WikiLeaks y Assange en el punto de mira ¿Periodismo para el pueblo o montaje de la CIA?

Continúa la polémica con el caso WikiLeaks. Mientras en algunos medios alternativos se apuesta por el apoyo incondicional a Julian Assange y el proyecto WikiLeaks, en otros se pone en duda sus finalidades y se le acusa de estar financiado por los grandes poderes estadounidenses, incluyendo Israel, los Rockefeller o la CIA. Nos hacemos eco de dos puntos de vista enfrentados con la impresión, en primer lugar, que esto va para largo y, en segundo, que quizá no todo sea blanco ni negro.

WikiLeaks y las políticas informativas

AssangeEl siguiente artículo se adentra en las repercusiones del caso de WikiLeaks, relacionando la persecución que está sufriendo su fundador Julian Assange y las reacciones furibundas en su contra por parte de los Estados y de las grandes corporaciones de la comunicación con las políticas des-informativas que llevan a cabo.

Es un placer infrecuente ver a los políticos de todo el mundo tirarse de los pelos tras haber quedado sus vergüenzas al descubierto. El responsable ha sido WikiLeaks, que nos ha mostrado la labor de la diplomacia estadounidense y la información, los propósitos y las preocupaciones del poder dominante.
 
No es, pues, ninguna sorpresa que WikiLeaks haya sido recibido con hostilidad por los políticos y hombres de Estado norteamericanos, pero aún así las amenazas que se han proferido en su contra han ido más lejos de lo que cabría esperar. La derecha clama venganza. Sarah Palin ha llamado a que Assange sea “perseguido con la misma saña que Al Qaeda y los talibanes”. Mike Huckabee, que fue candidato en las primarias republicanas, ha declarado que Assange debería ser juzgado por traición y ejecutado. Al otro lado de la frontera Tom Flanagan, asesor del presidente canadiense Stephen Harper, comentó que a Assange deberían asesinarle. Flanagan se retractó más tarde de sus palabras y los comentarios de Palin y de Huckabee pueden atribuirse parcialmente al exhibicionismo de orgullo nacional, pero tales amenazas indican hasta qué punto han afectado las filtraciones a los políticos norteamericanos. 
 
Aunque para afrontar las últimas filtraciones se están desempolvando las leyes contra el espionaje, dichas sutilezas legales no bastan para aplacar a los más belicosos. Sabotaje, arresto, asesinato; Julian Assange puede ser juzgado por la calidad de sus enemigos y la cantidad de amenazas que se ciernen sobre él.
 
Los ataques llegan por todos los frentes. El senador Joe Lieberman exigió a las organizaciones que apoyan WikiLeaks que cesen sus relaciones con el sitio, y el dominio ha sido objeto de intensos ataques cibernéticos. Amazon dejó de alojar la página, afirmando que eso obedecía a una violación de las condiciones de servicio, no a presiones gubernamentales. Tableau Software dejó de prestar sus servicios a WikiLeaks. EveryDNS, otro servidor, también se retiró. WikiLeaks ha vuelto a la red en wikileaks.ch, pero los ataques continúan y a buen seguro continuarán. El ministro de cultura francés se ha hecho eco de las palabras de Lieberman y ha apelado a las empresas francesas que cooperan con WikiLeaks a dejar de hacerlo inmediatamente o “asumir las consecuencias”.
 
En paralelo, la policía sueca ha renovado la orden de arresto contra Julian Assange en relación con los cargos de violación y acoso. El caso, a decir verdad, apenas tiene base alguna. Una de las supuestas víctimas, Anna Ardin, tras el supuesto incidente, comentó en Twitter acerca de lo feliz que estaba de codearse “con la gente más simpática e inteligente del mundo” e intentó quedar con Assange para ir a una fiesta. Lo más curioso de todo es que Ardin intentó borrar sus comentarios en Twitter tras ir a la policía. Sin adentrarnos mucho en los intríngulis del caso, la falta de pruebas, el comportamiento de las supuestas víctimas y las muchas contradicciones de la acusación indican que no hay que tomarse en serio este caso, sino más bien como un ataque contra alguien que se ha ganado muchos enemigos poderosos.
 
