El desprestigio de los políticos (1ª parte)

El Centro de Investigaciones Sociológicas publica una vez al mes las encuestas de opinión (http://www.cis.es/cis/opencm/ES/11_barometros/depositados.jsp ) que suelen ser muy instructivas porque, con la fiabilidad que tienen siempre las encuestas de opinión, permiten hacerse una idea de cómo está viviendo la gente la situación personal y sobre todo social. Un dato recurrente en los últimos es que, tras el paro (preocupa a cerca del 90% de los encuestados) y los problemas económicos (al 50%), son los políticos el tercer problema para cerca del 20% de encuestados, e incluso se acerca al 30% si juntamos dos respuestas: políticos y gobierno.

Este dato se mantiene desde hace ya mucho tiempo, pero el pasado mes de Enero, el barómetro proporcionó algo más de información porque abordó con más detalle el tema de la política. En esa encuesta, los españoles mostraban una visión bastante pesimista de la situación en general: para el 68% de los encuestados, la situación política era mala o muy mala, y solo se atisba un cierto optimismo porque son un poco más quienes piensan que este año fue peor que el anterior, pero el siguiente, el 2012 no va a ser peor.

RajoyLa valoración es negativa tanto de los políticos en el poder, básicamente el PSOE, como de los políticos en la oposición, básicamente el PP. Zapatero saca un 3,30 de nota, pero Rajoy saca menos, un 3,25, y el mejor parado es Durán i Lleida con un 4,4. Si fueran notas escolares, estaban todos suspendidos. Es más, si Rajoy gobernara lo haría igual de mal o peor que Zapatero para el 62,3 %. Y más cerca del 33%, con escasa diferencia entre ambos, desconfían de Zapatero y de Rajoy. El PSOE en el gobierno lo hace mal o muy mal para el 58 % y por otro lado el 54,8% cree que el PP lo está haciendo mal o muy mal en la oposición. Suspenden todos los ministros menos Pérez Rubalcaba, con un 5,32. Y lo que es curioso, si bien casi el 80% cree que el PP ganará en las próximas elecciones, en una comparativa, los encuestados dicen que el PP aventaja al PSOE en: a) corrupción; b) sometimiento a los poderes económicos; c) división interna; y d) gente preparada para gobernar. Es decir, que nos van a gobernar gente con peores cualidades en general que los que ahora detentan el poder. Para rematar, el asunto, en el barómetro de Enero, las Cortes y el Gobierno central sacaban un 3,9 y un 3,6 de nota global, mientras que las instituciones jurídicas estaban entre el 4,5 y el 4,9, y la policía y la Guardia Civil sacaban 6,1 y 6.3.

Esta situación no se da solo en España, sino también en prácticamente todos los países de le Unión Europea y otros cercanos geográfica o culturalmente. La gente no valora bien la actuación de los políticos, consideran que no están haciendo bien su trabajo y además piensan que han pasado a formar una élite alejada de su genuina función de gestionar los asuntos públicos a favor de la mayoría de la población. En definitiva, ya no son la posible solución a los problemas que tenemos que resolver, que son muchos, sino que forman parte del problema que tenemos que resolver. Es decir, los políticos son un problema.

Siempre que intentamos comprender o explicar la realidad social, debemos hacer frente a la complejidad de la misma y a la causalidad múltiple y circular que la determina. Son muchos los factores que inciden en la génesis de las estructuras y procesos sociales y no es sencillo, ni posiblemente adecuado, señalar un único facto como decisivo, si bien puede tener sentido explicativo establecer una cierta jerarquía u orden. Es por eso por lo que considero que muy posiblemente el meollo de la cuestión, la raíz última del problema, radica en lo que con frecuencia vengo llamando la constitución de un bloque hegemónico que ha ido tejiendo una tupida red de intereses partidistas, de tal modo que es el interés privado de los componentes de dicho bloque lo que guía las decisiones políticas en las democracias representativas y más todavía en los regímenes que, aun denominándose democracias, apenas cumplen con algunos requisitos formales mínimos.

