La economía ecológica de Nicolae Georgescu-Roegen

En una conferencia pronunciada en la Universidad Autónoma de Madrid, el economista Óscar Carpintero sintetiza las bases de la economía ecológica, a través de la figura de Nicolae Georgescu-Roegen, matemático y economista que introdujo la economía en el campo mucho más amplio y abarcador de la ecología.

Antes del vídeo de la conferencia he querido hacer mi propia «digestión» de la misma, y la publico aquí. Lo hago porque en estos tiempos, de vorágine más que de prisa, muchos no serán capaces de dedicarle una hora, y he querido resumirla. No tanto que se reduzca a unas cuantas frases sueltas, lugares comunes sobre ahorro de energía, reciclaje, cambio climático, etc., que se aceptan sin discutirlos pero sin extraer consecuencias (la disonancia cognitiva tiene cosas tan raras como que sea posible creer alternativamente en el crecimiento indefinido y en su imposibilidad). 

Leer tiene además una ventaja sobre escuchar: un texto es sobre todo espacio en que podemos movernos y re-flexionar; el audio, pese a la posibilidad de parar y retroceder, es mucho más rígido. No es lo mismo emplear tiempo en recorrer espacio que en recorrer tiempo; hablé  de eso en el espacio dentro del tiempo,conferencia que publiqué hace años.

Para los economistas de la línea neoclásica este nuevo paradigma resulta difícil de digerir, porque choca frontalmente con sus modelos. Como afirmaban hace ya más de veinte años Cutler Clevelans y Mathias Ruth:

«No es una sorpresa que Georgescu-Roegen sea virtualmente ignorado por la economía convencional. Por definición, los que se adhieren a un paradigma creen que todos los fenómenos relevantes se comprenden perfectamente a través de las lentes conceptuales de ese paradigma, y que todos los problemas pueden resolverse con las herramientas analíticas utilizadas en ese paradigma. Cuanto más ruidosos y certeros son los ataques, con mayor fuerza son ignorados o explicados al margen del paradigma existente. Por eso, una medida de la hazaña de Georgescu-Roegen es el grado en el que es ignorado por la economía convencional mientras triunfa en otras áreas.»

El choque frontal con la economía al uso, esa que siguen a pies juntillas los organismos que gobiernan el mundo globalizado desde el poder financiero y las transnacionales, se produce a partir de su crítica al modelo.

Porque  ese modelo construye un sistema cerrado, basado en la equiparación de los términos producción y consumo a partir del ingreso y el poder adquisitivo, que deja fuera del análisis como «externalidades» que escapan a su idea de «valor» a dos elementos fundamentales: los recursos naturales no valorados y los residuos sin valor monetario. Así se ignoran olímpicamente los requerimientos físicos y los costes ambientales. Sin restricciones físicas, el crecimiento incesante aparece como una meta deseable y factible.

Y asimismo se esconden la distribución y el reparto de los productos, obviando la desigualdad creciente, disimulada con la peregrina idea de un desbordamiento de esa riqueza siempre creciente, que acabará por impregnar a toda la sociedad.

La economía así considerada es un proceso circular que se alimenta a sí mismo, autosuficiente entre los sectores de la producción y el consumo,

«un tiovivo que, como todas las cosas mecánicas, también puede ser visto como un movimiento circular en dirección contraria, desde el consumo hacia la producción (…) Cuando la oferta y la demanda se desplazan hacia arriba o hacia abajo, el mercado también varía, pero éste siempre vuelve a la misma posición si la curva también vuelve a su antigua posición. La teoría económica que apreciamos no permite que ningún cambio deje su marca en el proceso económico, sea el cambio una sequía, una inflación o una crisis bursátil».

La teoría clásica de los ciclos económicos se asienta sobre la idea de que todo proceso económico puede regresar a cualquier posición anterior siguiendo la misma ruta en sentido contrario, aunque

«ningún economista ha sugerido jamás que un proceso de producción pueda invertirse para convertir los muebles otra vez en árboles».
Pero el proceso económico, analizado en términos físicos, es lineal y abierto. Si transfoma los recursos en bienes, también lo hace en residuos, y los propios bienes están destinados al final a convertirse en residuos.

Para este autor, la economía se asienta sobre dos sólidos pilares, la termodinámicay la biología, ciencias mucho más generales y abarcadoras a cuyo imperio no se puede sustraer.

La primera ley de la termodinámica, sobre la conservación de la materia, que «no se crea ni destruye sino sólo se transforma», ni se discute a estas alturas. Si la aplicamos a la energía nos entran dudas: ¿no se destruye la energía, solamente se transforma? Nos parece a primera vista que se desvanece…

La segunda ley, la de entropía, nos da la respuesta, al distinguir entre la energíadisponible (o de baja entropía) y la no disponible (de alta entropía). En todo sistema cerrado la entropía crece hasta alcanzar un equilibrio que imposibilita el empleo de la energía, que sigue allí, degradada (generalmente en forma de calor).