Curiosamente, muchos periodistas y proveedores de noticias están mostrando una hostilidad parecida hacia la página de las filtraciones. Grandes empresas de la comunicación se han desentendido del contenido de los cables y se están centrando en la agitación diplomática y en la caza a Assange. En octubre Christian Whiton, un tertuliano de la Fox, llamó a declarar a los responsables de WikiLeaks “combatientes enemigos”, lo que permitiría “acciones no judiciales” contra ellos. Whiton, que fue un alto cargo del Departamento de Estado durante la administración Bush, sigue la senda de otros escritores reaccionarios, como Marc Thiessen, un antiguo asesor de Bush que pidió la persecución de Assange mediante las leyes contra el espionaje.
 
Además de indicar las incestuosas relaciones entre las corporaciones mediáticas y el Estado, vemos un chovinismo muy acentuado, contrario a la definición del periodismo en la tradición republicana norteamericana, como vigilante y fiscalizador del poder y como informador del pueblo.
 
La respuesta de la revista Time a la columna de opinion de Thiessen en el Washington Post es muy clarificadora a este respecto, poniendo el dedo en la llaga de los conservadores acusándoles de haber olvidado los valores tradicionales norteamericanos. Recordaban el caso de los “papeles del Pentágono”, cuando la administración Nixon fue duramente criticada por su sacrificio de la libertad de expresión en aras de la seguridad nacional.
 
“Nadie puede leer la historia de la adopción de la Primera Enmienda sin convencerse fuera de toda duda de que se trataba de procesos como este los que Madison y sus colaboradores querían proscribir de esta Nación para siempre. La palabra “seguridad” es una amplia y vaga generalización que no puede invocarse para pasar por encima de la ley fundamental de la Primera Enmienda. La salvaguarda de secretos militares y diplomáticos a costa de la información no ofrece ninguna seguridad real a nuestra República”.
 
Quizás el elemento más revelador de la histeria derechista es lo vacío que ha quedado un pilar fundamental del discurso político. En el caso de los “papeles del Pentágono”, con el cual se suelen comparar las revelaciones de WikiLeaks, la sentencia que absolvió a Ellsberg hacía una referencia explícita a la necesidad de una información fluida para la democracia.
 
«En ausencia de controles y contrapesos presentes en otros camposde nuestra vida nacional, el único freno efectivo sobre el poder ejecutivo en el área de la defensa nacional y de los asuntos exteriores descansa en una ciudadanía esclarecida, en una opinión pública bien informada y crítica capaz de proteger los valores democráticos… Sin una prensa de calidad y libre, no puede haber ciudadanía esclarecida”.
 
El descenso en las ventas de la prensa ha hecho que desde muchas corporaciones de la comunicación se haga uso de este discurso, pero no las ha animado a acudir en apoyo de WikiLeaks.
 
Cosa que fue especialmente notoria por el apoyo dado por algunas de ellas a una enmienda anti-WikiLeaks a una propuesta de ley federal para la protección de fuentes periodísticas. Desde el año 2004 los periodistas norteamericanos venían demandando una ley en ese sentido para poder defenderse de la ira de los gobiernos. Se trata de un asunto cada vez más candente, dado que la administración Obama ha interpuesto, en un acto sin precedentes, cuatro demandas simultáneas contra personas que han revelado datos de las agencias militares y de seguridad. En su defensa de la protección, los legisladores y periodistas parecen ser capaces de distinguir entre aquellos periodistas que son merecedores de dicha protección y los que no lo son.
 
Lucy Dalglish, directora del Reporters Committee for Freedom of the Press (Comisión de Periodistas en defensa de la Libertad de Prensa), lo dejaba claro en declaraciones a la revista Time: “se trata de difusión de datos y eso me preocupa… Los periodistas deben abrir un periodo de consultas antes de publicar material comprometido. WikiLeaks dice que lo hace. Pero los editores tradicionales pueden rendir cuentas por ello. Nadie sabe quién se encuentra al lado de Julian Assange”.
 
La responsabilidad es una palabra que siempre está en boca de las corporaciones de la información, pero se trata siempre de responsabilidad hacia los poderosos, no hacia la gente. Su diferenciación entre WikiLeaks y el periodismo casa perfectamente con la del portavoz del Departamento de Estado estadounidense, PJ Crowley, que ha afirmado que “el señor Assange persigue obviamente, con sus actividades, un objetivo político, y creo que eso, entre otras cosas, hace que no se le pueda considerar un periodista”.
 
