Los látigos del hambre siguen diezmando al mundo
con clásicos azotes sin que medie la tregua.
Crece la indignación del animal más dócil…
Los más cínicos siembran demagogia y cautela,
aumentan sus pesebres
y engordan como puercos.
Los látigos del hambre golpean estadísticas,
cavan hoyos y aullidos donde guardan sus muertos,
y nos vuelven inmunes
a un dolor tan profundo.
No se duermen,
no callan,
no amainan su violencia,
no hacen huelga las manos del más viejo verdugo,
ni siquiera le sudan, se fatigan o tiemblan.
Marginados, hambrientos,
mendigos, vagabundos :
yo también me rebelo con vosotros.
Arrojo mi saliva contra el discurso huero
que vierten cada día los gobiernos del mundo.
A tu grito ancestral sumo mi grito
empuñando el fusil de la palabra.