Unión Soviética: ni soviética, ni comunista, ni socialista, ni democracia, ni popular: Capitalismo!

URSSA pesar de conocer más que de sobra el ideario socialista y comunista, durante el gobierno soviético la población rusa fue sometida a una explotación y manipulación estatal sin precedentes, contradiciendo los principios de autodeterminación e igualitarismo que juraban defender.

La revolución rusa prometió al proletarios y campesinos el paraíso socialista en el que ellos mismos tomaría sus decisiones por medio de la abolición del estado. No, no fue la revolución, fuer el partido Bolchevique. Para ello nada mejor que organizar el ejército rojo, el partido único, tomar el estado con todas sus estructuras y organizar los soviets conforme a una red jerárquica establecida por relaciones personales en las que se acentuaban aún más los privilegios. Harían lo que fuera por disolver el estado, aunque fuera reforzarlo y apuntalarlo para evitar la intervención imperialista. El pueblo volvía a ser víctima.

Capitalismo y comunismo llegaron a confundirse a pesar de parecer, presentarse, como diametralmente antagónicos. En el fondo del problema las mismas causas: los privilegios y el poder. Con las mismas consecuencias: sobre explotación, miseria e injusticia.

Del artículo: Unión soviética y capitalismo. ¿Era capitalista la URSS?/ Blog Cancer Capitalista

Transición al capitalismo dirigida por el partido

Si la revolución rusa significó inicialmente una inspiración para los trabajadores de todo el mundo, su impacto posterior es más ambiguo. El concepto “comunismo” se acabó asociando a un ineficiente sistema de control estatal de los medios de producción y a una severa represión totalitaria de toda oposición. Los movimientos obreros de todo el mundo fueron dominados por partidos afines a este modelo de “socialismo realmente existente” que resultó letalmente contrarrevolucionario.

En Rusia hubo una revolución socialista y democrática en 1917. Tras tres años de guerra imperialista, tras los que el estado y la economía quedaron desarbolados, soldados, obreros y campesinos se apoderaron del aparato militar, tomaron el control de las fábricas, se repartieron las tierras de los terratenientes, y crearon soviets como forma de organización socialista democrática.

La Revolución Rusa y la creación del primer estado obrero produjeron un profundo impacto en el mundo. El aparente éxito de la revolución rusa renovaba la esperanza de que era posible una alternativa real al capitalismo. Quedaba demostrado que el capitalismo podía ser derrocado y que una sociedad socialista, si no comunista, se podía construir sobre sus ruinas. Como tal, inspiró a generaciones de socialistas y trabajadores, influyendo determinantemente tanto en sus objetivos como en sus métodos.

Los bolcheviques se pusieron a la cabeza de la revolución presentándose como el partido más revolucionario y más radical. En realidad, sus intenciones no eran “socialistas” de inmediato. Según ellos, las condiciones para el socialismo aún no eran las adecuadas. Rusia aún no estaba madura para el socialismo. Hacía falta modernizarla, hacerla competitiva, desarrollar las fuerzas productivas hasta un nivel semejante al de las grandes potencias imperialistas de la época. Lenin pretendía instaurar un régimen capaz de promover el desarrollo industrial y la modernización del país, manteniendo a raya al colonialismo y la dominación imperialista. Un régimen de transición al capitalismo, “dirigido por socialistas”, puesto que la burguesía rusa no estaba aún suficientemente desarrollada.

En la práctica, sin embargo, el ideario “socialista” se utilizó para ponerse a la cabeza del movimiento revolucionario, desviarlo del socialismo, vencer y aniquilar a los verdaderos revolucionarios, y, finalmente, justificar la apropiación “colectiva” de los medios de producción por parte de una burguesía nacionalista capitalista de nuevo cuño, disfrazada de “burocracia” y de “socialista”. El sistema de planificación centralizada, se copió del capitalismo de guerra alemán de la primera guerra mundial.

La particularidad de la URSS fue que para quemar etapas lo más rápidamente posible, era preciso, además de la estatalización de la economía, someter a la población a un régimen inhumano de explotación totalitaria bajo la divisa del socialismo/comunismo marxista. La planificación centralizada y la “ausencia” formal de propiedad “privada”, permitieron a la nueva burguesía seguir utilizando la verborrea “socialista” para justificar el terror y la explotación a la clase obrera durante décadas.

Se ha dicho que la URSS era un socialismo deformado o una sociedad en transición del capitalismo al socialismo. En realidad era una variante capitalista totalitaria (camuflada como “socialista”) de carácter defensivo. Si era una “sociedad en transición”, transitaba en una única dirección, hacia el capitalismo.

