El Mensaje Revolucionario de ‘Los Amigos de Durruti’

Prefacio a la primera edición (1983), por Daniel Guèrin.

DurrutiEl estudio de George Fontenis me parece ser una contribución útil, e iré más lejos aún, me parece valioso no sólo para una mejor comprensión de la Revolución Española entre 1936-7, sino también para una más extensa interpretación de la noción misma del comunismo libertario.

Cuando usamos estas dos palabras, «comunismo libertario» es ciertamente necesario distinguirlas claramente de las otras dos concepciones a las que se ha asignado el mismo nombre. Se trata, en primer lugar, de la utopía propagada por Kropotkin y sus discípulos, de un paraíso terrenal sin dinero, donde, gracias a la abundancia de recursos, todos y cada uno serán capaces de sacar libremente del montón. Se trata también, en segundo lugar, del idilio al que dio nacimiento la imaginación de Isaac Puente en el seno de la CNT, antes de 1936, de una maraña de «comunas libres». Este dulce sueño dejó al anarcosindicalismo español extremadamete mal preparado para las duras realidades de la revolución y de la guerra civil, en vísperas del golpe de Franco. Fontenis, si bien subraya ciertos aspectos positivos del Congreso de Zaragoza de 1936, me parece que subestima el peso de quienes me parecen alejados de la realidad.

En la primera parte de su estudio, el autor describe con precisión la degeneración, las sucesivas capitulaciones de los líderes anarquistas de la CNT-FAI. Sin embargo, tal vez no entre en el corazón del problema con suficiente insistencia. Para ser precisos ¿no estaba el anarquismo tradicional, idealista y propenso a la desintegración, destinado fatalmente a fracasar apenas se viera confrontado por una implacable lucha social, para la cual no estaba preparado de ninguna manera?

Porque no fue tanto la infidelidad a los principios, la debilidad humana, la inexperiencia o la ingenuidad lo que descarrió a los líderes, sino una incapacidad congénita para evadir las trampas del poder (al que se acomodaron al no haber podido borrarlo de un plumazo). Como consecuencia, se vieron destinados a hundirse en el ministerialismo, a cobijarse bajo el ala traicionera de la democracia burguesa «antifascista», para finalmente, dejarse remolcar por el estalinismo contrarrevolucionario.

En cambio, estaban bastante bien preparados para la autogestión económica de la agricultura, y en menor grado, de la industria. La colectivización libertaria, que permanece como modelo para el futuro revolucionario, salvó el honor del anarquismo. Se podría lamentar que el estudio de Fontenis no trate este glorioso episodio de la Revolución Española más que superficialmente. Él de seguro podrá quedar justificado replicando que de esto no se libran los documentos por él analizados.

El mérito de estos documentos se encuentra a otro nivel, en el dominio político. Pues revelan un aspecto injustificablemente obscuro de la vanguardia libertaria ibérica, el breve surgimiento de los «Amigos de Durruti», nombrados así en memoria del legendario Buenaventura Durruti, que cayó en el frente el 20 de Noviembre de 1936. Emergen de las lecciones extraídas, un poco tarde, de la cruel derrota de Mayo de 1937 en Barcelona. Tal cual en Francia, el Bavouvismo fue el tardío fruto de las severas represiones de Germinal y Prairial1 de 1795, la lucidez de estos comunistas libertarios se vio inspirada por la tragedia de Mayo en Cataluña.

A lo largo de las pocas ediciones de su periódico de corta vida, «El Amigo del Pueblo» el cual Fontenis ha inspeccionado y traducido apasionadamente, vemos a estos militantes negarse a esperar, para realizar la revolución, a que la guerra se hubiera ganado, como lo pretendían los anarquistas reformistas y estalinistas, y afirmar que no se podía disociar la una de la otra. Proclaman que es posible luchar contra el enemigo fascista sin renunciar por ello a los ideales libertarios. Denuncian la asfixia engendrada por la maquinaria estatal. Y finalmente afirman que sin una teoría revolucionaria, las revoluciones no pueden avanzar, y que en la Revolución de Julio de 1936 fracasó por la ausencia de un programa consecuente.

George Fontenis, en su esfuerzo por alcanzar tal programa comunista libertario, escribió esto en la Francia de 1954, actualizándolo en Julio de 1971, en Marsella, durante el Congreso de Constitución de la Organisation Communiste Libertaire (OCL), en el cual participé. Terminaré precisando que, hoy en día, me encuentro a su lado en la UTCL (Union des Traivailleurs Communistes Libertaires), la cual se encuentra en la tradición legada por la Primera Internacional anti-autoritaria.

Daniel Guérin

 

Introducción a los escritos de los Amigos de Durruti

Introducción

Barcelona, Mayo de 1937. Aparece el primer número del «Amigo del Pueblo», órgano de los Amigos de Durruti. La represión policial del Estado republicano acaba de caer sobre los combatientes de las barricadas que han dado respuesta a las provocaciones estalinistas retomando la vía revolucionaria. Pero mientras los combatientes de la Revolución estaban ganando a las tropas estalinistas y a las fuerzas represivas de la Generalitat catalana y del Estado central, los «líderes» anarquistas de la CNT-FAI, convertidos en Ministros de un gobierno burgués, solicitan a los vencedores de las barricadas que bajen las armas, que confíen en los «jefes» para apaciguar el conflicto y para reanudar la unidad de las fuerzas anti-franquistas. El resultado no se hizo esperar: miles de combatientes de las barricadas se vieron en prisión, y la censura a la prensa se volvió más brutal que nunca. El primer número del «Amigo del Pueblo» fue ferozmente censurado. Pero finalmente sale e intenta ser el punto de encuentro de todos los que, a través de la lucha contra Franco, no quieren olvidar las tareas de la Revolución. Aquellas tareas que, precisamente, le daban todo su sentido a la guerra contra los militares y sus aliados.

Los «Amigos de Durruti», y más ampliamente los trabajadores libertarios de España, fracasaron. ¿Por qué? ¿Y cuál era realmente su batalla?

Casi a medio siglo de estos eventos, nada sustancial ha aparecido aún en respuesta a estas interrogantes. Los líderes del movimiento anarquista «oficial», tradicional, aún preocupados de ocultar las debilidades e inconsistencias, de disimular responsabilidades, de evadir los problemas teóricos fundamentales, han seguido evitando la discusión, o se han satisfecho con unas cuantas confesiones y lamentos tardíos. Pero seguimos esperando una autocrítica de fondo, un análisis riguroso de los eventos. Todo ha sido hecho para ahogar las críticas más radicales, en particular aquella de los «Amigos de Durruti», y para intentar sacarlas de la historia.

Sin embargo, ellos, los «Amigos de Durruti» han aportado más que un esbozo de este análisis riguroso, y lo hicieron en el mismo corazón de la batalla.

Es por esto que nos parece indispensable publicar sus principales escritos, aún no publicados en Francia. Para contribuír al debate, el cual deseamos sea clarificador, añadimos aquí un breve estudio de la evolución del movimiento libertario y de la Revolución española además de los comentarios que los textos y los hechos, necesariamente, inspiran hoy a los camaradas que persiguen la lucha por el comunismo libertario hoy.

Sin embargo, nuestro trabajo no es una historia de la Revolución española, la cual a nuestros ojos queda por escribirse. Más aún, hemos deliberadamente dejado de lado el inmenso episodio de las realizaciones económicas y sociales, de las colectivizaciones y socializaciones, excepto en la medida en que se topen con nuestro estudio. Sobre estos aspectos, los trabajos de Gastón Leval y Frank Mintz, citados en la bibliografía, son una referencia. Sólo hemos intentado examinar, desde un punto de vista revolucionario, el período de la primavera al verano de 1937. Un período que creemos decisivo.

PRIMERA PARTE:

El bando anti-fascista en la Revolución española

Es indispensable -como los «Amigos de Durruti» intentaron hacerlo- encontrar un camino que permita a los revolucionarios, sin comprometerse y sin caer en un «frentismo» anti-fascista sin principios, tener una práctica de lucha que unifique las fuerzas proletarias en contra de los violentos embates de la reacción, del militarismo y del fascismo. Se comprende porqué los «Amigos de Durruti» dieron tal importancia a la pretendida alternativa «guerra o revolución».

Pero antes de referirnos a los eventos y a su análisis, debemos exponer, tan brevemente como nos sea posible, la composición de las fuerzas presentes en el lado «anti-fascista», aunque sólo sea para ayudar al lector no experto en su recorrido por lo que un autor ha llamado el «Laberinto español». La bibliografía que damos ayudará al encuentro de información más completa.

España y Cataluña

La presión de los autonomismos regionales en España, cuya unidad se hallaba impuesta por un gobierno central, se remonta lejos en el tiempo. Subsiste hoy, en el nivel institucional (existen en varias regiones administraciones que gozan de una limitada autonomía), o en acciones subversivas (como es el caso en el País Vasco). En los años ´30 sólo implicaba a dos regiones que eran, además, las más desarrolladas económicamente, Cataluña y el País Vasco. La República les había otorgado sus propias instituciones. En Cataluña, una región que desempeñará un papel de primer plano en la Revolución, había un poder regional: el gobierno de la Generalidad de Cataluña, un parlamento regional, y fuerzas del orden público: los guardias de la Generalidad (los Mozos de Escuadra). Los partidos y las organizaciones frecuentemente presentaban aquí una composición singular, como veremos.

Los Partidos catalanistas

En Cataluña existían organizaciones sin ningún vínculo histórico o institucional con los partidos y grupos que se encontraban por todo el resto de España. Mencionaremos las más importantes.

* La «Izquierda Catalana» (La Esquerra Republicana de Catalunya) controlaba la Generalidad. Reunía a ciertos obreros, pero sobretodo a elementos de la pequeño-burguesía «de izquierdas» e intelectuales. Era el partido de Companys, presidente de la Generalidad.

* La Unión de Rabassaires (campesinos de mediería o aparcería, pequeños propietarios agrícolas) era de similar tendencia2.

* El Partido del Estado Catlán (L´Estat Catalá) era abiertamente separatista, con un nacionalismo orientado más bien hacia el fascismo.

Los republicanos federalistas

El espíritu federalista se manifestó en España durante el siglo XIX, por una poderosa corriente al interior del Republicanismo. Un cierto número de estos republicanos se veían a sí mismos como cercanos a las ideas federalistas del ala anti-autoritaria de la Primera Internacional. Los republicanos federalistas reclutaban a sus militantes principalmente en la pequeño-burguesía liberal y en ciertos círculos campesinos.

En 1936, en el parlamento de Madrid (Cortes) había una asombrosa extrema izquierda parlamentaria. Estaba hecha de republicanos federalistas. Había entre ellos, de forma notable, abogados que defendían a los activistas anarquistas y anarco-sindicalistas en los juicios.

Estos liberales no pretendían en absoluto subvertir las bases de la sociedad burguesa, pero tenían una retórica radical razonablemente cercana a las declaraciones de los revolucionarios. La CNT les tenía un trato especial e incluso los apoyaba, pese a ser antiparlamentaria.

La izquierda y la extrema izquierda

El Partido Socialista (PSOE -Partido Scialista Obrero Español) era un partido reformista, compuesto principalmente de pequeño-burguesía intelectual y funcionarios. Sin embargo, se constituyó una base obrera gracias a su organización sindical, la Unión General de Trabajadores (UGT), cuyo funcionamiento se entrelazaba con el del Partido. Un buen ejemplo: el líder socialista Largo Caballero, quien habría de ser por un buen tiempo, un reformista puro y un ministro represor, era Secretario General de la UGT. Los líderes de la UGT combatían abiertamente a los sindicalistas de la CNT, pese a que en sus bases había, en muchas circunstancias, un deseo de unidad de la clase obrera.

Los comunistas eran pocos y estaban divididos, su estalinismo era excesivo. Pero su influencia creció rápidamente durante la Revolución. Ya veremos porque. En Cataluña, el partido estalinista adoptó el nombre de PSUC (Partido Socialista Unificado de Cataluña), nacido de la fusión del pequeño Partido Comunista y de un partido socialista catalán3.

Los trotskistas no eran más que unos cuantos grupos cuya principal actividad estaba en el campo de la teoría. Su más conocido militante, Andrés Nin, se unió al POUM. Es incorrecto ver al «Partido Obrero de Unificación Marxista» como trotskista. Es, a partir de 1935 en adelante, la forma que adopta el Bloque Obrero y Campesino, esencialmente catalán y compuesto por comunistas que había quebrado con Moscú. Era un partido que ejercía una cierta influencia, notablemente en Barcelona, pero que oscilaba incesantemente entre el apoyo a los nacionalistas catalanes y el internacionalismo, entre el electoralismo y la pertenencia de un cierto número de sus miembros a la CNT, entre las denuncias de los gobernantes de Moscú y proclamaciones de admiración por el régimen de Stalin. En la jerga Trotskista, sería un partido obrero «centrista».

El movimiento libertario

Pasemos ahora a la Confederación Nacional del Trabajo. Sin adentrarnos en los detalles de su historia, tendremos que extendernos algo más respecto a esta CNT, pues de ella eran miembros los «Amigos de Durruti».

Se funda en 1911, por obreros y grupos libertarios que habían persistido como herederos de la Federación española de la Primera Internacional. Se inspiraba en el Sindicalismo Revolucionario francés, por aquel entonces en su apogeo, de modo que desde su comienzo adoptó la forma de organización y lucha del sindicato obrero, pero definió como su objetivo final el comunismo anárquico. Veía al sindicato como la estructura fundamental hacia la realización de tal fin. Era una organización anarco-sindicalista de masas cuya membresía se elevaba a cerca de un millón en 1936.

Su historia es extremadamente compleja, habiendo pasado por numerosos conflictos. Contenía dos corrientes frecuentemente opuestas. Por una parte, una corriente puramente anarco-sindicalista y consideraba que la CNT era la única organización necesaria y que consideraba la existencia de grupos anarquistas organizados por fuera de la «Confederación», como superflua e incluso problemática. Por otra parte, había una corriente, inspirada por aquellos militantes que se consideraban primordialmente como revolucionarios anarquistas afiliados a una confederación sindical, donde tenían la misión de combatir toda tentación reformista. El conflicto se intensificó cuando, en 1927, los grupos anarquistas, hasta entonces débilmente unidos en una Federación con vínculos muy laxos, formaron la famosa FAI (Federación Anarquista Ibérica) junto a grupos portugueses. Estamos entonces ante el problema de la relación entre la organización de masas y la organización de vanguardia. Si bien las relaciones entre la CNT y la FAI no eran relaciones directas de sujeción, se podían encontrar militantes opuestos a la FAI, y sin embargo anarquistas, que condenaban «la dictadura de la FAI». De hecho, si bien un cierto número de dirigentes de la CNT eran parte de la FAI, se trata, mejor dicho, de influencia ideológica dominante, más que de una dictadura. El conflicto, que culmina en 1931, en el congreso de la CNT en Madrid, enfrentó a los militantes partidarios de un análisis realista y de una acción muy pensada, a los activistas que querían lanzar insurrecciones revolucionarias de inmediato. Los primeros hicieron un manifiesto, el cual llevaba treinta firmas (por eso los llamaron los «Treinta», y su tendencia fue llamada el «Treintismo»). En su manifiesto denunciaban el análisis superficial, la concepción catastrófica y simplista de la Revolución, el culto a la violencia de por sí, que se les aparecían como rasgos característicos de los militantes de la FAI4. Ciertamente, estaba lejos de la realidad que todos los miembros de la FAI fueran energúmenos. Sin embargo, resultaba cierto que intentos revolucionarios aventureristas habían sido realizados, y seguirían siendo realizados en el período por venir, por instigación, o con el apoyo de grupos de la FAI. Estos intentos estaban condenados al fracaso y sólo tenían por resultado una feroz represión. En contraste, los «treintistas» que decían ser prudentes, pero no por esto menos revolucionarios, contaban entre sus miembros con algunos activistas que eran incontestablemente inclinados hacia el reformismo. Uno de sus líderes, Ángel Pestaña, fundará en su momento el «Partido Sindicalista» y se convertirá en diputado en «Cortes».

Los militantes y sindicatos que adhirieron al manifiesto de los Treinta, fueron expulsados de la Confederación, y constituyeron los «Sindicatos de Oposición», cuya influencia en algunas regiones era innegable. Tanto era así, que fueron readmitidos en la CNT luego de cinco años, en el Congreso de Zaragoza.

Pronto se verá, en el gobierno central de Madrid y en la Generalidad de Cataluña, en Barcelona, a ministros de origen «Treintista», pero también a militantes de la FAI o intransigentes que habían luchado contra el «Treintismo», como García Oliver y Federica Montseny. Además, en Septiembre de 1937, Pestaña volverá a la CNT5.

Si queremos dar breve, pero completa cuenta de las corrientes presentes en el movimiento libertario español, podremos distinguir:

* Un pequeño grupo de revisionistas que desembocan en el Partido Sindicalista con Pestaña.

* La corriente «Treintista» la cual se definía como revolucionaria, pero realista, con Juan Peiró, que había luchado duramente por la creación de Federaciones de Industria en la CNT y que había denunciado las prácticas aventureristas de algunos grupos de la FAI.

* Un contingente tradicionalista que agrupa a numerosos dirigentes sindicales que no siempre veían alguna utilidad en una organización específica que uniera a los grupos anarquistas (algunas veces incluso combatían su existencia) Estos militantes se consideraban anarquistas, pero para ellos los grupos anarquistas debían ser simples centros de reflexión y propaganda general. Este punto de vista es, a común, bastante popular entre los anarco-sindicalistas.6

* Los FAIstas que, consecuentemente, estaban lejos de agrupar a todos los anarquistas y para quienes los sindicatos no responden a todas las tareas. Habría que distinguir a los faístas de origen obrero, primordialmente anarcosindicalistas como García Oliver y Durruti, de los anarquistas de origen intelectual, como Federica Montseny.

* Las Juventudes Libertarias, defendían la pureza del ideal «ácrata»7 y jugaron un rol preponderante en el terreno cultural y educacional, especialmente en Cataluña. Sobre este punto, cabe aclarar que el movimiento libertario español en su conjunto, estaba muy involucrado en la alfabetización y en la educación (de lo cual sobrevino la creación de numerosas Escuelas Modernas, inspiradas en la pedagogía de Francisco Ferrer, y la proliferación de «ateneos», especies de universidades populares que se mantuvieron bastante activas)

* Los «Amigos de Durruti», todos miembros de la CNT, la mayoría también de la FAI, se configuraron como corriente específica a partir de 1937.

A partir de Julio de 1936, los vínculos entre la CNT y la FAI se estrecharon tanto, que los dos emblemas aparecían juntos las más de las veces (se hablaba de la «CNT-FAI»). Había incluso un «movimiento libertario» con tres brazos: CNT, FAI y FIJL (Federación Ibérica de Juventudes Libertarias). Pero en medio de las dificultades de la guerra veremos emerger, a partir de Mayo de 1937, una oposición entre la dirección de la CNT, que lo sacrificaba todo a la ideología de la «resistencia a cualquier precio» y se sometía a las orientaciones del gobierno de Negrín, y el Comité Peninsular de la FAI, que hizo un último esfuerzo por salvar su honor al denunciar el avance de la contrarrevolución.