Proyectan en estos momentos en algunos cines un valioso documental ganador del Óscar en su género el pasado mes de Marzo. Inside job es una brillante muestra de cine documental con una potente dosis crítica que no se limita a presentar asépticamente lo que ocurre sino que pone de manifiesto las contradicciones y los intereses espurios que rigen el comportamiento de quienes toman decisiones. Está hecho por un millonario que ha gestado su fortuna invirtiendo en bolsa, por lo que sabe de qué está hablando. Son muchos los aspectos que merecen ser destacados en ese documental, pero hay dos que considero muy significativos. El primero de ellos, de sobra conocido, es la absoluta impunidad con la que han salido todos aquellos que tuvieron responsabilidad específica e identificable en la crisis, sacando además pingües beneficios personales.

El otro es la estrecha colaboración de las personas que ocupan posiciones de poder. No deja de provocar incluso un cierto estupor comprobar que personas que ocupaban cargos en algunas de las agencias y bancos que lideraron el expolio de los bienes de la mayoría, dejaran la empresa privada para pasar si solución de continuidad al gobierno público, como es el caso, por ejemplo, de Henry Merrit Paulson (con George Bush como presidente) y que otros, responsables de la complicidad del poder político con al gran fraude sigan ocupando el mismo cargo, incluso después de cambiar el presidente, como es el caso de Ben Bernanke.

Igualmente grave es la implicación de los grandes profesionales universitarios. El jefe del departamento de Economía de Harvard, John Campbell, no ve conflicto de intereses en su defensa a ultranza de la desregulación, ni la plantea problemas morales publicar artículos, por ejemplo a favor de la solvencia financiera de Islandia, sin reconocer que el estudio había sido muy generosamente pagado por la banca y las cámaras comerciales de dicho país, implicados en uno de los casos más escandalosos de la ya por si escandalosa crisis. Tenemos en España un caso similar en el famoso manifiesto de los 100, un grupo de economistas de élite, muchos de ellos profesores universitarios, que se dedican a publicar tesis favorables a las propuestas neoliberales que están siendo impuestas para salir de la crisis. Y sin muchos problemas pasan posteriormente a ser secretarios de Estado de Economía, como es el caso de José Manuel Campa. Y los estudios sesudos de la FEDEA, son, como nos recuerda Vicenç Navarro, estudios pagados por un patronato dominado por la gran Banca.

Los eurodiputados, imitando el estilo de Estados Unidos, no tienen ningún problema en que grandes grupos de presión campen a sus anchas por los pasillos de Bruselas, para lograr que se legisle a favor de sus intereses. Tampoco tienen ningún problema con alternar su cargo político, muy bien remunerado, con una intensa actividad profesional privada, a veces en empresas que pueden beneficiarse directamente de las decisiones que se tomen en el parlamento europeo. Y desde luego, cuando terminan la vida política, en el legislativo o directamente en el ejecutivo, quienes lo desean pueden pasar fácilmente a la empresa privada, siendo su currículo político y las relaciones establecidas durante ese tiempo, los méritos que les facilitan el acceso a esos cargos.

Insisto, estamos ante una élite social que empieza a tener ciertos rasgos parecidos con los que tenía la nobleza en la sociedad estamental del Antiguo Régimen. Lo ocurrido recientemente con el tema de los viajes y dietas de los eurodiputados muestra lo lejos que una gran mayoría de los políticos profesionales está de los intereses y las preocupaciones de los ciudadanos que son quienes en definitiva les eligen y les pagan el sueldo y hasta qué punto pueden sentirse miembros de un estrato social superior al del común de los mortales.

Largo me ha salido este artículo, y todavía hay cosas importantes que tratar. En menos de siete días publicaré una segunda parte apuntando algunas ideas que nos permitan no aceptar resignadamente esta situación.

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