Miserias del militarismo y el machismo

MilitaresNo voy a hacer aquí una revisión histórica de los orígenes de la institución militar, no lo merece. Tampoco viene a cuento hacer un análisis sesudo citando artículos académicos sobre la masculinidad que hoy padecemos, ¡y vaya que la padecemos! Si no lo piensa así el lector, deje que lo que viene a continuación le haga ver lo que tienen en común el macho y el militar. El miembro viril y el sable, la pistola y el blackberry, el tanque de guerra y el Toyota Samurai.

Que quede aquí en evidencia lo que sentimos algunos hombres cuando la sociedad nos recuerda que eso somos; hombres. Aun sin quererlo mandamos, y cómo no, somos obedecidos y obedientes para con otros andros. Entramos pues en esta paráfrasis, entremos uno por uno y haciendo la fila.

Si papá, si señor, ¡claro hermano!, ¡¡maestro!!, ¡¡¡si mi comandante en jefe!!! Diríamos en coro a voz seca. Saludo de manos con apretón fuerte, que no se diga que estas manos no reparten coñazos por el día y masturban un pene grande por las noches. Mi pistolón. Lo saco y hago una llamada.

Palmadas en la espalda a nuestros hijos, sin mucho contacto claro, que eso es cosa de mujeres. Los hombres no se tocan. En la formación se marca la distancia con el largo de tu brazo. La mirada es siempre altiva, siempre mirando a la victoria, siempre. Muchos dan un vistazo al culo del otro recluta, pero es fugaz y con miedo.

Por el día, se camina firme. El uniforme de hombre lustroso que muestre que somos eso; señores de honor, guerreros y soldados de paso firme, trabajadores de la patria que levantan rascacielos hasta la luna. Vamos a la luna piloto, he allí nuestro más alto objetivo y lo hemos conseguido.

Que nuestra legión no llora y que, al enemigo se le asedia hasta verle llorar. Sea el llanto una humillación de la guerra para los vencidos. Lo mejor es siempre vencer hijo, fíjate en mí, a mí nadie me jode. ¡Si papi! Perdón, si papá.

El discurso es siempre técnico, casi un monologo, donde quede bien claro que sabemos de lo que hablamos, que somos hombres serios y nuestro tono de voz irá en aumento hasta que se nos escuche y dejemos claro que aunque no estudiamos aprendemos por diablos o por viejos. No saber es una vergüenza, si no lo sabes hijo te lo inventas. Macho que se respeta habla duro y golpeado. ¿Cabo, acaso cree que nos van a obedecer si hablamos como unos blandengues? ¡No mi general!

Mira esa flaca, mira esa gorda, mira esa negra, mira esa catirita, ¡fiuuuufi!. Toca la corneta, seguro es puta. Puta como las que buscamos en los puertos o como las que nos buscamos los fines de semana cuando salimos de permiso. Tú sabes hijo, ¿te acuerdas cuando fuimos? Ser el hombre de la casa tiene sus ventajas mi amor. Aquí quien suministra soy yo, y a ti no te falta nada. No seas malagradecida.

Este fin de semana nos vamos a la playita en la burra, que compré unas cornetas de cinco millones de vatios. -Mi amor, pero así no se va a oír ni el mar-. Ya estás otra vez con esas ridiculeces, se nota que eres mujer. Además van mis panas y ya sabes, hay que entretener a la tropa. Voy a comprar dos cajas de cerveza. Que mañana es día de batalla entre Leones y Navegantes.

En medio de esta paráfrasis nos encontramos con la sociedad donde el hombre domina sobre el hombre, la mujer, y todo cuanto se le presenta. Esta institución encubierta donde el macho produce más machos es la masculinidad de hoy, y dicho sea de paso se erige así misma como un ejército donde cada hombre se esfuerza en conseguir mandados para ampliar sus arcas, donde el batallón son ahora sus empleados y empleadas, sus hijos/as, cada familia tiene su apellido y su bandera. Este monstruo llamado sociedad patriarcal, ha erradicado casi totalmente la sensibilidad de los hombres del planeta hasta el punto en que solo uno de entre cientos se declara poeta, amante de las mariposas, bailarín u homosexual, sin que sufra las humillaciones del lenguaje y de los actos de los demás cadetes. Ser hombre hoy en día significa disfrutar de privilegios, de muchos privilegios con respecto a las mujeres y solo renunciando a ellos encontraremos la vía a igualdad. Significa también ir a la guerra, ser la guerra y hacer la guerra. ¡¡¡Significa haber inventado la guerra!!!

Para muchos hombres, caminar firme sin llorar, sin que nos abracemos, hablar con ese lenguaje, es un peso, una cadena, un calzado tipo bota. Y que menos para hacer con tal peso que dejarle caer al mar para volar con esas alas atrofiadas por tanto sable, por tanta pistola, por tanta marcha y uniforme verde. Los hombres lloran, en las barracas o en sus literas o en las camas de su hogar, lloran cuando van a la guerra, a escondidas pero lloran, y no hay orden absurda que lo impida.

Viento Sin Fronteras
Fuente: http://periodicoellibertario.blogspot.com.es/2012/09/miserias-del-militarismo-y-el-machismo.html
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