Para concluír con esta rápida revisión, sería útil notar que la FAI, fundada en un comienzo por «grupos de afinidad» prácticamente clandestinos, o por lo menos al margen de la legislación, y que era numéricamente limitada a aproximadamente 30.000 miembros hacia Julio de 1936. Desde entonces, se mantuvo activa en público, y en Julio de 1937 se transformó en una Federación de grupos locales yde barrio, considerablemente más abierta a las adhesiones que los grupos de afinidad, pero en la que el poder de decisión de los comités se incrementaba. Luego, la organización anarquista, la «específica» como le dicen los españoles, se transformaba en un partido en el sentido moderno, apuntando a convertirse en «organización específica de masas». Sin lugar a dudas, se puede considerar que los grupos de afinidad ya no correspondían al período que se abrió en Julio de 1936, pero por otra parte, ¿cómo no ver la pobreza y confusión de su base teórica, que consistía en una declaración de principios de tan sólo unas cuantas líneas?8

SEGUNDA PARTE:

La República Burguesa y los Revolucionarios

La República del 14 de abril de 1931

Es una República Burguesa muy conservadora, la que sucede a la monarquía en 1931. El apoyo de los socialistas no altera este carácter, e incluso, el ministro del Trabajo, el socialista Largo Caballero, se vio involucrado con su participación en la represión a las huelgas y a las insurrecciones que surgieron frente a la incapacidad del nuevo régimen para tomar medidas básicas de cambio. El resultado de los dos primeros años del poder republicano es severo: 400 muertos, 3.000 heridos, 9.000 arrestados, 160 deportaciones, 160 requisamientos en contra de prensa obrera …. y sólo 4 requisamientos a prensa derechista.9 No resulta, por tanto, difícil comprender porque las elecciones parlamentarias de 1933 significaron una derrota para la izquierda: los obreros no votaron. Los socialistas, de tener 116 diputados en 1931, obtuvieron sólo 60 escaños esta vez.

La fuerza obrera más importante, la CNT, había declarado una «huelga electoral», en beneficio de la Revolución social. Se produjo en efecto, un movimiento revolucionario el 8 de Diciembre de 1933. En varias regiones, en numerosos poblados y ciudades, las masas proclamaron el comunismo libertario. La represión fue brutal. El gobierno, abiertamente reaccionario, tendría que enfrentar una poderosa insurrección en Asturias en Octubre de 1934, en donde socialistas, comunistas y anarquistas lucharían codo a codo. El aplastamiento de la insurrección fue un auténtico baño de sangre, acompañado del uso de severas torturas y del encarcelamiento de 30.000 trabajadores, de los cuales, un número significativo eran de la CNT.

El Frente Popular

Es comprensible que la campaña abstencionista fuera más débil en las elecciones de 1936; de hecho, la CNT autorizó a sus miembros a entregar sus votos a los partidos de la izquierda, unidos bajo el estandarte del «Frente Popular», con la idea que una victoria de la izquierda vaciaría las prisiones. Esto fue efectivo; la derecha fue derrotada y se liberó a los presos políticos….

La agitación al interior del ejército era creciente. Resultaba evidente ya antes de las elecciones, a tal grado que dos días antes de los comicios, el Comité Nacional de la CNT editó una proclama llamando a la movilización contra las amenazas de golpe de Estado: «¡El proletariado en pie de guerra, contra la conspiración fascista y monarquista!» ¿Qué haría el nuevo gobierno del Frente Popular? Adopta la pasividad, hasta el punto de negar cualquier peligro, alabando incluso la lealtad de los jefes militares.

La CNT prepara la Revolución

La Cnt celebró, el 1º de Mayo de 1936, el Congreso de Zaragoza. Se intentó, pese a discursos para nada inmunes de ingenuidad, definir varios aspectos de su programa, el comunismo libertario. Dejó establecidas las condiciones para la inevitable alianza con la UGT en circunstancias revolucionarias potenciales. Especificó su posición, crítica y constructiva al mismo tiempo, respecto a un proyecto de reforma agraria. Bajo el título de «Defensa de la Revolución» el congreso abordó el problema del poder revolucionario y de la lucha armada. Ciertamente, resultaba imposible para entonces predecir como ocurriría exactamente la revolución potencial; sin embargo, estaban asentadas las bases de una política en claro quiebre con el orden capitalista y estatista: la toma del poder económico a todo nivel, el rol de España en términos de la Revolución Internacional, la abolición del ejército permanente, la necesidad de armar al pueblo y de mantener el control de esas armas bajo las Comunas, el rol de las «fuerzas de defensa confederales» y la organización eficiente de las fuerzas militares a escala nacional, la importancia crucial de la propaganda con miras al proletariado de otros países. No olvidemos el espíritu general que precedió a estos debates: en la resolución concerniente a la alianza con la UGT, fue especificado que «toda clase de colaboración, política o parlamentaria» con el régimen burgués debía ser rechazada.

Es necesario llamar la atención sobre esto, antes de dar cuenta de la actitud que tendrá la CNT dos meses más tarde, en Julio, cuando ocurre el sublevamiento militar.

Julio de 1936

En efecto, los eventos se desencadenaron rápidamente. Desde el comienzo del parlamento, los diputados derechistas de Cortes hicieron declaraciones de guerra civil. El 11 de Julio, la Falange10 capturó el transmisor radial de Valencia. El presidente del consejo fue advertido del potencial levantamiento de los generales, pero rechazó tomar las medidas a su alcance. El 17 de Julio, el ejército se tomó el poder en Marruecos, comenzando la masacre de obreros y de personalidades de izquierda…. mientras el gobierno de Madrid declaraba tener la situación bajo control. Sevilla cayó en poder de los militares. Finalmente, el gobierno de Casares? (Cáceres?) Quiroga cesó de hacer declaraciones tranquilizadoras, pero sólo para relevar el mando a un gobierno de reconciliación, presidido por Martínez Barrio, cuyo ministerio de guerra se ofreció al General Mola, quien lo rechazó, declarándose en abierta rebeldía.

En la mañana del 19 de Julio, el periódico de la CNT, Solidaridad Obrera, aparece, severamente censurado por el gobierno republicano, pero el llamado del Comité Regional catalán, llamando a las armas y a una huelga general, escapó a la censura. El mismo comité regional, junto a la federación local de sindicatos de Barcelona, demandaban que la Generalidad de Cataluña y el gobernador civil distribuyeran armas a las fuerzas populares. Todo en vano. Sin embargo, militantes de la CNT capturaron armamento guardado en los barcos del puerto. La autoridad ordenó que las fuerzas públicas del orden las requisaran, pero sólo una ínfima fracción fue recuperada. En Madrid, el Comité Nacional de la CNT llamó por radio a una huelga general revolucionaria y solicitó a los activistas resguardar con armas los locales sindicales.

Los días 19 y 20 de Julio en Barcelona, los cuarteles eran tomados por las fuerzas populares y los activistas de la CNT y la FAI, que constituían el elemento principal de esas fuerzas, se habían incontestablemente adueñado de la vida económica y social de Cataluña. En Madrid, del 20 en adelante, los camaradas de la CNT, ayudados por grupos de guardias de asalto así como por las Juventudes Socialistas, se hicieron cargo de la situación. En todos los otros lugares la lucha se aparecía confusa, por ejemplo en Valencia, debido a las dilataciones del gobierno, tomó 15 días derrotar a los militares.

Donde quiera que pudiera, el gobierno de Madrid empeoraba las cosas: los gobernadores civiles y sus juntas de delegados, apuraron el fin de las huelgas, a fin de suprimir los comités ejecutivos del pueblo que se habían generado. De tal forma, dieron tiempo al enemigo para reagruparse, para reforzar sus frentes en Teruel, para consolidarse en Zaragoza y en Asturias, para adueñarse de Andalucía. De cualquier modo, el 19 de Julio, el levantamiento militar se podía considerar fracasado en las dos terceras partes más ricas, populosas y desarrolladas del territorio.

Las masas y los líderes

Fue en Barcelona donde se habría de arbitrar el futuro de la revolución, de la cual el levantamiento militar había sido el gatillo. ¿Qué iban a hacer la CNT y la FAI con el inmenso poder que habían recién adquirido?

En un encuentro inicial, Companys, el presidente de la Generalidad catalana, dio carta blanca a los representantes de los cuerpos dirigentes de la CNT. ¿Qué otra cosa podía hacer luego de que su gobierno perdiera toda credibilidad? De hecho sólo le quedaba maniobrar: propuso la creación de un comité de milicias antifascistas, pero publicó un decreto en el cual intentó transformar a las milicias en una especie de fuerza policial bajo las órdenes de la Generalidad. Los representantes de la CNT forzaron el reconocimiento de un comité de milicias constituído de delegados de varias organizaciones, pero la CNT solo obtendría la misma representatividad de la UGT, la cual era sólo una minoría en Cataluña. También se dio lugar a las organizaciones burguesas catalanas. Sin lugar a dudas que era necesario contar con fuerzas externas a la CNT. ¿Pero de qué manera se iba a contar con ellas?. En efecto, se terminarán entregando las riendas de nuevo al gobierno de la Generalidad al darle fuerza numérica a los sectores conservadores.

Esta línea política fue ratificada por los representantes al pleno regional de organizaciones locales y cantonales de la CNT y de la FAI el 23 de Julio.

Un increíble falso dilema obscureció el debate desde el comienzo: «o comunismo libertario, que es equivalente a dictadura anarquista, o democracia, vale decir, colaboración». De acuerdo a José Peirats (que no cita fuentes) García Oliver fue su arquitecto. Oliver se proclama, por el contrario, como uno de los pocos militantes en tomar parte por la revolución (todo para todos) y acusa a Federica Montseny y a Santillán de haber conducido a la mayoría del pleno en contra de los peligros de una «dictadura anarquista». Sin embargo, tanto G. Oliver como F. Montseny, se encontrarán pronto colaborando con el gobierno.

¿Cómo explicar que la amplia mayoría de la CNT y de la FAI haya optado, es cierto que más por resignación que con entusiasmo, por la colaboración en medio de los aparatos estatales? No debemos perder de vista el hecho que el movimiento anarquista español, si bien era predominantemente de clase obrera, no se hallaba inmune de algunas de las debilidades del movimiento anarquista internacional de aquel período. Idealismo burgués, humanismo turbiamente definido, la sustitución de la reflexión política sólida por charlas filosóficas vacías, individualismo y diletantismo eran cosa común, especialmente entre los intelectuales, quienes se hallaban muchas veces más cercanos al liberalismo radical que al sindicalismo revolucionario. Basta con leer unas cuantas de sus revistas y panfletos para convencerse de esto. El Congreso de Zaragoza fue, en cierto grado, reflejo de esta situación. Se vio forzado a plantear el tema del comunismo libertario, pero el problema del poder político no apareció nunca de manera clara. De tal modo, habían temas tabú en la organización libertaria y la idea del poder de las masas en oposición al poder del Estado, una cuestión vital, fundamental, se hallaba aún rodeada de un embarazoso silencio.

Muchas veces, la palabra «ácrata» y la afirmación de la «pureza anarquista» tomaron el lugar de consideraciones serias. Entones no resulta sorprendente, como uno podría imaginar, que la masa de activistas fueran sorprendidos dormilotando y aceptaran la grosera asimilación del poder de la clase obrera en las calles e industrias, en lugar del Estado y el Partido, con «dictadura anarquista». Volveremos sobre esto.

Por un momento, la colaboración con el poder del Estado no era bastante evidente. Sin lugar a dudas, para salvar la dignidad y para acallar las preocupaciones de un cierto número de activistas, el comité de milicias no tenía realmente la apariencia del gobierno y permanecía autónomo en cierta medida, pese a haber sido oficialmente creado por un decreto de gobierno de la Generalidad, y era meramente la congregación de líderes de distintas organizaciones, más que un cuerpo emanado de las bases de los comités.

Pero lo que resulta notable es el quiebre que, poco a poco, se establecía entre las políticas de las organizaciones de base y las de los comités en la cúpula. Así, las secciones sindicales de base adoptaron medidas para la toma de las empresas, para el control obrero e inclusive, para la colectivización. Al tiempo que se llevaban a efecto estas demandas obreras, los comités publicaban comunicados insistiendo en la necesidad del retorno al trabajo y de incrementar la producción, absteniendose de hacer cualquier declaración revolucionaria respecto a la gestión de las grandes compañías. Dos ejemplos de esto: el comunicado de la Federación local de sindicatos de Barcelona del 28 de Julio, así como el manifiesto del comité peninsular de la FAI del día 26, que eran una colección de declaraciones románticas, incluso delirantes, elogiando el heroísmo de los trabajadores, apelando a una «nueva era», no hacían siquiera la menor mención al poder político o a la socialización. La dirección constructiva revolucionaria (con la alianza de facto entre CNT y UGT) surgió del mismo pueblo, de los sindicatos y de sus activistas, mientras los comités seguían por el carril de la moderación11. Estos comités de «oficiales»se vieron también confrontados a las críticas que apuntaban a las organizaciones las cuales representaban. Estas críticas estaban, a veces, bien fundadas: hubo captura abusiva o injustificada de bienes, arrestos arbitrarios por parte de grupos de individuos sin mandato, e incluso ejecuciones sumarias.

Veremos luego el intento que se hizo para sortear el problema de lo que podríamos llamar «seguridad revolucionaria», pero una cosa que vemos de inmediato es como los comités en la cúpula se vieron entrampados por las iniciativas del gobierno central y catalán: se usó el chantaje con bienes foráneos así como con el terrorismo más crudo, incluso por los comités de milicias y por las más altas posiciones en la organización. Ciertamente, era necesario resguardarse de las provocaciones y es cierto que barcos de guerra de potencias extranjeras habían arribado al puerto de Barcelona. El comité regional catalán fue tan lejos como para dar una lista de 87 firmas inglesas que debían ser respetadas a toda costa. Pero el Estado republicano desvergonzadamente, sacó provecho de unos cuantos actos de excesos aislados y de la amenaza de escuadrones extranjeros para mover la situación hacia la normalización bajo la tutela gubernamental. Sin embargo, los gobiernos de Madrid y Barcelona, no iban a lograr estos objetivos libres de dificultades.

En efecto, en paralelo al comité de milicias que mantenían tan sólo una apariencia revolucionaria, «patrullas populares», de 700 hombres divididos en 11 unidades, fueron creadas para hacerse cargo de la seguridad revolucionaria. En esta ocasión, la CNT respetó el balance de fuerzas entre organizaciones. El gobierno de la Generalidad lo toleró, pero sabía que se trataba de una fuerza popular armada embrionaria, y decretaría la disolución de estas patrullas tan luego como fuera posible.

Por su parte, las organizaciones de base, persistían en el trabajo de socialización, y el 13 de Agosto se decretó la creación de un Consejo de Economía catalana.

La primera ofensiva del Gobierno

A comienzos de Agosto, el gobierno central decretó la movilización de los ¿grados? 33, 34 y 35. En Barcelona, la juventud perteneciente a esos grados, salió a la calle y rechazó ir a los cuarteles. En sus manifestaciones gritaban «Abajo el ejército, vivan las milicias populares». Muchos de estos hombres ya eran parte de las milicias, y se preparaban a ir al frente. Esta vez, el comité regional de la CNT, los grupos de la FAI y el periódico Solidaridad Obrera, estaban del lado de quienes rechazaban la militarización. Podemos observar en esto una reacción razonable desde la base en contra de los planes que emanaban desde esferas gubernamentales, y esto se tradujo en una masiva reacción popular.

En todo caso, prevalecería una ¿solución de compromiso? bajo la égida del comité de milicias y el consejo de defensa: la juventud iría a los cuarteles, pero bajo la autoridad del consejo de milicias. La CNT y la FAI estaban de acuerdo. Parecía que se conservaba, pese a las concesiones, lo más importante. Mientras soldados profesionales de distinto rango iban a ser utilizados en el terreno técnico, el mando sería asumido por consejos de obreros y soldados, compuestos por soldados elegidos y delegados de organizaciones y partidos. Pero no olvidemos que un «consejo de defensa» ya había sido creado, en el seno del gobierno de la Generalidad, el cual tenía autoridad militar sobre Cataluña. Describiremos lo que estos Consejos de Defensa significaban, pero debemos notar que el zumbido inicial de la oposición emergiendo de la juventud movilizada tenía una tremenda energía: durante una inmensa reunión en Barcelona, el 10 de Agosto, varios oradores de la CNT y de la FAI reafirmaron la importancia de que el pueblo no fuera desarmado bajo ningún pretexto

La impresión general que surge de todo este período, es una impresión de ambigüedad. Los valores revolucionarios parecieran haber sido defendidos intransigentemente cuando al mismo tiempo, se tomaban medidas concretas que favorecían el abandono de la línea radical de transformaciones políticas y sociales. Otro ejemplo de esto. En el mismo momento en que la CNT y la FAI rechazaban el desarme del pueblo, creaban con los otros grupos un comité de acuerdo, que daba una posición de importancia a la UGT (que se comenzaba recién a formar en Cataluña) y al PSUC, que se declaraba «el partido del orden revolucionario, en el sentido del respeto a la propiedad privada» y que canalizaría las fuerzas de la pequeñoburguesía en el proceso de transformarse en un partido significativo. Incontestablemente, la creación de un comité de acuerdo, ilustra la política de los líderes y ya es de por sí un signo de abandono de una política revolucionaria real. Habiendo dicho esto, en el contexto de la dirección escogida, resulta difícil comprender como la CNT y la FAI aceptaron tener los mismos representantes que la UGT y el PSUC en el comité de acuerdo. Este hecho pesará bastante en el curso de los meses por venir.

Hacia la colaboración abierta con el Gobierno

En Madrid, a inicios de Septiembre, el gobierno de Giral fue reemplazdo por el gobierno de Largo Caballero, quien se lamentó por la no participación de la CNT. Dos meses más tarde, el 30 de Octubre, Largo Caballero revelaba en una entrevista con el Daily Express, reproducida por todos los periódicos, el deseo de la CNT por compartir las responsabilidades de gobierno.

Mientras, el 3 de Septiembre, en el número 41 del boletín informativo de la CNT-FAI se publicaba un artículo violentamente anti-estatista, en medio de Septiembre el pleno nacional de organizaciones regionales proclamaba la necesidad de participar en en un «cuerpo nacional equipado para asumir las funciones de dirigencia», siendo este cuerpo un «consejo nacional de defensa» compuesto por 5 delegados de la CNT, 5 de la UGT y por 4 «republicanos», bajo la presidencia de Largo Caballero. Ciertamente el reemplazo de las antiguas instituciones por consejos regionales de defensa en un sentido que fue llamado federalista, que era declarado ante todo para incluír la representación de las organizaciones en los consejos, fue decidida por los líderes de estas organizaciones y no surgió de asambleas populares ni de sus delegados. Fue en realidad el poder de los partidos lo que se puso en su lugar. El poder público sería ejercido por Largo Caballero y sus ministros, que eran modestamente llamados «consejeros».

De hecho, los líderes de la CNT deseaban unirse al gobierno, pero debían hacerlo conservando el honor y calmando las inquietudes de sus militantes que consideraban como difícil el abandono abierto de sus principios jurados.

El 30 de Septiembre, una asamblea del pleno nacional de organizaciones regionales de la CNT ratificaba la participación, o más acorde con sus propias palabras, accedían a la insistente demanda para la creación de un comité nacional de defensa.

En tanto, el 27 de Septiembre, se anunciaba la entrada de los representantes de la CNT en el gobierno de la Generalidad, bajo el nuevo título de «consejo de defensa», provocando la disolución del comité de milicias. De tal modo, se había superado la situación del doble poder. La lucha en contra de los «incontrolables» se volverá más intensa, y la necesidad de una fuerte disciplina se reafirmaba. La frase ambigua de Durruti «podemos renunciar a todo excepto a la victoria» fue utilizada como velo para la operación, volviendola una advertencia hacia la contrarrevolución, mientras al mismo tiempo, Durruti declaraba a la prensa de Madrid: «Nosotros, por otra parte, realizamos la guerra y la revolución al mismo tiempo».

