Pasos críticos del feminismo

Las mujeres hemos estado al servicio de este sistema socio-cultural, lo hemos reproducido. Para cambiarlo es necesario un proceso de cambio personal, un proceso de toma de conciencia individual y colectivo.

Tomar conciencia de nuestra opresión es un proceso difícil: hacemos un descubrimiento, lo relacionamos, lo llevamos a nuestras conciencias y descubrimos nuestra opresión.

Este primer paso de reconocernos explotadas, oprimidas, enajenadas, nos lleva a reclamar el acceso a la igualdad, el acceso al sistema…. al poco andar comenzamos a sentirnos incómodas, nos damos cuenta que el sistema nos es ajeno y que nuestro acceso no lo cambia.

Este «darse cuenta» nos lleva a seguir indagando, nos lleva a profundizar sobre nuestras relaciones con la totalidad de la vida, más allá que la relación hombre-mujer, de la relación de género.

Como en todo proceso, hay instantes que son de reflexión interna necesaria al proceso y que parecen detenciones. Pero existen detenciones que son de verdad, que son un acomodarse nuevamente y de las cuales es difícil salir porque se han conseguido licencia para hacer cosas que antes eran inconcebibles.

Pero el feminismo no puede detenerse pues detenerse significa quedarse en el sistema en una actitud de reclamo, victimización y en la incapacidad de romper para transitar a espacios de creatividad.

En los procesos de formación-capacitación en que estamos trabajando como feministas percibimos claramente que llegamos a esos momentos críticos en que el proceso se detiene o avanza , como dice un amigo, a lo que en el bolero se llama alma.

Como parte de este proceso que iniciamos, al darnos cuenta, detectamos estancamientos, límites y retrocesos. Investigar por qué suceden y en qué momento del proceso no incorporamos ciertas reflexiones o no percibimos ciertas informaciones, es lo que llamo «pasos críticos». Son momentos, instantes de apertura, donde debemos estar atentas y lograr la interacción, el fluir de la información. No hacerlo significa, por lo menos, un retroceso en la urgencia del cambio y un perder la posibilidad de la profundización.

Otro paso crítico está en el momento en que situamos el poder. El Poder patriarcal lo reconocemos en el Estado, en la Iglesia, en el partido, en el ejército, en la academia, en el lenguaje, en el hombre. Debemos indagar otras miradas con respecto al poder, otras maneras de concebirlo y descubrirlo, esta manera constituye el «poder hacer», como dice Julieta Kirkwood y yo agregaría el poder pensar y sentir.

¿Qué significa esto? Poder hacer es un acto de libertad que en lo más profundo significa no entregar a otros, a alguien fuera de nosotras el poder de explicarnos el «misterio de la vida. Esta explicación fuera de nosotras nos convierte en esclavas y estanca el proceso.

En el proceso de toma de conciencia que iniciamos las mujeres en busca del «poder hacer, poder pensar y poder sentir» hay pasos críticos más o menos visibles». Uno de los más visibles es el que se produce cuando enfrentamos el miedo: miedo a que no nos quieran, miedo al rechazo, miedo a nos ser atractivas, miedo a no ser inteligentes, a no responder a lo que se espera de nosotras. Hay miedos de verdad y que sirven, que son alertas a reales peligros, pero hay miedos que son paralizadores de nuestras vidas. Son miedos inventados por la cultura, fantasiosos, son construcciones que no nos dejan ver nuestras capacidades, nuestra fuerza interna, nuestro poder.

Descubrir nuestra fuerza interna es desprendernos de modelos inalcanzables, construidos desde la ideologia dominante, desde la moral vigente. El desprendimiento es un paso crítico y debemos buscar la forma de incorporarlo a nuestras vidas, porque desprenderse significa no quedar apegada ni a ideas, ni a prejuicios, ni a personas, y por último significa asumir nuestras vidas con la propuesta que ella contiene que es vivirnos la vida bien, amar nuestra vida como una aventura en-cantadora (estar en el canto de la vida).

