Argentina: Ideología para la victoria

—¿Cuántos dedos te estoy enseñando, Winston?

—No sé, no sé. Me matarás si aumentas el dolor. Cuatro, cinco, seis… Te aseguro que no lo sé.

—Esto va mejor -dijo O’Brien.

Le pusieron una inyección en el brazo. Casi instantáneamente se le esparció por todo el cuerpo una cálida y beatífica sensación. Casi no se acordaba de haber sufrido. Abrió los ojos y miró agradecido a O’Brien. (…) Aquel antiguo sentimiento, aquella idea de que no importaba que O’Brien fuera un amigo o un enemigo, había vuelto a apoderarse de él.

1984 ilustra crudamente la naturaleza de la ideología: no se trata de imponer tal o cual creencia bajo coacción, sino de crear una relación social de certidumbre. El ejercicio que se impone sobre el ideologizado no es el de cambiar sus convicciones, sino que, poco a poco, les reste relevancia. De cara al miedo, agradecerá poder elegir entre 5 y 6, confiado de que ver 4 era ser poco realista.

La ideología encuentra hoy un nuevo pico de absurdo: un ejército de progres militándole las elecciones a la derecha recalcitrante. “Scioli es un poco menos facho” dicen, como queriendo justificar el cheque en blanco que le están firmando, y que se usará para nuestro sojuzgamiento. #MacriNo, proclaman, para que se asuma #ScioliSi.

Muchos de estos involuntarios militantes Sciolistas entienden en diferentes medidas que todos los candidatos ilustran una cara poco bonita de este sistema. Se equivocan, no obstante, en que no quedamos a su merced porque las alternativas electorales sean reaccionarias, sino que son reaccionarias porque previamente nos fuimos quedando a su merced. No son las convicciones de los políticos, sino nuestra propia desorganización y sumisión la verdadera causante de esta vulnerabilidad.

Este ballotage no define las políticas de Estado –las necesidades del capital lo hace- pero cimienta el consenso con el que se vallan a llevar adelante. Y para construir consenso, nada más útil que el “apoyo con objeciones”. Ya lo demostraron los “militantes críticos”, que a fuerza de obediencia pasaron de enemigos, a aliados, y finalmente a partidarios de Scioli en tiempo record. Han evidenciado una sorprendente capacidad de olvidar y negar activamente las atrocidades de su aparato político. Ven brutalidad, pero se convencen de que es “no hacerle el juego a la derecha”, siempre al son de versiones reformuladas de “Es una campaña anti-patria” y “Algo habrán hecho”. Contra su aspiración de izquierdizar “el modelo”, hoy encarnan el filo más sádico de la espada: frente a la represión llaman gorilas a los reprimidos, especialmente si luego se niegan a votar a su victimario. Sus críticas contra Scioli son un mero decorado retórico, irrelevante en su práctica.

Pero no todos los votantes Sciolistas soportan ese nivel de credulidad y autoengaño. El grueso sufre ante la realidad electoral, porque la ilusión de expresar algunos de sus ideales políticos hace tiempo se reveló falsa. Para sufrir un poco menos, intentan empujarse a la perversidad de quien elige el instrumental “menos malo” para su propia tortura. Solo que en este caso, las víctimas son también los solidarizados con los gatillados por la policía, los contaminados y los fumigados, los encarcelados y los torturados, los hambreados y los desalojados… No es que lo ignoren, pero tienen la esperanza de que las embestidas sean menos como en el Borda… y más como en Las Heras, Chaco, La Lumbrera, etc.

Si Macri tiene enemigos irreconciliables, no es ni Scioli ni sus colegas. Somos quienes nos reconocemos como explotados, sometidos a trocar nuestra vida por nuestra subsistencia. Somos quienes no nos creemos eso de “disputar” las estructuras que garantizan nuestra explotación. Somos quienes no participamos del reformismo reaccionario, que otorga “derechos” mientras nos mata con plomo, cianuro y glifosato.

El fin de esta conducta cómplice requiere sobreponerse a un hecho comprensiblemente incómodo: nuestra emancipación no viene en forma de boleta –ni siquiera en blanco- ni en forma de jerarquía partidaria. No hay “un puesto de combate esperándote”, ni manual más que la historia de los errores pasados. Pero algo es seguro: correr a los brazos del menos malo es la continuidad garantizada de nuestra sumisión. El futuro no es construido por “los poderosos”, sino por nosotros mismos. El problema es que cada día renunciamos a nuestra emancipación para responder fielmente a nuestros explotadores. Un mundo sin explotación solo puede venir de la lealtad a nuestras convicciones, el fin de la ideología.

Rosario, 5 de Noviembre de 2015

https://sites.google.com/site/rosettanegra/publicaciones/ideologiaparalavictoria 

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