¿Cómo habían podido llegar a esto la CNT y la FAI? ¿Cómo obtuvieron los comités dirigentes mandatos para tan fundamentales cambios? ¿Habían sido tratados realmente los problemas planteados por la guerra y por la revolución?

Los documentos de la época guardan silencio. Nada es tratado en profundidad, el análisis había sido reemplazado por los discursos y las declaraciones.

Si bien en el movimiento anarquista internacional la discusión estaba viva, e incluso candente12, aparentemente en España había solo resignación.

El nacimiento de una oposición

En realidad, la situación era más compleja que como aparece. Se deben tomar en cuenta dos importantes factores objetivos: por una parte muchos militantes se hallaban en el frente, estaban en guerra y los problemas políticos no estaban entre los temas más importantes de su agenda, ya que estaban luchando en condiciones particularmente difíciles y con armamentos que eran frecuentemente peores que deficiente. Por otra parte, muchos camaradas en la retaguardia avanzaban concientemente en sus asuntos: las socializaciones y colectivizaciones se realizaban a toda máquina. Las milicias populares y las patrullas populares aparecían, al menos parcialmente, como embriones de un poder realmente popular, anti-burgués. Ambas agrupaciones serían sorprendidas por la evolución de los eventos. Pese al cada vez más duro reposicionamiento del poder gubernamental, la eliminación de los cuerpos populares o los intentos de establecer un poder dual, se podían apreciar fuerzas opuestas a las políticas del cuerpo de oficiales y luchas por la mantención de la base de un poder obrero. En el frente, las milicias mantenían viva la resistencia a la militarización, y los avances en materia de socialización y colectivización, se mantenían pese a las decisiones tomadas por el gobierno.

A su vez, en el frente puramente político, la resistencia pese a tod aparecía. Muchas veces fue acallada, oculta por los discursos de los líderes, a veces estaba viva y clara en las asambleas, y era especialmente visible en la prensa: Ruta, el órgano de las Juventudes Libertarias catalanas, que se volvería un periódico de oposición hacia fines de la guerra, la revista Acracia de Lérida, el diario Nosotros de Valencia, apoyado por la «Columa de Hierro».

Una debilidad que no fue superada sino hasta la primavera de 1937 por los Amigos de Durruti, fue que tal oposición permaneció al nivel del purismo ácrata, más que al nivel del necesario análisis de los problemas de fondo.

Otra debilidad fue la dispersión, la falta de cohesión y de coordinación. La oposición no se configuró desde una tendencia que luchara por expresar su voz en la prensa confederal. Y este aislamiento fue tal que muchos militantes, especialmente aquellos en el frente, ni siquiera sabían de la existencia de una oposición.

Lo que es más, la oposición se entrampó en el chantaje (?) de la unidad antifascista, por la necesidad de ocultar sus desacuerdos ante el enemigo.

Los comités cupulares no cesaron de utilizar muñequeo, como rápidas convocatorias a plenos para las cuales las asambleas de masas no tenían tiempo para prepararse, o agendas incompletas que les permitían proponer temas de importancia, sin anuncio, a último minuto13. Finalmente, el culto al líder, el poder carismático de quien toma las decisiones, jugó su rol en las organizaciones libertarias, como en todas las organizaciones.

Para resumir, bajo la careta de de las frases mágicas, federalismo y autonomía, los líderes se aferraban al poder en la CNT y en la FAI. Debemos esperar hasta que el gobierno y las fuerzas que lo apoyaban se fueran en violenta ofensiva en contra de los sectores revolucionarios para ver, por fin, emerger una oposición que intentó abordar los problemas fundamentales, «los Amigos de Durruti».

Hasta entonces, por cierto se veían reacciones razonables, pero eran improvisadas y carecían de contenido político. Como a mediados de Octubre del ´36, cuando la «Columna de Hierro» de la CNT-FAI abandonó el frente de Teruel para realizar una breve incursión en la retaguardia. Su intención era denunciar el parasitismo y las fuerzas represivas, demandar el desarme y disolución de la guardia civil, el envío de las tropas armadas al servicio del Estado al frente, la destrucción de los archivos y registros institucionales, y el requisamiento de fondos y metales preciosos para la compra de armamento, etc. Esta incursión de «limpieza» en la retaguardia vio mucha sangre derramada durante las batallas con las fuerzas de la represión. La Columna de Hierro publicó un manifiesto explicando su preocupación porque los combatientes fueran traicionados por la retaguardia y expresaban con claridad su alternativa política: «luchamos por hacer de la Revolución Social una realidad». Cualquiera sea la visión que uno tenga respecto a los aspectos aventureristas o inconsecuentes sobre este asunto, uno no puede sino verse tocado por el sentimiento de los miembros de las milicias de que no serían juguetes de institutciones de gobierno o de partidos burgueses, de que no serían «remodelados» por las políticas elevadas de los gobernantes, por su voluntad de luchar, en las condiciones que lo hicieron, no por una república, sino por la revolución.

Pronto veremos más reacciones de este tipo.

La represión aumenta

Es precisamente desde el momento en que la CNT-FAI participa del gobierno, que a la represión se le da rienda suelta. Es cierto que la participación fue vista como un retroceso por los militantes, inclusive por aquellos que la apoyaban, y como un signo de debilidad ante sus adversarios, extremadamente felices de ver a la principal fuerza revolucionaria enredada entre leyes y decretos, y envuelta en la «solidaridad» gubernamental.

El gobierno central dejó a la amenazada ciudad de Madrid y retrocedió a Valencia. Madrid fue entonces gobernada por una junta de defensa delegada, de la cual el presidente, General Miaja, tenía como primer deber el reemplazo de los ¿puntos de inspección y vigías? de las milicias por unidades de seguridad y guardias de asalto. Hubo encontrones, y activistas de la CNT aparecieron asesinados.

La represión tomaba un carácter insidioso. El Banco de España, poseía un vasto tesoro de oro, así como grandes depósitos en Inglaterra y en el Banco de Francia La política de no intervención, permitió que Gran Bretaña y Francia rechazaran el uso de estos depósitos, mientras que la Rusia de Stalin recibiría el oro español a cambio de armas y provisiones. Las armas rusas sólo legaron a los sectores controlados por el Partido Comunista. El órgano de este partido, Mundo Obrero, pretendía mostrarse impresionado por la inactividad del frente de Aragón, que era principalmente sostenido por divisiones confederales que no recibían armas, mientras las bien armadas unidades estalinistas observaban desde la retaguardia. Así, poco a poco, una campaña de calumnias se puso en movimiento, de la cual la CNT no era la única víctima. El POUM fue el primer objetivo. El conflicto entre el POUM y el PSUC precipitó una crisis de gobierno en Cataluña. Se instaló un nuevo gobierno, hipócritamente compuesto por «categorías sociales» y no por partidos. De tal modo, los representantes sindicales (CNT y UGT), de la izquierda catalana representante de la pequeñoburguesía y de los rabassaires (pequeños capesinos) se encontraban en él, mientras se excluía al POUM. ¡Esto no avergonzó a la CNT la cual describió al nuevo gobierno como apolítico! Durante este período los estalinistas organizaron manifestaciones contra la falta de ¿víveres? hasta el arrivo de barcos rusos, que traían el «regalo de los obreros rusos» al proletariado de Barcelona, pagado por el oro español.14

El número de incidentes crecería: camaradas asesinados, periódicos suspendidos, detenciones en las prisiones especiales de los agentes estalinistas donde los prisioneros eran torturados. La Cheka actuaba …. mientras tanto, el 21 de Enero de 1937, el comité de acuerdo, formado el 11 de Agosto (ver más arriba), apelaba una vez más a la fraternidad, con la firma de la CNT, FAI, UGT y PSUC.

De este modo, con mucha reticencia por parte de las columnas confederales, la militarización de las milicias entraba en curso. Los comités dirigentes de la CNT iban al frente a convencer a los milicianos de que esta militarización, que tendía a resucitar el viejo razonamiento militar, tenía buenos fundamentos. Algunos milicianos abandonaron las columnas, pero al fin, aún la Columna de Hierro aceptó las nuevas regulaciones.

Las provocaciones estalinistas continuaron y provocaron una crisis en Barcelona por un decreto del 4 de Marzo de 1937, dictado por el consejero de orden público dictando el desarme de las patrullas populares y de los varios cuerpos en armas; el desarme de las fuerzas populares en beneficio de la fuerza del Estado.

Los activistas confederales y anarquistas se alzaron en contra de sus representantes en el gobierno catalán. La Federación de grupos anarquistas de Barcelona, el comité regional de la CNT, los consejos de obreros y soldados, demandaban la anulación del decreto.

Companys, presidente de la Generalidad, trató múltiples fórmulas legales para resolver la crisis. Un nuevo gobierno se formó el 26 de Abril con 4 representantes de la CNT, pero no se resolvió nada.

Mayo de 1937

A fines de Abril y comienzos de Mayo, elementos policiales desarmaron a militantes de la CNT y los arrestaron. El 2 de Mayo, a las tres de la tarde, grandes contingentes de fuerzas estatales, bajo el mando del General comisionado del orden público, lanzaban un sorpresivo ataque a la Central Telefónica. Pudieron tan sólo llegar al primer piso, y los militantes confederales en las áreas obreras fueron alertados. En contra de las fuerzas estatales (guardias de asalto, guardias nacionales republicanos -ex guardia civil, servicios de seguridad, guardia de la Generalidad), del PSUC y de los separatistas catalanes, se batían las fuerzas populares de la CNT-FAI, de Juventudes Libertarias, del POUM, de las patrullas populares, beneficiándose de la asistencia técnica de los comités confederales de defensa. Se levantaron barricadas y la batalla fue tan fiera como aquella del 19 de Julio de 1936 por el control de la ciudad, el cual estaba vacilando.

Los ministros confederales de la Generalidad esperaban obtener la anulación de las órdenes que habían sido dadas a las fuerzas estatales y la remoción de los colegas que habían abusado de sus posiciones. Pero los otros partidos no querían ceder. La actitud del presidente Companys fue equívoca y se opuso a cualquier sanción en contra de los perpetradores.

Se declaró huelga general. Las fuerzas populares se adueñaron de la periferia así como de la mayoría del centro. Los cuarteles fueron tomados y la resistencia del gobierno se debilitó, pese a la superioridad del armamento del PSUC y del Estado catalán.

El 4 de Mayo, las fuerzas populares ya eran, en gran medida, victoriosas15. Pero los comités superiores apelaron a bajar las armas, ya fueran éstas empuñadas por los comandantes de las fuerzas provocadoras o por el comité regional de la CNT. García Oliver, ministro en el gobierno central, fue enviado por ese comité para hallar una solución, apelando a la unidad anti-fascista. Ciertamente parece que los catalanistas, los comunistas de la Generalidad y el mismo presidente, no habrían estado dispuestos a escuchar a García Oliver y sus amigos, de no ser porque los cañones anti-aéreos de Montjuich estaban en manos de la CNT-FAI y estaban prestos a disparar al palacio presidencial.

El 5 de Mayo, el gobierno catalán renunció en masa. Las fuerzas confederales no se atrevieron a llevar el asunto a término, debido a la tregua y al cese de fuego. Pero el descontento hacia los comités creció. Fue así como los «Amigos de Durruti» aparecieron, cuyo panfleto condenando la actitud de conciliación fue repudiado por los comités confederales en un comunicado circulado la noche del 5 y 6 de Mayo. Un manifiesto firmado por la CNT y la UGT de Barcelona fue transmitido por radio. Apelaba al retorno a la calma …. mientras las fuerzas policiales intentaban mejorar sus posiciones y unidades de armada entraban al puerto. El gobierno central tomó el orden público en sus manos y envió un gran contingente de guardias de asalto a Cataluña.

Los llamados a la calma de García Oliver y de Mariano Vásquez16 no fueron escuchados. Federica Montseny, la enviada del gobierno central, habiendo escapado milagrosamente del fuego enemigo, pudo llegar hasta donde Companys y provisionalmente lo removió de sus deberes en nombre del gobierno. Parece que Companys se encontraba a la espera de la llegada de escuadrones británicos, los cuales en efecto, navegaban hacia Barcelona.

La CNT y la FAI, la noche del 6 de Mayo, hicieron nuevas propuestas para el fin del conflicto, pero la lucha continuaría. Sin embargo, durante la mañana del 7, parecía llegar la calma y las fuerzas del gobierno entraban al centro de Barcelona, fuerzas a las cuales se habían sumado desde un comienzo guardias de origen confederal, y de las cuales el mismo comandante era un viejo miliciano de la columna «Tierra y Libertad».

El comité regional de la CNT consideraba al «trágico incidente» acabado. Pero hubo 500 muertos y 1000 heridos. El armisticio interpuesto fue acompañado de promesas de liberar a prisioneros de ambos bandos. Los confederales cumplieron con la promesa, mientras los del gobierno y de la Cheka, mantuvieron sus prisioneros realizando incluso nuevos arrestos. De hecho en las prisiones de la Cheka, muchos prisioneros fueron ejecutados y hasta el 11 de Mayo se encontraron varios cuerpos mutilados.

Los eventos de Mayo de 1937 tuvieron repercusiones en toda la región, tanto que las columnas confederales y del POUM evitaron que los elementos estalinistas de la división 21 enfilaran hacia Barcelona.

No podríamos concluír este breve esquema de los eventos sin tratar la evidencia de asesinato, el día 5 de Mayo, de los militantes anarquistas italianos Camilo Berneri y Barbieri17. Berneri, erróneamente presentado como líder de los «Amigos de Durruti» por los comunistas18, se encontraba, como el mismo escribe, en una posición «centrista». Sin embargo, sus denuncias de los crímenes estalinistas y sus agudas y certeras críticas de las políticas de gobierno (incluídos los ministros de la CNT) daban en el clavo.

La represión estalinista y gubernamental no se detendría con el armisticio. La disolución de las patrullas populares, ordenada por decreto el 4 de Marzo se llevó a efecto. Las campañas contra la CNT continuarían así como también ocurriría de forma monstruosa con el POUM.

Pero ahora dejaremos que los «Amigos de Durruti» hablen.

TERCERA PARTE:

Los Amigos de Durruti y el «Amigo del Pueblo»

¿Quiénes son los «Amigos de Durruti»?

Hemos visto, en la primera parte, que una oposición se había manifestado frente a los partidarios más o menos hábiles de la colaboración ministerial. Principalmente las Juventudes Libertarias de Cataluña habían declarado su negativa a «ser cómplices guardando el silencio….» e incluso habian añadido: «estamos dispuestos a volver, si hace falta, a la existencia ilegal….».

En la primavera de 193719, una agrupación de militantes opositores empieza a manifestarse con el nombre de «Los Amigos de Durruti», y ,ya antes de las jornadas de Mayo, escriben en una octavilla20:

«El espíritu revolucionario y anarquista del 19 de julio ha sido mistificado…. La CNT y la FAI que, durante los primeros dias de julio, eran las que mejor expresaban el sentido revolucionario y la energía potencial en la calle, se encuentran hoy en una situación disminuída por no haber sabido dar todo su valor a su personalidad durante las jornadas citadas más arriba. Hemos aceptado la colaboración en plan minoritario mientras que nuestra fuerza en la calle tiene un amplio valor mayoritario. Hemos reforzado a los representantes de una pequeña burguesía decrépita y contra-revolucionaria.

En ningún modo podemos tolerar que la revolución sea aplazada hasta el final del conflicto militar.

Esas gloriosas milicias obreras…. corren el peligro de transformarse en un ejército regular que no ofrecería las más mínima garantía a la clase obrera».

En esta octavilla, los Amigos de Durruti se refieren a la amenaza que constituye el proyecto de «Orden Público» para Cataluña, proyecto suspendido pero que va a surgir de nuevo y que apunta a sustituir las fuerzas revolucionarias de la retaguardia por un cuerpo de represión «neutro, amorfo, que capitule ante la contra-revolución». Proféticamente, los Amigos de Durruti añaden: «Si similares intenciones llegasen a prosperar, no tardaríamos mucho en llenar de nuevo las celdas de las prisiones».

En el transcurso de las jornadas de Mayo, publican una octavilla y un manifiesto que son calurosamente acogidos por los trabajadores. He aquí el contenido de la octavilla (en plena acción, el contenido es sobrio):

«CNT FAI

Agrupación «Los amigos de Durruti»

¡Trabajadores….!

Una Junta revolucionaria – Fusilamiento de los culpables – Desarme de todos los cuerpos armados – Socialización de la economía – Disolución de los partidos políticos que hayan agredido a la clase trabajadora – No cedamos la calle – La revolución ante todo.

Saludamos a nuestros Camaradas del POUM que han

confraternizado en la calle con nosotros.

VIVA LA REVOLUCIÓN SOCIAL …. ¡ABAJO LA CONTRARREVOLUCIÓN!»

¿Pero quiénes son los componentes de los Amigos de Durruti? Dicen ser una «agrupación». Todos son militantes de la CNT, muchos militan en la FAI, la mayoría son milicianos que han aceptado mal la militarización, incluso algunos han dejado las milicias cuando la militarizacion se hizo efectiva; otros son militantes de la Patrullas de Control. Muchos de ellos siguen estando en el frente, en las unidades de predominancia confederal, herederas de la Columna de Hierro, de la Columna Durruti, etc. Pero después de las jornadas de Mayo del 37, van a ser calumniados, tratados de «incontrolables», de «provocadores», incluso de «agentes estalinistas» por las direcciones de la CNT y de la FAI21, o de «agentes fascistas» por los estalinistas y sus aliados.

Hay que añadir que, más tarde, los «oficiales» del movimiento libertario22 les asimilarán fácilmente a los «trotskistas» por haber tomado valerosamente la defensa del POUM y de sus militantes. Los trotskistas, demasiado contentos con poder aprovecharse de la ocasión, intentarán dar crédito a este rumor. Recientemente, el n°10 de los «Cuadernos León Trotsky» (publicados en Francia por el instituto del mismo nombre y que acoge a distintos grupos de la corriente trotskista) ha publicado un estudio de F.M. Arando sobre los Amigos de Durruti. El autor intenta demostrar laboriosamente la colaboración entre estos militantes y los trotskistas de entonces. ¿Qué pasó realmente? El único punto seguro, aparte de las alusiones sobre supuestos protocolos secretos, es la existencia de relaciones entre algunos «amigos de Durruti» y un, así es, un único militante trotskista, el alemán Hans Davis Freund, conocido bajo el seudónimo de Moulin. El estudio de Arando no dice nada sobre estas relaciones, ni cita el nombre de ninguno de los «amigos de Durruti» que están implicados…. ¡Pero esto le parece suficiente a este «historiador» para hablar de «colaboración estrecha»! En el mismo número del mismo boletín, en la página 82, Pierre Broué23 recuerda más honradamente que los Amigos de Durruti «han rechazado una reunión en vistas de una acción común»…. El dossier es bastante delgado. En cuanto a la defensa del POUM, nos parece lógica. Los estalinistas querían destruir este partido que se oponía a su hegemonía y defendía a las víctimas de los juicios de Moscú. Al no poder enfrentarse a la CNT-FAI directamente, los estalinistas bloqueaban cualquier alianza que no controlaban (por ejemplo, la colaboración entre Juventudes Libertarias y las Juventudes del POUM -las JCI). Se ha visto que los dirigentes de la CNT-FAI aceptaron la expulsión del POUM del gobierno pero que en mayo del 37, los trabajadores libertarios combatían al lado de los del POUM. Sin embargo, hay que precisar que la política de la dirección del POUM fué tan desastrosa como la de la CNT-FAI.

