Indignación, comprensión y acción

PublicidadEn cierta ocasión en que visité Canadá para hablar sobre la economía solidaria, un viejo intelectual me manifestó: Lo que necesitamos para cambiar este mundo es actuar with heart, with head y whit hand, ahora que lo recuerdo y a raíz de los sucesos actuales, veo cuanta razón había en su planteamiento, necesitamos indignarnos, lo cual tiene que ver con nuestros sentimientos, con el corazón, pero la indignación exige el comprender la razón, el por qué de aquello que nos indigna y para ello necesitamos, hacer uso de nuestro cerebro, de nuestra mente. Pero de muy poco servirá la indignación y la comprensión de las causas que nos han llevado a indignarnos, si no hacemos nada para cambiar la realidad, esa, que motiva nuestra indignación. Pues bien, de eso trata este artículo y en cierta forma, buscamos a su vez, joder a los neokeynesianos y socialdemócratas que con sus recetas de ¨alta cocina¨ pretenden alargarle la vida al sistema y también a cierta izquierda acomodaticia y pusilánime que no se atreve a proponer soluciones radicales, y por supuesto, animar y animarnos a quienes somos consecuentemente anticapitalistas.

1. La indignación

Ciertamente es necesario indignarse ante las injusticias, ante las arbitrariedades, ante la destrucción del planeta, ante la cultura patriarcal, ante la pérdida de la vivienda, del trabajo, de los onerosos intereses de las tarjetas de crédito, ante la necesidad de servicios de salud y de educación gratuitos y de calidad, ante la opulencia y el despilfarro de los ricos, ante la desinformación de los grandes medios de comunicación, ante los bombardeos de la población civil indefensa, ante la destrucción de la amazonia, ante el hambre de los pueblos del tercer mundo, ante el derroche de los recursos energéticos, ante el encarecimiento del precio de los alimentos, ante el uso de transgénicos, ante la explotaciones mineras, ante el uso de la energía nuclear, ante la caza de ballenas, ante la mendicidad, ante la corrupción, ante el irrespeto a los derechos humanos, ante el bloqueo a Cuba, ante la muerte de niños y adultos por inanición, ante la extinción de especies animales y vegetales, ante la farsa de las elecciones y los políticos, ante el engaño de la democracia, etc. etc. Pero mientras no comprendamos las causas, mientras no vayamos a la raíz última de toda esa problemática, será muy poco lo que podamos hacer.

2. La comprensión

Si un sistema socioeconómico no es capaz de garantizar la reproducción material y espiritual de las personas, si no es capaz de asegurar la equidad de género, si no es capaz de preservar la naturaleza, debería de ser obvio que es un sistema que no tiene razón de existir y que deberíamos de encontrar la forma de acabar con él y crear un nuevo sistema.

Pero es necesario que nos preguntemos: ¿por qué este sistema, el sistema capitalista, presenta tal incapacidad? Y una primera respuesta la encontramos en su racionalidad económica, la cual se reduce a la búsqueda insaciable de maximizar los beneficios, o para evitar cualquier posible equívoco, a maximizar las ganancias de los capitalistas.

Y una segunda respuesta, la encontramos en su lógica operacional, la cual se fundamenta en la explotación del trabajo asalariado y en la expoliación de los trabajadores no asalariados. Esto es en la subsunción del trabajo en el capital, ya sea directa o indirecta.

Una tercera respuesta la encontramos en la necesidad que presenta el capital de acumular, lo cual tiene como resultado la concentración y centralización del capital, cuya manifestación empírica la constituyen en la actualidad las corporaciones transnacionales y según un estudio reciente de las 43,000 corporaciones a nivel mundial, apenas 147 compañías controlan el 40% de la riqueza mundial.

Una cuarta razón la encontramos, en la necesidad que presenta el capital de incrementar su composición orgánica, a fin de elevar su productividad, lo cual tiene, al menos, dos implicaciones, primera, cada vez se demanda menos trabajadores en relación a la inversión en medios de producción o de circulación y la segunda, es que al volverse más productivo el capital insume más recursos, produce más mercancías y exige mayores niveles de consumo, esto es, genera el consumismo, a la par que agota los recursos naturales.

Una quinta razón la encontramos en que al demandar cada vez menos trabajadores en la economía real, se genera una menor demanda, la cual temporalmente se supera con el crédito, no es casual que el capital financiero esté más interesado a ofrecer créditos para el consumo que para la producción. Pero al tener el capital industrial más dificultades para darle salida a la producción y contar con capital dinero en abundancia, acude a la inversión o a la especulación en las actividades financieras, las cuales terminan en las crisis que recién hemos visto.

