Revisitando el abstencionismo, con ocasión de las próximas elecciones en Estados Unidos

Las elecciones presidenciales de los Estados Unidos que se avecinan este año han generado un curioso fenómeno dentro del mundo anarquista de ese país: llamados en masa a votar e incluso a donar dinero a la campaña de Bernie Sanders, de modo de evitar la reelección de Donald Trump[1]. Esto debiese parecernos inaudito cuando los anarquistas desde siempre hasta nuestros días hemos tenido claridad acerca de la mentira e inutilidad que implica la democracia representativa, el parlamentarismo y el reformismo socialdemócrata, por muy radical que se presente a sí mismo. Además, no puede olvidarse, nuestro compromiso implacable con la abolición de toda jerarquía y autoridad debiese conducirnos a un férreo desprecio hacia las elecciones, que en última instancia no significan otra cosa que elegir a quién nos gobernará.

¿Es acaso que nuestros compañeros norteamericanos han errado el foco todos en conjunto?, ¿acaso han sucumbido a la propaganda socialdemócrata?, ¿o es que acaso que estamos frente a una oportunidad para que los anarquistas reflexionemos en torno a esta actitud casi dogmática en contra del voto? Lo que pretendo sugerir aquí es que, de hecho, en diversos casos, el no votar tiene un efecto contrario a lo que los anarquistas pretendemos. Me explico.

Famosamente Ricardo Mella decía a principios de siglo XX aquella tan conocida sentencia “votad lo que estiméis conveniente la jornada de las elecciones, o absteneos, pero no olvidéis nunca que lo principal es lo que hacéis, con vuestra lucha, los 364 días restantes del año”. Y es cierto: aquello que caracteriza nuestro proceder anarquista de propaganda permanente y de acción directa consiste en conformar comunidades de resistencia contra el capitalismo y la represión, así como prepararnos material y moralmente para la revolución. Ninguna duda en esto. Pero, ¿de verdad al haber elecciones en todos los casos están las cosas para “votad lo que estiméis conveniente la jornada de elecciones, o absteneos”? En mi opinión, la respuesta a esto es un rotundo no. Es cierto que en ocasiones sí es el caso: lo es en la España o en el Chile bipartidista, lo es en la época de los eternos gobiernos del PRI en México, lo es en las elecciones entre candidatos demócratas y republicanos en Estados Unidos en las últimas décadas. Sin embargo, lo que se ha gestado en los fondos oscuros de la institucionalidad política de los países en los últimos años, el fascismo, es algo con lo que no puede hacerse vista gorda, ni algo abordable mediante meras fórmulas fijas. Los gobiernos de ultraderecha que se presentan a las elecciones buscando recortar y eliminar derechos y conquistas sociales no pueden compararse con los peligrosos pero más inertes gobiernos socialdemócratas y progresistas. Sencillamente no da igual ni es lo mismo que gobiernen los Trump, los Bolsonaro, los Piñera, los Macri, las Le Pen, los Duque, los Abascal.

Conviene que distingamos dos formas de maximalismo, uno que es ingenuo y el otro no. Los anarquistas somos maximalistas, pues no nos detendremos hasta alcanzar la liberación humana total por medio de la revolución. Queremos, de una vez por todas, abolir el capitalismo, de modo tal que la producción se oriente a la satisfacción de las necesidades de todos. Queremos también abolir el Estado para acabar con la violencia estatal sistemática y la burocracia. Y para estos fines, justificamos el uso de medios violentos según el caso lo amerite. Hasta aquí todo claro. Sin embargo, tener claridad de estos ideales firmes no debe hacernos perder de vista, por un lado, que todo esto tiene por detrás la búsqueda por que las personas vivan mejor y, por otro lado, que vivimos en tiempos y lugares concretos donde la revolución está más cerca o más lejos, pero aún no aquí y ahora. En este sentido, debemos recordar las palabras de Chomsky[2] que nos recuerdan que, en ocasiones, para aproximarnos progresivamente a aquellas cosas que son nuestros fines, hemos, a veces, proceder mediante vías que son aparentemente contradictorias con ellos. En la medida que queremos permanecer internacionalistas, debemos hacer todo lo necesario por evitar la victoria del candidato xenófobo que deportará o encarcelará a los inmigrantes sin papeles; en la medida que queremos prepararnos para la revolución, necesitamos blindar con todo nuestro empeño las leyes que protegen al trabajador y le garantizan un sueldo que le permite costear los costos de la vida. En efecto, resulta demasiado fácil satanizar todo aquello que es proveniente del Estado cuando no es uno el deportado o el que tendrá que costear su tratamiento médico o su jubilación o vivir las guerras que su gobierno hace hacia el exterior. Sugiero que este maximalismo ingenuo que es incapaz de comprender los progresos pragmáticos en la vida de las personas ha de ser severamente rechazado pues es totalmente contrario a las causas del pueblo y a la causa por la revolución. Como nos recordaba Malatesta[3], además de revolucionarios, somos reformistas precisamente porque queremos proveer las mejores condiciones para la revolución futura; no somos marxistas, ni deterministas, no creemos que el empeoramiento de las condiciones de vida de los trabajadores sea fomento de la revolución sino todo lo contrario[4].