En realidad, esta fábula del trotskismo de los Amigos de Durruti viene del movimiento libertario, los trotskistas sólo han intentado darse una importancia que no tenían utilizando el hecho de que los líderes anarquistas, rechazando cualquier análisis serio y cualquier crítica rigurosa realizada desde sus propias filas, han intentado desacreditar a los Amigos de Durruti y han participado en su represión. En un entorno en el que el peor insulto es hacerse tratar de «marxista», esto permite evacuar los problemas que molestan así como sus propias responsabilidades. En cualquier caso, los Amigos de Durruti, que van a sustituir las octavillas por un órgano de prensa, pondrán especial énfasis en su pertenencia al anarquismo revolucionario, a pesar de las calumnias y descalificaciones proferidas contra ellos por las altas esferas del movimiento libertario oficial. Este órgano de prensa, El Amigo del Pueblo, aparecerá entre mayo del 37 y finales del 38, con 15 números, pero el presente estudio se basa en los 8 primeros (hasta septiembre del 37) por no haber tenido acceso a los siete últimos24.

En el primer número, en la página 4, dos grandes artículos van a poner en evidencia el apego de los Amigos de Durruti al movimiento libertario. Uno de estos artículos se titula «No somos agentes provocadores». En el segundo, titulado «Nuestra presentación. Porqué salimos. Qué queremos. A donde vamos.», se puede leer, entre otras cosas:

«Salimos a la calle sin el menor deseo de entablar querellas personales. Nuestros objetivos son más elevados. Nuestras ansias se cifran en días de triunfo y de pasión por nuestras cosas y nuestros quereres.

Sentimos un amor acendrado por la Confederación Nacional del Trabajo y por la Federación Anarquista Ibérica, pero este mismo cariño que profesamos por las organizaciones, que son algo consubstancial con nuestros desvelos, nos incita a enfrentarnos con determinadas interpretaciones que calificamos de perjudiciales y nefastas.»

El número siguiente publica en página 3, con letras más grandes que las demás, la declaración siguiente: «La agrupación de «Los Amigos de Durruti» está integrada por militantes de la CNT y de la FAI. Para expulsarnos de la organización confederal sólo pueden realizarlo las asambleas de los sindicatos. Los plenos de locales y comarcales no tienen atribuciones para expulsar a ningún camarada. Invitamos a los comités a que planteen la cuestión de «Los Amigos de Durruti» en las asambleas de los sindicatos, que es donde radica la soberanía de la organización» [25].

El apego de los Amigos de Durruti a las organizaciones del movimiento libertario llega hasta un intento avanzado de conciliación ya que se puede leer el siguiente comunicado, al pie de la 1ª pagina del n°3:

«Cumpliendo el acuerdo recaído en el pleno de grupos de la FAI y esperando que los comités de la CNT y de la FAI harán lo propio, rectificamos el concepto de traición que lanzamos en el manifiesto aparecido en las jornadas de mayo.

Repetimos lo manifestado en el pleno de grupos. Que no dimos a la palabra traición el significado de venta ni mala fe, sino un sentido de incapacidad y cobardía. Y por esta manera de interpretarlo usamos la palabra «traición» que hoy rectificamos esperando que los comités rectificarán también el concepto de agentes provocadores que lanzaron contra nosotros.

Hemos sido los primeros en rectificar. Aguardamos a que en plazo breve los comités sigan la pauta señalada por nosotros en la presente nota.»

 

La historia de este intento de compromiso es relatada en detalle en el n°5, publicado el 20 de julio, dónde más de la mitad de la página 3 está ocupada por un llamamiento solemne. Se puede ver en este texto titulado «La Agrupación «Los Amigos de Durruti» a los trabajadores», como se han desarrollado los conflictos entre los Amigos de Durruti y las instancias oficiales de la CNT y de la FAI, como después de las tomas de posición que siguieron a las jornadas de mayo y a pesar de las promesas, las asambleas sindicales no fueron convocadas para discutir de los problemas planteados y que la decisión de excluir a los Amigos de Durruti fue tomada por los comités, a pesar de la oposición de las Juventudes Libertarias y de muchos militantes. La exclusión, confirmada por un pleno nacional que reunía las organizaciones regionales (la regional andaluza se opuso a esta decisión), no fue realmente aplicada en los sindicatos, salvo alguna excepción.

El llamamiento a los trabajadores que se acaba por las procamaciones «¡Viva la revolución social! ¡Viva el comunismo libertario!», aunque se vale de la corriente de simpatía encontrada por los Amigos de Durruti, no será escuchado.

Sin embargo, los diferentes números del Amigo del Pueblo enumeran importantes suscripciones, afiliaciones, nuevos núcleos en formación, ya sea en las unidades confederales, ya sea en las localidades catalanas (Sans, Tarrasa, Sabadell, por ejemplo). Sin embargo, en un recuadro de la página 2 del n°3, así como en el pie de la pág. 3 del mismo número, a todo lo ancho, se puede leer que la Federación Local de Juventudes Libertarias de Barcelona y el Comité de Defensa Juvenil han transmitido a los Comités Regionales de la CNT y de la FAI y a la Federación Local de Sindicatos de Barcelona su acuerdo con la interpretación que los Amigos de Durruti han hecho de las jornadas de Mayo. Pero la influencia de estos últimos permanecerá limitada casi exclusivamente a Cataluña y su existencia misma será ignorada por la mayoría de los combatientes de las unidades de coloración libertaria26. Les han faltado medios para darse a conocer; la represión, activa o subterránea, ejercida por el poder o por los comités de la CNT y de la FAI triunfará rápidamente.

Ya en el número 4, El Amigo del Pueblo señala el arresto del director de publicación, Jaime Balius [27], y el cierre por la policía del local del n°1 de la Rambla de las Flores.

Los números siguientes están dedicados, en parte, a denunciar la escalada de la represión y las dificultades de publicación. El 21 de septiembre de 1937 sale el último número, el n°8.

Así, los Amigos de Durruti no habrán podido ser el punto de convergencia de la oposición anarquista, dispersa en las masas confederales y en el frente. Por lo menos han legado a la memoria del proletariado un conjunto de análisis y de proposiciones programáticas que nos toca tomar en cuenta.

El Amigo del Pueblo

Es en esta publicación que ya hemos citado que se encuentra lo esencial de los análisis y del programa de los Amigos de Durruti28. Disponemos de copias facsímiles de ocho números de este órgano, publicados entre mayo y septiembre de 1937. Todo merece interés, sin duda, pero en la obligación material de elegir, hemos fijado nuestra atención sobre los artículos de fondo, restringiendo el espacio dedicado a los textos polémicos o apologéticos. Hay que decir, sin embargo, algunas palabras sobre estos últimos, aunque sólo sea por su frecuencia y su repetición. Esta insistencia es un signo. Como también lo es el estilo empleado, que puede sorprender al lector de hoy en día. Hay que decir, incluso si es cada vez menos verdad, que la literatura anarquista (hablamos aquí de la prensa más que de los textos de los teóricos) es gustosa de una utilización intensa del lirismo romantico-revolucionario. Se buscan largos periodos emotivos que recuerdan la Roma antigua o la revolución francesa. Además, al español le gustan las fórmulas épicas, excesivas29 y el mismo idioma facilita las frases apasionadas, hiperbólicas. Pero no hay que ver aquí sólamente el deseo de expresar los sentimientos exaltados de los militantes. Es toda una época que vive sus últimos momentos: la España de 1936 es uno de los últimos focos de la agitación insurreccionalista que ha conocido Europa en el siglo XIX.

Para volver a lo esencial, a los problemas fundamentales, hemos seleccionado artículos que hemos agrupado en cierto número de rúbricas, indicadas pos subtítulos. Las referencias de los artículos están siempre indicadas.

Porqué «Durruti»

Antes de abordar las cuestiones de fondo, hay una interrogación que nuestros lectores pueden hacerse con pleno derecho y a la que debemos responder: ¿por qué esta referencia a Durruti?

Con Francisco Ascaso, que El Amigo del Pueblo también va a magnificar, Buenaventura Durruti es el héroe más popular de la lucha revolucionaria en la España de 1936. Ascaso cae en Barcelona el 20 de julio de 1936 cuando participa al ataque del cuartel de las Atarazanas con grupos armados de la CNT y de la FAI. Durruti sale de Barcelona hacia el frente de Aragón con una columna de milicianos. Se dirige después a Madrid cuando la ciudad es amenazada directamente por los fascistas. El 20 de noviembre es herido a muerte en circunstancias que permanecen oscuras. Su vida ha sido una sucesión de episodios aventurados, su muerte en el frente de Madrid le convierte en un personaje de leyenda.

Tanto sobre los episodios de su vida como sobre las circunstancias de su muerte, es el libro de Abel Paz que hay que consultar [30]. Igualmente, en complemento y en corrección, el libro de García Oliver, ya citado, que muestra los aspectos menos ensalzadores de la personalidad de Durruti. Un punto merece ser aclarado: Durruti, Ascaso, todo el grupo de afinidad de los Solidarios ha sido considerado como «anarco-bolchevique», durante los años 1920, por ciertos anarquistas españoles. Partidarios de una alianza revolucionaria con otras fuerzas de izquierda, dado que las insurrecciones estrictamente anarquistas estaban destinadas al fracaso, hablaban de una conquista del «poder» después de «haber destruido el viejo aparato del Estado». Tal punto de vista no tenía nada que ver con la «participación gubernamental», contrariamente a lo que afirma Cesar M. Lorenzo en su libro «Los anarquistas españoles y el poder» [31]. De hecho, Durruti ha evolucionado entre aquel periodo y 1936.

¿Quién podría decir cual hubiera sido su orientación si la muerte no le hubiese alcanzado tan pronto? Sólo se sabe que quería movilizar todas las energías para vencer al fascismo y que había expresado su indignación y su desprecio frente a la indiferencia o la cobardía de la retaguardia. Una declaración hecha poco antes de su muerte (reproducida en el n°3 del Amigo del Pueblo, pág.4) condena las «intrigas, las luchas intestinas», pide «a los dirigentes que sean sinceros», afirma que «si esta guerra se prolonga mucho, hay que empezar por organizar la economía de Cataluña» y que «es necesaria una movilización efectiva de todos los trabajadores de la retaguardia». Emite reservas sobre la necesidad de la militarización y afirma que en el frente hay una disciplina eficaz [32].

No está seguro que hubiera seguido hasta sus más extremas consecuencias las opciones de los militantes que van a encontrarse en 1937 en una oposición radical a las cúpulas de la CNT y de la FAI. Se puede entender, sin embargo, que estos militantes le hayan elegido como símbolo de una lucha áspera y sin concesiones.

La primera página del n°1 del Amigo del Pueblo es reveladora. Es una página en colores rojo y negro que sólo contiene una proclamación y unos eslóganes que enmarcan una representación de Durruti llevando la bandera rojinegra. He aquí el texto de la proclamación cuyo tono se sitúa plenamente en la vena de ese lirismo revolucionario inseparable del anarquismo español:

«Unos colores matizan la epopeya ibérica. Una bandera encarnó el despertar de las jornadas de julio.

Envuelto en los pliegues de la enseña rojinegra surgió nuestro proletariado a la superficie hipánica con ansias de emancipación absoluta.

Un hombre floreció en aquellas sublimes jornadas. Buenaventura Durruti tomó raigambre humana en el corazón de las multitudes. Luchó por los trabajadores. Murió por ellos. Su pasado inmortal está ceñido a esta bandera rojinegra que flameó gallardamente en los albores de Julio majestuoso. De su ataúd la tomamos al descargarlo de nuestros hombros. Con ella en alto, caeremos o venceremos. No hay términos medios: o vencer, o caer.»

En el pie de la página, con letras bastante gruesas, se lee: «¿No somos provocadores? ¿Somos los mismos de siempre? Durruti es nuestro guía! Su bandera es la nuestra! ¡Nadie nos la arrebatará! ¡Es nuestra! ¡Viva la FAI! ¡Viva la CNT!»

 

La insistencia para ligarse al recuerdo de Durruti (al mismo tiempo que para responder a la acusación de «provocadores» o de «irresponsables») es evidente en todos los números siguientes.

¿Se puede hablar aquí de culto a la personalidad? ¿El Amigo del Pueblo contesta a nuestra interrogación?

El n°2 del periódico está más bien dedicado a Francisco Ascaso, y ciertamente los dos hombres son inseparables en la admiración que les dedican nuestros camaradas españoles, como fueron inseparables en el curso de los acontecimientos que han marcado su vida. Pero el n°3, bajo el título «Imitemos al heroe del pueblo», declara en página 2:

…. «No olvidamos nuestra condición de iconoclastas. Pero Buenaventura Durruti, escarnecido hoy en los hombres que audazmente falsean sus afanes e inquietudes, hubiese despreciado y combatido rudamente, sin lirismos ni oportunismos, a esas máquinas traga-gasolina que están permitiendo la pérdida de la revolución de JULIO [….]. [Hay que] comprender que imitar a Durruti, no es vacilar y claudicar. Es reflexionar sobre la experiencia del movimiento de julio y ante su análisis decidirnos a que la contrarrevolución no logre triunfar sobre nuestra interpretación de la responsabilidad.»….

El n°5 plantea la cuestión en un plano más general pero el artículo, publicado en la página 4, bajo la rúbrica «Ideas» y titulado «Ni idolos, ni arbitrariedades», es manifiestamente una tribuna libre, que se interesa por los Amigos de Durruti desde el exterior.

Este artículo toma por una parte la defensa de los Amigos de Durruti (la agrupación es designada como «institución anarquista creada al calor de la aureola que un caudillo extinto dejó tras su muerte»), apoya la legitimidad de su lucha «contra el centralismo tradicional de todo gobierno y forma de Estado» y contra «el centralismo incongruente y poco edificativo de los llamados anarquistas que han «decretado»» la expulsión de los Amigos de Durruti de la organización obrera. Pero, por otra parte, el autor (Albores) declara: «Somos contrarios a toda clase de idolatría o cultos personales», y, hablando de Durruti, «la gloria de héroe la consiguió por su gallardía espartana y por su nobleza de carácter y de sentimientos; no por sus ideas. En cuanto a idealidad acrisolada se refiere, otros hijos del pueblo que pertenecen a la masa anónima y no son considerados como símbolos, quizas estuvieran por encima de nuestro héroe.»

El número siguiente (n°6, del 12 de agosto 37) retorna sobre la cuestión, en primera página, bajo el título «Los Caudillos». Pero el caudillismo que es denunciado es el de los partidos y el que reina en las altas esféras de la CNT y de la FAI, el caudillismo de aquellos que son fabricados por la prensa y en las tribunas. En lo que respecta a los «héroes», es otra cosa:

«¿No hemos dicho un sinnúmero de veces que es el pueblo quien ha de escoger a sus hombres y si el pueblo quiere concederles una estima superior a la que concede al resto, es él quien ha de determinarlo? Lo que no puede aceptarse es que se quieran forjar caudillos con cartabón y tiralíneas.

Un caudillo cayó a los pies de Madrid. Buenaventura Durruti consiguió la estima del alma popular porque cumplió tal como quería el pueblo que se procediese.

[….]

Buenaventura Durruti fue un caudillo. Pero no lo consiguió por mera coba. Se lo ganó a través de su vida, en la calle y en los campos de batalla, mientras que los otros aspirantes a caudillos alternaban en los halls de los grandes hoteles con elegantes turistas.»

¡Esto es todo lo que podemos conseguir a modo de autocrítica! De hecho, la cuestión no será planteada en los últimos números del Amigo del Pueblo.

Denuncia del ministerialismo

Hemos visto, en la primera parte de este trabajo, que un número considerable de militantes anarquistas y confederales habían protestado contra el ánimo de concesión que movía a los comités de la cúpula de las organizaciones.

Sin embargo, los partidarios de la colaboración gubernamental no han sido siempre rudimentarios33. Así, Diego Abad de Santillán afirma sútilmente que la revolución necesaria será hecha por las masas y que el gobierno es sólo un buen instrumento para hacer la guerra. Añade que, a pesar de todo, la presencia de los revolucionarios en el gobierno permitirá «tal vez» evitar que el Estado ponga «obstáculos excesivos» a las realizaciones populares. D.A. de Santillán que argumenta de esta manera en la «Soli» (abreviatura popular del periódico «Solidaridad Obrera») del 16 de abril, luego unos días antes de los acontecimientos de mayo, olvida decir que los responsables de la CNT-FAI colaboran con un gobierno burgués que se ha esforzado constantemente en limitar las conquistas obreras y que se ha deshecho del POUM sin que los García Oliver y las Montseny hayan elevado una sola protesta34. También olvida decir que el gobierno central no apoya para nada el esfuerzo de fabricaciones de guerra realizado en Cataluña y que las columnas libertarias del frente de Aragón no reciben armas, y que, por consecuente, el gobierno, si se distingue por haber reforzado los cuerpos de seguridad de la retaguardia, no sabe conducir una guerra. ¿Cómo D.A. de Santillán puede ignorar que la defensa de la burguesía se refuerza cada día contra las medidas tomadas por las masas obreras y campesinas mientras que los estalinistas extienden su poder, tanto por su control de los cuerpos represivos como por su policía paralela?

Pero el ministerialismo va a culminar durante las jornadas de mayo. La primera tarea del n°1 del Amigo del Pueblo es aclarar la situación y tomar una posición intransigente. Este primer número, que no lleva fecha, es aparentemente editado con prisa, con artículos casi enteramente tachados por la censura. Se puede razonablemente pensar que aparece el 15 de mayo, puesto que reproduce el manifiesto de los comités regionales de la CNT y de la FAI, firmado en Barcelona el 11 de mayo. Aparentemente, este número está dedicado a magnificar el recuerdo de Durruti. En realidad, el número está centrado, en su mayor parte, sobre las jornadas de mayo. La segunda página, ámpliamente mutilada por una censura implacable, abre sin tardar el debate oponiendo dos manifiestos: el de los comités regionales (CNT, FAI, Juventudes Libertarias) y el de los Amigos de Durruti35. El manifiesto de los comités regionales es un llamamiento a la unidad de los trabajadores para hacer frente a las provocaciones, un llamamiento a la honestidad política en el seno de las fuerzas de la retaguardia. Saluda «la decisión popular» que ha hecho fracasar la maniobra del enemigo. Pero este enemigo no es designado y, tras haber intentado justificar la línea de conducta de la CNT y de la FAI después del 19 de julio del 36 y la modestía de sus exigencias, presentada como un signo de «nobleza y lealtad», se acaba por los eslóganes siguientes: «¡Viva la alianza revolucionaria del proletariado! ¡ Abajo la contrarrevolución! ¡Viva la unidad de la CNT y de la UGT, garantía del triunfo en la guerra y en la Revolución!» Este manifiesto no contiene ninguna enumeración de las realizaciones revolucionarias, mantiene la persistencia de las ilusiones (sobre todo cuando se sabe cuales son las posiciones de los jefes de la UGT en Cataluña), no emite ninguna crítica del gobierno y no dice palabra de los ministros de la CNT. Es el ejemplo mismo de la ambigüedad y de la debilidad política.

