Élisée Reclus: la pervivencia de la obra de un sabio justo y rebelde

Veo surgir nuevamente ante mis ojos el amado perfil de los montes, vuelvo a entrar con el pensamiento en las umbrosas cañadas, y durante algunos instantes puedo disfrutar apaciblemente de la intimidad con la roca, el insecto y el tallo de hierba.

(E. Reclus: «La Montaña»)

ReclusEntre la ingente producción bibliográfica anarquista hay autores y obras que parecen soportar magníficamente el paso del tiempo. Un buen ejemplo de ello es Jean Jacques Élisée Reclus, el geógrafo y revolucionario francés fallecido en 1905 en Torhout (Bélgica). La monumental obra de Élisée ha sido profusamente editada por los más diversos países del mundo y continúa siendo leída y estudiada cien años después de su fallecimiento. Y entre los personajes que se han confesado admiradores de su obra están figuras de la talla de Jules Verne, Manuel González Prada o Vicente Blasco Ibáñez.

Desde el final de la dictadura franquista han sido reeditados numerosos trabajos suyos como «El Hombre y la Tierra» (Madrid: Doncel, 1975), «El porvenir de nuestros hijos» (Madrid: Núñez, 1977), «Evolución y revolución» (Madrid: Júcar, 1979) «Viaje a la Sierra Nevada de Santa Marta» (Barcelona: Laertes, 1990), «La Montaña» (Salamanca: Amarú, 1998), o «El Arroyo» (Valencia: Mediavaca, 2001), en una edición especial para el público infantil. Y su obra ha sido estudiada en trabajos como la antología «Eliseo Reclús: La geografía al servicio de la vida» (Barcelona: 7 ½ Editorial, 1980) o el libro «Eliseo Reclus, la geografía de un anarquista» (Barcelona: Los Libros de La Frontera, 1983), de María Teresa Vicente Mosquete.

Porque en su venturosa vida, la defensa del ideal anarquista y los estudios geográficos se mezclaron a partes iguales, dando como resultado una obra singular y heterodoxa, que alcanzó una enorme popularidad. A falta de un ranking mundial de ventas de obras de «no ficción», no es arriesgado pronosticar que los trabajos de Reclus estuvieron entre los más leídos en todo el mundo en un siglo XX en el que apenas llegó a vivir. En España, los trabajos de Reclus fueron profusamente editados a comienzos del siglo XX y aún ahora es relativamente sencillo encontrarse con alguna de sus obras en rastrillos y librerías de viejo.

Al contrario que en el caso de su colega, correligionario y amigo Piotr Kropotkin, la obra de Reclus ha sido infinitamente más conocida en su vertiente de geógrafo que en la de militante anarquista. Pero en la publicación y difusión de la obra de Élisée Reclus (sobre todo en España) ha tenido mucho que ver la ideología anarquista de su autor; no en vano alguna de sus obras fue adoptada como libro de texto en la Escuela Moderna, y entre sus editores están algunos tan significativos como Maucci, F. Sempere y Cía, Vértice, Estudios o agrupaciones libertarias como las Juventudes Libertarias de Cataluña, Ateneo Libertario y Juventudes Libertarias de Cuatro Caminos (Madrid), etc. Resulta significativo el caso del controvertido anarquista insurrecionalista Severino di Giovanni, que utilizó el producto de alguno de sus atracos para emprender la edición de «El Hombre y la Tierra» en Argentina; y no fue en una de sus acciones como cayó en manos de la policía, sino llevando unas pruebas de imprenta del libro de Reclus…

Hay autores que incluso se sorprenden de la notoriedad de Reclus como pensador anarquista, cuando su obra teórica libertaria es muy reducida: en castellano sólo tenemos conocimiento de la publicación de varias ediciones de «Evolución y Revolución», «El porvenir de nuestros hijos» y los folletos «A mi hermano el campesino», «El ideal y la juventud» y «La anarquía». La única explicación posible es que su influencia como pensador libertario proviene de la enorme difusión de su obra como geógrafo, lo que le convierte en un caso único en la historia del anarquismo.

Quizá sea útil para explicar la popularidad de la obra Reclus el dar un repaso a su biografía y a la vez intentar comprender la influencia que su trayectoria vital tuvo en la formación de sus ideas. Élisée Reclus nació el 15 de marzo de 1830 en la localidad francesa de Saint-Foy-La-Grande (Dordoña), en el seno de una familia profundamente religiosa. Su padre era pastor protestante y Élisée fue el segundo de los catorce hijos que tuvo.

Reclus recibió una magnífica formación intelectual en Alemania y hacia 1847 regresó a Francia con la intención de seguir sus estudios en la Facultad de Teología de Montauban, pero fue sorprendido por la revolución de 1848, y comenzó a dirigir sus preocupaciones hacia las doctrinas socialistas. Después de recorrer la Francia mediterránea, mezclado en agitaciones de signo socialista, su padre intentó que volviera a los estudios de teología en Berlín. Fue allí donde se operó una transformación decisiva en el joven Reclus: abandonó definitivamente los estudios religiosos a la vez que comenzaba a asistir a las clases de geografía de Karl Ritter.

Aunque cierto poso religioso nunca le abandonó (según Bakunin, Reclus era el vivo ejemplo de «cómo se podía ser profundamente religioso siendo, a la vez, ateo»), Reclus enfocó su vida hacia la geografía. Durante una breve estancia en Francia, en el verano de 1851, Élisée y su hermano Élie vivieron el golpe de Estado de Luis Bonaparte. Como consecuencia de su participación en la resistencia republicana, los hermanos Reclus tuvieron que exiliarse, a Londres primero y a Irlanda después. Y fue así como sus dos pasiones, geografía y socialismo quedaron indisolublemente unidas. En Reclus el amor a la naturaleza, y a las personas, se manifiesta como una misma cosa; por ello una de sus grandes obras posteriores se titularía precisamente «El hombre y la tierra».

