No necesitas un coach

Hace poco más de un año escribía “Tú eres el único responsable de tu éxito o de tu fracaso, pusilánime de mierda” [1], donde llamaba la atención sobre el repunte de la oferta en la cosa de la autoayuda, el coaching y los mapas del tesoro; todo ello al calor de una presunta recuperación económica, que no analizaré aquí, y que ha servido para dilatar la agónica ilusión de que alguien va a reparar el ascensor social y de que volverán los buenos viejos tiempos (neo)keynesianos. Ni falta que haría, por otra parte en un escenario de emancipación social (el de la docena: Educación, (Anti)Pedagogía, Libertad, Igualdad, Justicia, Solidaridad, Respeto, Horizontal, Apoyo Mutuo, Cooperación, Comunidad, Autogestión ),… pero eso otra historia.

Lo cierto es que esa oferta a la que me refiero ha ido a más porque la (re)incorporación al mercado laboral en los dos últimos años así lo ha demandado, lo que no es sorprendente dada la escasa capacidad de aprendizaje y de memoria, individual y colectiva, que padecemos. No solo hay burbujas económicas, sino también culturales, sociales,…; y tampoco se trata de ciclos, sino de estertores de algo que se acaba por disfuncional y, al tiempo, auto-destructivo. Vuelven, así, las empresas sensuales, los ratones que disfrutan buscando quesos y el enésimo giro de 360º sobre el Amor, la Pasión, el Servicio o la Actitud…

Observando en las redes, y esto no es una caracterización absoluta, encuentro tres perfiles sensibilizados con el asunto del éxito, el desempeño y las emociones, demandando varitas mágicas y alquimias y prodigándose en observaciones propias de Paulo Coelho (para recibir hay que dar, y tal…):

– en general, aquellos que consiguieron una situación percibida relativamente estable tras pasarlas canutas y visitar en varias ocasiones en la última década, y para su sorpresa, la oficina de empleo (”hemos vuelto para quedarnos”);

– otro, más joven, que terminó sus estudios a partir del inicio de la crisis y en el mejor de los casos ha conseguido alguna beca o trabajos a tiempo parcial enel sector servicios (”no hemos estudiado para esta mierda”);

– y finalmente, otro, muy heterogéneo, de profesionales de las ventas que sufrieron especialmente las caídas de demandas y de márgenes, un incremento forzoso de rotaciones y reciclajes y una competencia feroz; y donde la actitud es necesaria pero no suficiente.

Por supuesto, también se abonan a la fiesta los que siempre estuvieron bien (”hay que hacer sentir al cliente”), exhibiendo un insólito cuñadismo, y los que siempre estuvieron mal (”creer es crear, pero aún no he depurado el método”), quienes no habiendo advertido que su problema es otro, no forman parte del target de esta nueva invasión de gurús, speakers, influencers, y brokers vigoréxicos.

En definitiva, es el miedo, la falta de expectativas, la frustración y el cansancio (¡agotamiento!) que produce la asunción de cambios continuos lo que conforma un caldo de cultivo ideal para quienes tratan de hacer negocio vendiendo nada o, acaso, algo que ya se encuentra en el interior de un cliente potencial infantilizado que anhela comprar, que cada vez puede soportar menos realidad, pero que está perfectamente imbuido en la competición y el consumo.

En “Tú eres el único responsable…” me centraba en una ¿fórmula? que ha venido apareciendo como ejemplares de hongo basidiomiceto en redes sociales y profesionales y sobre la que vuelvo, bastante sorprendido por el éxito que ha tenido el engendro de marras:

Nuestro valor como personas y profesionales viene determinado por la siguiente fórmula: (Capacidad+Conocimientos) x Actitud”

La primera sandez que se desprende aquí es la divina pretensión de valorarnos como personas y como profesionales. ¿A qué valor se referirá su autor si, por lo visto, la misma fórmula le sirve para cuantificar, o cualificar, ambas vertientes que, desde el inicio, ya mercantiliza? ¿A un valor de uso? ¿A un valor deintercambio? Efectivamente, el autor, que tiene prisa por vender, identifica su fórmula con “ROI del empleado” (ROI, return of investment, razón financiera que compara el beneficio o la utilidad obtenida en relación a la inversión realizada ). Ahora que ya ha salido en La Secta Noche, pronto será llamado por cualquier político tramposo.

Tratar la actitud como una constante adimensional propia de cada individuo, en lugar de hacerlo como un conjunto de variables (sociales) cambiantes conectadas entre sí, es simplista, falaz e ideológicamente malintencionado. Es ignorar desde un prisma egótico siglos de estudio de Filosofía, Sociología, Antropología y Psicología, para reescribir sin sonrojo nuestra Historia y nuestra Naturaleza, para inventarse que la «actitud» es varios órdenes de magnitud superior al «conocimiento» y a las «habilidades» e incluso que no guardan relación aparente entre sí. Este tratamiento de la actitud tiene dos lecturas: no cuestiones lo que te rodea y sé empresario (emprendedor) de ti mismo. En síntesis, tú eres el único responsable de tu éxito o de tu fracaso, pusilánime de mierda. La habituación a la impunidad de los otros ha abaratado la presunción de culpabilidad.La culpa es deuda y viceversa, el capitalismo lo tiene todo de religión, incluida una nada santa inquisición interior para cada empresario de si mismo.

