Chomsky, la objetividad y el realismo reformista

[Publicado originalmente en revista ENCICLOPÈDIC, N° 39, Ateneu Enciclopédic Popular de Barcelona, abril de 2013.]

ChomskyDos respuestas de Chomsky, a las preguntas que le hiciera Ángel Ferrero para una entrevista publicada en el número 37 de la revista Enciclopèdic de noviembre de 2011, me incitan a escribir lo que sigue. La primera, porque es cuestión de “objetividad”, y la segunda, porque en ella se hace mención a un artículo mío(1). Dos respuestas que me parecen contradictorias y que me obligan a seguir interrogándome sobre la objetividad en el pensamiento de este prestigioso intelectual en los últimos años.

En la primera pregunta, tras recordarle que en 1969 se había publicado en castellano un ensayo suyo titulado «La objetividad y el pensamiento liberal» (2), se le pide si recuerda cómo cubrió la prensa norteamericana la Guerra Civil y la Revolución española. Chomsky responde que, en esa época, tenía 7 años y que fue después cuando pudo enterarse de la apasionada hostilidad de los medios de comunicación y el Gobierno norteamericanos hacia la Revolución. Hostilidad que les hizo cubrir ese acontecimiento revolucionario casi por completo desde esta perspectiva, y desde una posición ambivalente en lo concerniente a la Guerra Civil.

La falta de objetividad de los medios de comunicación y del Gobierno norteamericanos en este caso fue evidente y Chomsky hizo bien en denunciarla. Pues si bien podía explicarse tal parcialidad por el miedo que despertaba en ellos la Revolución española, era inconsecuente que los «demócratas» norteamericanos no defendieran la Democracia en España. Y más aún tratándose de «intelectuales de izquierdas» (3). ¿Cómo pues no aplaudirle a Chomsky la denuncia de la falta de objetividad de una inteligentsia “progresista” que justificaba, además, la política bélica y colonialista del Gobierno de los Estados Unidos en el Vietnam? Y agradecerle también haber incluido un polémico análisis del libro The Spanish Republic and the Civil War (1931-1939), en el que su autor, Gabriel Jackson, no disimulaba su compromiso con la democracia liberal encarnada por las principales figuras de la República española? (4) Pues con ello Chomsky restituía la verdad y era coherente con la actitud ética que había mantenido hasta entonces: no transigir ante la injusticia y la mentira. 

Objetividad a la carta…

Ahora bien, ¿cómo no reprocharle su objetividad a la carta al considerar normal haberse entrevistado con el coronel y presidente Hugo Chávez y haber avalado su «socialismo pretoriano»? Pues, aunque en la respuesta a Ferrero sobre mi crítica diga que su viaje sólo fue de unas horas acompañando a su amigo Michael Albert «con el objetivo de facilitarle algunos de sus objetivos libertarios a largo término», visionando el video de la entrevista (5) se puede ver lo «improvisado» de la misma y el penoso papelito que Chomsky hace allí escuchando las bufonadas de Chávez. Un papelito que Chomsky no estaba obligado a hacer, y, aún menos, a agregar, tras agradecerle a Chávez sus palabras de bienvenida, este comentario : «Hablar de la paz es, de alguna manera, fácil lo difícil es crear un nuevo mundo, un mundo diferente. Para mi resulta muy emocionante ver en Venezuela cómo se está construyendo ese otro mundo posible aquí y ver a uno de los hombres que ha inspirado esta situación». Pues, si lo pensaba, no debería haber puesto esa cara de susto al pronunciar tales palabras (parecía estar en un entierro), y, si no lo pensaba, habría sido suficiente con agradecerle sus palabras de bienvenida y estrechar la mano que el militar le tendía…