Variantes capitalistas

El capitalismo constituye una forma histórica de regulación social y, como tal, susceptible de adaptaciones múltiples y a menudo sorprendentes. En el sur de los EEUU funcionó durante décadas una variante “esclavista” de capitalismo en la que los esclavos figuraban como una partida más del activo en los modernos libros de contabilidad. Se trataba de partidas amortizables que precisaban biocombustible para funcionar a pleno rendimiento. En la variante nazi las SS proporcionaban prisioneros a los grandes grupos industriales en régimen de “renting”. Si se estropeaba el trabajador era substituido inmediatamente, sin recargo alguno, por el eficiente oficial de las SS. En la variante sudafricana, el aparheit convertía a la fuerza de trabajo en sub-humanos susceptibles de tasas de explotación acordes con su naturaleza. En la variante “soviética” los capitalistas (burócratas) competían entre ellos por las participaciones en la explotación de los trabajadores rusos a los que se aterrorizaba y adoctrinaba con el gran hermano estalinista.

Como en el caso de la variante nazi, en el estalinismo, más que la figura de un dictador omnipotente, lo que proliferaba era el arbitrio de cientos de miles de pequeños dictadores [burocratas] compitiendo entre ellos por el control de los explotados.

El carácter regional y autárquico permitió una cierta independencia respecto a la periodicidad cíclica de la expansión del sistema capitalista global, pero la crisis capitalista no iba a dejar al margen a uno de los eslabones más débiles del sistema. Desde la muerte de Stalin, la economía de la URSS se había ido integrando en los circuitos comerciales y financieros del sistema global. Cada vez dependía más de las divisas por exportación de productos energéticos y materias primas, y bancos capitalistas y agencias internacionales no veían inconvenientes en prestar a la URSS y a las demás “democracias populares”. A finales de la década de los 1970s el sistema “soviético” empezó a manifestar síntomas inequívocos de crisis económica creciente cuyos parámetros tenían que ver más con esta integración que con la antigua autarquía.

Teorías

Ha habido bastantes teorías sobre el carácter capitalista del sistema “soviético”.

A. Ciliga (1938), revolucionario croata, tuvo que huir de su país y se incorporó a la revolución rusa a mediados de los años 1920s. Fue sucesivamente bolchevique, leninista, trotskista, extrotskista, y, finalmente, exleninista. Encarcelado por la checa en Siberia, salvó la vida de milagro y pudo salir de la URSS. Fue de los primeros en considerar que el sistema ya no tenía nada de “soviético” sino que se trataba de una variante capitalista, desde buen principio.

Los trotskistas se aferraron a la teoría de que se trataba de un sistema de transición entre el capitalismo y el socialismo (una fase inferior previa, a la sociedad post-capitalista comunista). Trotsky planteó que se trataba de un “estado obrero degenerado” e inestable que, o bien se decantaría rápidamente hacia el socialismo o bien hacia el capitalismo (Trotsky pensaba que esta situación se resolvería en uno u otro sentido tras la 2ª GM).

Tony Cliff (1948), trotskista inglés, ante la longevidad del estalinismo tras la 2ª GM, planteó que existió un estado obrero socialista hasta 1928. A partir de entonces, el estalinismo contrarrevolucionario se consolidaría definitivamente. La burocracia se convirtió en clase capitalista y el sistema dejó de ser un estado obrero para convertirse en una variante particular del capitalismo de estado.

Hillel Ticktin (1970s), trotskista inglés, desmontaría la tesis de Cliff con argumentos marxistas (teoría del valor) para volver a la idea original de Trotsky de un estado obrero degenerado. Pero su análisis de la URSS era más profundo. Advirtió el mal funcionamiento del sistema hasta el punto de calificarlo de un “no modo de producción” en crisis. La élite era incapaz de controlar el proceso de trabajo. Argumentó que el “mal funcionamiento” y por tanto, la crisis del sistema, era algo intrínseco al modelo y no el resultado de la resistencia obrera, es decir, de la lucha de clases (para él, la URSS era un “estado obrero” sin lucha de clases).

En realidad, lo que Ticktin estaba analizando y estudiando no era el “funcionamiento normal del sistema” sino la crisis del sistema. Una crisis que estimulaba la lucha de clases y en la que los obreros estaban ganando posiciones que contribuían al “mal funcionamiento” del sistema.

El alemán Paul Mattick, consideraba que con la toma de los medios de producción en manos del Estado, los bolcheviques no habían conseguido su “socialización” sino la nacionalización del capital. La propiedad capitalista había cambiado de manos, desde los propietarios particulares, al estado, pero seguía siendo “propiedad capitalista” puesto que los medios de producción no eran controlados por el conjunto social sino que seguían siendo capital alienado respecto a los trabajadores. La Unión Soviética no había abolido la relación de explotación capital/trabajo fundamental del capitalismo.

Mattick planteó que se trataba de una forma avanzada de capitalismo en la medida que había superado algunos de los principales problemas del capitalismo basado en la propiedad privada tales como la competencia y las crisis de sobreproducción, consiguiendo más estabilidad y, en cierta forma, una disminución de los antagonismos de clase.

Amadeo Bordiga, fundador del Partido Comunista Italiano en 1921 (una escisión de un PSI incapaz de organizar una revolución durante el “bienio rosso” – 1919-1920 – ) también consideraba que la URSS era capitalista.