En cuanto al manifiesto de los Amigos de Durruti, mucho más radicalmente censurado, denuncia las ilusiones del unitarismo antifascista y las traiciones de los dirigentes. He aquí los pasajes más significativos:

«EL ACTUAL MOVIMIENTO

Se ha afirmado que las jornadas de julio fueron una respuesta a la provocación fascista, pero «Los Amigos de Durruti» hemos sostenido públicamente que la esencia de los días memorables de julio radicaba en las ansias absolutas de emancipación del proletariado.

[CENSURADO]

EL COMITE REGIONAL DE LA CNT NOS DESAUTORIZA

No nos ha sorprendido la desautorización de los llamados comités responsables de la CNT. Sabíamos, de antemano, que estos comités no podían hacer otra cosa que entorpecer el avance del proletariado. Conocemos sobradamente a los TREINTISTAS que están en el comité Regional.

Somos «Los Amigos de Durruti» quienes tenemos autoridad moral suficiente para desautorizar a estos individuos que han traicionado a la revolución y a la clase trabajadora, por incapaces y cobardes. Cuando no tenemos enemigo enfrente, entregan de nuevo el poder a Companys y a la pequeña burguesía y, además, entregan el Orden Público al gobierno de Valencia y la consejería de Defensa al general Pozas.

La traición es de un volumen enorme. Las dos garantías esenciales de la clase trabajadora, seguridad y defensa, son ofrecidas en bandeja a nuestros enemigos.

¿QUE HACER?

A pesar de la tregua concertada, el espíritu de las jornadas que acabamos de vivir continúa en pie. Se ha cometido el error grandioso de dar tiempo al adversario de reforzar sus posiciones. Se ha posibilitado que el gobierno de Valencia mande fuerzas a la contrarrevolución.

No se ha sabido atacar a fondo, ni ha existido una coordinación de esfuerzos en el terreno insurreccional.

[….]

Estemos atentos a los acontecimientos que se avecinan. No desmayemos. Mantengamos una sólida moral revolucionaria. No olvidemos que nos estamos jugando una carta decisiva. No nos dejemos alucinar por el supuesto peligro de una agresión de los barcos de la escuadra inglesa cuando en realidad las potencias democráticas están apoyando al fascismo de una manera descarada.

[….]

Camaradas, no defallezcáis.

¡Viva la revolución social! ¡Abajo la contrarrevolución!»

En la misma página, un pequeño artículo titulado «Comentario» merece ser citado:

«Reproducimos el manifiesto que acaba de lanzar el Comité Regional, y adicionamos el manifiesto que publicó nuestra agrupación días atrás y una octavilla.

Hacemos remarcar a los trabajadores que los mismos comités que en las propias jornadas de mayo nos trataban de agentes provocadores, tienen que reconocer que es necesario adoptar posiciones candentes y decididas en pro de las conquistas revolucionarias.

No obstante, observamos una desorientación formidable en el manifiesto susodicho. Seguimos opinando que aún no se sabe interpretar el verdadero espíritu de las jornadas de mayo. Pero nos congratulamos de que los propios acontecimientos se hayan encargado de demostrar a los Comités que su actuación ha sido de un calibre pésimo y nefasto.»

Es en este mismo número 1 que Eleuterio Roig, uno de los principales redactores36, hace un paralelo entre julio del 36 y mayo del 37, en un artículo de la página 3. Subraya que, si la ocasión de las jornadas de julio del 36 fue perdida, las jornadas de mayo permitían volver a la revolución. Pero si «la gran ocasión de Julio [del 36], se perdió por ineptitud y falta de visión práctica», si consistió en un «error», en cambio, en mayo del 37, hay que hablar de «traición» y, concluye el artículo, «la cabeza de los culpables tiene que rodar por el polvo».

Pero la condena del ministerialismo no sería completa si no se hubiera recordado que los líderes han entrado en el gobierno de la Generalidad y en el gobierno central en un momento en el que el pleno de las organizaciones regionales de la CNT se planteaba la unidad proletaria en el marco de organismos revolucionarios, junta nacional y juntas regionales de defensa. Es un artículo de la página 4 de este primer número del Amigo del Pueblo que se encarga de denunciar esta desviación burocrática. Para terminar, este artículo subraya que las columnas de la prensa de la CNT han sido cerradas a los opositores y que por esta razón ha sido necesario editar una «hoja» que pueda reafirmar las posiciones revolucionarias.

Las etapas de la contrarrevolución

Una de las tareas que se dan Los Amigos de Durruti es la denuncia de las maniobras contrarrevolucionarias. Hemos visto como el primer número del Amigo del Pueblo, a propósito de las jornadas de mayo, ha comenzado este trabajo. En él se saludan a las Patrullas de Control «como fuerza de orden revolucionario», y a quién, amenazadas en su existencia, el periódico ofrece sus columnas «para cuantos asuntos les interese dar a publicidad». También se anuncia en el mismo número la supresión de los tribunales populares y el retorno de la antigua magistratura, un recuadro señala el asesinato de Berneri y Barbieri. Sobre todo, el balance de las jornadas de mayo es anunciado: 500 muertos, 200 heridos, numerosos revolucionarios encarcelados.

El segundo número, editado el 26 de mayo, reproduce en primera página, en negro y rojo, un bonito grabado que representa la toma del cuartel de Atarazanas, los días 19 y 20 de julio del 36, donde también se ve la efigie de Francisco Ascaso, muerto durante aquellos combates. Bajo el grabado, una mención contra la censura se extiende a todo lo ancho del periódico, y debajo de esta, un gran recuadro escrito en letras negras sobre fondo rojo dice:

«Nos oponemos a todo armisticio37. La sangre derramada por los trabajadores españoles, es un valladar infranqueable en el que se estrellarán los menejos que patrocinan los políticos indígenas y la diplomacia capitalista del mundo entero.

Vencer o morir. No cabe otra solución.»

De cada lado de este recuadro, se pueden leer los dos trozos de un artículo titulado «Propósitos de mediación», que aclara efectivamente el peligro de un armisticio que permitiría restablecer «los privilegios de las castas contra las cuales se levantó el proletariado ibérico en las memorables jornadas de julio.» Las potencias europeas sacarían provecho de este armisticio, mientras que Hitler obtendría zonas de influencia y mientras que la conquista de Abisinia por los italianos sería reconocida. Estas potencias ven «el peligro evidente de que nuestros anhelos se contaminen a los parias vecinos y a los esclavos de allende los mares.

Por estas razones, los Estados fascistas y las potencias democráticas tienen un interés especial en ahogar la guerra que sostenemos, que es la propia revolución armada. Nosotros no cejaremos en la lucha.»

Bajo el título «Las jornadas de Mayo», la página 2 del mismo número da precisiones sobre la manera con la que el PSUC a organizado las provocaciones, con el acuerdo de los partidos catalanistas. En página 4, bajo el gran título «la contrarrevolución sigue avanzando», varios artículos centrados sobre el acontecimiento del cambio de Largo Caballero por Negrín a la cabeza del gobierno. Es el editorial que atrae especialmente nuestra atención en esta página, pues los acontecimientos van a dar la razón a Los Amigos de Durruti. He aquí los principales pasajes de este editorial:

«La crisis que se ha producido en el gobierno de Valencia es el corolario lógico del meditado plan contrarrevolucionario que hemos vivido de manera uniforme en el suelo catalán. [….]

La prensa que aplaudió el «alto el fuego», afirmó a grandes voces que de las jornadas de mayo salía robustecida la autoridad del Gobierno de Valencia. Pero no era lógico que fuese precisamente un Gobierno de contextura sindical quien recogiese los frutos de la intervención de los cuerpos uniformados.

Largo Caballero cayó en desgracia. [….]

[….] Las potencias democráticas que están interesadas en un cese de la disputa española, quieren preparar el terreno para un problemático arreglo. La CNT es un estorbo para toda componenda. Era necesario, pues, que el gobierno de Valencia tomase una consistencia de algodón en rama.

El partido comunista español ha sido el adalid de este profundo cambio que ha sufrido la política española. Los marxistas, que de tales sólo poseen la etiqueta, han capitaneado todas las ansias contrarrevolucionarias que ya hacía tiempo que pugnaban por surgir a la superficie con trazos indestructibles.

[….]

Los aspectos primordiales de la nueva situación radican en la plasmación de un ejército que ya no tendrá nada de común con aquellos hombres que en las primeras jornadas de nuestra revolución salieron a la calle desarrapados y con una fe sublime por la causa del proletariado. [….]

Y otra de las cuestiones que con mayor fuerza se ha debatido en esta crisis, hace referencia al desarme de la retaguardia, que, en palabras literales, se ha de interpretar por el desarme de la clase trabajadora.

[….]

A los anarquistas y a los obreros revolucionarios, no nos disgusta la salida de la CNT de la esfera gubernamental. Pero es que los representantes de la CNT no han abandonado el Gobierno por convicción propia, sino que han sido impelidos por las circunstancias.»

Los demás artículos de esta página denuncian «la resurrección del parlamento» que Negrín ha exhumado, las calumnias estalinistas, las simpatías marcadas por el conjunto de una «prensa venal» hacia el nuevo gobierno, y el encuentro en Londres del ministro socialista Julian Besteiro con el ministro británico de asuntos exteriores, Eden, precisamente en el momento en el que se produce el cambio de gobierno en Valencia.

Es casi superfluo recalcar que todos los números del Amigo del Pueblo, hasta el último momento, van a describir todos los hechos que marcan las etapas de la contrarrevolución. Recordaremos aquí los más significativos.

En el n°3, en primera página, se muestra como 24 horas antes de la orden de disolución de las Patrullas de Control, grupos de guardias de asalto y miembros del PSUC han agredido a una patrulla. Se mencionan los nombres de los camaradas de las Patrullas que han sido matados durante el suceso, así como las circunstancias del mismo. Nótese, de paso, que en los distintos números del Amigo del Pueblo se citan los nombres de los militantes asesinados.

La disolución de las Patrullas de Control será mantenida sin que por ello dimitan de sus cargos los representantes de la CNT en el gobierno de la Generalidad, como lo exigen Los Amigos de Durruti. Su periódico protesta también contra el encarcelamiento de militantes antifascistas, mientras que se otorgan facilidades a los detenidos fascistas, algunos de los cuales son liberados al aceptar tomar el carnet del partido comunista (más exactamente, del PSUC). Estos hechos casi increíbles están relatados, sobre todo, en el n°6, del 12 de agosto del 37, que alude a la situación de los presos antifascistas de la cárcel Modelo de Barcelona y de una cárcel de Madrid reservada especialmente a los trabajadores38. Toda la parte inferior de la primera página está dedicada a este asunto, así como varias notas en la página 2 y un artículo importante, titulado «Después de los sucesos / La represión del pasado mayo», en la página 3. Una de las notas de la página 2 precisa lo siguiente: «En la Cárcel Modelo, los fascistas controlan, en gran parte, el gabinete antropométrico, la enfermería…. y casi todos los destinos. En la cárcel, se dice misa, se entona el himno fascista, se saluda a la fascista, se hace propaganda fascista con la complicidad del PSUC, que recluta adeptos entre los elementos fascistas y muchos de ellos salen a la calle enrolados en el partido de Comorera y de Ovsenko. ¡Y el director de la cárcel fué propuesto por la CNT!»

En el mismo número, en la página 4, es planteada la cuestión del asesinato del líder del POUM, Andrés Nin, y el proceso del POUM por espionaje es denunciado como una obra del Komintern. Los Amigos de Durruti preveen que la maniobra infame contra el POUM se repetirá en poco tiempo contra los militantes de la CNT y de la FAI.

Al final de la página 4, se vuelve a evocar la situación de la enfermería de la cárcel modelo39, y la página se acaba por la nota siguiente: «Al cabo de un año de las jornadas de julio, es más fácil libertar a un fascista que a un trabajador. Por cada camarada que es libertado, salen cincuenta fascistas.»

El n°7 del Amigo del Pueblo está dedicado en gran parte a elucidar la escalada de la contrarrevolución. En primera página, se notará un artículo importante sobre la represión en Aragón. El artículo da precisiones sobre el asalto que dió la división de Líster a las colectividades40, asalto acompañado por el cierre de los locales de las organizaciones libertarias, el arresto de militantes, de los miembros del consejo de Aragón, disuelto por el gobierno Negrín. En la página 2, se adelanta la cifra de 800 trabajadores encarcelados en Barcelona y un recuadro bastante importante enumera las distintas etapas franqueadas por la contrarrevolución en poco más de un año:

«Trece meses justos:

I. Triunfo del proletariado en las jornadas de julio.

II. Colaboración con la pequeña burguesía.

III. Disolución de los comités antifascistas.

IV. Golpe político de la URSS en el gobierno de la Generalidad.

V. Muerte de Buenaventura Durruti.

VI. Avance de la contrarrevolución.

VII. Boicot de las columnas confederales.

VIII. Venta de la ciudad de Málaga.

IX. Jornadas de mayo. ¡Alto el fuego!

X. Gobierno Negrín en Valencia.

XI. Gobierno presidencialista en Cataluña.

XII. Pérdida de las Patrullas de Control y de los Comités de Defensa.

XIII. Orden Público y Defensa arrebatados por la contrarrevolución.

XIV. Entrega de la factoría metalúrgica de Bilbao al fascismo.

XV. Asesinato de militantes de las organizaciones revolucionarias.

XVI. Represión violenta contra el proletariado.

XVII. Cárceles abarrotadas de trabajadores.

XVIII. Prisiones gubernativas.

XIX. Desaparición y muerte de Andrés Nin.

XX. Asalto de colectividades, sindicatos y centros culturales.

XXI. Aherrojamiento de la prensa revolucionaria.

XXII. Disolución del Consejo de Aragón.

XXIII. Miles de guardias, con abundante y moderno armamento, permanecen en la retaguardia cobrando el plus de guerra.

XXIV. Subida alarmante de las subsistencias.

XXV. Azaña, Companys y todos los grandes burócratas, siguen percibiendo los emolumentos de antaño.

XXVI. Escasez de la comida. En los restaurantes de lujo siguen atiborrándose los mercaderes de la revolución.

XXVII. El enchufismo al orden del día.

XXVIII. Los milicianos comen mal y cobran con gran irregularidad.

XXIX. Reconocimiento de las prerrogativas religiosas.

XXX. En Valencia se celebra la primera misa con carácter oficial.»

 

Pero no es posible acabar con esta cuestión de la contrarrevolución sin indagar especialmente el problema del ejército. A lo largo de este estudio, hemos demostrado como, insidiosamente, el gobierno hacia todo lo posible por sustituir las milicias por un ejército de tipo tradicional, herramienta especializada y cortada de las fuerzas populares. Un importante artículo editado en la cuarta página del n°5 (del 20 de julio del 37) nos va a permitir medir hasta donde se ha llegado un año después del 19 de julio del 36. El artículo se titula precisamente «Hacia la creación del ejército de la contrarrevolución». He aquí lo esencial del artículo:

«Indalecio Prieto, ministro de la Defensa Nacional, decreta:

PRIMERO: Queda rigurosamente prohibido a los individuos de los ejércitos de tierra, mar y aire, hacer propaganda encaminada a obtener de soldados, clases, jefes u oficiales, su ingreso en determinado partido político u organización obrera, debiendo respetarse con los máximos escrúpulos la libertad de pensamiento de los combatientes, en cuanto basta como título de lealtad estar adscritos a cualquiera de los núcleos políticos o sindicales de significación antifascista.

SEGUNDO: Las propuestas o meras indicaciones de un superior a un inferior para obtener de este el cambio de su significación política o sindical, serán consideradas como constitutivas de un delito de coacción y determinarán la «degradación» de quien incurriera en tal delito, sin perjuicio de la responsabilidad penal que le correspondiere.

La única clase incapaz de aprender las leciones sangrantes de la Historia es la burguesía. Aun después de grandes experiencias, incluso de la Revolución Francesa con el ejemplo de Carnot, sigue aferrada a construir un ejército «apolítico».

A nosotros no se nos engaña con ese mito de imparcialidad que se trata de patentizar con ese Decreto. Conocemos perfectamente los simulacros de fusilamiento realizados por Líster y el Campesino en la región del Centro, contra los elementos pertenecientes a nuestras organizaciones. Ese apoliticismo vuelve a crear la propaganda clandestina en los núcleos militares como antes del 19 de julio. Es la burgesía que impulsa aceleradamente el proceso de la contrarrevolución. Es la amenaza brutal de la dictadura pseudodemocrática retornando sobre el proletariado revolucionario e impidiendo a éste la libre expresión de sus ideas. [….]

Y nuestro movimiento sin oponerse a tales decretos dignos del reformismo socialdemócrata. Nuestros combatientes coaccionados por estos intrusos que en julio retroceden cobardemente ante la provocación fascista y que hoy, sin dignidad alguna ni sentido aglutinador, se lanzan abiertamente contra los luchadores revolucionarios.

Nuestros comisarios de guerra ya lo saben. Pueden ser degradados. Y los elementos que aceptaron, no ya la militarización en el aspecto de coordinar las energías para hacer la guerra, sino para aceptar las leyes que la burguesía legisle en este aspecto, también. [….]

¡EJERCITO REVOLUCIONARIO AL SERVICIO DE LA LIBERACION DEL PROLETARIADO! He aquí nuestra consigna. Y a trabajar incansablemente. A impedir que otra vez el militarismo de clase renazca por nuestras vacilaciones y carencia de visión revolucionaria.

Al centralismo socialdemócrata debe sucederle igual que al fascismo. ¡¡NO PASARA!! ¡¡LES APLASTAREMOS!!»

Entablamos de esta manera otra cuestión fundamental, la de la relación guerra-revolución y, por ende, el problema de la defensa armada del territorio revolucionario. Es en cada número del Amigo del Pueblo que se alude a este problema.

Guerra y Revolución

Ya en el primer número, aparece un artículo en cuarta página, titulado precisamente «La Guerra y la Revolución». He aquí los principales pasajes:

«[….] Desde el primer instante del choque con los militares ya no es posible desglosar la guerra de la revolución. Seríamos injustos si creyésemos que nuestro Francisco Ascaso cayó valerosamente en Atarazanas por un mero afán de lucha. Francisco Ascaso ofrendó su vida porque él sabía que la sangre derramada por él y por el número considerable de camaradas caídos en las jornadas de julio, representaba un acicate en la trayectoria inquebrantable de las conquistas revolucionarias.

[….]

A medida que han transcurrido las semanas y los meses de la actual lucha, se ha ido precisando que la guerra que sostenemos con los fascistas no tiene nada en común con las guerras que se declaran los Estados.

[….]

Los partidos pequeño-burgueses y los marxistas oficiales son los que ponen más calor en disociar la revolución de la guerra. Nos dicen a los anarquistas que aguardemos a hacer la revolución hasta que hayamos ganado la guerra. Nos dicen que no seamos impacientes, que habrá tiempo para todo. Pero mientras tanto, los defensores de que se aplace la revolución para después de la guerra, procuran monopolizar los lugares de mando y los resortes del poder, con objeto de yugular la revolución.

Los anarquistas no podemos hacer el juego de quienes pretenden que nuestra guerra es tan solo una guerra de independencia con unas aspiraciones tan solo democráticas. Y a esas pretensiones contestaremos nosotros, los amigos de Durruti, que nuestra guerra es una guerra social.

La lucha armada que sostenemos los trabajadores españoles, es de un matiz idéntico a la epopeya de los trabajadores parisienses que, en el siglo XVIII, ofrecían sus vidas contra la oligarquía de las testas coronadas. Nuestra guerra es un símil de la Commune de Paris. Nuestra guerra posee el mismo sentido social que la lucha que sostuvieron los trabajadores rusos contra el mundo entero.