El mundo en que estamos viviendo

Hoy día estamos viendo que al intervenir lo cíclico del universo lo que conseguimos no es mayor seguridad, sino que conseguimos la inseguridad de la sobrevivencia de la especie y del planeta … y mucho sufrimiento. Los momentos más agudos y críticos del sistema son las guerras, las dictaduras y hoy las catástrofes «naturales» que ya no son tan naturales y todas son el resultado del dominio ejercido. Es en estos agudos del sistema donde hemos tomado conciencia de los derechos humanos, y ahora de los derechos de la naturaleza.

Los hombres, como legítimos dominadores, han sustentado el poder y desde ahí perpetúan el sistema patriarcal en una cadena de privilegios e injusticias que también los atrapa a ellos. Los hombres tienen el desafío de trabajar sus privilegios, dejando que los deseos de cambio fluyan y hagan posible las transformaciones urgentes y profundas que necesitamos todos. Pero como es difícil trabajarse los privilegios, todos lo sabemos, para mantenerlos el grupo hegemónico varón usa el poder que tiene en el supuesto de preservar los valores de la humanidad, que finalmente son los valores del sistema.

En contraposición a este mundo pragmático en que estamos estacionados en esta época, hay una creciente preocupación por hablar y replantear las utopías. Estos juegos de imaginación de proyectar una sociedad diferente nacen de la constatación cotidiana de la irracionalidad del sistema y su incapacidad de plantear alternativas de cambio del patriarcado. El supuesto conformismo y resignación que se nos atribuye respecto a lo que estamos viviendo es una construcción ideológica cuyo objetivo es impedir que nos veamos con capacidad de cambio y así mantener el control.

Nuestras rebeldías expresan los deseos de cambio y las potencialidades que tenemos de crear, de colaborar y de conectarnos con energías positivas.

Estas rebeldías y deseos de cambio han estado presentes a través de la historia de la humanidad. Las ideas de libertad, igualdad y fraternidad, por ejemplo, han sido producto de la creatividad humana. Estas y otras propuestas han quedado como utopías sin concretar, sin embargo han aportado cambios significativos al instalar en el imaginario ideas realizables.

La resistencia y la rebeldía de las mujeres no son un producto de la «modernidad», son deseos de cambio que se han expresado en diferentes períodos históricos. Las mujeres no nacemos naturalmente inferiores, hemos resistido y los avances logrados dan cuenta de estas resistencias. Sin embargo, permeadas y colonizadas en la feminidad, nuestra resistencia la mayoría de las veces pierde su proyección filosófica y política transformadora. Los conocimientos aportados por las mujeres no están libres de ser atrapados por la lógica del dominio.

Nosotras, las feministas, sabemos que cada vez que logramos acceder a lo público esto produce resistencias, presiones y sobre todo intentos de reciclarnos en el sistema, desgraciadamente ésto lo han logrado muchas veces. Entonces, es importante estar atentas para que nuestras propuestas no sean asimiladas, para que no pierdan su objetivo profundamente transformador y para que nuestra participación no sea usada una vez más en recrear el sistema simbólico/valórico vigente.

La Utopía Feminista

Esta crisis es la crisis de la razón y la lógica del colectivo hegemónico masculino. Las mujeres no hemos sido constructoras de esta crisis, no nos pertenece. Los intentos de aportes de las mujeres a la construcción de cultura han sido sistemáticamente sancionados e invisibilizados. Asumirla y entenderla como nuestra es no ver donde hemos estado en la historia y es negar nuestras propias biografías. Esta no es nuestra cultura, aunque estemos colonizadas en ella y algunas hayan accedido al poder y otras gocen de ciertos privilegios femeninos. Hemos sido reproductoras sí, pero no productoras de cultura (basta ver las bibliotecas y museos) Por lo tanto, nosotras, feministas autónomas, tenemos el derecho de soñar y fantasear una otra cultura y la obligación de estar expresadas.