Chomsky no podía no darse cuenta del «show» que le habían montado su «amigo» Albert y Chávez (con transmisión en directo a través de la televisión pública venezolana) para instrumentalizar su visita a Venezuela. Es por ello que no se le puede excusar de haberse prestado a tan grotesca comedia. Ni siquiera por el hecho de que poco después hiciera comentarios más comedidos sobre el chavismo y su pretendido «socialismo del siglo XXI». Como tampoco lo excusa el que, en 2011, firmara una carta pública pidiendo la libertad de la jueza María Lourdes Afiuni, detenida por órdenes de Chávez, y que en relación con este caso escribiera : «La concentración del poder ejecutivo, a menos que sea muy temporal y por circunstancias específicas, como la lucha contra la segunda guerra mundial, es un asalto a la democracia. Se puede debatir si las circunstancias (de Venezuela) lo exigen, como por ejemplo: las circunstancias internas y la amenaza externa de ataque, que es un debate legítimo. Pero en mi juicio, en el caso que se debate, éste no lo es» (6). O que nunca más haya vuelto a sacar lo de «un mundo nuevo diferente» refiriéndose al chavismo y que ahora se limite a decir, como lo hace en la entrevista a Ferrero, que «el modelo de Chávez para Venezuela… es un modelo mixto» con “elementos positivos…»

No, no es posible excusarle de haberse prestado a tal bufonada porque no es la única que justifica con la «excusa» de que hay «elementos positivos…» ¿Cómo olvidar su efusivo apretón de manos con Fidel Castro a finales de 2003? Apenas seis meses después del fusilamiento sumario de tres jóvenes negros habaneros que habían intentado secuestrar una lancha costera de transporte de pasajeros para escapar de la isla. Uno de los peores crímenes en la historia de la Revolución cubana. Y ello a pesar de que había firmado un documento público de protesta por el asesinato de esos jóvenes, que no habían matado ni siquiera herido a nadie. 

El Chomsky «anarquista»…

El problema, con Chomsky, es que no para en estos últimos años de dar una de cal y otra de arena. Como si no se diera cuenta de las contradicciones en las que cae frecuentemente. Contradicciones que tanto ha reprochado y reprocha a los intelectuales que se meten en el bolsillo la objetividad y la dignidad cuando se trata de juzgar conductas de afines ideológicos.

Lo curioso es que haya olvidado lo que escribió sobre la subordinación intelectual : «Los intelectuales están en condiciones de exponer las mentiras de los gobiernos, de analizar las causas y motivos de los hechos, y a menudo sus intenciones ocultas. Al menos en el mundo occidental tienen el poder que les da la libertad política, el acceso a la información y la libertad de expresión» (7). Pues, si siguiese pensando como pensaba entonces, eso es lo que debería haber hecho en Cuba y en Venezuela y no pronunciarse en la «perspectiva» del Poder, como lo hicieron entonces y lo siguen haciendo todos intelectuales que no se atreven a exponer «las mentiras de los gobiernos». Además, eso es lo que debería haber hecho un intelectual que se ha pronunciado durante casi toda su vida contra la autoridad, la jerarquía y la dominación, y que lo ha explicado así: «El anarquismo me atrajo desde que era un joven adolescente, apenas empecé a pensar sobre el mundo más allá de límites bastante estrechos, y desde entonces no he hallado mayores razones para revisar esas actitudes tempranas. Pienso que sólo tiene sentido buscar e identificar estructuras de autoridad, jerarquía, y dominación en todos los aspectos de la vida, y desafiarlas. A menos que hubiera justificación para ellas, son ilegítimas, y deben desmantelarse para incrementar el alcance de la libertad humana. Eso incluye el poder político, propiedad y dirección, las relaciones entre hombres y mujeres, padres y niños, nuestro control sobre el destino de generaciones futuras (el imperativo moral básico subyacente al movimiento medioambiental, en mi opinión), y mucho más. Naturalmente esto significa un desafío de coerción y control de las grandes instituciones: el estado, las inexplicables tiranías privadas que controlan la mayor parte de la economía doméstica e internacional, y así sucesivamente. Pero no sólo esto. Lo que yo siempre he entendido como esencia del anarquismo es la convicción de que se debe plantear a la autoridad una prueba de asunción de responsabilidad, y que ésta (la autoridad) debe desmantelarse si no puede lograr esa asunción de responsabilidad. A veces se puede lograr la asunción de responsabilidad.» (8)