Incorporar un lenguaje matemático a un razonamiento tampoco lo va a dotar de validez (matemática) ni de credibilidad. Efectivamente, asoma aquí, uno de los mayores males de nuestro corto plazo como sociedad:centros de poder apropiándose del lenguaje y, por extensión, de la memoria. Dentro de poco quizás nosepamos qué decir porque no sepamos lo que significa, quizás el lenguaje se convierta en el privilegio del poder. Quizás por eso las izquierdas institucionalistas son tan torpes en la cosa organizativa y persisten en menguarse: la inacción inducida por la grey podemita ha sepultado el «know-how», la mala educación de «la derechona» y «la derechita» nos alejó del «know-why», los «miedos de masas» determinaron al antojo de sus amos el «know-what».

No olvidemos que las fórmulas económicas son el sueño húmedo de los homeópatas de un pensamiento neoliberal circular y pseudocientífico que no pasa de tratar de justificarse… al fin y al cabo, ¿cómo no van a insistir en la cosa de la actitud toda esta caterva de gurús si los neo-líderes que les aplauden lasocurrencias están deseando retribuirte con un ocurrente «salario emocional»? Sólo puede resultar inquietante que la empatía, la cordialidad, la afabilidad, un trato interpersonal que, simplemente, asuma nuestra realidad y nuestra condición humana sean objeto de valoración económica y asimilados a un concepto retributivo.Trabajar la actitud es para los pobres, para la masa, para el rebaño, para el cardumen.

Algo parecido ocurre con el puñetero agradecimiento. En las antiguas sociedades igualitarias, el agradecimiento bien podía ser motivo de ofensa pues se identificaba con balance, con medición, con deuda… algo sospechoso allí donde el colectivo cuida por igual de todos sus miembros, donde la cooperación es una ventaja adaptativa,… ¿Pero cómo ha podido desnaturalizarse hasta el punto de reducir todo a transacciones reconocibles? Cuando alguien cree que se le debe estar agradecido a un empresario modélico y filántropo por donar, con importantes ventajas fiscales, una parte de los impuestos que no paga, para un servicio público meticulosamente arruinado por un gobierno miserable, pero muy amigo de empresarios modélicos y filántropos, probablemente a ese alguien, ¡qué bueno es el señorito!, se le han pasado muchas cosas por alto o tiene aspiraciones de sociópata.

El ciudadano de a pie, o de rodillas, asume los dogmas de la Economía de la Escasez (de lo que no necesita) y participa de ella, la apuntala y la defiende hasta la negación, por omisión, de su propia libertad, que ya no reconoce y que ha devenido en los «grados de libertad» de los mecanismos [2]. El individuo empresario de sí mismo aspira a encajar en la megamáquina del mercado y las renuncias le son naturales y así adoctrina a sus propias hijas. Y debe hacerlo con agradecimiento, y en la enésima perversión del lenguaje transformará laresignación en aceptaciónque es más cool, … Pero, la falta de imaginación, la desmemoria y la soledad son efectos secundarios de alto coste de abundancias que nadie recuerda haber elegido. No, no hace falta tanto.

Además de perder el lenguaje se perderán los espacios, hasta enterrarnos en Facebook. La conexión en red es una ilusión de lo colectivo. Esas redes no pueden ser sociales. Los nodos de la redes, sus usuarios, reordenan su conectividad para sí, adecúan la información que reciben a sus deseos, tanto a nivel de estímulos como de respuestas. Se ve lo que se quiere ver, nada más.
Si somos lo que somos y lo que hacemos cuando nadie mira, ¿que representan perfiles, muros y avatares en esas redes sociales donde todos se miran? Con esto de la posverdad resulta ahora que cualquier advenedizo tiene razón y razones y grita con mayúsculas.

Cuestionamiento permanente ahora que la batalla cultural esta prácticamente perdida. Es típico del idealismo derechista validar su realidad desde sus ideas y sentimientos, cosa que sólo puede suceder en un sentido y, evidentemente, bajo coerción y violencia. Es de esta manera que se permiten atribuir «peores» sentimientos, intenciones «dudosas» y valores «cuestionables» a todas las formas de precariedad material. Una falacia a la que contribuye la sensual y estúpida izquierda con su sobada meritocracia, su debate infinito y su pésima gestión de las fisuras humanas. Y es de esta manera que prevalecen violencias de género, económicas, de pensamiento, laborales, políticas, sociales,… que no resultan fáciles de identificar y combatir a una inmensa mayoría de la población que vive las vidas de otros.

No, no necesitas un coach, ni influencers, ni followers,… tan sólo compañeros de viaje.

Alejandro Floría Cortés

[1] Tú eres el único responsable de tu éxito o de tu fracaso, pusilánime de mierda

http://www.lacasademitia.es/articulo/firmas/eres-unico-responsable-exito-fracaso-pusilanime-mierda-alejandro-floria-cortes/20160522092321054610.html 

[2] Grados de libertad (ingeniería)

(https://es.wikipedia.org/wiki/Grado_de_libertad_(ingeniería) )

El número de grados de libertad en ingeniería se refiere al número mínimo de parámetros que necesitamos especificar para determinar completamente la velocidad de un mecanismo o el número de reacciones de una estructura.

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