La religión en la vida del hombre

bakuninBakunin consideró que era la antigüedad y la universalidad de la creencia en Dios las supuestas pruebas irrefutables de su existencia, la ciencia y la lógica quedaban de esa manera a un lado. Pero, en consonancia con su concepción del materialismo y del idealismo, el anarquista ruso recordó que no hay nada más universal y más antiguo que el absurdo: la verdad es siempre el resultado y el producto del desarrollo histórico, nunca su punto de partida. El desarrollo histórico del hombre sería así un proceso de abandono progresivo de la animalidad para construir su humanidad. Por lo tanto, lo antiguo de una idea no solo no es garante de nada, sino que debe despertar nuestras sospechas. La universalidad de la creencia en Dios, el hecho de que los diferentes pueblos hayan creído y continúen haciéndolo, no supone una aplastamiento de la lógica y de la ciencia. Muy al contrario, habría que asumirlo como una consecuencia en el desarrollo de la humanidad, y hay que preguntarse cómo y por qué llegó a nacer, y por qué todavía resulta necesario para gran parte de la especie humana.

Bakunin pensaba que solo seríamos capaces de acabar con la idea del mundo sobrenatural o divino cuando nos explicaramos cómo germinó esa idea y por qué resultó necesaria en el desarrollo natural de la mente y la necesidad humanas. Esa raíz de la creencia en la divinidad es la que hay que extirpar, si permanece intacta solo podrán combatirse sus brotes y continuará reapareciendo.

El anarquista ruso consideraba la naturaleza como una solidaridad universal o una causalidad mutua, eternamente activa y todopoderosa. Todos los seres, incluido el hombre, llevan en su seno de forma más o menos desarrollada un sentimiento o percepción de la influencia y dependencia de la naturaleza. La esencia de la religión sería para Bakunin ese sentimiento de absoluta dependencia en el individuo frente a la naturaleza eterna y omnipotente. El miedo sería uno de los sentimientos predominantes en la vida animal, y ese miedo instintivo (podemos hablar también de «tranquilidad existencial») se encuentra en el origen de la religión. Pero si el miedo en los animales no llega a convertirse en religión debido a su carencia de poder reflexivo, el hombre es la única especie que es consciente de su religión. Es por eso que Bakunin llegaría a decir que es cierto que el hombre es un ser religioso por naturaleza: ese temor presente en la naturaleza («temor de Dios» puede llamarse) es el comienzo de la sabiduría y de la religión.

El hombre, nacido como todos los animales con un miedo instintivo, despierta gracias a la conciencia y en su lenta evolución desde esa inocencia animal estaba destinado a hacer de ese miedo el primero objeto de su pensamiento reflexivo recién inaugurado. Bakunin razóno que tal vez ese temor instintivo fue en el hombre más fuerte que en el resto de las especies. Las razones no solo estaban en lo peor equipado que está el hombre para afrontar la lucha natural ni en la larga duración de su infancia, también en el desarrollo de su pensamiento reflexivo, el cual arrancaría al hombre de la unión y armonía instintiva y le aislaría dentro de la naturaleza magnificando su temor hacia ella. Bakunin penso que, siendo la facultad que constituye y crea la humanidad de todos los hombres (reflexión, poder de abstracción, razón, pensamiento en una palabra, capacidad de concebir ideas) idéntica en todos los tiempos y lugares, así las fases principales en el primer desarrollo religioso de un pueblo se reproducen en todas las demás poblaciones de la tierra.