Claro que eso lo decía en 1995; pero quince años después no dice otra cosa en la entrevista que le hace Ferrero; pues en ningún momento hay una puesta en causa de lo que había dicho antes sobre el anarquismo. Así, a la pregunta «¿Cuál es la vigencia del anarquismo en el siglo XXI?, Chomsky responde : «La actualidad será lo que hagamos con ella. Las oportunidades existen. Si se aprovecharán y se desarrollarán o no, es una cuestión de voluntad, elección y compromiso.»

El Chomsky anarquista “sincero” y reformista…

Así pues, si Chomsky continúa considerando vigente la propuesta anarquista, ¿por qué en estos últimos tiempos ha caucionado (por acción o inacción) propuestas y experiencias autoritarias descaradamente totalitarias? ¿Cómo es posible que después de haber denunciado la falta de objetividad de los medios de información occidentales y haber escrito que estos deberían tener «la obligación de descubrir la verdad e informar de ella, y no reflejar pura y simplemente la percepción del mundo que desearían los grupos de poder» (9), se haya prestado a ser instrumentalizado por medios que están al servicio de gobiernos totalitarios o meramente burocráticos? ¿Cómo ha podido conciliar su defensa de «la verdad e informar de ella» con el respaldo emocionado a Jefes de gobierno que la censuran y persiguen a cuantos informan de ella? (10)

Es verdad que ya en 1976 precisaba: «Yo no me considero verdaderamente como un pensador anarquista. Digamos que soy una especie de compañero de ruta» (11). Y que más recientemente se ha pronunciado – como se lo recuerda Ferrero – por un «reforzamiento de ciertos aspectos de la autoridad del Estado» y hecho suyo un slogan de los campesinos sin tierra brasileños que dice: «debemos agrandar la caja hasta que podamos romper los barrotes» (12). Es decir: que Chomsky se sitúa él mismo en una perspectiva de realismo político: «El ideal anarquista,, sea cual sea su forma, ha tendido siempre, por definición, hacia un desmantelamiento del poder estatal. Yo comparto este ideal. No obstante, muy frecuentemente éste entra en conflicto directo con mis objetivos inmediatos, que son defender, inclusive reforzar ciertos aspectos de la autoridad del Estado (…) Hoy, en el marco de nuestras sociedades, yo creo que la tragedia de los anarquistas sinceros debe ser defender ciertas instituciones del Estado  contra los asaltos de que son objeto, aunque esforzándose por obligarles a abrirse a una participación popular más larga y efectiva. Esta manera de proceder no está minada del interior por una contradicción aparente entre estrategia e ideal; ella es el resultado de la jerarquización práctica de los ideales y de una evaluación, igualmente práctica, de los medios de acción» (13).

Si nos atenemos pues a esta explicación-justificación, Chomsky se considera a si mismo como un anarquista «sincero» al que la «jerarquización», entre «ideales» y «medios de acción», le lleva a practicar un “realismo reformista” cuando se trata de «la vida y las aspiraciones legítimas de las gentes que sufren», y a olvidar las barbaridades de los regímenes dictatoriales, que se pretenden antiimperialistas, por considerar peores las del imperialismo yanqui.

La estrategia del «mal menor»…

La única manera pues de entender la posición de Chomsky, en el conflicto que se plantea entre el ideal y los objetivos inmediatos, es que el ideal (el desmantelamiento del Estado) debe quedar fuera de la realidad y que frente a ella debe primar la estrategia del «mal menor»… Sea para tratar de reformar lo feo de la realidad como para no «hacer el juego a la derecha» al denunciar las mentiras y abusos de los falsos revolucionarios. Es decir: dejar de lado la ética y ser pragmáticos asumiendo la estrategia de acción reformista socialdemócrata. En la España de hoy se traduciría por: atacar a Rajoy y apoyar a Rubalcaba, olvidado lo que éste y los socialistas hicieron cuando estaban en el Poder.