No es posible examinar la guerra sin hablar al mismo tiempo de la causa que la engendró. Algunos críticos de la hora actual tratan de presentar nuestra guerra como una consecuencia del levantamiento militar. Bajo el aspecto material, es cierto. Fué un caso de defensa legítima que abrasó a España entera al cabo de unas horas.

Pero hay que recapacitar. El malestar español parte de siglos. Nos tendríamos que remontar a lejanas fechas para demostrar que en España está planteado un litigio que no supo resolver la pequeña burguesía y que por incapacidad y cobardía de la mesocracia le ha tocado el turno al proletariado.

Partamos tan solo de las Cortes de Cádiz, y a través de la hilada de fechas llegamos al 19 de julio con una gravedad tal que es imposible afirmar que si los militares no se hubiesen echado a la calle, nosotros, los anarquistas, no hubiéramos empuñado las armas. Estoy completamente seguro que si los generales asesinos no hubiesen provocado esta guerra cruenta, también se habría producido un choque, que fue ahogado en abril y en octubre con raudales de sangre, en febrero, y que en julio ha alcanzado la extensión que abarca el drama español41.

Las razones históricas abundan en que la clase trabajadora está luchando por el aplastamiento de sus enemigos seculares que son los latifundistas, la iglesia, los militares, el capital financiero, los agiotistas, y lucha también por la desaparición de los organismos estatales, de cuyos resortes quisiera aprovecharse la pequeña burguesía para afianzar unos cuantos privilegios. Y a estos enemigos del proletariado se ha de agregar el capital internacional que en esta hora grave presta su apoyo incondicional al fascismo español.

¿Puede tolerarse que, después de nueve meses de una guerra bestial que asesina a nuestros niños y a nuestras mujeres de una manera sádica, se diga que ya hablaremos más tarde de la revolución?

[….]

No. Los combatientes, los trabajadores que se parten el pecho en las trincheras, no comparten este criterio contrarrevolucionario.»

 

El dilema guerra-revolución se vuelve a plantear en el n°2 del periódico, pero bajo otro aspecto. El artículo, que también se titula «La guerra y la revolución», en tercera página, denuncia los beneficios y abusos que tienen rienda suelta en la retaguardia mientras que a los milicianos les falta de todo en el frente, así como también denuncia las colectas de donativos y suscripciones para la guerra con las que, «para colmo de los colmos, el gobierno de Valencia ha pagado una deuda contraída por los gobiernos burgueses con los financieros ingleses. Fijáos como corresponde el gobierno inglés. Los capitalistas ingleses, representados por Baldwin, contribuyeron a cerrar el cerco de Bilbao, aconsejando a los navieros ingleses que no acudiesen al puerto de Bilbao con sus barcos42.» El artículo denuncia las retribuciones y los sueldos enormes atribuidos al presidente de la República Manuel Azaña, a Companys, a los magistrados, a los diputados del Parlamento que se reúnen una vez al mes; denuncia a la alta burocracia que envía a sus representantes a París a darse la buena vida, los beneficios de los enchufados, de los nuevos ricos; denuncia el «crecido número de taxis que [en Barcelona] sirven, en muchísimas ocasiones, para pasear a crápulas y a mujeres de la vida», denuncia a «nuestros burócratas, los nuevos ricos de la actual situación, [que] van a tomar café en coche, [que] pasean a sus familiares en coche [….] mientras que las caravanas de víveres para Madrid han tenido que detenerse en repetidas ocasiones por falta de gasolina» y «mientras nuestros camaradas de Guadalajara no han podido destrozar al ejército italiano por falta de esencia». El artículo prosigue: «acudid a los cafés y a los restaurants de postín y veréis a la fulana que acicalada como en épocas de fausto capitalista, comparte con el amante la mesa del restaurant. Este espectáculo lo contemplaréis también en los cabarets y en los dancings. [….] Esta gentuza nos sabotea en el restaurant consumiendo lo que el trabajador no puede comer por no tener dinero para ello y lo que falta en Madrid y en los campos de batalla.»

 

Este artículo muestra de una forma viva que se necesita socializar la riqueza del país poniéndolo todo en común al servicio de la lucha y concluye, de esta manera, que no se puede disociar la guerra de la revolución. En todos los números del Amigo del Pueblo la cuestión es planteada, bajo una forma evidente o bien a propósito de otros problemas como hemos visto, por ejemplo, con la escalada contrarrevolucionaria. Mencionaremos únicamente un gran artículo, en página 2 del n°6, del 12 de agosto del 37, que, igualmente titulado «La Guerra y la Revolución», vuelve a desarrollar lo que fue puesto en evidencia en números anteriores. Pero sólo extraeremos algunas expresiones que nos parecen significativas. El artículo opone la consigna de «guerra» con la que «los dirigentes marxistas, que de marxistas no tienen nada, engañan al pueblo», y la consigna de «guerra y revolución», la única que pueda movilizar a las fuerzas obreras y que supone: «Revolución en la política. Revolución en el ejército. Revolución en la economía». Se trata pues del conjunto del programa revolucionario, pero también del peligroso problema de la defensa de la Revolución, del ejército revolucionario, del pueblo en armas.

La militarización

La lucha armada de los milicianos en el transcurso de las primeras semanas no ha planteado problemas teóricos pues ha sido la expresión de una autodefensa obrera, el combate de destacamientos revolucionarios, una forma de acción del pueblo en armas. Es con la necesidad de una sólida coordinación de las acciones de guerra, bajo la presión de las necesidades de avituallamiento, de armamento, de gestión de efectivos importantes, que se ha planteado el problema de la militarización.

Hay que decir que este término, de conotación burguesa, ha sido impuesto por los sectores que deseaban el restablecimiento del tipo de funcionamiento de un ejército clásico. Los Amigos de Durruti no han escamoteado las dificultades planteadas por la búsqueda de una solución que tenga en cuenta a la vez las necesidades de una lucha armada moderna de gran envergadura y del mantenimiento del carácter revolucionario del combate.

La hostilidad de Los Amigos de Durruti hacia las medidas gubernamentales de militarización de las milicias ya ha sido mencionada, pero es con el n°5 del Amigo del Pueblo que la cuestión es planteada con precisión. En él se pueden leer las proposiciones precisas hechas por los milicianos de la columna Durruti el 16 de enero de 1937, militantes de los que se compone, en su mayoría, la agrupación Los Amigos de Durruti43. Estos milicianos ocupan el frente aragonés, en el sector de Gelsa, y pertenecen a distintas unidades: «4ª agrupación de Gelsa; grupo Acción y Alegría; grupo Internacional; baterías de artillería; secciones de ametralladoras y demás centurias».

Bajo el título «El problema de la militarización», el texto es un llamamiento «A los compañeros, a las Columnas confederales». Ante todo, se precisa «en nombre de todas las centurias de la Columna Durruti» que no se puede atribuir el estancamiento del frente aragonés a cuestiones «de buena o mala organización, de este u otro sistema, sino [a un] problema de cantidad y calidad de material bélico»44. Pero la cuestión de la organización no es dejada de lado, puesto que lo esencial del texto es una proposición sobre «Dirección y especialidades de Compañías, Regimientos, Divisiones y constitución de un mando único colectivo del frente aragonés», que dice así:

«Nosotros, como militantes, proponemos a la Organización y a las Columnas Confederales el presente esquema, que creemos se amolda a nuestros pensamientos anarquistas:

Las compañías se constituirán en la forma siguiente:

* 4 escuadras de 12 hombres = 48, los cuales constituirán una sección.

* 4 secciones de 48 hombres = 192, los cuales componen una compañía.

* Un batallón se compondrá de 3 compañías de infantería y una de especialidades.

* Una compañía de especialidades (ametralladoras, morteros y fusil ametrallador) estará formada por 84 hombres que, juntos con las tres de infantería, darán un total de 660 hombres, o un batallón.

* Un regimiento estará formado por tres batallones, que dan un total de 1980 hombres.

* Una brigada se compondrá de 2 regimientos de Infantería, Caballería, Artillería y servicios especializados.

* Una división se compondrá de 2 brigadas.

Todas estas unidades estarán mandadas por técnicos salidos de las escuelas especiales de guerra. Tendremos el cuidado de que estos cuadros del frente aragonés estén compuestos, en lo posible, por elementos de las escuelas especiales de guerra auspiciadas por las Juventudes Libertarias. En cada una de estas unidaes se nombrará un delegado político, nombrado por los componentes de dichas unidades y que tendrá potestad en la marcha moral y administrativa, dejando para el técnico su peculiar actividad.

No se aceptará ningún distintivo que determine las diferentes posiciones de cada uno de ellos. El técnico podrá ser depuesto a petición de las unidades, depositando las quejas en un tribunal de la compañía, batallón, etcétera.

Se formarán Comités de Batallón por delegados de Compañía, de División por los de Regimiento y Comité del mando único del frente aragonés por delegados de las Divisiones.

Teniendo esta garantía de representación desde el mando único del Estado Mayor del frente aragonés hasta la Compañía, las órdenes para realizar operaciones no podrán ser discutidas. Se constituyen tribunales para fallar las faltas de transgresión a la disciplina, si son leves en el seno de la Compañía y si fueren graves en la División. Dichos tribunales estarán compuestos por los delegados políticos. El grado de sanción de dichas faltas se establecerá por normas de la más elevada justicia, aminorando siempre su extrema gravedad.»

Este texto, incluso si contiene imprecisiones, puede ser considerado como un esfuerzo serio para conciliar los imperativos de la lucha armada coordinada y el rechazo tanto del formalismo militar como de un supuesto apoliticismo.

En realidad, se acerca de las tesis de Camillo Berneri sobre la militarización45, y en el n°8, el último número que será publicado, del 21 de septiembre del 37, un gran recuadro en cuarta página46, titulado «Un Ejército Confederal», insiste sobre la necesidad de un ejército orientado políticamente:

«El ejército revolucionario es la propia revolución en armas. Sus componentes son los propios revolucionarios que lucharon a brazo partido por ella en los primeros instantes.

Por ser el lugar más combativo de la revolución, ha de ser siempre fiel a las esencias revolucionarias. Cuando el espíritu revolucionario desaparece del ejército, este se convierte en un instrumento bélico de carácter profesional que a la postre traiciona a la propia revolución.

La historia nos brinda el caso del ejército francés creado por la Convención. La mezcla de voluntarios y de tropas de línea no yuguló la revolución mientras prevaleció el espíritu de los sans-culotte. Pero a medida que fue imponiéndose el espíritu profesional, las jerarquías y las ambiciones de los jefes, aquel ejército que luchaba por extender los derechos del hombre allende las fronteras pasó a ser el juguete de un general afortunado y batallador.

En la URSS ha ocurrido exactamente lo mismo. Aquellos aguerridos soldados que en los arrabales de Petrogrado mantuvieron en vilo al mundo entero, son tan sólo un recuerdo. El espíritu revolucionario de los primeros días se ha trocado en un neto profesionalismo que sirve tan sólo a los designios de Stalin.

La duración y la intensidad de la guerra, obligan a grandes movilizaciones de hombres. Pero se ha de tener en cuenta que nunca se esfume el origen de nuestro ejército. Fue en julio, en Atarazanas, en el Paralelo, en la calle de San Pablo en donde hombres descamisados, demacrados y trémulos de rabia se batían como verdaderos soldados de la revolución.

La CNT había de tener su ejército. Aquel entusiasmo de los primeros instantes hubiera permitido crear un ejército nuestro y así hubiésemos evitado que las esencias de julio fuesen desnaturalizadas.

Las disposiciones que se han dado desde Valencia, prohibiendo la propaganda en las filas del ejército son un mito. A los soldados de la revolución hay que hablarles de la revolución, de ideas. Para sostener la dureza de las campañas, y para saltar de las trincheras en busca del enemigo, chapoteando el terreno cuajado de metralla, es preciso sentir con honda pasión un ideal, una honda convicción revolucionaria.

Los camaradas de la CNT que derramamos nuestra sangre en los campos de Aragón hemos de mantener incolumes nuestros santos propósitos de redención social. Y para esto se han de apretar las filas de las columnas confederales.

En julio hubiésemos creado un ejército confederal. En Mayo también. Ahora hagamos cuanto podamos para que el ejército de la revolución y garantía de la misma sean las divisiones de la CNT.»

Estos textos están resumidos, como veremos más adelante, en las proposiciones de programa presentadas por Los Amigos de Durruti. Pero nos queda por examinar, antes de tratar esta cuestión fundamental del programa, un aspecto esencial del esfuerzo teórico realizado por Los Amigos de Durruti: las relaciones de los revolucionarios con la pequeña burguesía.

La pequeña burguesía y la revolución

Se ha podido notar en múltiples ocasiones en todo lo que precede, que el problema de las relaciones con la pequeña burguesía y con sus representantes políticos estaba constantemente presente en las preocupaciones de Los Amigos de Durruti. Nos ha parecido indispensable, sin embargo, recoger los principales pasajes de un artículo publicado en página 3 del n°4 sobre esta cuestión, titulado «La pequeña burguesía y la revolución». Después de haber indicado que los partidos «llamados marxistas» y que «de marxistas sólo tienen el nombre», como el PSUC, son en realidad los defensores de la pequeña burguesía mientras dicen ser representantes del proletariado, el autor (el artículo está firmado por un tal Atarca) deplora que «las organizaciones de tipo netamente proletario», «de un puro y abnegado historial obrero-revolucionario», adopten igualmente con respecto a la pequeña burguesía posiciones ambiguas. El artículo prosigue así:

«La pequeña burguesía, lastre social de ayer y de hoy, como lo será de todos los tiempos, tiene que ser suprimida en absoluto, no tan sólo de la dirección política, sino también de la administración autónoma que aún conserva, gracias a la benevolencia de nuestras organizaciones, en el concierto económico.

Esta clase – cuyo egoísmo es causa directa de todas las calamidades de orden social – sabe perfectamente que, de triunfar la revolución – que en este caso no puede ser más que proletaria – sus privilegios y otras franquicias quedarían automáticamente suprimidos. Y en el caso concreto que en la hora atual nos asiste, no ignora que el fascio indígena y de más allá de las fronteras le da toda clase de garantías para conservar sus posiciones y prerrogativas.

Esto quiere decir, concretamente, que la pequeña burguesía está más cerca de Franco que de la República y, mucho menos, de la revolución.

[….]

La pequeña burguesía es un peligro, en todos los órdenes, para el avance de la revolución y, si no sabemos utilizar oportunamente sus medios de ataque y defensa, se corre el riesgo de que gracias a sus actividades reaccionarias, ahogue en germen la obra revolucionaria a costa de tantos sacrificios iniciada.

[….]

La pequeña burguesía, como bien patentizado ha quedado más arriba, está más cerca del fascismo que de los que sustentan un criterio obrerista-revolucionario. En consecuencia, la pequeña burguesía sabotea – como continuará saboteando mientras se respete – la economía, que es lo mismo que sabotear la revolución.

Las pequeñas industrias y comercios, en manos de la burguesía, son armas esgrimidas por el fascio contra la revolución. Permitimos – la economía también es un arma de guerra – un enemigo con medios ofensivos en nuestra propia casa. Franco nos combate de frente y por la espalda. Sino, ¿quién puede integrar en la retaguardia la famosa quinta columna de que en cierta ocasión nos habló el fenecido Mola, a no ser la pequeña burguesía?47 La aristocracia, los grandes capitalistas, desaparecieron unos y fueron suprimidos otros; éstos no pueden formar la quinta columna, ¿quién la integra pues? No cabe la menor duda, repitámoslo: la pequeña burguesía.

[….]

No adoptemos posiciones ambiguas y confusionistas. Nuestra fuerza radica en el proletariado auténtico. La pequeña burguesía está efrente de nosotros, que es a la vez estarlo de la revolución. A la pequeña burguesía no hay que darle cuartel. Hay que combatirla y eliminarla. Que ciertos sectores antifascistas se dediquen a cantarles loas y se erijan en sus incondicionales defensores, no nos debe extrañar; esta posición es lo que más les caracteriza y evidencia como enemigos de la clase obrera. Pero la CNT y la FAI, ni directa ni indirectamente deben respetar sus posiciones, ni mucho menos mantenerse en un estado de indiferencia y pasividad frente a este problema. Pública y privadamente, hay que combatir, hasta su total aplastamiento, a esta clase. Ella es la encarece los artículos de primera necesidad. La que no se detiene ante nada con tal de aumentar sus caudales. La que propaga, junto con sus representantes políticos, bulos tendenciosos y confusionistas. La que odia sórdidamente la revolución. La que procura, por todos los medios que están a su alcance, que esta no triunfe. La que sabotea la economía revolucionaria especulando con los artículos más imprescindibles. La que nutre la quinta columna. La que serviría de dedo delator si por desgracia el día de mañana triunfara el fascismo. La que más sañudamente se cebaría, si esto fuera posible, con el proletariado. Hay pues que combatirla y eliminarla.»

En este mismo número 4, el editorial abajo de la última página, bajo el título «Una nueva fase de la revolución», denuncia de nuevo, no sólo la pequeña burguesía, sino sobre todo el confusionismo de la CNT y de la FAI:

«[….] No tuvimos la suficiente compresión para aplastar a los partidos pequeño-burgueses que disfrazados con un colorido escarlata se aprestaban a barrer el paso a los trabajadores insurrectos.

El ensayo pequeño-burgués ha perjudicado enormemente a las ansias del proletariado. La mesocracia organizada política y militarmente, pugna por retrotraernos a situaciones similares a las que prevalecían antes de las jornadas de julio. Y a medida que vayamos analizando la curva descendente que sucede a las fechas iniciales del levantamiento proletario iremos descubriendo la serie de contradicciones que fatalmente se habían de producir por estar uncidos al carro de la pequeña burguesía.

[….]

La lucha de mayo revistió las mismas características que la explosión de julio. ¡No sabíamos a donde íbamos! Sólo conocíamos que el enemigo trataba de arrebatarnos las conquistas de julio y que íbamos a defenderlas, pero faltó una directriz que en aquellos instantes supremos podía ser decisiva.

El eco de mayo comienza a esfumarse. Pronto será un recuerdo. [….]

Existen dos realidades innegables. Una de ellas económica y otra social. Respecto a la cuestión económica en España tenemos los Sindicatos que poseen un alto valor constructivo que nadie puede controvertir ni tratar de regatear. En cuanto a las funciones sociales, y de carácter local, los Municipios son los más indicados para desempeñar el ejercicio de las actividades propias de los centros urbanos y rurales.

Además hay que convenir en algo fundamental. La revolución necesita un órgano que vigile por la pureza de las realizaciones sociales. Es indispensable la constitución de una junta revolucionaria que de ninguna de las maneras se inmiscuiría en las funciones de los sindicatos y de los municipios. Esta junta revolucionaria sería elegida democráticamente por la clase trabajadora.»

Este artículo es fundamental pues anuncia el esfuerzo de análisis y el esfuerzo programático a los que Los Amigos de Durruti van a dedicarse a partir de este n°4 del Amigo del Pueblo, en un momento en el que lo vivido en las jornadas de mayo ya no acapara toda su atención.

Teoría revolucionaria y programa

Las posiciones adoptadas por Los Amigos de Durruti sobre los problemas a los que hemos pasado revista hasta aquí, no sólo son respuestas sanas, sino circunstanciales a las cuestiones planteadas por el desarrollo de los acontecimientos.

