La miseria del papado

PapaEs el estilo típico de los altaneros, de los mafiosos y de los cínicos que tienen a un testaferro que les va a «aclarar» sus exabruptos, sus imposturas, sus cacica­das, sus insolencias y su agresión verbal. Lombardi cree aclarar las infaus­tas palabras de Ratzinger, quien, en el avión que le trajo y an­tes de aterri­zar, comparó el anticlericalismo que hubo en la II  República espa­ñola, con el agresivo laicismo actual en España fruto de la constitu­ción.

Lombardi ha dicho antes de irse con su compadre: «el papa no quiso ser polémico», «quiere encuentro y no choque»: la mismísima es­trate­gia de los antes relacionados antes de apuña­lar verbalmente al adversa­rio: «yo te respeto, a ti y tus ideas, pero eres un indeseable»…

Está muy vista y oída esa táctica de rufián educado en jesuitas. Está muy manida; una táctica que no sólo desacredita a quien la em­plea sino que pone también en evidencia su falta absoluta de imagi­nación y el indomable dogmatismo propio de quienes se erigen como poseedore de toda la ver­dad , con exclusión de la verdad de todos los demás. 

Esto, la hipocresía, la doble vara de medir, la ley de lo estrecho para los otros y lo ancho para mí que predico; eso, el tener siem­pre prepa­rado, ante las maniobras y la bribonería de los papas y sus purpu­ra­dos al servicio de los dictadores sanguinarios, lo mismo que ante los crímenes morales de sus pederas­tas, el alegato de que ellos, por un lado, también son «huma­nos” para que les disculpemos su golferío re­domado, y, por otro, que son divinos, para que nadie les repli­que;  todo esto es lo que hace superlativamente odioso al pa­pado y a la doctrina social y moral puesta en marcha por el Vaticano hace más o menos dos mil años. Una doctrina y unas prácticas que se han man­tenido precisamente veinte siglos, gra­cias a la ignorancia univer­sal. No es casual que Benedicto haya re­unido en Barce­lona sólo a la cuarta parte de fieles que su predece­sor, Juan Pablo II, en 1982.

Dicen que el tiempo pone a cada uno en su lugar. Pues bien, el siglo XXI, el siglo del conocimiento, de la infor­mación y de la inteligencia al alcance de los 6 mil millones que pue­blan el pla­neta está des­cubriendo toda la maquinación, toda la prestidigitación, toda a im­postura del  Poder y los poderes, pero también la frivolidad teológica del catolicismo. Y no sólo eso, es que el siglo XXI está asistiendo, impávido, a la roma inteligencia del papado que se resiste tercamente a perder el poder terrenal y a ir descalzo o en asno por el mundo si es que desea «re­evangelizarlo», como ha dicho también en Barcelona. Ig­nora, el necio, que, ya sólo es eso lo único que le queda para redi­mirse y congra­ciarle, a él como a su Iglesia, con Cristo y con su Dios.

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