Reflexiones: Estado, sociedad, libertad

Con tanto odio, el enemigo puede aparecer en cualquier lugar.

Si la mayoría decide el destino de la sociedad, la minoría que está en contra, estará abocada al fracaso o al éxito del camino elegido por la mayoría.

Las concesiones del Poder ya sea a grupos, sindicatos, organizaciones y en última instancia a partidos políticos (que aspiran a una cuota de poder en el gobierno) que son contrarias a los intereses del Capital y por ende favorables a las clases populares por medio del Estado, acaban siendo víctimas y asimiladas por éste. En estas circunstancias la posible ruptura e independencia de las clases más desfavorecidas por el sistema de dominación capitalista se hace una quimera al verse absorbidas por el aparato burocrático del Estado.

Las concesiones del Estado Capitalista bajo el manto de un democracia representativa a través del parlamentarismo siguen una estrategia en la que el pueblo no advierta que el sistema actual es totalitario y por lo tanto dictatorial y que echaría abajo los pilares en los que se sustenta el sistema en apariencia invisible (por una inmensa mayoría) de dominación.

De la lucha de clases se ha pasado sólo a la lucha por la supervivencia, el enemigo ha quedado interiorizado por el adoctrinamiento a través de la propaganda emitida por el Capital e invisibilizado por el Estado.

Si para el Estado la violencia es un fin para someter al individuo, éste para liberarse del yugo de aquel debe usar la desobediencia como fin y sólo la violencia como medio de supervivencia preventivo.

Nuestra libertad es fingida, es una ficción representada por la sociedad que ha asimilado a través de la propaganda una falsa percepción de la realidad.

El precio de la libertad resulta demasiado cara para el que no está dispuesto a sacrificarse para conquistarla.

La libertad es vencerse a sí mismo.

Las mayoría que es partidaria de la democracia representativa nos conduce a un infierno programado y controlado, donde el colapso y la crisis sistémica (escasez de recursos y empleo) dará paso a una selección artificial de los individuos más adaptados al sistema en decadencia progresiva que reproducirá las formas destructivas y degeneradas de vida, y que sucumbirán como único fin en la lucha por la supervivencia individual como modus vivendi.

La administración de la muerte en forma de progrom selectivo controlado por el Estado y que afectará a la parte dependiente y por ende parasitaria de la sociedad que esté menos adaptada al sistema de dominación pasará a un segundo plano como elemento inactivo en la producción (capitalista u otra) total.

Los individuos menos adaptados dejarán de ser ya de utilidad y serán desechados, sus posibilidades tanto de procreación y supervivencia serán menores. La importancia que tendrá el individuo para el sistema de dominación será su capacidad de competitividad y de lucha, la vida pública será prácticamente nula y la vida privada ofrecerá en base a la tecnología al superviviente las vías de escape para la huida del infierno en el que va a tener que vivir.
 
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