Precisamente, es en el n°4 del Amigo del Pueblo que la primera página está dedicada a la presentación, bajo una forma lapidaria, de una serie de proposiciones concretas:

«NOSOTROS «AGENTES PROVOCADORES E IRRESPONSABLES», PROPUGNAMOS:

Dirección de la vida económica y social por los Sindicatos.

Municipio libre.

El ejército y el orden público han de estar controlados por la clase trabajadora. Disolución de los cuerpos armados. Mantenimiento de los Comités de Defensa y de las Consejerías de Defensa.

Las armas han de estar en poder del proletariado. Los fusiles son la garantía máxima de las conquistas revolucionarias. Nadie más que la clase trabajadora puede disponer de ellas.

Abolición de las jerarquías. Batallones de fortificación integrados por los enemigos del proletariado.

Sindicación forzosa. Bolsa de Trabajo. Cese de recomendaciones para conseguir trabajo. Carta de racionamiento. Trabajo obligatorio. En la retaguardia se ha de vivir para la guerra.

Socialización de todos los medios de producción y cambio. Lucha a muerte contra el fascismo y sus encubridores. Depuración de la retaguardia. Creación de los comités de vecinos.

Implantación inmediata del salario familiar sin excepciones burocráticas. La guerra y la revolución ha de alcanzar a todos por igual. Supresión de pasaportes.

Movilización frente a la contrarrevolución.

Desobediencia total a las medidas coactivas del Estado, tales como la aplicación de la censura, desarme de los trabajadores, incautación de las emisoras de radio por el Estado, etc.

Oposición decidida a que los medios de producción sean municipalizados, mientras la clase trabajadora no sea duaña absoluta del país.

Retorno al sentido ámpliamente revolucionario de nuestras organizaciones.

Oposición total a la colaboración gubernamental por ser totalmente contraproducente para la emancipación del proletariado.

Guerra a muerte a los especuladores, a los burócratas, a los causantes del alza de las subsistencias.

En pie de guerra contra todo armisticio.»

Es evidente que este catálogo reúne puntos programáticos que no se sitúan todos al mismo nivel y que merece ser discutido48. Pero los números siguientes del órgano de Los Amigos de Durruti van a aportar precisiones. El n°5, del 20 de julio, se eleva al nivel del pensamiento teórico y nos aporta, sobre el conjunto de los problemas planteados, una respuesta sin ambigüedades. El editorial de la primera página, «Una teoría revolucionaria», es sin duda entre lo más elaborado de lo que Los Amigos de Durruti han aportado. Aquí va el texto en su integralidad:

«El giro que han tomado los acontecimientos después de los acontecimientos de mayo es realmente aleccionador. En la correlación de las fuerzas que se manifestaron en la calle durante las jornadas de julio, se ha producido una sensible transformación.

Aquel poderío gigantesco que giraba entorno de la CNT y de la FAI un año ha, ha sufrido un notable relajamiento. No se trata de que las masas se hayan divorciado del sentir revolucionario que es algo inherente a la organización confederal y específica49. Los trabajadores continúan abrazando el mismo frenesí de las primeras jornadas.

La trayectoria descendiente ha de atribuirse exclusivamente a la ausencia de un programa concreto y de unas realizaciones inmediatas y que por este hecho hemos caído en las redes de los sectores contrarrevolucionarios en el preciso momento que las circunstancias se desenvolvían netamente favorables para una coronación de las aspiraciones del proletariado. Y al no dar libre cauce a aquel despertar de julio, en un sentido netamente de clase, hemos posibilitado un predominio pequeño-burgués que de ninguna de las maneras podía producirse si en los medios confederales y anarquistas hubiese prevalecido una decisión unánime de asentar el proletariado en la dirección del país.

Pero no ha habido una visión de las incidencias vividas. En julio no interpretamos aquella hora grandiosa. Tuvimos miedo. Los cañones de las escuadras extranjeras infundieron pusilanimidad a un crecido porcentaje de militantes. Cedimos terreno a los sectores que más tarde se han enfrentado con las organizaciones típicamente revolucionarias con pretensiones de un destacado cariz reaccionario.

No consideramos que los fracasos hay que achacarlos exclusivamente a los individuos. Tenemos sendas pruebas de que la inmoralidad ha contribuido enormemente al deslunchamiento de fechas atrás. Pero lo que verdaderamente ha contribuído, es decir, ha decidido la pérdida sensible de una revolución que sólo se podía escapar de las manos de unos incapaces, es la omisión de una directriz que hubiera marcado de una manera inconfundible el camino a seguir.

La improvisación siempre ha dado resultados pésimos. Nuestra presunción de que las concreciones sociales se forjan sin que exista una determinante que vele celosamente por la salvaguarda de las premisas de la revolución, es un tanto desplazada. Y en julio el determinante eran la CNT y la FAI, cometiéndose la simpleza de que una revolución de tipo social podía compartir sus latidos económicos y sociales con los factores enemigos. Y este fue el error máximo, pues hemos dado calor a la pequeña burguesía que se ha vuelto airada contra la clase trabajadora, cuando por efecto de los derroteros de la guerra, ha hallado un firme sostén en las llamadas potencias democráticas.

En mayo se volvió a plantear el mismo pleito. De nuevo se ventilaba la supremacía en la dirección de la revolución. Pero los mismos individuos que en julio se atemorizaron por el peligro de una intervención extranjera, en las jornadas de mayo volvieron a incurrir en aquella falta de visión que culminó en el fatídico «Alto el fuego» que, más tarde, se traduce, a pesar de haberse concertado una tregua, en un desarme insistente y en una despiadada represión de la clase trabajadora. La causa la hemos señalado. De pruebas tenemos muchas. A los pocos días de julio, algunos militantes que han participado en las formaciones híbridas, afirmaban públicamente que se había de renunciar al comunismo libertario. Pero lo que no se puede comprender es que, después de esta negación, no se presentase inmediatamente una afirmación clara y categórica.

De manera que, al despojarnos de un programa, léase comunismo libertario, nos entregamos por entero a nuestros adversarios que poseían y poseen un programa y unas directrices. Desde este instante se perfiló nuestro desplazamiento, pues dábamos la razón a los partidos que tan sañudamente habíamos combatido y a quienes entregamos en bandeja una resolución que nadie nos podía regatear. La falta de sentido de clase también ha coadyuvado a la etapa de descenso que estamos presenciando. A través de determinados discursos se han lanzado expresiones de un calibre contrarrevolucionario. Y en nuestras intervenciones hemos ido a remolque de la mesocracia, siendo así que había de ser la organización mayoritaria de julio la que había de disponer, en un sentido absoluto, de la cosa pública. Y a los partidos pequeño-burgueses había que aplastarlos en julio y en mayo. Opinamos que cualquier otro sector, en el caso de disponer de una mayoría absoluta como la que poseíamos nosotros, se hubiera erigido en árbitro absoluto de la situación.

En el número anterior de nuestro portavoz precisábamos un programa. Sentamos la necesidad de una Junta revolucionaria, de un predominio económico de los Sindicatos y de una estructuración libre de los Municipios. Nuestra Agrupación ha querido señalar una pauta por el temor de que en circunstancias similares a julio y a mayo, se proceda de una manera idéntica. Y el triunfo radica en la existencia de un programa que ha de ser respaldado, sin titubeos, por los fusiles.

No obstante el cúmulo de errores cometidos es presumible que más tarde o más temprano se volverá a manifestar el proletariado. Pero lo que se ha de procurar es que en la ocasión inmediata no vuelvan a prevalecer los timoratos y los incapaces que nos han situado en un terreno que está erizado de sumas dificultades.

Las revoluciones sin una teoría no siguen adelante. «Los Amigos de Durruti» hemos trazado nuestro pensamiento que puede ser objeto de los retoques propios de las grandes conmociones sociales, pero que radica en dos puntos esenciales que no pueden eludirse. Un programa y fusiles.

Mantengamos el criterio apuntado en los Sindicatos, en los lugares de trabajo. Hagamos prevalecer nuestros propósitos. Sin nerviosismos estériles, sin precipitaciones contraproducentes, preparemos a la clase trabajadora para que sepa escalar de una vez el lugar que le corresponde y que, por falta de una teoría revolucionaria, se ha perdido lastimosamente.»

Los editoriales de los tres números siguientes, vuelven a insistir sobre la necesidad de un programa y de una teoría revolucionaria, tanto en el n°7 del 31 de agosto del 3750, bajo el título «Una dura experiencia», como en el n°8, «Para triunfar se necesita un programa». Pero estos artículos no nos aportan nada nuevo. En cambio, el n°6, del 12 de agosto, precisa uno de los puntos esenciales del programa con un editorial titulado «Necesidad de una Junta revolucionaria». Sobre este punto capital el texto aporta aclaraciones que no pueden ser omitidas:

«Uno de los aspectos que consideramos más transcendentales, de esta concepción que ha de informar el después inmediato de las jornadas callejeras, es el que hace referencia a la defensa de la revolución.

Los militantes de la CNT y de la FAI que nos agrupamos en «Los Amigos de Durruti», creemos que forzosamente se ha de velar por la pureza de las esencias revolucionarias, durante los días álgidos del frenesí insurreccional, y estamos completamente convencidos que, durante un periodo más o menos largo, se ha de ejercer una tutela que ha de estar encaminada a encauzar el ritmo de la revolución por el sendero que se manifiesta, siempre, en los primeros instantes.

[….]

Aceptando esta tesis, se ha de concretar acerca de la manera de estructurar este organismo rector y defensor de la revolución.

Las formas estatales, con su complicado engranaje, han fracasado completamente. La máquina estatal asfixia y acaba por crear nuevas promociones de privilegiados y de defensores de unas mejoras que atañen exclusivamente a un número reducido de individuos. Se necesita para el buen funcionamiento de la sociedad naciente una fórmula más ágil y dúctil, que permita cumplir honradamente las funciones sociales que son inherentes al nuevo momento que surge.

La constitución de una junta revolucionaria es una premisa ineludible. Esta junta estará constituída por una representación genuína de los trabajadores que hayan salido a la calle arma al brazo. Los hombres de las barricadas son quienes para defender la revolución y son los únicos que no traicionarán los frutos del triunfo.

[….]

La duración de la tutela que han de ejercer los trabajadores revolucionarios, dependerá del tiempo que tarde en consolidarse el nuevo orden de las cosas.

[….]

En julio se creó un comité antifascista que no correspondía a la envergadura de aquella hora sublime. ¿Cómo podía desarrollarse el embrión surgido de las barricadas con un codo a codo de amigos y enemigos de la revolución? No era el comité antifascista, por su composición, el exponente de la lucha de julio.

Es preciso captar las ansias que se manifiestan en la calle, y si se permite que se adulteren en los primeros momentos, es seguro que en los instantes sucesivos continuará la degeneración manifestada en las formas primarias. No cabe duda que si en los comienzos se mantiene una expresión rígida e incolume, la revolución alcanzará la meta por la que tantas vidas se han inmolado.

Además, existe una determinada zona de población que, aunque pase a confundirse con el estado de cosas incipiente, lo realiza por mero instinto de conservación. Estos individuos figuran en los Sindicatos, en los lugares de trabajo. A esta zona, que ha de calificarse de divorciados de la revolución, no se les puede conceder representación en los nuevos organismos y muchísimo menos se ha de conferir cargos a los que son declaradamente enemigos.

Por estas razones que preceden, somos partidarios de que en la Junta revolucionaria solamente participen los obreros de la ciudad, del campo y los combatientes que en los instantes decisivos de la contienda se hayan manifestado como paladines de la revolución social.»

Sobre los otros dos puntos fundamentales del programa que atañen al papel de los Sindicatos y de los Municipios, subrayaremos dos artículos. A partir del n°4, del 22 de junio, leemos en tercera página, bajo el título «La municipalización y la militarización», que el gobierno de la Generalidad pide la municipalización del avituallamiento, de los transportes, pero se trata en este caso de suprimir la gestión sindical en beneficio de las municipalidades contrarrevolucionarias, mientras que la reivindicación de Los Amigos de Durruti es la de los Municipios libres en manos de los trabajadores. Es en el n°7, en el último artículo de la cuarta página, que podemos leer, bajo el título «Todo el Poder Económico a los Sindicatos»:

«La revolución española se ha caracterizado por haber sido los sindicatos su exponente de mayor consistencia. [….]

Y así como en la ravolución rusa crecieron los soviets, como órganos de indiscutible supremacía, en nuestra revolución son los sindicatos quienes han de ejercer todo el poderío económico en la vida del país.»

Sobre estos puntos, pues, Los Amigos de Durruti no hacen más que tomar sin más precisión el programa de la CNT del Congreso de Zaragoza en mayo de 1936. Sin duda habría que revisar, a este respecto, lo que podemos considerar como una visión demasiado simple de la concepción anarcosindicalista. Pero nos parece que la discusión debe ante todo abrirse sobre el pequeño número de cuestiones fundamentales en las que el aporte de Los Amigos de Durruti es valioso:

* el análisis de clase, la condena de la democracia burguesa y la oposición del proletariado a la pequeña burguesía;

* la defensa de la revolución y los problemas planteados por la lucha armada;

* la naturaleza y la estructura del poder que debe ejercer el proletariado revolucionario.

Los Amigos de Durruti -un balance

Nuestra opinión

Para el militante que se esfuerza por contribuir al nacimiento de una memoria auténtica de la corriente anti-autoritaria del movimiento obrero, la cuestión se plantea de esta manera: ¿cuál es el aporte del episodio histórico que ha constituído el pensamiento y la acción de los Amigos de Durruti? Debemos pues, al término de este estudio, establecer un balance, hacer una especie de recuento de las insuficiencias y de los logros.

Debilidades, ¿por qué?

Si uno se refiere al conjunto de la historia del movimiento anarquista internacional, hay que acercar el aporte de los Amigos de Durruti al de los anarquistas rusos de la Plataforma, al de los análisis de los militantes italianos después de la aventura de los Consejos Obreros, al de las teorías de los comunistas consejistas en los países de Europa, sobre todo en Alemania después de 1920, al del balance de toda la izquierda anarco-sindicalista y consejista alemana, a los esfuerzos de los anarquistas búlgaros en la construcción de una organización inspirada por la Plataforma, a las experiencias que fueron, en Francia, la Unión Anarquista Comunista Revolucionaria de 1927 y, en 1934, la primera Federación Comunista Libertaria.

Ahora bien, los Amigos de Durruti nunca han aludido a este pasado todavía reciente en

1936. ¿Acaso lo ignoraban? Es, para muchos de ellos, al menos, muy probable.

Porque son militantes de un movimiento, el movimiento libertario español, cuyas características son muy peculiares. Hay que decirlo de nuevo, el anarquismo español se sitúa en el marco de una lucha de clases aguda, se apoya sobre un potente movimiento de masas de estructura sindical, pero se limita, en el plano de la teoría, a un conjunto vago de afirmaciones anti-autoritarias muy generales, a veces casi individualistas, sazonado con prácticas conspirativas y violentas, con una organización «específica» que recuerda a veces el carbonarismo del siglo pasado. Es por esta razón que una parte considerable de los militantes y de los sindicatos de la CNT ha tomado sus distancias con respecto a la FAI e incluso se ha acercado al «treintismo».

El movimiento libertario español, fiel a ciertos aspectos del bakuninismo, infiltrado por nociones morales y culturales más cercanas al humanismo pequeño-burgués que al rigor revolucionario, no ha ignorado totalmente lo que pasaba del otro lado de los Pirineos y sus militantes perseguidos han conocido bien a sus compañeros de Francia y de Bélgica. Pero, atado a su misal anarquista tradicional, no tomó en cuenta lo que venía del exterior.

Ahogados en este confusionismo y en esta complejidad, metidos desde el primer día en el remolino de los combates, los Amigos de Durruti parten de muy lejos y parten con retraso, cuando la burocratización del movimiento era ya irreversible y cuando el ministerialismo estaba aceptado, tal vez por resignación, por un gran número de militantes. Aparecieron sólamente en reacción a las intrigas e intentonas contra-revolucionarias que se desarrollaron en 1937, y no han constituído una oposición apoyada sobre un análisis sólido que tal vez hubiera podido salvar la

Revolución en julio de 1936.

Absorbidos por los combates de mayo del 37, seguramente creyeron en una victoria posible. Comprendieron rápido que su lucha no podía tener consecuencias prácticas si no se extendía a todo el territorio aún no conquistado por Franco. Sus textos rápidamente aparecieron no como la expresión de una posibilidad de rectificar la situación sino como un mensaje a los revolucionarios del mundo.

Partieron tarde y no llegaron: la burocracia instalada en el ministerialismo y controlando los engranajes de las organizaciones lo hizo todo para ahogar su voz. Ellos mismos, llevados por los acontecimientos, dispersados sobre los distintos frentes, paralizados por la militarización, desaparecieron rápidamente.

Cierto es que no es fácil crear una fuerza de crítica y de oposición en plena guerra civil, partiendo de una base de preparación doctrinal del todo insuficiente, ignorando prácticamente los esfuerzos teóricos realizados durante la década pasada en el movimiento internacional, si bien nadie hasta entonces había capitalizado estos esfuerzos en un conjunto coherente, e incluso si estos esfuerzos no pasaron siempre de cierta ambigüedad51.

Las insuficiencias de lo que han aportado los Amigos de Durruti se explican pues plenamente. Pero debemos a pesar de todo pasarles revista.

Los Amigos de Durruti no han sabido romper con un romanticismo revolucionario a veces disparatado, como no supieron romper con cierto culto del héroe. Estos defectos, aparentemente de poca importancia, sin duda contribuyeron a oscurecer sus análisis y les impidió acceder a una visión siempre clara de las realidades.

A este romanticismo se añade a veces una tendencia pronunciada a la simplificación: la supresión pura y simple de la pequeño burguesía, de un plumazo, se podría decir.

En cuanto a su concepción del sindicalismo como base de construcción del comunismo libertario, permaneció, como hemos visto, simplista y repetitiva. Incluso en lo que respecta a la estructura de la organización específica, se contentaron con ser los fieles guardianes de una tradición discutible: fueron partidarios del mantenimiento puro y simple del viejo anarquismo romántico y conspirativo de la FAI de 1927, y si rechazaron las nuevas estructuras de la FAI (presentadas en julio de 1937) fué con una gran pobreza en sus argumentos. Se limitaron a un anti-plataformismo deprimente52, cuando había que distinguir entre, por un lado, las desviaciones burocráticas que la nueva estructura podía favorecer en el marco de una carencia significativa de análisis teórico, y, por otro lado, la legitimidad del cuestionamiento de los pequeños grupos de afinidad.

Sobre el problema de la unidad obrera, así como sobre la constitución de la Junta Revolucionaria, hemos percibido claramente una evolución desde la reivindicación de Comités que representen a las organizaciones hacia la exigencia de organismos designados por las estructuras de base. Evolución positiva, incontestablemente, pero que deja a pesar de todo una impresión de ambigüedad.

Los logros

Y sin embargo, no podemos ser indiferentes al difícil combate que asumieron los Amigos de Durruti. Ni tenemos la impresión que se trata del simple re-descubrimiento de los cuestionamientos elevados en el movimiento libertario internacional.

Y es que su experiencia no es comparable a ninguna otra. Y es que han surgido en plena revolución y han sabido reaccionar inmediatamente a una serie de acontecimientos que ellos vivían cruelmente.

Su mérito es esencialmente el haber sabido definirse, incluso torpemente o de manera imperfecta, en pleno combate y a pesar del peso de las insuficiencias y del confusionismo del complejo movimiento libertario español.