Jay Rosen, un profesor de estudios sobre la comunicación en la Universidad de Nueva York, ha comentado que el papel de la prensa como fiscalizadora del poder terminó durante la guerra de Iraq, y que WikiLeaks ha llenado este vacío. No debemos sobrevalorar la importancia de la cruzada neo-conservadora, el servilismo de la prensa a los poderosos no es nada nuevo. Sin embargo, estamos de acuerdo con Rosen en que los medios corporativos han fracasado estrepitosamente a la hora de cumplir su papel en el marco de la teoría de la democracia. 
 
Es lo que Alexander Cockburn y Jeffrey St. Clair han llamado “la muerte del cuarto estado”. Los gigantes de la comunicación están cada vez más en manos de los poderosos y convertidos en portavoces de la desinformación estatal y de los intereses corporativos.
 
La guerra de Iraq fue el ejemplo más claro, pero no el único, del grado de facilidad con el que el Estado norteamericano y sus diversos organismos pueden manipular a la opinión pública en su beneficio. Esta guerra ha sido el mayor ejemplo de cómo no hacer periodismo, una mezcla de desinformación, distorsión y mentiras en estado puro que se le hicieron llegar a través de los grandes medios de noticias a las poblaciones de los Estados combatientes. Historias sin pies ni cabeza sobre las conexiones de Al Qaeda y campañas sensacionalistas sobre supuestas armas de destrucción masiva llenaron las transmisiones y las columnas de los periódicos mientras el ruido se hacía más y más fuerte.
 
Se gastaron miles y miles de millones de dólares en “gestión de la información” y la “guerra contra el terrorismo” fue un gran negocio para los ejecutivos y “grandes guerreros” de la comunicación como John Rendon, que tienen su campamento en el cruce entre Madison Avenue y la circunvalación de Washington. Definida como “las acciones destinadas a transmitir y/o escamotear una información determinada y datos a una audiencia para influir en sus emociones, motivaciones y objetivos”, la “gestión de la información” supone el control del flujo informativo y el diseño de la actualidad para modelar la respuesta del público.
 
Desde la izquierda solemos achacar la timidez de la prensa a quiénes son sus propietarios o a su dependencia de la publicidad, pero en gran medida las prácticas habituales de las grandes corporaciones informativas también se deben a un exceso de trabajo y unas remuneraciones cada vez menores. El ligamen con los intereses institucionales y su dependencia de ellos se complementa con una carencia de recursos para investigar nuevos casos. En un informe sobre la independencia de los medios elaborado por MediaWise y por la Universidad de Cardiff los investigadores descubrieron que el 60% de los artículos de prensa y el 34% de los reportajes televisivos provenían total o principalmente de fuentes “precocinadas” (como los servicios de relaciones públicas de las grandes empresas o agencias de prensa como Reuters y AP) y también que “el 19% de las noticias aparecidas en prensa y el 17% de los reportajes televisivos provenían de servicios de relaciones públicas y menos de la mitad del contenido de los medios parecía ser independiente de dichos servicios”.
 
El estudio fue financiado por el periodista Nick Davies para su libro “Flat Earth News”, que denuncia la dependencia de la prensa de los intereses corporativos y las prácticas asociadas con ello, que hacen que los periodistas cada vez estén más atados de pies y manos para hacer su trabajo.
 
Assange ha comentado que “para tomar una decisión sensata debes saber realmente lo que está pasando, y para tomar una decisión justa debes saber y comprender qué injusticias se están cometiendo”. Para los gestores del conocimiento, WikiLeaks es el sabotaje de la información; romper con el control que el Estado y las corporaciones ejercen sobre ella.
 
Las instituciones y organizaciones que modelan el mundo a su antojo raramente están interesadas en la transparencia, y el declive del periodismo ha sido una bendición para los poderosos. Ellos cuentan con “guerreros de la información”, pero WikiLeaks puede convertirnos en guerrillas de la información.

Si queremos conocer mejor el mundo en el que vivimos, si queremos construirnos nuestra propia idea acerca de las cosas, debemos apoyar a WikiLeaks, debemos apoyar a sus fuentes y debemos encontrar los medios para hacer periodismo para el pueblo, no para los poderosos.


¿Quién sostiene a WikiLeaks y a Assange?