No somos las únicas, hay otros actores sociales que están percibiendo que lo que tenemos que hacer es desmontar la dinámica del dominio, que sin esto las ideas son asimilables al sistema y lo reciclan. Quienes no sean capaces de descubrir en sus propuestas la dinámica del dominio son funcionales al sistema y en su accionar lo reciclan permanentemente aunque tengan la mejores intenciones.

El Feminismo no es un movimiento social reivindicativo de los Derechos de las Mujeres, es un cuerpo de conocimientos y saberes que hemos generado y que hoy día constituye una propuesta filosófica, ética y política muy importantes a los desafíos que tenemos como humanidad. Este cuerpo de conocimientos y saberes que es el feminismo lo hemos ido construyendo conectándonos con la biografía de las mujeres y con nuestras propias biografías, así hemos ido entendiendo el patriarcado como un sistema sistema civilizatori-cultural y entendiéndonos a nosotras mismas como sujetas políticas.

Desde el feminismo autónomo hay una propuesta que está fantaseando un futuro, arraigada en experiencias vitales reales del ser humana. En nuestras difíciles rupturas con los modelos femeninos, hemos ido haciendo procesos de individuación hoy día pararnos desde la otra esquina. Nuestro deseo no es acceder a la cultura vigente asumiendo sus dinámicas de dominio. Nuestro deseo es producir un cambio civilizatorio donde sea la colaboración sea la dinámica que prevalezca en nuestras formas de relacionarnos (otra ética).

Los conocimientos del feminismo han sido construidos al margen de la institucionalidad (academia, iglesia, partidos políticos, estado). Estos conocimientos han sido posibles por la rebeldía de cientos y miles de mujeres en todo el mundo que se han atrevido a abrir espacios alternativos de conocimiento en los que han cuestionado sus vidas íntimas, su sexualidad; en los que se han atrevido a romper sus silencios, a pensar y a organizarse. Son mujeres que se han atrevido a bajarse de los tacos altos, que han descubierto que los tacos altos no son inocentes, pues pararse, caminar y correr sobre la tierra es difícil, sobre tacos es inseguro y casi imposible.

Este cuerpo de conocimientos ha permitido al pensamiento contemporáneo complejizar sus aproximaciones a la realidad. Sin embargo la lectura que se hace del feminismo está marcada por la asimilación de las mujeres al sistema porque dentro del movimiento feminista, al igual que en otras organizaciones sociales, se ha ido constituyendo una clase política que, insertada en el sistema, reivindica y negocia derechos y acceso de las mujeres al sistema y sus poderes.

Esta clase política, al igual que la clase política de los varones, se asigna el poder de negociar con el patriarcado para lo cual invisibiliza las propuestas más transformadoras.

Hoy día, nuevamente algunas mujeres estamos elaborando propuestas y construyendo utopías. Esto constituye uno de los fenómenos políticos más importantes de nuestros tiempos e implica romper varias barreras en nosotras mismas, pues el peso de la historia y de lo femenino como complemento de lo masculino nos inclina a seguir, muchas veces sin darnos cuenta, en esta complementaridad a las ideas producidas por otros.

La autonomía e independencia que debemos tener para atrevernos a cuestionar esta cultura pasa por la recuperación de nuestra corporalidad y de nuestra mente: con un cuerpo al servicio de otros no podemos tener autonomía e independencia; con una mente como complemento de otros no podemos ser productoras de cultura y por lo tanto de sociedad. Recuperar nuestra corporalidad con todas sus capacidades es recuperar nuestra capacidad humana creativa, es acercarnos a la libertad.

La urgencia de revisar con desparpajo lo que hemos construido, de atrevernos a discutir la cultura vigente, sus grandes pensadores y sus instituciones, es la gran aventura de nuestros tiempos y las mujeres en esto, tenemos una ventaja, la ventaja de haber sido excluidas.

Margarita Pisano
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