Réquiem por las redes sociales

“La lucha de ellos es para separar, la lucha de nosotros es para unificar. Nuestra lucha no es la lucha del contrapoder: es la lucha del antipoder”

“La antipolítica es necesariamente experimental, ya que el movimiento del capital es un movimiento constante para imponer simetría, para institucionalizar e integrar las formas anticapitalistas de lucha”

John Holloway

Durante mucho tiempo he sido partidario de «leer de todo» y no me refiero con esto a leer de todos los géneros (y subgéneros) literarios, que también es conveniente, saludable y enriquecedor. Aquel «algo está podrido en el estado de Dinamarca» de Marcelo en «Hamlet» salpimenta cualquier vistazo, de reojo, al Gobierno y a la Monarquía. En su «Canto a mí mismo», Whitman reclama «Que se callen ahora las escuelas y los credos. //Atrás. A su sitio.». Un Unamuno ¿dolorido? en «Del sentimiento trágico de la vida» nos proporciona las lentes definitivas para mirar a nuestro alrededor cuando dice que «los hombres se menguan los unos a los otros.». El beneficio de la lectura está fuera de duda en este sentido… y sin embargo no se lee, porque el placer de aquel beneficio era un placer lento y sereno y hoy hay poco tiempo y demasiadas urgencias. Y se impone la imagen sobre la letra, lo sublingual a la punta de los dedos y el zasca a la visión de conjunto….

Pero voy un paso más allá, abandonando la dimensión más lúdica de uno de nuestros mejores e infrecuentes hábitos, y me adentro en terreno árido, cuando propongo leer aquello cuyos contenidos no se corresponden con lo que creemos, pensamos y sentimos. O, más aún, ni con lo que conocemos. No he dudado en promover este propósito en cualquier debate desinformado, cuando me ha resultado evidente que perdemos, como colectivo, algunos de los contenidos más elementales en materia de HistoriaFilosofíaAntropologíaSociología o Psicología. Unos contenidos que arrebatan los gobiernos y distorsionan o sepultan, según convenga, los miedos de masas. Bajo un más que evidente yugo coercitivo, en este país se ha idealizado, por cojones, una Transición que no tuvo lugar, se ha normalizado el darwinismo social, se ha estigmatizado la diferencia, se ha criminalizado lo colectivo y se ha responsabilizado a la pobreza de sí misma, a través del fraude neoliberal de la actitud individual.

Que duda cabe que si fuéramos perfectamente conscientes de cómo hemos llegado hasta aquí, muy probablemente tendríamos claro hacia dónde nos dirigimos y si tuviéramos una capacidad de elección real como colectivo tomaríamos las decisiones oportunas para corregir nuestro rumbo y adecuarlo a nuestras necesidades reales. Algo bastante contraproducente para el pensamiento único y la necro-economía del extractivismo. El destrozo de las Humanidades en las dos últimas décadas ha tenido por objeto la narcosis, la desmemoria, la insensibilización y el aislamiento del individuo. La estrategia no era otra que la de tratar de reducir el número de individuos que tuvieran la capacidad de detectar las múltiples fisuras y falacias del discurso del poder y las divulgaran, no para combatirlas, sino para construir antipoder.

Porque una vez que se han fabricado ciudadanos (esto ha sido, sí, un riguroso proceso de ingeniería social y producción de carne de cañón) que no saben, que no recuerdan, que no tienen curiosidad, que no cuestionan y que repiten como mantras los zascas, memes y tuits que corresponden, ante estímulos concretos y consecutivos (todos los esfuerzos en la difusión de los medios está prevista en este sentido),… lo que más ilusión le hace al poder es que le combatan a través de sus propios medios, de sus propios espacios, con sus reglas, con sus leyes, con sus herramientas…Y es aquí donde la izquierdita coge el guante de la derechona y se embarca, con una pasión bochornosa, en las batallas (pseudo)culturales más improductivas, irrelevantes o inoportunas, mientras los ayuntamientos del cambio obedecen igual de bien que sus predecesores y sus aparatos esperan a recoger el rédito de los esfuerzos de los movimientos sociales.

Parece muy grande la tentación del tuit viral, del artículo de opinión definitivo, del más brillante análisis (que, por cierto, no es nada sin su síntesis)...¿Tienen salario los vigilantes de la hemeroteca?, ¿y los redactores de los comunicados de lo obvio y las declaraciones de relleno? ¿Se percibe la política y la comunicación como un nicho de empleo desde la izquierda? ¿Se estará extendiendo el pensamiento de que se puede hacer dinero ganando el zasca la razón en tuitero combate singular? Sea como fuere, es fácil e inmediato observar la gran cantidad de energía que se disipa en las trincheras virtuales en torno a los temas que han venido siendo tendencia, desde lo previsible y esperado hasta lo innecesario y desquiciado (Cataluña, Tabarnia, la mordaza 2.0, la prisión permanente revisable, la huelga feminista, las pensiones,…) ¿Será esto interesado?

Los trolls son de derechas y de izquierdas. Sí, la izquierda, también trollea. Los tuits de los progres, mal que les pese, no son epifanías, ni revelaciones, ni constituyen episteme. No hay diferencia entre un Pastrana y una Protestona. Hay una interdependencia aceptada y consciente en las pistas del circo virtual. Nadie va a cerrar la puerta tras de sí. Es el bipartidismo que no cesa. Ambos signos tiene el don de una inoportunidad que, por continuada, sugiere más alguna disfunción cognitiva y/o emocional que una impertinencia reincidente. No hay asunto delicado en las redes que una legión de imbéciles no aproveche para hacer pedagogía cutre, balance de cagadas y propaganda electoral. La izquierda institucionalista está empezando a advertir que no aporta absolutamente nada en las redes sociales porque estas (corporaciones capitalistas) no son lugar para lo otro. Las luchas que se han organizado al margen de sus aparatos ya se han encargado de recordárselo en ese mismo contexto digital (huelga feminista, pensionistas,…).

Dice Holloway en sus «Doce tesis sobre el anti-poder» que «la revolución no se puede entender como una respuesta, sino sólo como una pregunta (terriblemente urgente, una pregunta llena de mil respuestas), como una exploración de la realización de la dignidad. Preguntando caminamos.».Huelga decir que las redes sociales ejemplifican otro éxito de la industria a la que sirven obviando las preguntas e imponiendo un número limitado de respuestas prefabricadas que no salen de sí mismas. Los nodos de la redes, sus usuarios, reordenan su conectividad para sí, adecúan la información que reciben a sus deseos, tanto a nivel de estímulos,… como de respuestas. Se ve lo que se quiere ver, nada más. No es casualidad que perfiles nítidamente libertarios limiten el uso de las redes a la divulgación de contenidos y a la difusión de convocatorias. Es lo que tiene, entre otras cosas, el atrevimiento de pensar con libertad.

Alejandro Floría Cortés

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