WikileaksDespués del alborozo unánime que celebró las espectaculares revelaciones de WikiLeaks (WL) del 28 de noviembre se ahonda la polémica entre periodistas y medios serios respecto a probables segundas intenciones de Julian Assange/WL y, sobre todo, recrudece la gran pregunta: ¿quién está detrás de tan sensacionales revelaciones? Muchos creen que Assange no trabaja solo, como aseguraba el servidor del imperio británico creado por el novelista Ian Flemming.

Las sospechas varían desde un simple y llamativo lavado mediático superficial de la estropeada libertad de información mundial para demostrar que la democracia concebida por EEUU y Occidente es tan sólida que se permite tolerar críticas, en apariencia de gran envergadura pero que en el fondo no rebalsan la tradicional chismografía diplomática ya conocida pero que deja incólume a Israel, no alude la guerra secreta de EEUU en Pakistán y se saltó el episodio de la invasión de Líbano en 2006, incluida la derrota de Israel por Hizbulá, entre otros asuntos importantes.

Por añadidura, distrae la atención de la gente relativamente informada y pensante -que no abunda en el planeta- frente a los abiertos preparativos de nuevas guerras que están en las mentes de los gobernantes estadounidenses. Una guerra que podría estallar en Corea y/o Irán. O sea, WL sería otro show mediático a escala global con patrocinios muy oscuros que analistas de la talla del canadiense Michel Chossudovsky y publicaciones tan serias como Global Research, entre otros periodistas y medios, sitúan en Israel, la banca Rosthchild, la familia Rockefeller, el millonario George Soros, la propia CIA y otras instancias de poderes fácticos mundiales.

Lo primero que salta a la vista es el espaldarazo de WL a algunos grandes diarios que se hallaban próximos al rigor mortis. Ocurre que para saber qué dicen los 250.000 papeles del departamento de Estado no queda otro camino que seguir atentos al goteo diario de revelaciones de El País de España, el New York Times, el parisino Le Monde, el británico The Guardian y la revista alemana Der Spiegel, publicaciones insertas en poderosos intereses mediáticos globales. El atenuante es que no habría otro camino porque Assange previó que el sitio www.wikileaks.org sería bloqueado y cerrado, cuestión que no ocurrió tras las anteriores liberaciones masivas de documentos sobre Afganistán e Irak.

El canal informativo elegido por WikiLeaks para difundir los papeles de la política exterior de EEUU fortaleció a nivel planetario a los grandes medios instrumentales de los designios del imperio, como el NYT y El País que agonizaban en el mayor descrédito por su contumacia en fabricar propaganda disfrazada de noticia. La condición de intermediarios exclusivos -obsequiada por Julian Assange- entre los 250.000 papeles filtrados y el público equivale a un poderoso tónico de credibilidad que está creando la ilusión de un aparente tránsito de regreso de esos medios desde la propaganda pro estadounidense desenfadada al periodismo de verdad que alguna vez nos hicieron creer que cultivaban. Y el grueso del público no tiene otra forma de conocer los wikileaks, porque los numerosos sitios espejo únicamente cuelgan lo que ya apareció en los medios elegidos. Ya se supo que esos medios negociaron largamente con Assange y que antes pusieron en conocimiento del departamento de Estado los cables “más peliagudos”. Además, se tomaron la libertad de darles una nueva redacción a muchos mensajes originales, tacharon nombres “por razones de seguridad” y muchos mensajes, simplemente decidieron no publicarlos nunca, por estimarlos demasiado “sensibles”.

Entre los cables que esos grandes medios deciden que deben darse a conocer al común de los mortales tienen prioridad aquéllos cuyo contenido chismoso permiten al New York Times y a El País dar una nueva redacción a los textos originales y “sacarles punta” a fin de lesionar la imagen de países como Irán, Venezuela, Cuba, Bolivia, etc. Entonces, en una era en que la guerra también es mediática, cultural y psicológica, ¿de qué libertad de información se está hablando? Los grandes medios depositarios de los secretos de Wikileaks no han cambiado su carácter pro estadounidense. Tampoco han regresado al periodismo de verdad, o por lo menos a aquel que reveló sin autocensura ni censura previa, Los Papeles del Pentágono de los años 70, que no se entregaron antes al departamento de Defensa para que hiciera su propia evaluación previa. ¿Por qué Assange ignoró a importantes medios latinoamericanos como La Jornada de México y Página 12 de Buenos Aires y dejó a 500 millones de hispanoparlantes a merced del monopolio mediático autocensurado del grupo español Prisa, dueño de El País y signado por su propia línea editorial y sus intereses culturales y políticos globales, como propietario transnacional de grandes medios, radioemisoras y editoriales de libros en diferentes países hispano parlamentes, incluido EEUU?