Pero existe una sexta razón que nos permite comprender los impactos negativos en la clase trabajadora y es que, el capital busca incrementar su valorización y a su vez ampliar su órbita de valorización, para lograr lo primero acude a disminuir, evadir o a eludir impuestos y para lo segundo, promueve las privatizaciones.

Una séptima razón es que busca desvalorizar la fuerza de trabajo, la cual la logra con las privatizaciones, con las fusiones y absorciones y con la disminución del gasto público. Y adicionalmente genera una sobrepoblación relativa, o para ser más claros, un contingente de personas desempleadas o subempleadas que están dispuestas a cualquiera cosa con tal de paliar su miseria o bien, optan por las drogas, las migraciones o por el suicidio. Toda esta situación es caldo de cultivo para el narcotráfico, la delincuencia, la xenofobia y el racismo. Y la gran paradoja, que voten por partidos de derecha facistas.

Una octava razón es que capitalismo ha funcionalizado la cultura patriacal para su beneficio y se aprovecha de la misma para sobreexplotar a las mujeres, las maquilas en el tercer mundo son un claro ejemplo de este fenómeno, pero no es el único, en cualquier país capitalista desarrollado o subdesarrollado las mujeres tienen salarios inferiores a los hombres por trabajos iguales.

Una novena razón tiene que ver con la degradación, contaminación y agotamiento de los recursos naturales, con la extinción de especies animales y vegetales. Para el capital, lo único que importa es la ganancia, aunque en su búsqueda loca, irracional y salvaje de la misma ponga en riesgo la vida de la humanidad.

Una décima razón tiene que ver con la alienación, con la desinformación y la robotización de los seres humanos. El capitalismo nos ha deshumanizado, nos ha hecho seres infelices, desgraciados, que ya no trabajamos para vivir sino que vivimos para trabajar. El trabajo no nos realiza y mucho menos nos hace felices.

Bien, para no alargar demasiado este escrito, pero para que hagamos de él, un trabajo lo más completo posible, los animo a que añadan ustedes cualquiera otras razones que, a su juicio, debe de contener. Por mi parte pasaré al otro apartado que me he propuesto presentarles, desde el submundo para el mundo capitalista, no sin antes añadir que vivimos una época dominada por la locura del capital ficticio que doblega países, gobiernos y que precariza a los pueblos. Los grandes financistas actúan con el mismo código de la mafia: o pagas o te mueres.

3. La acción. O la destrucción de los ídolos.

El primer ídolo que debemos derrumbar es el del capital. Todo capital es plusvalía capitalizada o trabajo no pagado. La clase trabajadora es la única que crea riqueza, aunque en este sistema sólo tenga acceso a las migajas. Pero vea usted como son las cosas, los productos del trabajo, se convierten en mercancías, las mercancías se desdoblan en mercancías y dinero, el dinero deviene en capital y el capital en su forma más abstracta se transforma en capital ficticio. Esta es su forma más fetichizada, pero es un fetiche que mata. A lo largo de la historia los pueblos han derrumbado a tales ídolos y para acabar con éste, basta con no pagar. ¿Será esto algo tan terrible como para que no lo podamos hacer? Los sumos sacerdotes nos amenazarán con toda forma de desgracias, su imaginación no tiene límites para pintarnos un mundo trágico, pero la razón es que nos quieren seguir manteniendo doblegados, sumisos, explotados y expoliados.

El segundo ídolo que es preciso derrumbar es el del poderío militar que dirige y controla, obviamente, el capital, o si usted así lo prefiere las 147 super corporaciones que han privatizado el planeta y al hacerlo nos han privado al resto de la humanidad de cualquier posibilidad de vida digna. Usted seguramente dirá: ¿Quién puede detener el poderío militar de USA, de la UE, de Japón, de Rusia o de China? Cuando existía la URSS, la cosa era diferente, pero ahora! Hay una frase en nuestros pueblos ‘subdesarrollados’, como nos ven los del primer mundo, que tiene mucho de verdad: Solo el pueblo salva al pueblo. Pues bien, los pueblos están comprendiendo que sus mandatarios, que los políticos, que los medios de comunicación, que los tribunales de justicia, que la libertad, que la democracia, que las elecciones, que los derechos humanos, que la ONU, no responden a los interés de las mayorías populares y que han sido estafados y no hay cosa que indigne más a la gente que la tomen por pendejos. Y es precisamente, ante esta realidad, cuando el capitalismo se ha desnudado, cuando estamos viendo a los burgueses con sus vientres pronunciados y las huellas de tantas cirugías estéticas que se han realizado, que el pueblo, la clase trabajadora, las mayorías populares optan por la desobediencia civil, como primera medida. Recuérdese lo que logró Gandi ante el poderoso imperio de su época, o las luchas de Luther King en USA o las protestas contra la guerra en Viet Nam, la historia está pletórica de ejemplos. Los pueblos, por muy jodidos que estén, lo único que no pierden nunca es el derecho a no obedecer órdenes. ¿Qué harán los generales ante la insubordinación de la tropa?

