La necesaria concepción autogestionaria

Parece ser que el término autogestión es de uso, relativamente, reciente. A pesar de ello, y como han manifestado ya muchos autores, el fenómeno autogestionario se ha dado, aunque solo fuera de forma embrionaria, en lejanos estadios históricos. Puede decirse que la autogestión es una toma de conciencia del ser humano, a nivel individual y colectivo, a través del espacio y del tiempo. Como afirma Heleno Saña, no es posible reducir el fenómeno autogestionario al doctrinarismo del siglo XIX (socialista y comunista), ya que con ello se le reduce a un epifenómeno y se le desprende de sus raíces históricas y teóricas, más profundas y permanentes.

No es posible negar el carácter social del hombre, lo mismo que hay que aceptar su individualidad, la voluntad y conciencia propias de cada ser humano. En una fase inicial, el hombre se ve condicionado por la necesidad de la comunidad, es posible que predomine en un primer instante la conciencia colectiva sobre la subjetiva. Hasta determinado momento histórico, como se esforzó en demostrar Erich Fromm, el hombre no posee el afán de autonomía individual, su felicidad dependía de su lugar en la familia y en la sociedad. Si Rudolf Rocker consideraba el anarquismo como la gran síntesis entre socialismo y liberalismo, Saña considera algo similar, la autogestión sería algo consustancial a las ideas libertarias, en cualquier campo de la actividad humana (Sindicalismo y autogestión, 1977). Tal y como lo expresa este autor, la concepción autogestionaria es la síntesis de dos grandes principios, históricos y antropológicos: el comunitario-socialista y el liberal-democrático.

Las tendencias socialistas y comunistas se habrían dado a lo largo de la historia, no es posible poner su punto de partida en el siglo XIX. El mismo Platón, en La República, muestra una sociedad organizada según los principios comunistas. Sin embargo, es conocida la concepción elitista y jerárquica que hay presente en esa visión, en la que se sacrifica la subjetividad y la libertad del individuo. Aunque el germen del totalitarismo, donde el Estado es todo y el individuo es nada, se ha atribuido a muchos autores, puede decirse que el sistema platónico tiene mucho de ello. Lo importante es comprender que en un sistema autogestionario (anarquista, socialista libertario, o reciba el nombre que queramos) las exigencias objetivas de la sociedad estarían siempre equilibradas por las necesidades subjetivas de cada individuo.

Recordaremos que la sociedad de la antigua Grecia se caracterizaba por la pluralidad, y que la concepción de Platón era solo una de tantas. En la filosofía griega podemos encontrar una enorme sensibilidad comunitaria, e importante resulta esta tradición para una concepción autogestionaria del hombre y de la sociedad. No obstante, es posible que los antiguos griegos se preocuparan más del individualismo, que de los principios socialistas tal y como los entendemos ahora, pero su afán de perfeccionamiento y su constante búsqueda de la virtud son rasgos que deben forma parte de nuestro patrimonio y que es necesario elevar también a la comunidad. En ese sentido, Heleno Saña (haciendo honor a su propio nombre) coloca el punto de partida del socialismo en el humanismo griego, si entendemos aquel como búsqueda de la igualdad, la justicia y la libertad (y no como lo que se ha sufrido en los regímenes socialistas autoritarios). Al igual que Nettlau, en La anarquía a través de los tiempos, Saña considera que Zenón, fundador de la escuela estoica, es el precursor del comunismo libertario y del ideal autogestionario. Esto es debido al cosmopolitismo del estoicismo (aunque tenga otros rasgos más cuestionables, en mi opinión) y su superación de las barreras sociales y políticas, junto con la búsqueda de la virtud al margen de cualquier institución.

El otro gran principio pilar de la concepción autogestionaria es el liberal-democrático (tal y como lo denomina Saña, aunque al igual que ocurre con el socialismo y el comunismo, sea una terminología cuestionable al deformarse y haber creado nuevas sistemas de dominación), un despliegue de la conciencia del hombre sobre la libertad. Es posible que Aristóteles, haciendo contrapeso con Platón, sea el representante de esta tradición basada en el individuo, la familia, los vínculos afectivos y los grupos autónomos. Dentro de esta concepción también griega, el hombre virtuoso es el «autarkes», el que se basta a sí mismo y mantiene su independencia moral y material. La polis griega es el primer modelo histórico de una comunidad formada por hombres libres (aunque es sabido que eso no es así de forma absoluta, ya que hay prácticas esclavistas y represivas; tampoco podemos saber qué hubiera pasado sin la llegada del cristianismo, si esas sociedades griegas hubieran evolucionado sin desaparecer). Dando un gran salto histórico, y aceptando los rasgos presentes en cada época, hay que hablar de que el liberalismo moderno degenera pronto en insolidaridad y atomismo social. 

Lo que sigue siendo reclamable, a pesar de los tiempos que corren en los que quiere verse que la lucha social ha sido también fagocitada por el Estado y el capital, son los valores y prácticas autogestionarias basados en la libertad, la dignidad y la solidaridad. Modelos existen en la sociedad contemporánea, dentro de la tradición de resistencia proletaria al capitalismo, en los que se entendía la vida del ser humano como síntesis o armonía entre el sujeto y el objetivo (individuo y sociedad). El lema de la fundación de la Asociación Internacional de Trabajadores, «la emancipación de los trabajadores tiene que ser obra de los mismos trabajadores», ya anuncia la concepción autogestionaria. Conocido es que la corriente anarquista, fraccionada de la AIT, era más afín a esta visión que cualquier partido socialista o comunista, lo que conduce posteiormente a una CNT española dirigida auténticamente por los trabajadores. Una concepción jerárquica y autoritaria del socialismo, deformación del principio de justicia social, ha fracasado y el sistema triunfante de momento es el capitalismo, deformación del principio de libertad. Las crisis, económicas y de valores, se suceden (o, mejor expresado, permanecemos constantemente en ellas), por lo que una gestión humana y racional es prioritaria. Es necesario poner el punto de partida para una concepción autogestionaria de la vida y de la sociedad, una transformación profunda e integral (que no supone un mero programa político), el nacimiento de una nueva sensibilidad, conciencia y ética, de una nueva humanidad. Tal vez es algo que solo exista en potencia, o de forma muy minoritaria, pero así se empieza forjando un mejor horizonte.

Capi Vidal

http://reflexionesdesdeanarres.blogspot.com.es/

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