Los cables de Julian Assange/WeakeLeaks (WL) difundidos por los diarios The New York Times, El País, The Guardian, Le Monde y la revista Der Spiegel excluyen a Israel pero aluden de preferencia a gobiernos “hostiles” a la política exterior de EEUU, como Corea del Norte, Irán, China, Rusia, Cuba, Venezuela, Bolivia, Nicaragua y otros, destacó el periodista canadiense Michel Chossudovsky en un extenso análisis en Global Research, cuyo título pregunta ¿Quién está detrás de WikiLeaks? (1).

Organizaciones progresistas, personalidades políticas y publicaciones de izquierda de todo el mundo elogiaron el trabajo de WL, brindándole extenso apoyo y cobertura. Las filtraciones se tipificaron como una victoria sobre la censura de los grandes medios corporativos. Pero ahora surgen voces que cuestionan los nexos de WL con campeones de la desinformación y la propaganda de guerra, como The New York Times, y destapan antiguas relaciones WL-Fredom House, entre otras vertientes poco conocidas de la peculiar organización de Julian Assange.

Diferentes voces críticas resaltan que no haya aparecido un solo cable redactado en la Embajada de EEUU en Jerusalén. También recuerdan que el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, dijo que Israel había «tomado la iniciativa» para limitar los daños causados por las fugas, y añadió que «no hay ningún documento israelí confiable que haya sido revelado por Wikileaks» (2). Asimismo, el premier fue presentado por Assange como «un héroe de la transparencia y la apertura», en una entrevista en revista Time (3). El fundador de WL elogió a Netanyahu como «un modelo de líder mundial que cree que la publicación de los documentos ayuda a la diplomacia internacional» y que «no es políticamente ingenuo (…) Él entiende lo que dice!» El propio primer ministro afirmó que las revelaciones eran «buenas para Israel».

En otro antecedente, Zbigniew Brzezinski, consejero de Seguridad Nacional de Jimmy Carter y fundador de la Conferencia Trilateral en los años 70, dijo: “Lo importante es saber quién está engordando a Wikipedia con este asunto… Wiki… Wiki…. Wikileaks, quiero decir”. Curiosamente, los contenidos de la Wikipedia sobre Israel también se cuestionan como marcadamente sionistas y sesgados con respecto a Palestina (4).

¿Quién paga la música?

Los grandes medios se conectaron temprano con los promotores del sitio WL cuando aún era proyecto. En enero de 2007, WL solicitó asesoría a Freedom House (FH) -ONG con sede en Washington que se autodefine como «organización de control de los gobiernos que promueve la libertad en el mundo»- y le ofreció un asiento en la junta de asesores. Un e-mail de WL a FH -citado por Chossudovsky- dice: «Buscamos uno o dos miembros para la junta -procedentes de FH que nos aconsejen en lo siguiente: 1) Las necesidades de FH como receptáculo de filtraciones que denuncien corrupción política y comercial; 2) Las necesidades de fuentes de filtraciones según la experiencia de FH; 3) Recomendaciones de FH de otras personas que puedan ser miembros de la junta de asesores; 4) Recomendaciones generales sobre financiamiento, desarrollo de alianzas, operaciones descentralizadas y contexto político» (WikiLeaks, Leaks, enero 2007).

WL también contactó a varias fundaciones corporativas en busca de fondos. El eje de su red de financiamiento es la organización alemana Wau Holland Foundation. «Estamos registrados como una biblioteca en Australia, como una fundación en Francia, como un periódico en Suecia», dijo Assange. WL está asociada en EEUU con dos organizaciones caritativas que gozan de exención de impuestos, conocidas como 501C3, que «sirven de fachada» para el sitio web, agregó. No ofreció los nombres diciendo que «podrían perder alguna fuente de financiamiento por sensibilidad políticas». Assange asegura que cerca de la mitad de los fondos WL provienen de donaciones modestas conseguidas por el sitio web, y la otra mitad de «contactos personales» , incluyendo «gente millonaria que nos contacta por iniciativa propia…» (WikiLeaks Keeps Funding Secret, WSJ.com, 23 de agosto, 2010). Chossudovsky sugiere que tras esa “gente millonaria” podrían estar poderes fácticos del mundo financiero que tienen su propia agenda de intereses.