No nos equivoquemos. Los anarquistas hemos de tener una extrema desconfianza a la institucionalidad y rechazar de plano la idea reformista de que la liberación humana y el socialismo podrían alcanzarse por la vía del Estado y del parlamento. De hecho, es necesario también tener precaución frente las iniciativas centralizadoras y burocráticas de la socialdemocracia que dificultan la autogestión y la autodeterminación. Sin embargo, y más allá de que lo anterior no es insignificante, el costo del esfuerzo por ir a votar  por el candidato que hace de contrapeso a la ultraderecha –en caso de haberlo– es demasiado ínfimo respecto del alivio que podría significar para las personas que viven dentro de las fronteras nacionales (e internacionales) y que aún no pueden beneficiarse de nuestra lucha en ninguno de los 365 días del año, pues aún no somos suficientes.

¿Cumplirá Bernie Sanders su promesa de acabar con los billonarios, garantizar la sanidad y la universidad gratuita para todos (además de perdonar la deuda universitaria existente), terminar con el intervencionismo imperialista en el medio oriente y América Latina y el largo etc.? Quién sabe. La historia ya nos ha enseñado que la mayoría de las conquistas sociales sustantivas ocurren cuando son acompañadas por intenso trabajo fuera de la institucionalidad: por protestas, por paralización, por desobediencia civil, etc., y esto nos enseña que nunca debemos detener nuestra actividad anarquista. De hecho, nuestra lucha contra el fascismo debe continuar ocurriendo no sólo en las urnas, como aquí he sugerido, sino también en las calles, como bien ya hacen los diversos colectivos antifascistas. En todo caso, respecto a las elecciones en Estados Unidos, debería parecernos una buena señal que en tiempos de primarias del Partido demócrata tanto el establishment de ese partido como los grandes medios de comunicación ya hayan emprendido una tenaz campaña de desprestigio e invisibilización contra la figura de Sanders[5]; y si es malo para la burguesía, es probable que sea bueno para el pueblo. En fin, creo que los compañeros norteamericanos no yerran en apoyar tal candidatura cuando la alternativa es un megalómano y presunto pedófilo a quien no le da vergüenza convertir en ley su propio racismo, supremasismo y avaricia desorbitada.         

Pali Guíñez

Notas:

[1] Es recomendable el vídeo del canal de YouTube Non-compete, “Are we gonna frickin do something or what” (sobre todo a partir del minuto 28:00). https://youtu.be/EMMnCyvGy7s

[2] Chomsky, “Objetivos y visiones”

[3] Malatesta, “Anarquismo y reformas”

[4] Malatesta, “Tanto peor, tanto mejor” en Páginas de lucha cotidiana.

[5] El canal de YouTube de El ChapuceroUSA comenta muy claramente esto en el vídeo “Enloquecen CNN, MSNBC y Wall Street por triunfo de Bernie! Dicen que es un peligro para USA”. https://youtu.be/5CrHqQ2JgRo. De hecho,  el multimillonario empresario Michael Bloomberg se ha propuesto a sí mismo como oponente de Bernie Sanders en las elecciones primarias del Partido demócrata, autodonándose ya cientos de millones de dólares a su propia campaña. Esto en contraste de la campaña de Sanders, que ha rechazado cualquier financiamiento de parte de los grandes capitales estadounidenses.

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