Después de Irlanda, su destino fue Estados Unidos. Allí descubrió la esclavitud y se indignó por el régimen a que se sometía a las personas de color; luego viajó a Colombia, donde participó en proyectos agrícolas de escaso rendimiento económico, hasta que una amnistía permitió su regreso a Francia, a la altura de 1857. Fue en esta nueva época de su vida cuando Reclus conoció a Karl Marx (1862) y Mijaíl Bakunin (1865), tomando partido por el anarquismo de este último. Su hermano Élie abrazó también las ideas anarquistas y en 1868 viajó por España y tomó contacto con los primeros núcleos internacionalistas, coincidiendo en su viaje con la misión fundacional de Giuseppe Fanelli.

Hacia 1870 Reclus era ya un respetado geógrafo, y había publicado dos de sus más famosas obras, inspiradas en sus viajes de años anteriores: «Historia de un arroyo» e «Historia de una montaña». Pero también era un militante libertario que participaba activamente en la Comuna de París, siendo por ello encarcelado en 1871. La presión de la comunidad científica internacional (entre algunos de los personajes que pidió su libertad estaba Charles Darwin), hizo que la pena de prisión fuera conmutada por la de destierro, y fue así como Reclus partió para Suiza a comienzos de 1872. Una vez allí ingresó en la recién formada Federación Jurasiana, en la que militó junto a Bakunin y James Guillaume.

Su vida en Suiza transcurrió en una relativa estabilidad, pues Reclus, embarcado en el proyecto de una «Nueva Geografía Universal» de 19 tomos, trabaja incansablemente y viaja por todo el mundo completando sus observaciones entre 1873 y 1893. Fue en esta etapa de su vida cuando Reclus trabó conocimiento y amistad con el geógrafo y anarquista ruso Piotr Kropotkin, que colaboró con Reclus escribiendo la parte rusa de aquel tratado geográfico.

El tramo final de su vida transcurrió en Bélgica, donde colaboró en la fundación de la Universidad Libre y escribió la más conocida de sus obras, «El Hombre y la Tierra»; en Bruselas impartió clases de geografía hasta su muerte, el 4 de julio de 1905, a los 75 años.

Los años que siguieron a su muerte no significaron el ocaso de su obra, sino que fueron, por el contrario, de renacimiento y difusión masiva de la misma. Veamos el caso de España: solo un año después del fallecimiento de Reclus, Francisco Ferrer Guardia publicaba en Barcelona a través de las Publicaciones de la Escuela Moderna el primero de los seis tomos de «El hombre y la tierra», traducido por Anselmo Lorenzo; la obra se ponía también al alcance de las clases populares mediante una edición en fascículos. Y al mismo tiempo, Vicente Blasco Ibáñez emprendía la publicación en Valencia de su «Novísima Geografía Universal», traducida y prologada por el propio escritor valenciano.

Tanto «El hombre y la tierra» y la «Novísima Geografía Universal», como las posteriores ediciones de «El arroyo», «La montaña», «Las fuerzas subterráneas», «La atmósfera», «Mis exploraciones en América», «Nieves, ríos y lagos» o «Nuestro planeta» en la valenciana editorial Estudios (con artísticas cubiertas de Monleón), poblaron los anaqueles de las bibliotecas de centros obreros, sindicatos y ateneos de todo signo. Se puede afirmar que eran muy escasas las bibliotecas progresistas que no tenían alguna obra de Reclus.

La obra de Reclus pervivió incluso después del golpe militar de 1936 y durante los años del franquismo. La aparente inocencia de la mayor parte de sus títulos permitió que sus obras se salvaran de la quema y que algunas corrieran de mano en mano entre la vieja y la nueva disidencia. Y así ha llegado a nuestros días la obra de este sabio justo y rebelde (como le denominó Max Nettlau en el título de su biografía); a partir de los años 70 fueron apareciendo los viejos volúmenes escondidos en los desvanes, disimulados en algunas bibliotecas públicas o reencarnados en nuevas reediciones.

Y también ahora se han renovado los lectores, llegados desde el ámbito de los estudios geográficos o desde el anarquismo, interesados en unos trabajos que no perdían actualidad. No sólo eso, sino que a medida que iban pasando los años, su obra se iba revelando cada vez más como precursora del pensamiento ecologista y uno de sus libros, «La montaña», se convertía en libro de cabecera de montañeros y grupos excursionistas.
Entre los muchos ejemplares de las obras de Reclus que han pasado por mis manos, tengo especial debilidad por aquél que se conserva en la Biblioteca del Ateneu Libertário Ricardo Mella de Coruña. Es el primer tomo de la «Novísima Geografía Universal» de Onésime y Élisée Reclus, enriquecido con anotaciones manuscritas de un religioso vigués de los años de posguerra; el celoso comentarista advertía a los lectores que no se dejasen engatusar por el contenido aparentemente inofensivo de la obra, ya que tanto su autor como su prologuista y traductor (Vicente Blasco Ibáñez), eran masones, ateos, hugonotes y no sé cuántas barbaridades más. En cierto modo, el «censor» tenía razón, ya que la obra de los Reclus estimula a los lectores y transmite valores que trascienden a su valioso contenido científico. Es por ello, precisamente, por lo que admiramos a su autor y le homenajeamos con este modesto trabajo…

Eliseo Fernández
http://www.nodo50.org/tierraylibertad/204.html#articulo6
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