La familia Rockefeller

El autor llamó a observar la afinidad de los socios de Assange en el NYT con el Consejo de Relaciones Exteriores (Council on Foreign Relations, CFR), llamado también “la cara oculta del poder global” o “el gobierno mundial invisible”, con unos 3.600 miembros que operan en la sombra, grupo selecto influido por grandes banqueros y, entre otros factores de poder, la familia Rockefeller.

Chossudovsky desconfía del acuerdo de colaboración y difusión entre el NYT y WL, primero porque la línea editorial del diario sigue generando mentiras, y segundo, porque el pedigrí de David Sanger, el corresponsal en jefe de la oficina de Washington que tuvo un papel relevante en la redacción de las filtraciones, se parece mucho al de un agente de inteligencia. «Revisamos los cables cuidadosamente para tratar de reescribir el material que pensamos que podría perjudicar a individuos o afectar a operaciones en proceso”, explicó Sanger en una entrevista sobre el tratamiento dado por el NYT a las filtraciones (5). “Hasta tomamos la medida inusual de mostrar alrededor de 100 cables al gobierno de EEUU y preguntarle si tenía sugerencias sobre la redacción de los cables». El desenfado del corresponsal jefe del NYT en Washington parece más propio de un agente encubierto que de un periodista.

Para Sanger, «es la responsabilidad del periodismo de EEUU, desde la fundación del país, dar la cara, tratar de involucrarse en los temas más difíciles de la actualidad y hacerlo independientemente del gobierno». Chossudovsky pregunta, socarronamente: “¿Cómo lo pueden hacer “independientemente del gobierno” y, al mismo tiempo, pidiéndole al gobierno de EEUU que haga sugerencias sobre la redacción de la noticia?”. En conclusión, “no se puede describir a David Sanger como un modelo de periodista independiente”, sostuvo el periodista y economista canadiense. “Es miembro del Consejo de Relaciones Exteriores (CFR) y del Grupo Estratégico del Instituto de Aspen, al que pertenecen entre otros Madeleine Albright, Condoleeza Rice, el ex Ministro de Defensa William Perry, el ex director de la CIA John Deutch, el presidente del Banco Mundial Robert B. Zoellick y Philip Zelikow, ex director ejecutivo de la Comisión 11/9.

En términos similares se pronunció F. William Engdahl, articulista prestigioso que con frecuencia escribe en Global Research sobre temas de economía política, quien opina que “la verdadera historia del señor Assange todavía no se ha contado”. (6) «Una mirada más atenta a los detalles, hasta ahora cuidadosamente filtrados por la mayoría de los grandes medios de comunicación internacionales más ultraconservadores del stablishment, como el New York Times, revela una agenda clara. La coincidencia es que esa agenda sirve para apuntalar la agenda geopolítica de EE.UU. en todo el mundo, desde Irán a Rusia y a Corea del Norte. WikiLeaks es un grande y peligroso trabajo de inteligencia de EE.UU. Por lo que probablemente se utilizará para las políticas de Internet», sentenció Engdahl.

La ironía es que después de haber promovido constantemente la desinformación, el NYT ahora es socio de WikiLeaks. Y por añadidura, “ha sido acusado de conspiración”, observó Chossudovsky. “¿Por qué? ¿Por revelar la verdad? ¿Por manipularla?”.

El periodista canadiense citó al senador demócrata Joseph Liberman: «Creo que WikiLeaks ha violado el Acta de Espionaje, pero, ¿qué pasa con las organizaciones periodísticas -incluyendo The New York Times– que aceptaron distribuir las filtraciones? Para mí, The New York Times ha cometido, al menos, un acto anticívico y si ha cometido un delito o no, creo que merece ser objeto de una investigación a fondo por parte del Departamento de Justicia» (7).

