La coherencia anarquista

Una amiga me escribió para preguntar por una persona que nos había mandado un correo colectivo a las dos, y ella me decía que al parecer era anarquista pero luego me lanzó un comentario devolviéndome a una reflexión que constantemente he tenido: “debería haber anarcómetro, así se define que los anarcos verdaderos dejaron de existir hace rato”. Solo por seguirle el juego, porque a veces esas conversaciones hay que tomarlas con un poco de humor, yo le respondí: “ De los mismos creadores de no me aguanto a la gente y por eso genero prejuicios, ahora puede tener en su tienda más cercana: Anarcómetro! úselo en dosis moderadas para mantener solo a la gente más coherente a su alrededor. El exceso puede ser perjudicial para su salud, podría terminar sola en el mundo”.

Uno de las características menos enorgullecedoras que he encontrado en muchas libertarias, y claro está en muchas ocasiones también yo, es una superioridad moral frente al resto del mundo, que se recrudece aun más cuando es entre compañeras. Si andamos mirando que tan autoritario es el mundo que nos rodea y que tan poco coherente es mucha de la izquierda por reproducir modelos de dominación en sus prácticas, mucha mayor acidez se pone cuando estamos en desacuerdo con alguna de nuestras compañeras, a las que terminamos no solo tachando de incoherentes sino que inclusive dudamos de su militancia. Esa superioridad nos hace constantemente generar juicios que no solo no colaboran en nada para construir una crítica colectiva a las cosas que hacemos, sino que en muchos casos se hacen con tan poca delicadeza que lo que logramos más es herir sensibilidades que promover reflexiones.

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Creo que, aunque esa superioridad moral está inspirada en un honesto sentimiento de rabia acompañado de la esperanza de un cambio de las cosas, en la práctica promover esos juicios lo que hacen hacia el resto de la sociedad es hacernos ver como unos fundamentalistas que en nuestro purismo aburrimos, mientras que hacia adentro de la escena libertaria nos provocan dispersión entre personas que tenemos algunas afinidades y que podríamos estar construyendo colectivamente a pesar de las diferencias que también nos habitan. En fin, si bien es interesante reflexionar sobre la coherencia, de plano deberíamos desterrar de esa discusión la superioridad moral en donde nos volvemos casi peor que los tribunales de la inquisición. Por lo tanto, la coherencia no es un ideal estático perfecto, es un proceso constante de cuestionamiento sobre el que hacer.

Entonces, creo que si es pertinente hablar de la coherencia porque realmente es algo que nos aqueja en los colectivos y procesos sociales en las que muchas militamos. Teniendo en cuenta que las anarquistas vemos nuestra acción política tanto en lo cotidiano como en la apuesta social más general, entender la coherencia no puede estar desasociada de las dos. Es decir, por una parte está clarísimo que los valores libertarios deben estar presentes en todas y cada una de nuestras relaciones cotidianas (de pareja(s), amistad, familiares, etc…), escenarios que por ser más íntimos implican un mayor esfuerzo de constantemente estarnos preguntándonos si no reproducimos dinámicas autoritarias. Creo que en esos espacios íntimos tendemos a relajarnos y a olvidarnos de nuestras apuestas políticas, creyendo que solo es afuera en la calle donde se materializan y no en la casa. De allí que se recuerde el dicho de: “en la calle El Ché y en la casa Pinochet”. En esos escenarios es donde debe empezar la militancia anarquista, construyendo relaciones constantes de libertad con las demás de tal forma que demostremos con nuestros propios actos que otra forma de entendernos es posible.

Pero claro, no es suficiente si solo nos quedamos con ser coherentes en nuestra vida cotidiana. Y acá es donde muchas compas creen que simplemente con escuchar un estilo musical, vestir de una forma, proponer dinámicas de autogestión personales o de pequeños colectivos, o en general apostarle simplemente a un estilo de vida libertario con ello se logra construir la libertad. Pero no, el anarquismo no puede ser una experiencia solamente individual o de pequeños grupos, es además una propuesta de organización social que implica no solo construir alternativas de organización distintas al capitalismo y al Estado, sino además confrontar las opresiones que provienen de aquellos que dominan la sociedad, y en ese camino de ir construyendo autogestión y quitándole la legitimidad y el espacio a la opresión logrando construir un movimiento general que le apueste a formas solidarias y no autoritarias de vivir en sociedad.

Por eso es que la coherencia anarquista implica participar activamente en los procesos sociales que se desarrollan tanto en lo laboral, como en relación a la vivienda, a donde estudiamos, las identidades culturales y religiosas que poseemos, en fin, todas aquellas estructuras sociales donde mediante la asociación colectiva se busca mejorar las condiciones de existencia. Claro, al participar en esos espacios nos encontramos con compañeras que no son libertarias y para muchas el llegar a acuerdo con ellas es difícil en la medida que muchas postulan formas jerárquicas. Allí es donde está el reto de mediante la paciencia y la práctica poder persuadirles que hay formas que nos convienen a todas por que nos permiten tener mayor libertad sin que eso implique arriesgar la autonomía o la solidaridad. El hecho de que nos encontremos en espacios de construcción colectiva con gente que no comparta nuestras formas de hacer o pensar no es un problema, solo es precisamente mediante la coherencia que tengamos entre nuestro discurso y nuestra práctica lo que nos permitirá demostrarle a las otras personas que podemos romper las tradiciones y crear estrategias a favor de procesos horizontales. Entonces, allí la coherencia no implica solo una cuestión personal sino termina siendo una de las cartas de presentación más importantes de nuestra propuesta política.

Por lo tanto, no es suficiente con prácticas o personales o sociales para construir la militancia anarquista: es en el constante trabajo de ambas donde podemos encontrar la más nítida relación entre nuestras ideas y nuestros hechos. Aun así, creo que es importante recordar algo: el hecho que la gente no sea coherente no debería ser una razón para dejar de apostarle a construir con ellas, sabiendo ya los límites de cada uno pero también que el proceso de construcción es eso, un camino de aprendizajes colectivos. Creo que lo peor que nos puede pasar es tener anarcómetros o coherenciómetros con quienes nos rodean. ¿Que si podemos hacer comentarios y críticas entre nosotros o con otras personas?, pues claro que sí, pero estos deben hacerse de tal forma que abran posibilidades de diálogo y construcción, ya que de otra forma lo que hacen es interrumpir la posibilidad de realizar socialmente procesos colectivos. No hay que temerle a la crítica, pero hay que saber hacerla y recibirla.

La coherencia anarquista no es una moda ni una utopía irrealizable, es el ejercicio constante de crítica y autocrítica que todas las individualidades y organizaciones libertarias debemos hacer para afinar aquellas partes en donde nuestro discurso no esté en relación de nuestra práctica, ya que a diferencia de otras ideologías el anarquismo se caracteriza por ser una en donde la práctica se desarrolla aquí y ahora y no en futuros paradisiacos a donde nunca se termina llegando. Apostémosle a la coherencia como una forma de construir entre anarquistas pero también con otras distintas a nosotras. Una sociedad anarquista solo será posible en ese diálogo de diversidades.

Una segunda parte de esta reflexión la pueden encontrar en: http://www.portaloaca.com/opinion/8833-la-imperfeccion-de-la-coherencia.html


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