Cuando los explotados alaban la figura de «el violento»

violenciaDurante el transcurso de la historia, todos los cambios socio-políticos se dan por la confrontación de intereses de dos clases antagónicas (explotados y explotadores). Aceptar la lucha de clases es aceptar también la inherencia de la violencia en este hecho. Los trabajadores no podemos apelar al “humanismo” de la clase dominante ni a la convivencia fraternal entre estas clases como la socialdemocracia y círculos izquierdistas proponen. Es por ello que nuestro deber es clarificar los conceptos sobre la violencia para seguir caminando hacia nuestra emancipación. Esperamos que este texto sea un paso más hacia el debate.

Como ya hemos dicho, el conflicto permanente entre los diferentes intereses de las clases sociales da como resultado una violencia estructural por parte de la clase dominante (cuyo mayor ejemplo es el Estado y su amplio cuerpo de represión: policías, cárceles, militares…) y una respuesta igualmente violenta por parte de los dominados para defenderse.

Las teorías socialdemócratas o pacifistas o bien son parte del discurso burgués para inculcarnos la ilusión de que no existen tales  clases sociales, o se basa en la ignorancia del transcurso de la historia o la realidad material en la que vivimos. La capacidad misma del Estado y el Capital de poder usar (aunque no las use) armas, videovigilancia, control de movimiento, tortura… es una constante agresión a nuestras vidas. A veces no es necesario disparar, basta con la coacción misma de la amenaza. Es aquí donde el proletariado debe empezar a defenderse, como clase social.

Muchos compañeros argumentan acertadamente que este tipo de autodefensa es más entendible hacia la sociedad desde contextos concretos: una “huelga” general, un desalojo, una manifestación con cargas policiales… La principal característica de la autodefensa en estos hechos es la capacidad de extenderse. El espíritu de unidad que se fomenta en un piquete de trabajadores hace de la acción individual, una acción colectiva, puesto que se hace desde la clase trabajadora hacia la clase trabajadora. ¿Y las acciones de autodefensa fuera de este terreno?

Como en todo acto, hay que valorar siempre la situación. Debemos entender que la violencia no tiene una carga moral sin saber de quien, a quien y porque es producida. Sin embargo las consecuencias de quemar un cajero, por ejemplo, pueden ser reaccionarias. Pensemos primero en los objetivos, que podrían simplificarse en:

  1. Daño económico
  2. Obstrucción de la videovigilancia (los cajeros automáticos tienen cámaras, recordad)
  3. Propaganda de la confrontación entre clases, con su consecuente reflexión y concienciación de los trabajadores.

Y así mismo deberíamos tener en cuenta:

  1. Los bancos tienen aseguradas sus bienes y no les afecta económicamente. El daño (que no es poco) es la paralización de movimiento monetario.
  2. La alerta a los cuerpos de represión, que aumentarán su control por esa zona, además de la reparación de la cámara del cajero a la semana
  3. La criminalización por parte de la prensa burguesa buscando la figura de “el violento” (radical, antisistema, ultraizquierdistas, etc…) para alejar a esos individuos de la acción colectiva.

A esto habría que sumarle, en el caso de que salieran mal los planes, las multas que nos podríamos comer.

Esto nace de la lógica de clase social, sin embargo hay otros grupos que, aunque en forma son iguales, niegan las clases sociales y realizan tales actos por intereses individuales, más cercanos a lo emocional que a lo racional o ideológico. Luiggi Fabri en su libro “Influencias burguesas en el anarquismo” describe al milímetro este hecho, dándole un origen y unas consecuencias para el movimiento obrero. Así pues, el esfuerzo de la propaganda burguesa por calar entre los trabajadores sus intereses, se materializa en las prácticas individualistas de estos.

Podemos ver en los dibujos de Carlos Azagra, Pedro Pico y Pico Vena, tales afirmaciones. Así, conceptos propios del movimiento revolucionario son usados para designar los “caprichos hedonistas” de estos personajes.

A este proceso, los situacionistas lo definían como recuperación.

“La posibilidad siempre presente de que ideas y cosas revolucionarias o radicales puedan ser incorporados a las lógicas dominantes que obedecen al sistema capitalista y al sistema burocrático por medio de la comodificación (entrada a la lógica de mercancía) y la funcionalización dentro del sistema dominante. La estrategia principal para esto es el vaciar a algo de contenido y el adentrarlo en el sistema de la mercancía.”

Buscar de la lucha, un acto de consumo, es un hecho reaccionario. Es normal ver imágenes en televisión de barricadas y disfrutar de tales disturbios. Debemos cuidarnos de no caer en el fetiche. Dar pie a elementos en nuestro movimiento que tienen mayor importancia por la forma que por el contenido sería hacerle la cama a la burguesía y al Estado. Sería exactamente hacer lo que hace la burguesía: mercantilizar hasta el último reducto de nuestras vidas (en este caso, la lucha). Siguiendo esto, hay algunos que se reafirman en lo que la prensa dice: “Soy violento, soy radical” fomentando el estereotipo. Se ha llegado a escuchar en algún disturbio “¡esto es una fiesta!” mientras con alegría se quemaban contenedores. Obviamente este último caso es anecdótico y no podemos ni mencionarlo como minoría, roza la nulidad. Estos casos son ajenos al proletariado y no ayudan a su lucha.

¿Estamos negándonos a la violencia fuera de una huelga general? Ni por asomo. Nosotros creemos que la confrontación debe ser diaria, que nuestra propaganda debe estar en las calles día y noche.

Nosotros no somos la vanguardia de la clase obrera que esteriliza su labor revolucionaria. Cuando se hacen barricadas, no somos “los violentos”. Cuando se queman contenedores, no somos “los radicales”. Cuando se confronta con el cuerpo armado de la ley con algo más que palabras no somos “grupos ultraizquierdistas que vienen de fuera”. Somos la clase obrera. Y estamos defendiendo nuestras calles, como en Gamonal, nuestros espacios de ocio y reflexión, como Can Vies y nuestros propios derechos y libertades.

Actuemos pues desde lo individual a lo colectivo. Que nuestros esfuerzos sean por la concienciación y autoorganización de la clase trabajadora. Por la total emancipación.

JSF

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