Chossudovsky recordó que varios periodistas estadounidenses miembros del Consejo de Relaciones Exteriores han entrevistado a WikiLeaks, incluyendo a Richard Stengel, Time Magazine (30 de noviembre, 2010), y Raffi Khatchadurian, The New Yorker (11 de junio, 2007). También dijo que el NYT “ha estado históricamente al servicio de la familia Rockefeller en el contexto de una larga relación. El actual presidente Arthur Sulzberger Jr. es miembro del Consejo de Relaciones Exteriores, hijo de Arthur Ochs Sulzberger y nieto de Arthur Hays Sulzberger, quien fue administrador (trustee) de la Fundación Rockefeller. Ethan Bronner, editor del periódico, al igual que Thomas Friedman, entre otros, son miembros del Consejo de Relaciones Exteriores (CFR)”. Añadió que “los Rockefeller, a su vez, poseen una porción considerable de acciones en varias corporaciones de medios estadounidenses”.

Para Chossudovsky, “nadie debería sorprenderse de que David Sanger y sus colegas del NYT centren su atención en una difusión altamente selectiva de los cables de WikiLeaks, enfocándose en áreas que apoyan los intereses de la política exterior de EEUU: el programa nuclear de Irán, Corea del Norte, Arabia Saudí y el apoyo de Pakistán a al-Qaida, las relaciones de China y Corea del Norte, etc. Estas filtraciones se usaron como material para artículos y comentarios del NYT”.

En resumen, los cables de la Embajada y del Departamento de Estado proporcionados a estos medios por WikiLeaks fueron editados y seleccionados para usarlos con fines de propaganda de guerra. No conforman un hilado conjunto completo de memorandos, ni tienen continuidad. Las filtraciones extraídas de una selección arbitraria de cables se usan para justificar la agenda estadounidense de política exterior. Un caso típico es el supuesto programa nuclear de Irán, al que se refieren numerosos cables del Departamento de Estado, al igual que el alegado apoyo del reino de Arabia Saudí al terrorismo islámico.

CIA-medios, una vieja relación

Chossudovsky recordó extensamente la documentación histórica de las relaciones de la CIA con los grandes medios corporativos de EEUU, remontándose al célebre trabajo de Carl Bernstein (periodista del caso Watergate) «The CIA and the Media», publicado en la revista Rolling Stones en 1977. Y Chossudovsky afirmó que el NYT «sigue manteniendo una relación estrecha no sólo con los servicios de inteligencia de EEUU, sino también con el Pentágono y, más recientemente, con el Departamento de Seguridad Nacional (Homeland Security)».

Asimismo, citó la operación «Mocking Bird», un plan pionero de la Oficina de Proyectos Especiales de principios de los años 50 -cuando fue fundada la CIA- cuyo objetivo fue ejercer influencia sobre la prensa nacional y extranjera. Desde su fundación, la CIA reclutó gente de los medios estadounidenses e incluso varios de sus directores y jefes de sección fueron primero reporteros de la United Press International (UPI). Bernstein citó a Frank Wisner, Cord Meyer Jr., Richard Bissell, Desmond FitzGerald, Tracy Barnes, Thomas Karamessines (jefe de la acción encubierta en Chile en 1970, que involucró el financiamiento de El Mercurio y el asesinato del comandante en jefe del ejército René Schneider) y el director Richard Helms (8), quien escribió las notas sobre «hacer chillar la economía» durante la reunión con Richard Nixon y Henry Kissinger en la que decidieron en Washington derribar al gobierno de Salvador Allende.

Desinformación para la guerra

«Desde 2001, los medios de EEUU han tomado un nuevo papel en la sustentación de la «Guerra Global contra el Terrorismo» y en el camuflaje de los crímenes de guerra patrocinados por EEUU”, escribió Chossudovsky. “Después del 11-S, el Secretario de Defensa Donald Rumsfeld estableció la Oficina de Influencia Estratégica, u ‘Oficina de Desinformación’, como fue apodada por sus críticos: ‘El Departamento de Defensa dice que necesita hacerlo, y van a plantar historias falsas en países extranjeros con el fin de influir en la opinión pública mundial’» (Entrevista con Steve Adubato, Fox News, 26 de diciembre de 2002).

