El eco de las muletas: Una aproximación a Manuel Escorza del Val

El Eco de los Pasos” de García Oliver resuenan incansables por toda aproximación histórica a la Guerra Civil Española que se pretenda. Y como toda reconstrucción autobiográfica, no responde más que al vanidoso intento de maquillar favorablemente las crueles huellas con que se estampa inevitablemente nuestra acción. Para una inmensa mayoría de mortales, eso poco importa, pues son escasos los que adquieren trascendencia histórica alguna. Y nuestros errores, debilidades y mezquindades pueden quedar sepultados por el olvido y la indiferencia generalizada.

García Oliver quiso esperar hasta finales de los setenta (casi le pilla la muerte, pues murió dos años después) para contraatacar con este libro a otras obras y memorias de contemporáneos suyos, desde donde se le hacían valoraciones y críticas por todo aquello que hizo y por lo que no hizo; por lo que pudo haber hecho y por lo que pudo haber sido en ese torrente histórico por donde todos se precipitaron con mayor o menor estilo. Se nota en el eco de sus palabras la lucha contra varios fantasmas: por ejemplo, contra el de Durruti, y esa maldita sombra de simbolizar con su muerte el descalabro de una utopía (mientras que a él le tocó materializarlo con su supervivencia). Pero también contra la de otros muchos protagonistas de su tiempo, a quienes destripa a lo largo de su libro entre puntillas y navajazos.

Este es el caso, por ejemplo, de destacados miembros de esa FAI de la que reniega, como Federica Montseny y Abad de Santillán; o de otros destacados dirigentes que se colaron por la vorágine de los hechos, como el “Marianet” que acabó en la cima de una CNT en el clímax de su historia. Pero también de esos otros libertarios, como Balius y Los Amigos de Durruti, a quienes reprocha el haberse atrincherado en la coherencia ideológica cuando ya era imposible escapar del fango de la conversión axiológica. Y de muchos otros personajes que circulan abofeteados entre los desfiladeros de las contradicciones de este gran anarcosindicalista, pero que pasará a la historia como ex ministro de justicia. Por mucha música que le ponga a sus pasos.

Porque entre todos estos personajes minimizados proyecta su autorretrato, retando a un pulso historiográfico a todos aquellos que se atrevan a señalarle sus flaquezas, sus quiebros y sus instintos de supervivencia. Y no vamos a ser nosotros los que hurguemos en sus miserias: la realidad es que no le llegaríamos ni a la suela de los zapatos.

Y entre todos esos protagonistas con los que lidió en ese apasionante tiempo histórico, todos con sus luces y sus sombras, quizás sólo hubo un hombre que pudo haberle ninguneado. No se trata de Durruti, quien tuvo la “fortuna” de morir antes de que el fango le matara incluso el entusiasmo. Sino que es otro hombre que acabó mucho más crucificado que él, a causa del difícil papel que le tocó desempeñar en todo ese destello y ocaso libertario. Porque si a Oliver le tocó escenificar el papel de aquello que quería destruirse, esto es, “convertirse” en Estado, al otro le tocó ser la espada de los límites, esto es, ejercerse en las artes de la represión. Si a Oliver le tocó representar la cara “amable” de un fracaso, al otro le tocó ejecutar el trabajo más sucio con que ha de topar cualquier proyecto de transformar este podrido mundo. Nos referimos a Manuel Escorza del Val, responsable de la Comisión de Investigación de la CNT-FAI en Cataluña desde julio de 1936. Esto es, algo así como los servicios secretos libertarios de las regionales catalanas.

Y convertirse en la Inteligencia anarquista no debe ser fácil para nada. De hecho, descender al nivel de las cloacas es de entrada sumamente escabroso, puesto que es donde se configuran los choques tectónicos entre los distintos proyectos de sociedad. Guerra sucia, golpes bajos. Mentiras, traiciones y ruindad. Mucha, muchísima suciedad.

Para no ahogarse en tales charcos, la información, mejor dicho, la buena información, tiene un valor estratégico fundamental. Hoy que naufragamos en esta especie de orgía informativa, tan asfixiante como esterilizante, parece que la información sea precisamente un recurso abundante, por no decir sobrante. Pero la información buena, la de valor estratégico, sigue profundamente escondida, secreta y encriptada, y sobre todo, muy cara, carísima.