Es obvio que para cualquier anarquista «sincero» (y por ello debe entenderse: no dogmático) hay momentos en que es necesario escoger entre enfrentarse prioritariamente a un enemigo antes que a otro. Defender, por ejemplo, los servicios públicos ante los apetitos de las grandes empresas privadas. Pero todos los anarquistas tienen bien claro que eso no debe llevar a sacralizarlos, a justificar el aparato burocrático que los gestiona (una gestión jerárquica no muy diferente de la de las empresas privadas), y aún menos a caer en la ilusión de creer que es procediendo así que se conseguirá «romper los barrotes» de la «caja» en la que el Estado y el Capital nos tienen encerrados. Y lo tienen bien claro porque demasiado se ha visto a dónde conducen la creencia en ese reformismo de compromiso y la práctica de tan ingenuo o cínico realismo. El propio Chomsky no ha podido evitar de reconocerlo. Inclusive en el caso de la teoría marxista-leninista sobre la «desaparición progresiva del Estado». Además, como se lo ha recordado el anarcosindicalista norteamericano James Herond : «Los predadores no están fuera de la caja; la caja son ellos y sus prácticas. La caja misma es mortal. Y cuando nos damos cuenta de que la caja tiene las dimensiones del mundo, y que no hay ya más «exterior» donde escaparnos, entonces podemos ver que no hay otra manera de no ser asesinados, brutalizados y oprimidos que la de destruir la caja».

Como todos, Chomsky tiene también el derecho de tomar el partido que le plazca ante la realidad ; pero sigo pensando que si quiere seguir denunciando la falta de objetividad de los intelectuales subordinados al imperialismo yanqui, no debería olvidar lo que escribió en 2003: «Hay una célebre definición de hipócrita en los Evangelios : es aquella persona que se niega a aplicarse a sí mismo el rasero que aplica a los demás» (14).

Notas

(1) Haciendo referencia a mi artículo Chomsky, bufón de Chávez : http://periodicoellibertario.blogspot.com/2011/07/octavio-alberola-noam-chomsky-bufon-de.html

(2) Este ensayo, denunciando la intervención norteamericana en Vietnam, se publicó en España en 1969 con este título y despojado del análisis de Chomsky sobre el libro La República española y la Guerra Civil de Gabriel Jackson y del subtítulo del libro: «Los intelectuales de izquierdas frente a la guerra del Vietnam y la Guerra Civil Española» .

(3) El subtítulo del libro era : «Los intelectuales de izquierdas frente a la guerra del Vietnam y la Guerra Civil Española». 

(4) Figuras calificadas de «moderadas» por ser «partidarias de la modernización y la democracia representativa, sin experimentos revolucionarios…»

(5) La entrevista difundida por la televisión venezolana puede verse en este video: https://www.youtube.com/watch?v=iSh3x1SraIQ

(6) De su rectificación a las declaraciones hechas, a propósito del caso de la jueza Afiuni,al periódico inglés The Observer.

(7) En el artículo La responsabilidad de los intelectuales, publicado el 23/2/1967 en The Neww York Review of Books.

(8) De la entrevista hecha por Kevin Doule, para Red and Black Revolution ( http://kamita.com/misc/nc/textos/anar06.htm ) en 1995.

(9) En su libro Los guardianes de la libertad.

(10) Para ver algunas de estas contradicciones: http://infokiosques.net/IMG/pdf/chomsky-20p-A5-pageparpage.pdf

(11) En De l’espoir en l’avenir. Entretiens sur l’anarchisme et le socialisme, Agone, Comeau&Nadeau 2001.

(12) En Respuestas a ocho cuestiones sobre el anarquismo, Z-net, 1996.

(13) En Responsabilité des intellectuels, Agone, 1998.

(14) En Poder y terror.

Octavio Alberola
Fuente: http://periodicoellibertario.blogspot.com.es/2013/05/chomsky-la-objetividad-y-el-realismo.html
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