades dignas de luchar y con el derecho a pisar la tierra de sus antepasados, para que  el pueblo, libre decida directamente su futuro, así como el de los territorios liberados. De nosotros depende ahora.

Periódico CNT nº 412 – Junio 2014
http://www.cnt.es/noticias/pol%C3%ADtica-anarquista-en-la-%C3%A9poca-del-colapso
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