La voz de alarma, hace tiempo dada por las personas y colectivos más concienciados y afectados por el deterioro medio ambiental, ha ido despertando en la población mundial una conciencia que tanto las instituciones gubernamentales como las grandes corporaciones pretenden apropiarse y monopolizar a fin de legitimar o enmascarar su depredadora actividad. Así pues, con el supuesto propósito de hacer frente de manera responsable al evidente deterioro medioambiental, se han creado ministerios, secretarías, departamentos de investigación, fundaciones, laboratorios, profesiones y disciplinas, así como especialidades y tecnologías específicas, todo ello destinado a afrontar y corregir las consecuencias del llamado cambio climático y su impacto medio ambiental. Toda una floreciente y lucrativa industria, casi siempre destinada a encubrir la creciente voracidad capitalista mediante un publicitario, falso y reiterado “verde que te quiero verde”.
Un súbito e irrefrenable amor por la naturaleza a irrumpido en los tiernos corazones de políticos, financieros y empresarios. Todos ellos, sin excepción, tienen entre sus más urgentes prioridades la de preservar el medio ambiente “para disfrute y bienestar de las generaciones futuras” (¡Ja!). Hoy no hay discurso ni producto, ya sea político, industrial o financiero, que no incluya el muy responsable y no menos enternecedor marchamo de “ecológico” y “natural”. Todo es ecológico hoy en día: el AVE, las autovías, los campos de golf, la industria del automóvil, la urbanización de las costas… Tras enormes esfuerzos y fabulosas inversiones, se ha logrado salvar de la extinción a un buen número de linces, pandas, cacatúas, lobos y tortugas. Pero dicha inversión, claro está, hay que rentabilizarla mediante una variada mercadotecnia, bien sazonada por la publicidad del generoso y desinteresado patrocinador de turno, rentabilidad que abarca exenciones fiscales, subvenciones, documentales, fascículos coleccionables, zoológicos, reservas, parques temáticos, etc., etc. Y todo ello, claro está, utilizado como reclamo turístico por la abominable industria del ocio (turs operators, hoteles, restaurantes…). De la ecología, como del marrano, los amos del capital aprovechan hasta el rabo.
por Loam