Aplicado esto a los procesos económicos, la tendencia general es la transformación de los recursos disponibles, de baja entropía, en residuos no disponibles. El resultado inevitable es la producción conjunta de residuos y contaminación. La tendencia al aumento de la entropía a lo largo del tiempo hace irreversibles los procesos, y hace decreciente la creación de valor. De este modo, a la función de producción neoclásica se oponen las leyes de la termodinámica.

En la función de producción hay que distinguir entre fondos y flujos. Ambos son complementarios, pero los unos no pueden sustituir a los otros de forma total. Los fondos disponibles (stocks) son la tierra (en sentido amplio), el capital y el trabajo potencial, acumulables hasta un cierto punto. Los flujos constituyen la circulación que mantiene el proceso, con unas entradas, procedentes de la naturaleza y del trabajo añadido, y unas salidas que en definitiva son productos y residuos. Es erróneo pretender aumentar arbitrariamente flujos a partir de fondos. Los elementos fondo son los agentes que transforman unos materiales en otros (flujo). El proceso económico afecta fuertemente a los recursos naturales, y aunque un cambio en el capital o el trabajo pueda reducir la cantidad de residuos generados, ningún agente puede crear o destruir los materiales con los que trabaja. Y tampoco el capital («trabajo acumulado») puede crear la sustancia de la que está formado.

De esto se derivan fuertes restricciones a la expansión económica. Por una parte están los límites del crecimiento que ocuparon una de las entradas más antiguas de este blog: nada puede crecer de forma ilimitada en un medio limitado. Además, es imposible el reciclado completo de los residuos; y también la tecnología impone límites. Una máquina perfecta que aprovechara totalmente la energía suministrada sería el imposible «móvil perpetuo». La transformación aprovecha energía y materia disponibles para convertirlas en no disponibles.

En cuanto al soporte biológico, desde 1972, Georgescu-Roegen utiliza el términobioeconomía para mostrar el proceso económico (producción y consumo) como una extensión más de la evolución biológica de la humanidad. Utiliza para ello los conceptos de endosomatismo y exosomatismo:

«En la sociedad humana, normalmente nacemos iguales endosomáticamente. Es imposible con solo examinar el soma de un recién nacido decir si ‘este es un presidente de banco’ o ‘este otro un obrero portuario’ (…) El conflicto sobre quién va a bajar a la mina o a arar durante los helados vientos de marzo y sobre quién va a beber champagne estarán con nosotros para siempre (…) [un] conflicto social que durará mientras la humanidad permanezca sujeta a una actividad manufacturera que requiera una producción socialmente organizada, y, por necesidad, una organización social jerárquica que consiste en ‘gobernantes’ y ‘gobernados’ en el sentido más amplio del término».

En cambio, la diferente evolución exosomática convierte a los habitantes de distintos países en «especies exosomáticas» distintas:

«El Homo Indicus -escribe Georgescu-Roegen en 1977- constituye una especie exosomática distinta a la del Homo Americanus. El primero cocina con un artilugio primitivo quemando estiércol seco, el otro con un horno microondas con encendido automático, autoajuste y autolimpieza, el cual recientemente ha revolucionado la forma de cocinar americana. La cuestión es que no puede existir relación exosomática entre los dos. Si el burro, que constituye un vehículo usado por el Homo Indicus, cae en una zanja y se rompe una pata, ningún neumático radial de acero podría reparar el pinchazo».

Piénsese en lo que esto implica para la teoría y las políticas del «desarrollo».

Pues bien, la producción y el consumo de órganos exosomáticos se apoya en unstock contenido en la corteza terrestre y en el flujo solar. Esto genera un problema económico de satisfacción de necesidades, pero también un problema bioeconómico de supervivencia. Si la agricultura depende del flujo solar, la industria lo hace especialmente del stock contenido en la corteza terrestre. Mientras el stock puedo consumirlo ahora o en el futuro, no puedo consumir ahora el flujo futuro de energía solar. ¡Pero la agricultura moderna se alimenta de la misma fuente que la industria!, y hay una diferencia básica entre la energía acumulada en el stock fósil y el instantáneo flujo solar. Hay dificultades prácticamente insalvables para transformar materia en energía y compensar el agotamiento del stock.

Georgescu-Roegen propone algunas respuestas:

  • Huir del mito del progreso tecnológico, dados sus límites termodinámicos.
  • Huir del mito de la salvación a través del mercado (las generaciones futuras no han nacido).
  • Frente al despilfarro, la conservación.
  • Frente a la maximización del beneficio y la utilidad, minimizar los remordimientos futuros.

En 1972 propuso un programa bioeconómico mínimo:

  • Prohibición de la fabricación de armamento.
  • No exportar modos de vida no generalizables.
  • Disminución gradual de la población hasta un nivel en que pueda alimentarse con agricultura ecológica.
  • Evitar el desperdicio (reutilización y reciclaje regulado).
  • Evitar el círculo vicioso de la «maquinilla de afeitar»:  el absurdo de afeitarnos más rápido cada mañana para así tener tiempo de trabajar en una máquina de afeitar que afeite todavía más rápidamente…
Este es el enlace al vídeo:

https://tv.uam.es/media/La+Bioeconomía+de+Georgescu-Roegen/1_h9lngs16
 
Juan José Guirado
 
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