[Reseña] Lucía Sánchez Saornil entre mujeres anarquistas, La Linterna Sorda, 2022

Cada cierto tiempo, con constancia, nos sorprende Ignacio Soriano, el biógrafo y bibliógrafo anarquista, con un nuevo libro; en este caso el primero que dedica en exclusiva a la vida de una mujer: Lucía Sánchez Saornil. Como ya es habitual, procede de la misma forma que en las anteriores vidas narradas; a través de la trayectoria vital de la compañera, y como hilo conductor que nos guía, nos da a conocer la inquietud colectiva de un pueblo: sindicalismo, anarquismo, feminismo, lesbianismo, ultraísmo, antimilitarismo, educación libertaria… No se trata, tal es la tradición libertaria, de la vida y el culto a la persona, sino de los testimonios de quienes deseaban cambiar el mundo. Lucía es el espejo en el que el autor refleja la historia. No va el tema de una heroína. Leyendo sus páginas podemos ver que en ocasiones es más una antiheroína. Es el hacer holístico de una colectividad lo que nos resalta; ahora con la mujer como protagonista. Son muchas de ellas, que parece que han permanecido invisibles e ignoradas, las que muestran su creatividad, actividad y evolución social, que abarca en este estudio desde principios del siglo xx hasta el final de la guerra civil, y el retroceso que supuso para la liberación femenina la victoria fascista tras la contienda. Los franquistas imponían con las armas y la fuerza bruta de la sinrazón lo que no supieron hacer valer con el argumento y el ejemplo.

Desde los inicios, el movimiento obrero consideró que la emancipación humana no podría darse sin incluir a la mujer en el proceso de liberación, pero esto quedó en mera teoría. Si bien es cierto que desde finales del xix las mujeres se van incorporando al mundo social muy lentamente, superando su exclusión del protagonismo político, cultural y sindical, en la práctica, incluso en la filosofía más emancipadora e integral, como era el anarquismo, su papel estaba relegado al ámbito familiar, a las tareas domésticas, al cuidado de los hijos y de los ancianos, igualmente en los hogares de los anarcosindicalistas. En España, en los años 30, su papel empieza a ser generalizado e importante, muy especialmente durante la Revolución.

En el mundo ácrata, la educación y la cultura son fundamentales en el proceso de justicia e igualdad. A principio de siglo xx Francisco Ferrer y Guardia crea la Escuela Moderna, que se fue extendiendo a lo largo de la geografía española aunque su principal ámbito se circunscribe a Cataluña. Algo básico, para considerarnos iguales hombres y mujeres, es la coeducación; que niños y niñas vayan a la escuela juntos, convivan en las mismas aulas, compartan espacios vitales. Se pretendía ilustrar a las mujeres (el analfabetismo se daba más en el ámbito femenino) y a la vez en igualdad de condiciones que los hombres. Lo que proponía era peligrosísimo para la sociedad de entonces. Su creador fue fusilado en 1909 y sus escuelas y editorial, clausuradas.

En un mundo de hombres, Sánchez Saornil fue la única mujer entre los ultraístas españoles; no sería solo en la poesía, también estuvo sola entre hombres siendo redactora del periódico CNT, como oradora en mítines anarquistas o entre pintores. Era una mujer polifacética. En el mundo laboral, trabajaba de telefonista cuando se afilió a la central anarcosindicalista. Para que nos hagamos una idea de cómo era la situación, y el ambiente que se respiraba, la huelga de Telefónica es un buen paradigma. En 1931 la CNT convoca una huelga con el fin de mejorar las condiciones laborales de los empleados de la compañía. La solidaridad era muy generalizada y la implicación en el conflicto, también. Hubo 30 muertos, 200 heridos y unas 2 000 detenciones. Uno de los compañeros muy comprometidos en estos acontecimientos fue el médico Nicasio Álvarez de Sotomayor, secretario del sindicato de Sanidad de la Federación Local de Madrid. Pero los vaivenes de la historia son muchos. Álvarez de Sotomayor pasó después a formar parte de las filas falangistas y en 1936 fue fusilado por los franquistas en Cáceres.

Las tierras y la riqueza del país estaban en manos de la aristocracia y de la burguesía y había mucha pobreza e injusticias. Una considerable parte de la población no aceptaba resignarse a seguir en la miseria y los terratenientes no transigían nada que permitiera revertir las estrecheces de los trabajadores. La situación era muy tensa; las condiciones sociales, muy extremas: se iniciaba la Guerra Civil.

Un hito femenino fue la creación de la organización Mujeres Libres y la revista homónima en 1936, de las que Lucía fue una de sus fundadoras y redactora. Para algunos críticos, son las que sientan las bases del feminismo actual; con matices. Si feminismo es que hombres y mujeres sean iguales pero en un sistema jerárquico e injusto, no. El feminismo libertario no solo desea la igualdad de los sexos, sino erradicar el Arriba y el abajo, explotadores y explotados, ricos y pobres. Agustina de Andrés lo expresa muy bien: «aspiramos a una sociedad de iguales y no podemos admitir la hegemonía de un sexo sobre otro, sino suma libertad para ambos, resolución de los problemas que a ambos afectan por el libre acuerdo y mutuo apoyo».

Cuando Mujeres Libres empezó, tenía por delante una importante labor para sacar a la mujer de lo que denominan triple esclavitud: de ignorancia, de hembra y de productora. La revista que lleva el mismo nombre que la organización estaba hecha casi exclusivamente por mujeres.

La Guerra Civil fue un período en el que Sánchez Saornil estuvo muy activa: escribía artículos, visitaba el frente para hacer entrevistas y conocer la situación de los milicianos, mantenía correspondencia con compañeras de otros países con el fin de recabar ayuda para la causa, daba mítines… Tuvo que desplazarse con frecuencia por toda la geografía peninsular: Madrid, Valencia, Barcelona… Tras finalizar el conflicto, se exilia a Francia. Cuando comienza la Segunda Guerra Mundial, regresa con su familia, que se había quedado en España, a vivir en la larga noche franquista. Falleció en Valencia en 1970.

Un índice onomástico facilita el acceso a la referencia que se hace de las mujeres, que son muchas las citadas, en las páginas del libro.

Para finalizar, una anécdota. No hace mucho, hubo en Madrid una polémica noticia bastante difundida por los medios. Un mural en una de las calles de la ciudad, iniciativa artística tomada durante el mandato del gobierno municipal anterior, incluía la imagen de varias mujeres. Con el cambio del consistorio se pretendió suprimir el mural para que la gente no tuviera como ejemplo a las peligrosas féminas. Tres de ellas eran anarquistas: Kanno Sugako, Emma Goldman y Lucía Sánchez Saornil. Emma y Lucía se conocieron durante la Guerra Civil española y mantuvieron relación epistolar. Una observación más detallada del mural por Ignacio Soriano dio a conocer que la cara de Lucía Sánchez Saornil no era la de ella, sino la de otra anarquista, Antonia Fontanilla, autora de una biografía de la poetisa libertaria. Quizás tengamos que agradecer al consistorio de la capital porque con su pretensión, que era silenciar, lo que ha conseguido es que tenga mayor trascendencia y se conozcan mejor estas mujeres, muchas de ellas ignoradas por la mayoría.

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