Debate abierto: De la impotencia de la derrota a la derrota de la impotencia

viernes 8 abril 2016. 19:30h. 

Reflexión colectiva para la acción.

En medio de una crisis que, arrastrándose desde los años 70 del siglo pasado y, agudizándose cruelmente desde 2008, ha dado motivos más que suficientes a los explotados para una rebelión a gran escala que pusiera fin a este sistema de explotación, miseria, barbarie e ignominia, lo que tenemos, vivimos, vemos, padecemos, es todo lo contrario: rodilla a tierra, sumisión, consentimiento, rendición.

Con crisis o sin ella (aunque un capitalismo sin crisis es impensable e imposible) los movimientos de lucha de los oprimidos, nuestras tentativas de ruptura con este mundo invivible han sido ya aplastadas a sangre y fuego, ya absorbidas en beneficio del mismo sistema.

El capitalismo profundiza en su propia crisis, agudizando las desigualdades, ahondando en las injusticias, expulsando a más y más de los márgenes de la mera supervivencia, exacerbando la destrucción del planeta, la miseria de los más, la alienación de casi todos. La catástrofe se ha tornado un hecho cotidiano. Pero lo realmente catastrófico es la desaparición de la escena histórica de la lucha de los explotados.

Huérfanos de historia –pese a la sobreabundancia mercantil de libros que nos hablan de luchas que, incluso de un pasado reciente, sirven no ya para armarse en el presente sino para cebar la nostalgia incapaz –y sobre todo huérfanos de proyecto, quienes aún nos empeñamos en pensar la posibilidad de un mundo radicalmente distinto deambulamos como fantasmas; fantasmas que ya ni siquiera asustan.

De autogestionar un huerto urbano a la pretensión de construir relaciones horizontales e igualitarias en un mundo autoritario y jerarquizado, de pedir reformas en las leyes hipotecarias incluso con acciones espectaculares (p.e.: la dación en pago) a encerrarse en el centro social de turno, las prácticas subversivas son hoy un reflejo pálido y patético de lo que sería necesario hacer. Sin proyecto revolucionario de transformación radical de la sociedad (es decir, de abolición de la sociedad capitalista) y sin una práctica consecuente con ese proyecto, la actividad de los enemigos del capitalismo y del Estado se reduce a pantomima y comparsa de la extrema izquierda del capital.

Como habréis deducido, no compartimos en absoluto el optimismo de quienes ven el florecer de prácticas asamblearias y rupturistas por todas partes. En primer lugar, porque la forma asamblea en sí, incluso generalizándose, no implica un contenido de negación del mundo de la mercancía y el trabajo asalariado. Un capitalismo autogestionado de forma asamblearia sigue siendo capitalismo; el Estado, incluso desde la más directa de las democracias, sigue siendo Estado. En segundo lugar, porque comprobamos, desde la experiencia pura, como las supuestas prácticas rupturistas no son capaces ni siquiera de alcanzar el mínimo nivel de autodefensa deseable ante los ataques, brutales si duda, que la clase dominante asesta cotidianamente a nuestra clase.

Vivimos en la más absoluta de las derrotas, cuyo último episodio ha sido la integración por la vía institucional del movimiento ciudadanista del llamado 15M, tras lo cual la calle permanece silente, inerme y postrada. Los enemigos del orden, llámense anarquistas o como se quiera, desperdigados, aislados, recelosos, se dedican (nos dedicamos) a gestionar pequeñas parcelitas de subversión inocua desde su zona de confort: impotencia absoluta.

Este es parte de nuestro diagnóstico. Pensamos que es necesario asumir la realidad y comprenderla, sin paños calientes y con la más descarnada sinceridad, si queremos revertir una situación desoladora.
Porque seguimos creyendo en la reflexión colectiva como herramienta para armarnos desde la derrota, os invitamos a debatir con nosotras. Pensamos que es necesario dotarnos de espacios de encuentro y reflexión colectiva para la acción; es necesario romper la inercia y dejar de asumir la derrota como maldición inevitable.

http://comunidadenlucha.wordpress.com

 
en LaMalatesta. c/Jesús y María, 24 de Madrid
 
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