La sociedad jerárquica, es decir, la sociedad del Poder, está condenada a la obediencia y la sumisión y por lo tanto a la corrupción. Todo Poder o sociedad organizada en base al Poder debe oprimir tanto al dominante como al dominado, en tanto que aquel también será oprimido por un dominante que esté en la escala superior y así sucesivamente hasta llegar a la cúspide del Poder representada por el Gobierno del Estado y sus instituciones que junto con el Capital de la burguesía vuelven a disolver el Poder en toda la sociedad hasta llegar a la base formada por los trabajadores asalariados de base y los desempleados que junto con el lumpenproletariado, constituyen la sociedad de los gobernados y gobernantes.
El grado de sumisión determina el grado de explotación, el grado de explotación determina el grado de corrupción, el grado de corrupción determina el grado de dominación.
El Poder se funda en el Yo o el Ego del individuo atomizado (1). Todo individuo que carece de conciencia tiende al Ego que origina su carácter y personalidad atomizada, de esta forma suple su falta de empatia, amor y humanidad. Toda voluntad de poder basada en el Ego produce una caricatura del sujeto, es decir, un sujeto falseado por la propia imagen que el mismo crea y proyecta a los demás. Esta imagen se propaga y mimetiza en el entorno social, de esta manera el sujeto caricaturizado se adapta a las exigencias de la sociedad para poder sobrevivir en un ambiente basado en las relaciones de Poder.
(1) Utilizo la descripción «individuo atomizado» como expresión de individuo que está fragmentando y que por lo tanto no puede ser individuo, es decir, un individuo integro,