El mito de la revolución islandesa

IslandiaEn época de bonanza, Islandia era un país como cualquier otro que entró en el juego de la especulación, invirtiendo en negocios en el extranjero y contrayendo enormes deudas. Tras el colapso financiero en 2008, la ciudadanía salió a las calles forzando unas elecciones anticipadas y referéndums en los cuales más del 90% de la población se negó a pagar la deuda externa de los bancos. Allí ocurrió lo que en otros países fue impensable: se juzgaron a los banqueros y políticos corruptos, se limpió completamente el parlamento y entre la ciudadanía están redactando borradores para una nueva Constitución.

Desde Europa, ese acontecimiento fue calificado como una revolución y se vio con muy buenos ojos aquellos sucesos y trataron de seguirlos. Sin embargo, si entendemos una revolución como una transformación radical del sistema, es decir, un cambio desde la raíz que acabe borrando el anterior sistema para instaurarse otro nuevo, ¿realmente en Islandia fue un cambio radical? Pese a que también hubieron anarquistas que participaron en las protestas, no tuvieron demasiada repercusión y pese a que incluso hubo protestas violentas, no consiguieron radicalizar el conflicto y finalmente, el poder cedió y se lavó la cara. Resumiendo, la respuesta es no. Lo que pasó en Islandia fue una profunda reforma manteniendo las estructuras de siempre: economía capitalista intervenida por el Estado de carácter democrático conocido como “Estado de Derecho” o “Estado del Bienestar”. Se mantuvo el sistema bancario, las empresas, el parlamentarismo y siguen usando el dinero. No es el triunfo del pueblo, no nos engañemos, es la conquista de las clases medias. La explotación se volvió más sutil, pues siguen existiendo asalariados.

Islandia hizo una limpieza general y un profundo lavado de cara al sistema y ahora su economía vuelve a crecer, es decir, el capitalismo se ha desecho de los lastres y volvió a remontar y reforzarse. Al contrario que en Europa, Islandia no está en la UE y por tanto, tiene más independencia con respecto a otros países dentro de la zona euro, donde Alemania y Francia son los dominantes mientras que los países periféricos se convierten en colonias. Sin embargo, ¿es preferible tener un capitalismo amable con un Estado del Bienestar al estilo noruego o sueco? Para la clase media española (digamos los que viven en el engaño) es el sueño a realizar, pues anhelan la cómoda vida que había antes de la crisis financiera. Una vida como en los países nórdicos donde sobra el dinero y todos pueden consumir vorazmente es una vida enferma, hace que la gente se aborrezca y nunca se quede satisfecho dentro del bucle consumista de querer comprar las novedades, ir cada día al trabajo y gastar dinero cuando no se trabaja.

No obstante, ese patético sueño de una parte del conjunto de asalariados será un espejismo. El contexto social no es el mismo, pues en Islandia apenas hay medio millón de habitantes mientras que en España son más de 45 millones, por no hablar del tejido social, pues aquí hay un montón de gente desorganizada e incapaz de dar una respuesta contundente; a parte de que económicamente dependemos del resto de la zona euro con una evidente influencia de los dictados de Alemania. Y no digamos la impunidad de las clases adineradas, pues la corrupción es tal que se han hecho inmunes ante los jueces, más la estéril respuesta de la clase trabajadora.

Seamos consecuentes, que se juzguen a banqueros y políticos corruptos puede ser una buena noticia, pero si siguen habiendo banqueros y políticos, lo más probable es que la historia se vuelva a repetir. El sistema capitalista, por muy sutil que sea, siempre creará injusticias y desigualdades. Siempre habrá unos que trabajan y otros que explotan el fruto de ese trabajo. Desde aquí se ha mitificado las condiciones de vida de Alemania y más de los países nórdicos pero pocos cuentan que en Alemania están creciendo los trabajos basura, trabajos temporales y los famosos «minijobs», pocos hablan sobre los pocos que viven mal en Noruega o el alto índice de suicidios (causa de la neurosis que puede generar una sociedad donde solo hay espectáculo y rutina) porque no interesa.

El ciudadanismo, como movimiento reformista que es, ha borrado de un plumazo la conciencia de clase. Ha despolitizado las luchas y ha introducido la mentalidad pequeñoburguesa en la clase trabajadora. Además, el término ‘ciudadano’ engloba en una sola ‘clase’ a banqueros, políticos, empresarios, militares, policías y trabajadores; lo cual quiere decir que un ciudadano es aquel que vive dentro del sistema. Entonces, si hablamos de «revolución ciudadana» (término extremadamente vomitivo), hablamos de un acto inocuo que transformó el sistema neoliberal en un capitalismo amable.

Una verdadera revolución es aquella llevada a cabo por la misma clase trabajadora que, una vez recuperada la conciencia de clase, nos autoorganicemos acorde a la nueva sociedad que queramos construir, en nuestro caso, una sociedad libre y ello significa destruir el capitalismo y el Estado, expropiando los medios de producción que antes eran propiedad privada o estatal y pasen a estar bajo control obrero, es decir, se autogestionase. A la vez, el pueblo tendría que estar capacitado para sustituir las funciones del gobierno y organizar la nueva sociedad bajo el principio federativo, donde los órganos de decisión sean las asambleas de cada comunidad, donde cada individuo toma responsabilidades y se asocie libremente con otros individuos libres.

Una revolución implica una transformación radical tanto de la sociedad como de los individuos, y no un profundo lavado de cara manteniendo sus bases. Mito cazado.

Luis Pacual
http://www.mundolibertario.org/secciontumornegro/
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