En 1977, Bernstein describió algunos entresijos de la relación CIA-medios: «Más de 400 periodistas estadounidenses han desempeñado tareas secretas para la CIA, según documentación de la misma agencia (1950-1977). Las relaciones de algunos de estos periodistas con la Agencia eran tácitas; las de otros eran explícitas… Los reporteros compartían sus notas con la CIA. Los editores compartían sus ayudantes. Algunos de estos periodistas habían ganado el Premio Pulitzer… La mayoría eran menos destacados: corresponsales en el extranjero que se dieron cuenta de que su asociación con la CIA les resultaba beneficiosa para su carrera…»

Entre los ejecutivos que colaboraron con la CIA se encuentran William Paley de Columbia Broadcasting System (CBS), Henry Luce de Time Inc., Arthur Hays Sulzberger de The New York Times, Barry Bingham Sr. de Louisville Courier Journal y James Copley de Copley News Service. Entre otras organizaciones que colaboraron con la CIA figuran American Broadcasting Company (ABC), National Broadcasting Company (NBC), Associated Press (AP), United Press International (UPI), Reuters, Hearst Newspapers, Scripps-Howard, Newsweek Magazine, Mutual Broadcasting System (MBS), Miami Herald, el viejo Saturday Evening Post y New York Herald-Tribune (Carl Bernstein).

Bernstein: «El uso que la CIA realizó de los medios de comunicación estadounidenses ha sido mucho más extenso de lo que reconocieron públicamente funcionarios de la CIA en sesiones con miembros del Congreso». En los últimos años, la relación de la CIA con los medios se ha vuelto más sofisticada y compleja, destacó Chossudovsky. “Nos encontramos frente a una red de propaganda masiva, de la que forman parte varias agencias del gobierno”.

Chossudovsky: «La desinformación de los medios se ha institucionalizado. Las mentiras y fabricaciones son más y más descaradas si se las compara con las de los años 70. Los medios estadounidenses se han convertido en portavoces de la política exterior de su país. Agentes de la CIA «plantan» rutinariamente desinformación en las salas de redacción de los principales periódicos, revistas y canales de televisión: «Unos relativamente pocos corresponsales con buenas conexiones proporcionan las primicias, que reciben cobertura en las relativamente pocas fuentes de noticias dominantes en el medio, donde los parámetros del debate están fijados de antemano y la «realidad oficial» está establecida por quienes alimentan la basura de las cadenas de noticias» (Chaim Kupferberg, The Propaganda Preparation of 9/11, Global Research,19 de septiembre, 2002).

El NYT y El País ¿se volvieron “transparentes”?

Chossudovsky : “Hoy los medios corporativos de EEUU son instrumentos de propaganda de guerra. Por ello hay que preguntarse: ¿Por qué el NYT va repentinamente a promover la transparencia y la verdad en los medios apoyando a WikiLeaks en la difusión? ¿Y por qué la gente en el mundo no se detiene a cuestionar las bases de esta relación incongruente?”. Este cuestionamiento al NYT también es aplicable a El País de España.

En la superficie no hay ninguna prueba de que WikiLeaks sea una operación encubierta de la CIA, aseguró Chossudovsky. Sin embargo la relación estrecha y estructurada de los medios corporativos con los servicios de inteligencia de EE.UU., sin mencionar las conexiones de ciertos periodistas con el aparato de seguridad nacional, hacen relevante la cuestión del patrocinio de la CIA. 

Notas:

1) http://www.globalresearch.ca/index.php?context=va&aid=22389. En castellano, ver http://www.rebelion.org/noticia.php?id=118839 y http://www.rebelion.org/noticia.php?id=118917.

2) www.haaretz.com/print-edition/news/netanyahu-wikileaks-revelations-were-good-for-israel-1.327773

3) Time’s Julian Assange Interview: Full Transcript/Audio. Time. Wednesday, Dec. 01, 2010. http://www.time.com/time/world/article/0,8599,2034040-2,00.html

4) A Wikileaks se le ve el plumero, 3ª parte, Alfredo Embid, http://www.ciaramc.org/ciar/boletines/cr_bol339.htm#_ftn18

5) PBS Interview, The Redacting and Selection of WikiLeaks documents by the Corporate Media, PBS Interview on «Fresh Air» with Terry Gross, 8 de diciembre, 2010.

6) F. William Engdahl, Wikileaks: A Big Dangerous US Government Con Job , Global Research, 10 de diciembre, 2010. http://www.globalresearch.ca/index.php?context=va&aid=20580

7) WikiLeaks Prosecution Studied by Justice Department – NYTimes.com, 7 de diciembre de 2010.

8) Carl Bernstein, «The CIA and the Media», http://tmh.floonet.net/articles/cia_press.html

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