El lenguaje y el pensamiento son dos formas diferenciadas y al mismo tiempo inseparables. Así, del mismo acto humano irreflexivo se establece el primer culto natural del hombre (que en el mundo animal sería objeto de terror y adoración) y la reflexión lo universaliza y lo convierte en una entidad abstracta, tratando de designarlo con un nombre. Al denominarlo es cuando se convierte en esa noción abstracta, por lo con que el primer despertar del pensamiento manifestado en el lenguaje comienza el mundo exclusivamente humano, el mundo de las abstracciones. Esa capacidad de abstracción será la fuente de todo conocimiento y de toda idea, por lo que será la causa única de todas la emancipaciones humanas. Pero Bakunin recuerda que esa libertad no será producida en el primer despertar de la facultad (la razón), ya que ésta se produce como una reflexión imaginativa (en realidad, una sinrazón). La supuesta emancipación gradual del hombre, respecto a la esclavitud natural, desarrolla una nueva y peor subordinación: la esclavitud de la religión.

La reflexión imaginativa en el hombre salvaje será el origen de las religiones fetichistas, hará del poder omnipotente de la naturaleza un objeto de reflexión constante. Ese objeto será establecido y generalizado, recibirá algún nombre y será el centro de las fantasías infantiles del hombre al ser incapaz todavía de comprender el universo o ni siquiera el medio donde habita. El vínculo de ese poder omnipotente de la naturaleza, buscado por el hombre, con un objeto es lo que se llama fetichismo, que Bakunin considera la más absurda de las religiones. Después del fetichismo, aparecerá la brujería que llega hasta nuestros días con toda suerte de brujos, espiritistas, médiums, videntes o los propios sacerdotes invocadores de la divinidad (más complejos debido al desarrollo histórico). El carácter de la divinidad va adoptando cierto perfil egoísta y vano, «gusta del halago, de las genuflexiones, de la humillación e inmolación de seres humanos, de su adoración sacrificios». La persecución y castigo a rebeldes e impíos será implacable. Si en la hechicería primitiva la divinidad aparecía personificada en el brujo, está situación de hombre-Dios, junto al fetichismo, se hacen insostenibles y el ser humano buscará la divinidad lejos de él, aunque en los dominios de su existencia real (en el sol, la luna o el mismo universo). El hombre comenzará a interesarse por los fenómenos y sus causas, y a comprender ciertas leyes naturales. Del mismo modo, el hombre empieza a ser capaz de hacer de sí mismo un objeto de reflexión, separa su ser material de su ser pensante (cuerpo del alma) y al ocurrir tal cosa transfiere la distinción en su pensamiento a su Dios y comienza a buscar el alma invisible en un universo de apariencias. Bakunin considera que así aparece el panteísmo.

Si hasta ese momento todos los dioses del hombre eran seres limitados y particulares, empezará la verdadera religión (y también la teología y la metafísica) con la afirmación de la existencia de una divinidad universal. Bakunin consideró que es el pensamiento del hombre, con su facultad abstractiva, el que crea esa unidad universal y la transfiere a la diversidad del mundo externo. Se deduce que dicha unidad (Dios) no es un ser concreto y real, sino un ser abstracto que ha producido la facultad de abstracción del hombre. Cuanto mayor sea la diversidad incluida en esa unidad conceptual y más extenso sea su alcance, existirá una mayor abstracción y más desvinculada estará de la realidad. La vida se encontrará, en todo su brillo y en toda su plenitud, en la diversidad que está debajo de la instancia abstracta. Al intentar elevarnos con nuestro poder de abstracción, trascendiendo el mundo terrenal, llegaremos a las diferentes manifestaciones de los fenómenos naturales; si continuamos ascendiendo, unificamos en nuestro pensamiento todo lo que podemos abarcar del universo y realizamos una labor de abstracción de todos los mundos existentes, quedará solo el «Ser Indeterminado» (el vació, la nada absoluta, Dios).

«Dios es, entonces, la abstracción absoluta, el producto del propio pensamiento humano que, como el poder de abstracción, ha trascendido todos los seres conocidos, todos los mundo existentes, y que tras haberse despojado mediante ese acto de cualquier contenido real, y haber llegado nada menos que al mundo absoluto, lo pone ante sí como el Ser Supremo, Uno y Único, sin reconocerse a sí mismo en esta sublime desnudez».

Capi Vidal
http://reflexionesdesdeanarres.blogspot.com.es/
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