Tanto el Estado como sus instituciones en general y el Capital carecen de una ideología concreta, es decir, todas las ideologías están contenidas en el sistema de dominación para integrar a la sociedad en éste, por lo tanto y en este caso el fin prevalece sobre el medio, el Poder se sirve del Capital como medio para dominar y someter a la sociedad.
Por lo tanto, el Estado como institución que conforma el sistema capitalista tal como lo conocemos hoy, se ha servido y se sirve del aparato técnico y tecnológico para fortalecerse y conseguir consolidar un único modo de vida que perpetúa un sistema de dominación basado en la técnica para el control económico sobre la sociedad.
El Ego son los recuerdos acumulados en la memoria que invaden el espíritu y le dan forma al pensamiento y planifican la conducta, por ese motivo el Ego es tan peligroso.
El Ego es la imagen (de nosotros mismos) creada por la memoria, es decir, una imagen del pasado que está petrificada, inmóvil y por lo tanto muerta. El Ego representa la muerte en vida, de manera que es la antítesis del espíritu que es el creador de nuevas imágenes que dan origen a la conciencia individual y social.
El Ego determina la adaptación del individuo en el sistema de dominación. por lo tanto es vital para la lucha por la supervivencia en la que está inmerso día a día, sin que nunca llegue la posibilidad de alcanzar la autonomía e independencia que le otorgaría la libertad.
En el consenso de las mayorías (ya sea en forma de democracias representativas o de sistemas totalitarios) está la primera traición al individuo, al considerarlo un miembro más del grupo o colectivo que tiene que acatar las directrices de convivencia impuestas por la mayoría, en esta coyuntura se desposee al individuo de sus cualidades inherentes y de su libertad de conciencia y pasa a ser un miembro atomizado más de una masa gregaria y a la vez fragmentada por la propaganda.
El sujeto deja de ser o no puede ser revolucionario cuando se somete de algún modo u otro al sistema de dominación, es decir, cuando pierde autonomía y empieza a depender de un tercero, llámase Estado o patrón.