Pero, luego vienen las otras acciones, que han ido madurando en las concentraciones, en las tomas de parques y plazas, en las reuniones, en las discusiones, en las comunicaciones interpersonales, porque de lo que se trata es de que rueden por el fango los ídolos que nos han dominado y aparecen otras acciones de resistencia: no trabajar, no comprar, no pagar, no reprimir, no votar, apagar los televisores y las radios, no leer los periódicos, y optar por articularse masivamente en las redes sociales vía internet.

4. La segunda parte de la acción: la creación.

Ocupar parques y plazas estuvo bien para elevar la conciencia revolucionaria, pero de lo que ahora se trata, lo que ahora procede es ocupar fábricas, bancos, empresas comerciales, supermercados, aeropuertos, hospitales, universidades, estaciones de policía, destacamentos militares, oficinas gubernamentales. Se trata de ocupar todo. Los trabajadores y trabajadoras asumen el control de la sociedad.

En un primer momento para sobrevivir se impone el trueque y poco importará el origen de lo que usted esté dispuesto a intercambiar, mucho menos el valor comercial, las cosas se verán como lo que son: valores de uso, objetos que satisfacen necesidades.

En un segundo momento, se crearan las empresas autogestionarias en cualquier ámbito de la actividad económica, ya sea en la producción de bienes materiales o inmateriales. La economía se orienta hacia una actividad social en beneficio de la sociedad. Una sociedad que practica la austeridad en el consumo, no como una virtud sino como una necesidad. Necesidad de satisfacer su reproducción material y espiritual, pero a su vez con la necesidad de preservar los ecosistemas que sustentan la vida, cualquier tipo de vida.

En un tercer momento y cuando se tenga el control de la sociedad fruto de la organización, la autogestión, la cooperación y la solidaridad se comenzará el proceso de construcción de la nueva sociedad: la sociedad solidaria. Viviremos en una sociedad austera, a fin de satisfacer las necesidades de todos los humanos, a la vez, que se preserve el entorno natural que lo sustenta.

Las diferencias sociales: raza, religión, género serán superadas. Si bien los seres humanos no somos iguales, la desigualdad no debe de ser motivo de discriminación, sino de respeto, e incluso, de admiración.

En una sociedad solidaria, o si usted prefiere llamarle, en una sociedad comunista, las relaciones de poder y de propiedad desaparecerían. El poder pasa a ser reemplazado por la solidaridad y la propiedad, por la tenencia.

Para finalizar este escrito, debo de citar algo que ya sostuve en otra ocasión: Dos cuestionamientos que suelen ser tradicionales cuando se realiza cualquier tipo de propuesta son los referidos a la viabilidad y a la factibilidad, con el agravante que suelen usarse en el mismo sentido y con la misma intencionalidad: esto es, lo inútil, lo inoficioso y lo sin sentido que resulta andar haciendo propuestas utópicas. Y calificar de utópico a algo significa descalificarlo a priori. A la utopía –al realismo utópico, diríamos nosotros- se contrapone el falso realismo pragmático, el cual no es realista, ni pragmático, ya que sencillamente se trata de una modalidad de conservadurismo interesado.

Pero, para finalizar y ahora si de veras, debo de manifestar que las propuestas realizadas no son fruto de mi imaginación. Son experiencias reales que han ocurrido y otras que existen vivitas y coleando. Experiencias de economía solidaria existen en todo el mundo, los cambios culturales que han experimentado sus integrantes son asombrosos, sus potencialidades son maravillosas en términos ambientales, de equidad de género, de realización humana, etc. Si bien, como decía Rosa Luxemburgo, no podemos hacer de la necesidad una virtud, si podemos hacer de la virtud una necesidad. La solidaridad la practican los pobres no por virtuosos, sino por necesidad. Y para esta humanidad, la solidaridad es una necesidad.

Aquiles Montoya
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