Para Bordiga la Unión Soviética era una sociedad en transición hacia el capitalismo. Lo que distinguía al régimen capitalista “soviético” no era su carácter avanzado (Mattick) sino, por el contrario, su retraso, su subdesarrollo. Rusia era un estado periférico atrasado susceptible de caer en manos del capitalismo imperialista desarrollado y quedar relegado para siempre en el subdesarrollo. Los bolcheviques intentaron impedir este destino con métodos intervencionistas y proteccionistas extremos. Fue por esto que la Unión Soviética se convirtió en modelo para la lucha contra el colonialismo.

Para Bordiga, el giro “a la izquierda” de Stalin en 1928, con la colectivización forzada y los planes quinquenales, no fue una “acumulación primitiva socialista” (según las tesis de Preobrazhensky) sino una salvaje acumulación primitiva capitalista. Los excesos estalinistas de los años 1930s – “un infierno para el obrero y una carnicería de energía humana” – no fueron otra cosa que la expresión de “la generación de las condiciones universales para la génesis de todos los capitalismos”. En 1953 afirmaba que “ El proceso económico en desarrollo en los territorios de la unión rusa pueden definirse esencialmente como la implantación del modo de producción capitalista, en su forma más moderna, y con los últimos medios tecnológicos, en países atrasados, rurales y asiático-orientales”.

Para Bordiga, la obsesión en encontrar capitalistas individuales o sustitutos de aquellos, en orden a caracterizar o etiquetar el sistema, era absurda. “el determinismo sin personas es incongruente, pero los hombres constituyen el instrumento del sistema capitalista, pero no el motor”… “No se trata de una parcial subordinación del capital respecto al Estado, sino de una ulterior subordinación del Estado al capital”. El despotismo estatal en Rusia estaba al servicio del capitalismo impulsando el modo de producción en áreas que se resistían aún.

Neil C. Fernandez considera que todas las categorías y parámetros que definen el “capitalismo” estaban presentes en el sistema “soviético”. Competencia, competitividad, mercancía, dinero, capital, acumulación, plusvalía, acumulación, … En un extenso tratado analiza cada categoría y la forma que adoptó en el sistema “soviético”.

R. H. Tamás, filósofo, antiguo dirigente de la disidencia húngara, tras el desastre acontecido en Hungría y el resto de democracias populares y consciente de la mistificación del capitalismo, se ha convertido en uno de los más firmes defensores del carácter capitalista de sistema “soviético”. Los húngaros, polacos, checos, eslovacos, rumanos, rusos, lituanos, …, no dejaron atrás el “socialismo realmente existente”, sino una variante más del capitalismo realmente existente.

Addenda
Emma Goldam, activista anarquista y exiliada americana en Rusia escribe en la obra «Mi desilusión con Rusia» 1924:

Es a la vez el gran error y la gran tragedia de la Revolución Rusa el haber apuntado (liderando el partido político regente) a cambiar sólo las instituciones y condiciones mientras que ignoraba completamente los valores humanos y sociales involucrados en la Revolución. Peor aún, en su loca pasión por el poder, el Estado Comunista incluso buscó reforzar y profundizar las mismas ideas y concepciones que la Revolución había venido a destruir. Apoyó y alentó las peores cualidades antisociales y destruyó sistemáticamente la recién despierta conciencia acerca de los nuevos valores revolucionarios. El sentido de justicia e igualdad, de amor a la libertad y de fraternidad humana -esos fundamentos de la regeneración real de la sociedad- fueron suprimidos al punto de su exterminio por parte del Estado Comunista.

Conclusiones
La libertad no puede ser diferente a su concepto: si quieres libertad y vivir en sociedad solo existe una forma, organizarla. Nadie se va a encargar de organizar, controlar y gestionar un sistema para después entregárselo a nadie. Ejemplo es el caso soviético.

Con la excusa de la pobreza, subdesarrollo y explotación imperialista los comunistas rusos instalaron un sistema que reproducía los errores del precedente. Los comunistas actuales se aferran a la idea de que el cambio fue positivo y los sacrificios del pueblo necesarios.

Un ciclo se cierra coincidiendo con la expansión máxima del sistema de opresión: el capital se reconcentra, los recursos disminuyen. La exclusión globalizada se hace palpable, la protesta también se globaliza. La vieja fórmula del control estatal no sirve, habida cuenta de las experiencias fascistas y soviéticas. Solo queda entonces una forma de que el mundo sobreviva a su actual situación, aplicándo la lógica, racionalizando el  consumo, compartiendo en vez de compitiendo, que el proceso sea parte del objetivo: cambiar los valores. Y los valores no cambiarán si no los cambiamos nosotros. Lo que algunos llaman la revolución social.

La revolución empieza aquí y ahora, cada día. Contigo. YA!

Cambia tus valores, vive la libertad!

La Unión Soviética: ni soviética, ni comunista, ni socialista, ni democracias, ni populares: CAPITALISMO! | LA TARCOTECA Contrainfo

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