Y además, al lado de las sombras, hay muchas luces.

Fundamentalmente, su aceptación de poner en dudas los tabúes, y ya se sabe lo que pesan éstos en el movimiento libertario tradicional: los Amigos de Durruti toman sin demora la defensa de los militantes del POUM, mientras los dirigentes de la CNT dudan y quisquillean; rehúsan condenar a los «marxistas» pero combaten a aquellos que de marxistas sólo tienen el nombre (y tal diferenciación es, en el movimiento español, una herejía); condenan la cobardía de los responsables que cuentan (para justificar su abdicación) con la democracia aritmética que otorga un peso injustificado a la pequeño burguesía; hacen estallar en pedazos la argumentación lamentable que asimila el comunismo libertario con la «dictadura anarquista»; denuncian las maniobras contra-revolucionarias que van amplificándose.

Pero lo que permanecerá como su aporte fundamental, es la resolución del dilema guerra-revolución, su toma de posición auténticamente revolucionaria, la afirmación de la necesidad de un poder obrero en oposición a la colaboración ministerialista, la preeminencia de un análisis de clase, la denuncia de la imprecisión teórica y de la improvisación. La necesidad de una Junta Revolucionaria se precisa poco a poco, siendo considerada esta junta como la emanación de los organismos de base y no de los cuarteles generales de las distintas organizaciones.

La difícil cuestión del armamento del proletariado y sobre todo de las necesidades de la lucha armada en las condiciones de una guerra moderna es abordada en plena situación de lucha. Las proposiciones más precisas, las más pensadas, han sido sometidas a prueba, en las unidades confederales. La necesaria organización militar es planteada junto con las medidas que garantizan la democracia en las unidades y que hacen inútil el viejo formalismo militar.

En fin, los Amigos de Durruti covergen con los logros de lo que ya se puede llamar el polo comunista libertario, en lo que toca a la necesidad de una organización revolucionaria específica, elaborando una teoría, un programa planteados como indispensables. Incluso si se discutiese la noción de «tutela» propuesta por los Amigos de Durruti, aún cuando sólo se trate de ejercerla durante los primeros tiempos del proceso revolucionario, hay que agradecerles por haber planteado este grave problema.

El balance es positivo, ámpliamente. La historia, trágica y breve, de los Amigos de Durruti permanecerá como un momento de gran importancia en la construcción del comunismo libertario.

 

BIBLIOGRAFIA

Esta bibliografía, voluntariamente limitada, sólo incluye aquellas referencias que todavía son disponibles y que se pueden consultar en biblioteca. Hemos dejado de lado, a propósito, los libros y folletos que pertenecen a colecciones personales o que sólo tratan de la Revolución española episódicamente53.

Camillo BERNERI «Guerra de clases en España» (ed.Spartacus, Francia)

Abel PAZ «Durruti» (1972)54

Juan GARCIA OLIVER «El eco de los pasos» Ed. Ruedo Ibérico, Barcelona 1978 (lecciones y conclusiones sacadas por uno de los dirigentes de la CNT-FAI, antiguo compañero de Durruti, durante su exilio en Méjico)

José PEIRATS «La CNT en la Revolución española» (editado originalmente por la CNT en el exilio, en 1952)

Victor ALBA «Historia de las Repúblicas españolas» Ed. Nord Sud, Paris, 1948

Nicolas LAZAREVITCH «A través de las revoluciones españolas» (Ed Spartacus, Francia)

Vernon RICHARDS «Enseñanzas de la Revolución española»

Carlos SEMPRÚN MAURA «Enseñanzas de la Revolución española»

Burnett BOLLOTEN «La Revolución española / La izquierda y la lucha por el poder» Ed. Ruedo Ibérico

Gerald BRENAN «El laberinto español (origines sociales y políticos de la guerra civil)» Ed. Ruedo Ibérico

Gabriel JACKSON «Historia de la guerra civil de España» Ed. Ruedo Ibérico

ANÓNIMO «Protesta ante los libertarios del presente y del futuro sobre las capitulaciones de 1937», por un «incontrolado» de la Columna de Hierro, Ed Champ Libre, 197955

Pierre BROUÉ, Emile TÉMINE «La revolución y la guerra de España» (punto de vista cercano al trotskismo)

César María LORENZO «Los anarquistas españoles y el poder, 1868-1969» (punto de vista de los posibilistas, de los dirigentes ministerialistas)

Frank MINTZ «La autogestión en la España revolucionaria» (análisis riguroso y cifrado de las experiencias colectivistas durante la revolución)

Gaston Lreview «España libertaria (1936-1939) / La obra constructiva de la revolución española» (testimonios y datos sobre las colectivizaciones recogidos por un libertario francés durante la revolución)

 

1 Séptimo y Octavo mes del calendario revolucionario francés (22 de Marzo al 20 de Abril & 21 de Abril al 20 de Mayo)

2 La Unión de Rabassaires, era un sindicato agrícola dirigido por la Esquerra Republicana de Catalunya (Nota: Lorenzo Mejías).

3 En realidad no es «un» partido socialista catalán como afirma Fontenis, sino «varios», los que se unen a la sección catalana del Partido Comunista. El principal de estos partidos es la Unión Socialista de Cataluña (Nota: Lorenzo Mejías)

4 «La CNT en la Revolución Española», José Peirats, ed. CNT, tomo 1, págs 55-58.

5 Esto fue denunciado por los «Amigos de Durruti» como una maniobra del ala reformista de la CNT (en el nº8 de su órgano, «El Amigo del Pueblo»)

6 Se puede encontrar frecuentemente esta concepción entre los anarcosindicalistas alemanes de la FAUD, los suecos de la SAC, los argentinos de la FORA, etc….

7 «Acracia» o total ausencia de autoridad, aparecía a los ojos de los anarquistas españoles como un término más claro que anarquía, de lo cual se desprende el uso del adjetivo «ácrata» como posible reemplazo a anarquista.

8 La CNT en la Revolución Española, J. Peirats, tomo 2, p. 328 (ed. CNT, Toulousse, 1952)

9 Consult Historie des Républiques espagnoles, por Víctor Alba.

10 En el corazón de las fuerzas de derecha, la «Falange» era el partido fascista, cuyos vínculos con el Fascismo italiano y con los Nazis eran abiertamente declarados.

11 Es, sin embargo, en estos logros en el terreno de la autogestión, que el movimiento libertario español fue capaz de mostrar su capacidad y su valor, y así escribir la página más hermosa de la revolución.

12 Por ejemplo, el periódico publicado por Prudhommeaux L´Espagne antifasciste tuvo que irse de Barcelona a territorio francés para evitar la censura cenetista. Guerra di clase, el periódico de los voluntarios italianos, inspirado por Berneri, tuvo que suspender su publicación.

13 Resulta edificante la consulta del trabajo de José Peirats sobre esta materia. La CNT en la Revolución Española, tomo I, página 275 en adelante. Edición de Buenos Aires, 1955.

14 Ver el final de la página 164 de la CNT en la Revolución Española de José Peirats, tomo 2, Ed. CNT.

15 Esto es verdad, en general, para Barcelona. Es imposible predecir que hubiera ocurrido en escala global, si el «cese del fuego» no hubiera ocurrido.

16 García Oliver y Federica Montseny, ministros del gobierno central, miembros de la CNT y de la FAI, Mariano Vásquez, secretario primero regional, luego nacional de la CNT.

17 Hay razones sólidas para creer que el asesinato fue perpetrado por separatistas ultra derechistas catalanes, vinculados al fascismo italiano. Los archivos de la policía secreta de Mussolini, la OVRA, que fueron encontrados después de la caída del fascismo, llevaron a la familia y amigos de Berneri a tal conclusión. Además en su libro «El eco de los pasos», pp. 431 -432, García Oliver, ministro de justicia al momento del asesinato, cuestiona la «obsesión» anarquista de culpar a los comunistas de todos los crímenes, y se inclina a ver la mano de la OVRA en el asesinato de Berneri.

18 En Grido del Popolo, órgano oficial del Partido Comunista Italiano, cuyo secretario era Togliatti.

19 La agrupación es constituida en febrero de 1937, según Jaime Balius, antiguo responsable de la redacción del Amigo del Pueblo, órgano de los Amigos de Durruti (citación de la relación escrita en mayo de 1978 por el grupo de la OCL – ex-ORA – de la ciudad de Arles, que pudo entrevistarse con Balius para el periódico Front Libertaire). Según una carta de Jaime Balius, del 24 de junio de 1946, a Burnett Bolloten (ver el libro de éste último «La Revolución española», ed. Ruedo Ibérico, p. 436), el grupo hubiera sido creado por milicianos del frente de Aragón, venidos a Barcelona para protestar contra los decretos de militarización. Hubiera alcanzado, a principios de mayo, unos efectivos de 4 a 5000 miembros. Solidaridad Obrera, órgano de la CNT en Cataluña, había publicado el 5 de marzo de 1937 un comunicado anunciando la creción de los «Amigos de Durruti».

20 La siguiente citación fue recogida por un testigo, Nicolas Lazarevitch, que la transmitió en un articulo en la revista La Revolution Prolétarienne, n°246, en mayo del 37.

21 No sólo en Barcelona, sino también en Madrid, donde los responsables locales de los grupos anarquistas y de las juventudes libertarias firman una resolución por la que expresan «una confianza ilimitada en el gobierno». Al contrario, Guerra di Classe del 9 de Mayo se solidariza enteramente con la resistencia obrera que «hubiera sido dueña de Barcelona en el transcurso de las primeras 24 horas de batalla si ordenes reiteradas de los organismos dirigentes no hubiesen frenado su magnifico y heroico impulso».

22 G. Fontenis se refiere aquí a los «representantes oficiales» y no al sentido militar de «oficiales» [nota del T.]

23 Pierre Broué es un historiador conocido, que fué miembro de la corriente «lambertista» del trotskismo hasta su expulsión a principios de los años 1990.

24 Nota del traductor: He modificado esta frase con respecto a la del texto original de G. Fontenis, pues éste último ignoraba la existencia de los demás números del Amigo del Pueblo en el momento en el que hizo este estudio. Según Agustín Guillamón, El Amigo del Pueblo tuvo en total unos 15 números, y fue publicado hasta finales de 1938 (A. Guillamón «La agrupación Los Amigos de Durruti 1936-1939», Balance – Cuaderno n°3 – 1996).

25 Esta afirmación, que aparece en el n°2 del Amigo del Pueblo, es decir el 26 de Mayo, es una respuesta a la intención de los dirigentes confederales de expulsar a los miembros de los Amigos de Durruti de la CNT. Y como lo recuerdan ellos mismos, en su funcionamiento federalista, la afiliación y la expulsión de la CNT sólo se realiza a través de los organismos de base. Los secretarios y las federaciones no tienen poder sobre esta cuestión.

26 Sin embargo, militantes conocidos de la CNT aportan su apoyo personal a los Amigos de Durruti. En las listas de suscriptores publicadas por El Amigo del Pueblo, se pueden leer los nombres de Jover, Iglesias o Chueca. Este último, Miguel Chueca, miembro del Consejo de Aragón, anarcosindicalista comedido con respecto a la FAI, manifestaba de esta manera su hostilidad hacia la burocratización de la CNT y hacia las capitulaciones de la dirección.

27 La detención de Jaime Balius será cubierta de silencio, incluso por la prensa confederal.

28 El Amigo del Pueblo, en francés «L’Ami du Peuple», es un título elegido en recuerdo del periódico de Marat durante la revolución francesa. Parte de los textos publicados por Los Amigos de Durruti (octavillas, periódicos, pamfleto teórico) han sido reproducidos en 1977 por los grupos Etcétera y Colectivo de Documentación Historico-Social en Barcelona. El colectivo precisa que dos de los números del periódico fueron redactados en la cárcel e impresos clandestinamente por militantes de la CNT con el papel destinado a otros periódicos libertarios y en las mismas rotativas que éstos. Los números 5 a 8 fueron, al parecer, impresos en Perpignan (Francia) «aunque no quede este aspecto totalmente claro». Entre julio y diciembre de 1961, algunos supervivientes de los Amigos de Durruti editaron cuatro números del Amigo del Pueblo en Francia, pero estos números, focalizados en la actualidad de aquel momento, no tienen interés para el presente estudio.

29 José Peirats expresa bastante bien estas disposiciones (op. cit., Tomo 1, abajo de la pág. 47 y principio de la pág. 48), a propósito de las polémicas que desgarran a la CNT en los años 30.

30 Desde su «Durruti. El proletariado en armas» (1972, reeditado en español en 1978), Abel Paz ha publicado además «Durruti en la revolución española» (1986), «Un anarchiste espagnol: Durruti» (1993), «Durruti 1896-1936 (imágenes de una vida)» (1996).

31 Cesar M. Lorenzo defiende en ese libro la posicion «ministerialista» de los líderes cenetistas. Hay que señalar que Cesar M. Lorenzo es hijo de Horacio M. Prieto, secretario nacional de la CNT en 1936 y principal inspirador de la integración de la CNT en el aparato estatal.

32 Hay que señalar que en varias declaraciones, y contrariamente a otros dirigentes de la CNT, Durruti da igual importancia a la revolución y a la guerra. En cuanto a la militarización, en el texto reproducido en el n°3 del Amigo del Pueblo, Durruti dice exactamente: «Si la militarización decretada es para meternos miedo y para imponernos una disciplina de hierro, se han equivocado, e invitamos a los que han confeccionado el decreto a que vayan al frente a ver nuestra moral y nuestra disciplina, y luego vendremos nosotros a comparar aquella con la moral y la disciplina de la retaguardia».

33 Ver la primera parte, al principio de «Las masas y los jefes».

34 Recuérdese la disolución del Comité de Milicias en septiembre de 1936, en Cataluña; el decreto sobre orden público del 20 de septiembre 36 por el que el gobierno de Madrid pone en manos del Estado todas las fuerzas de la retaguardia; la formación de un nuevo gobierno el 17 de diciembre del 36, en el que, por presiones del PCE, el POUM deja de estar representado.

35 Más de la mitad del manifiesto de los Amigos de Durruti está censurado, mientras que el manifiesto de los comités regionales está censurado en menos de un tercio. Sin embargo, el texto del manifiesto también fue dado a conocer al público en forma de octavilla, sin censura alguna.

36 El n°1 del Amigo del Pueblo publica los nombres de la redacción: Jaime Balius, Eleuterio Roig, Pablo Ruiz, Domingo, Paniagua.

37 Se trata de un hipotético armisticio entre el gobierno republicano y el de Franco, armisticio en el que piensan muy seriamente las pretendidas «potencias democráticas». Claro está, tal armisticio supondría que el gobierno «republicano» haya hecho entrar en razón a los revolucionarios.

38 El artículo hace referencia a las medidas propuestas por las autoridades de justicia: separar a los presos fascistas de los antifascistas y liberar a los antifascistas a cambio de su partida al frente (medidas rechazadas por los antifascistas). Hubiera existido en Madrid, según el artículo, una cárcel reservada a los trabajadores para separarles de los presos fascistas.

39 Según la nota, «la enfermería está completamente abandonada» y no es abastecida ni en alimentos ni en medicinas.

40 Enrique Líster, cuadro del Partido Comunista Español formado en la URSS, fué uno de los creadores del «5° Regimiento», milicia republicano-estalinista, que más tarde fue uno de los primeros núcleos del ejército popular.

41 Se trata de abril de 1931 (proclamación de la República), octubre de 1934 (revolucion asturiana), febrero de 1936 (victoria del Frente Popular) y julio de 1936.

42 Bilbao es la última plaza importante que cayó en el frente norte, después de Asturias y Santander. Desde el principio de la contienda, el frente norte quedó aislado del resto de la zona antifascista, y su aprovisionamiento por mar era la única forma de resistir.

43 El artículo dice «La agrupación «Los Amigos de Durruti», compuesta en su gran mayoría por compañeros del frente aragonés….»

44 Y, más adelante, el texto condena el chantaje que hace el gobierno central, que promete armamento a las milicias con la condición de que éstas se militaricen.

45 En su entrevista para Spain and the World, C. Berneri había declarado: «Por mi parte, soy partidario de una posición mediana: no se debe caer ni en el formalismo militar, ni en un antimilitarismo supersticioso…. Resumiendo pues, las reformas necesarias en la Milicia, desde mi punto de vista, serían las siguientes: distinción neta entre el mando militar y el control político; en el campo de la preparación y de la ejecución de las operaciones de guerra, cumplimiento riguroso de las órdenes recibidas, pero conservación de ciertos derechos fundamentales: el de nombrar y revocar a los oficiales». (Guerra de Clases, cuadernos «Terre Libre» abril-mayo 1938, pág. 29-30)

46 Todos los números de El Amigo del Pueblo tienen cuatro páginas, en un formato bastante grande.

47 El general Mola fue el «director» de la conspiración militar antes de julio del 36. Representaba el ala «republicana» y anglófila de los militares, frente al ala más «monarquica» y germanófila representada por Sanjurjo. Ambos generales murieron extrañamente en sendos accidentes de avión, dejando a Franco el protagonismo en el bando nacionalista.

48 Los Amigos de Durruti habían publicado un panfleto titulado «Hacia una nueva revolución», intentando reunir sus interpretaciones históricas y sus visiones teóricas y programáticas. Pero este texto es más bien un trabajo de divulgación y de propaganda, y más vale referirse a los escritos del Amigo del Pueblo. / «Hacia una nueva revolución» fue publicado hacia principios de 1938 y contiene, además de varios textos ya publicados en El Amigo del Pueblo, una introducción política rápida a la historia de España en los años 1930.

49 La organización «específica» es el nombre que se da a la agrupación anarquista, para distinguirla del sindicato.

50 El número lleva la fecha imposible del «martes 31 de septiembre», que es seguramente un error de imprenta. Mas bien pueda tratarse del 31 de AGOSTO, que era un martes en 1937, y que es anterior a la fecha del 21 de septiembre en que se publicó el n°8.

51 Hay que señalar sin embargo los esfuerzos programáticos citados por Daniel Guérin al final de su prefacio y continuados hoy por la UTCL.[nota del T.: los esfuerzos programàticos de la UTCL culminan con la publicación en 1986 del «proyecto comunista libertario», que puede ser considerado como el mayor aporte positivo de esta organización, si bien fué casi su último aporte]

52 Nos referimos aquí a la Plataforma de organización de los anarquistas rusos en el exilio, que preconiza una organización rigurosa de los militantes anarquistas y su intervención concertada en el seno de las masas.

53 La mayoría de estos libros han sido reeditados, las referencias de editorial que da Fontenis pueden ser caducas.

54 Abel Paz, militante de las juventudes libertarias de Barcelona, con 15 años en 1936, quiso alistarse en las milicias de la CNT pero no le dejaron por ser demasiado joven. Fue partidario activo de la revolución, miembro del comité de defensa de su barrio (El Clot) y como tal participó en las jornadas de mayo del 37. Entre el verano del 37 y principios del 38, se marchó a trabajar a una colectividad agrícola de la provincia de Lérida. Se exilió a Francia cuando cayó Cataluña, en febrero del 39. Ha escrito, hasta este año 2001, unos 15 libros sobre la revolución española, sobre el movimiento libertario español y sobre las diferentes experiencias de su vida.

55 Texto escrito por un militante anónimo y publicado por el diario Nosotros, en Valencia, en marzo de 1937. Dispongo del texto original en lengua castellana, si os interesa.

George Fontenis
Fuente: http://www.kclibertaria.comyr.com/lpdf/l037.pdf
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