Esto lo saben perfectamente todas las centrales de inteligencia de todos los Estados del mundo. Y también lo saben las grandes empresas, ávidas de buena información, tentadas continuamente a caer en el espionaje industrial contra sus competidores más peligrosos. Hacerlo, y hacerlo bien, es signo de poder. Por eso, el espionaje y el contraespionaje siguen siendo cruciales, muy sofisticados, en guerras y batallas libradas a espaldas de un público anonadado entre espectáculos y tonterías.

La buena información, en cambio, es la que permite saber de los movimientos, de las intenciones, de los objetivos, de las tácticas y de las estrategias del “enemigo”. Lo que permite anticiparse a sus jugadas, minimizar sus golpes y poder atacarle en sus debilidades. La información es un recurso estratégico sin el cual de poco sirven los demás recursos.

Porque la guerra del espionaje y del contraespionaje se enmarca en la guerra sucia y latente que existe entre los distintos actores sociales (hoy mayoritariamente Estados, o protoestados, y grandes corporaciones, pero también a nivel de organizaciones políticas, sindicales, culturales, deportivas…), independientemente que se esté oficialmente en guerra. Y en esta guerra sucia, encubierta, de golpes bajos y operaciones de “bandera falsa” (esto es, atribuir a otros los golpes asestados o incluso los golpes autoinflingidos para justificar violencias propias de otro modo injustificables), disponer de la buena información es crucial. Al fin y al cabo, el éxito depende de la capacidad de asestar miedo al enemigo que está imbricado en esta pugna subterránea.

Pero la guerra sucia embrutece sumamente a sus protagonistas: difícilmente el torturador escapará de los efectos de su propia técnica de tortura; difícilmente el asesino escapará de la mirada de sus víctimas. En este sentido se entienden las palabras del historiador Pastor: «El autor ha podido hablar con miembros de diversas organizaciones clandestinas u oficiales (gubernamentales), y casi siempre ha podido constatar que los representantes de esta dialéctica sucia y encubierta experimentan aún graves resentimientos que, en cambio, no sienten – o los experimentan de una manera más moderada y diluida- los que combatieron en la aviación, la infantería, la artillería o la marina. Eso quiere decir que la lucha subterránea y de cloaca envenena el alma de un modo más profundo. El fenómeno es universal…» (2006, p 186).

Quizás por ello no se conocen escritos ni memorias de Manuel Escorza del Val, ni de ninguno de los miembros de la Comisión de Investigación que dirigía. Y para valorar su actuación, para discernir qué se hizo bien o qué mal en lo que debería ser una “Inteligencia libertaria”, incluso una “represión libertaria”, por muy mal que nos suenen juntas estas palabras, es de crucial importancia aproximarse a Manuel Escorza del Val y a su Comisión de Investigación. Y este artículo sólo pretende ser una aproximación bibliográfica a ellos. Con el ánimo de ampliarse a medida que vayamos encontrando más referencias o podamos acceder a documentos hasta la fecha ignorados. Aunque muy probable es que por la misma naturaleza de la Comisión, esto es, la de ser los servicios secretos y desempeñar las más sucias y turbias funciones, el propio rastro de sus quehaceres tuvo que haber sido destruido, cuando no limpiado, cuando no distorsionado. Y de momento, esto es lo que parece: todos los insultos y acusaciones recaen directamente sobre Manuel Escorza del Val. Nadie más de la comisión, ni tan siquiera su cuñado Liberto Minué, se han visto salpicados con tanta virulencia como él. Quizás es hora de empezar a rastrear todo lo que sobre Escorza y la Comisión se ha venido diciendo… En ese eco de sus muletas…

Podéis bajar el artículo completo en PDF o entrar en la revista.

Víctor Malavez

Fotografías: archivo familiar

Galería fotográfica de Catalunya Ràdio

http://www.instintosocial.org/el-eco-de-las-muletas-una-aproximacion-a-manuel-escorza-del-val/

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