El Papa Ratzinger visita la tumba de un amigo y colaborador del genocidio nazi

Papa naziCon auténtico escándalo ha sido acogida en todo el mundo la visita el pasado domingo de Joseph Ratzinger, Benedicto XVI, a la tumba del cardenal croata Alojzije Stepinac (1898-1960). Stepinac fue un clérigo que durante la Segunda Guerra Mundial se puso voluntariamente al servicio del gobierno títere del poglavnik – Führer, Caudillo – Ante Pavelic y de las tropas hitlerianas cuando estas invadieron Croacia en 1941. Stepinac formó parte de las milicias ustaschis, un grupo político fascista fundado por él mismo Pavelic en 1929. Colaboró, igualmente,  con los ocupantes nazis que en 1941 habían invadido el territorio yugoslavo.

Durante esos dramáticos años, centenares de miles de serbios de religión ortodoxa fueron pasados a cuchillo, decapitados, cuarteados, enterrados vivos o torturados hasta la muerte por las milicias ustashis en el poder. La crueldad con la que el gobierno de Ante pavelic se ensañó con los serbios ortodoxos llegó a escandalizar a los propios militares nazis e italianos que ocupaban en aquellos momentos el territorio.

El entonces arzobispo Stepinac se convirtió en un estrecho colaborador de aquel régimen genocida, ocupando además el puesto de Vicario General de las milicias ustashis, desde donde alentó la conversión forzada de miles de serbios ortodoxos al catolicismo. Hoy son abundantes los testimonios que ponen en evidencia aquella criminal colaboración que hizo posible, por ejemplo, que los monjes franciscanos que dirigían el campo de concentración de Jasenovac, acabaran con la vida de más de 100.000 serbios y judíos. Durante ese período las milicias ustashis situaban a los serbios de religión ortodoxa ante la opción de o «convertirse» al catolicismo o ser liquidados físicamente. Gracias a esa «piadosa» disyuntiva miles de serbios se vieron impelidos a «abrazar» la religión católica.

Los historiadores de esa época recuerdan como el arzobispo de Sarajevo Ivan Zaric y el monje franciscano Široki Brijeg comandaron los escuadrones Ustacha y saquearon sistemáticamente a los serbios enviando a las arcas del Vaticano unos US$ 80.000.000 que se cobraron con la muerte de unas 300.000 personas serbias. Los sacerdotes católicos desempeñaron un papel relevante tanto en la dirección de las tropas ustachis como en los campos de concentración. Sólo unos pocos sacerdotes colaboraron con los partisanos contra el régimen de pavelic y los ocupantes nazis. 

Tras la derrota del régimen del poglavnik pavelic y de los ocupantes nazis por los guerrilleros de Tito, Stepinac fue detenido y acusado por las autoridades yugoslavas de colaboracionismo con las fuerzas de ocupación nazis, de su estrecha relación con las milicias ustashis, de la conversión forzosa de serbios ortodoxos al catolicismo a punta de pistola y de alta traición a la patria. Durante el juicio Stepinac mantuvo que las «conversiones religiosas» se realizaron de forma voluntaria y que él personalmente nunca había sido ustashi.

No obstante, la fiscalía, con gran abundancia de dramáticos testimonios, desmontó cada uno de sus argumentos. Alojzije Stepinac  fue finalmente condenado a 16 años de prisión. Stepinac fue elevado al cardenalato por Pio XII y beatificado por Juan Pablo II. El sanguinario dictador Ante pavelic, con el que Stepinac había colaborado estrechamente, corrió con más suerte que el entonces arzobispo.

A través de las redes vaticanas pudo eludir la justicia de su país y huir a la Argentina del general Perón, donde fue descubierto por los servicios secretos yugoslavos, que pretendieron acabar con su vida. De allí escapó y encontró un refugio seguro en la España de Franco, donde permaneció hasta su muerte, acaecida en el año 1959. En realidad, el «encuentro» entre Joseph Ratzinger y Alojzije Stepinac no debe extrañar a nadie.

Ambos militaron políticamente en el mismo tipo de organizaciones fascistas y compartieron idéntica ideología en un tiempo en el que el futuro de la humanidad estuvo gravemente amenazado. Se ha tratado, pues, solo de un encuentro entre viejos camaradas. 

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