El trabajo contra el capital

“Quítese al hombre esa necesidad que estimula

su pensamiento y le predispone a la vida contemplativa,

y el contramaestre de la creación no es ya

más que el primero de los cuadrúpedos”

 P. J. Proudhon

Varios son los compañeros que en la actualidad hablan de “abolir el trabajo”, frase de por sí muy rimbombante, pero que no debe tomarse tan fácil y a la ligera como se escucha.

Es claro, y espero que nadie lo ponga en duda por el título del artículo, que estamos en contra de la explotación capitalista.

El trabajo en la actualidad representa la mayor de las veces (excepto cuando uno se autoemplea, y aun así entraña cierta absorción) una esclavitud terrible.

Perder la mayor parte del día en una actividad rutinaria hasta el cansancio y sumamente estúpida toda vez que impide el libre desarrollo de los trabajadores, así como la libre expansión de su ingenio, son sin duda características lamentables que cualquiera con un mínimo de análisis puede entender.

Si a ello sumamos la vil explotación a la que el trabajador es sometido tendremos un verdadero infierno de la actividad laboral.

Estar metido en un sitio sin condiciones de seguridad, rutinario, cansado, absorbente y explotado para mantener los privilegios de la patronal, son sin duda alguna cosas que todos de alguna manera condenamos.

El enriquecimiento a partir de la explotación, la miseria generalizada por este medio de producción y la esclavitud que conlleva en la actualidad el trabajo es algo palpable.

No obstante la cuestión es mucho más compleja de lo que pareciera, y no se limita, o mejor dicho, no debería limitarse a la simple condena de la explotación capitalista, pues es también de la producción misma de la que estamos hablando.

Y como trabajo y producción van indefectiblemente unidos, debemos ver si podemos prescindir de ellos.

Prescindir del trabajo (no hablamos en términos de explotación capitalista, sino del trabajo en sí) es poco menos que un imposible.

Sobra decir que el ser humano necesita actividad, pero lo que antes se entendía como algo necesario porque el ser humano necesita actividad física y se decía que incluso en una sociedad anarquista, ya por actividad natural, todos tomarían una actividad laboral para realizar, en la actualidad el concepto debe ser más analizado si no queremos lanzar postulados que no tengan contenido alguno: la burguesía tiene la gimnasia, maratones, el deporte acuático, y todo tipo de actividades lúdicas donde nuestros parasitarios burgueses desarrollan esas actividades físicas que el ser humano requiere por naturaleza.

Tenemos entonces que aunque naturalmente el ser humano necesita actividad, esta no es necesariamente productiva. En ese sentido, cuando los partidarios de la abolición del trabajo nos hablan de que el trabajo no será tal en una sociedad futura porque será un sencillo ejercicio y hasta divertido, nosotros no podemos sino advertir de los peligros de esos postulados.

Si el trabajo se toma como solamente un ejercicio, este puede derivar en actividades lúdicas que en nada ayudarían a la producción de lo indispensable. Es necesario que a esta liberación del concepto esclavista de la producción se añada la imprescindible condición de que estas actividades sean productivas.

No entraremos en este artículo en la discusión sobre si el llamado arte (cantar, actuar, pintar, etc.) es un trabajo o no. Kropotkin ha definido este concepto en su libro “La conquista del pan” al momento de indicar que estas actividades deberían ser desarrolladas al finalizar la jornada laboral.

Ahora bien, por jornada laboral nos referimos exclusivamente a las actividades productivas y de servicios que contribuyen a generar los artículos que son necesarios para el pueblo entero.

No nos referimos exclusivamente al obrero de fábrica que ensambla piezas para un armario por ejemplo, o al campesino que directamente recoge la cosecha. Nos referimos también al transportista que lleva las materias primas de un lugar a otro haciendo posible la producción; al trabajador que llevará la estadística de los productos necesarios; al maestro que prepara a nuestros niños para ser hombres y mujeres de provecho para la sociedad (no para el capitalismo ni para perpetuar este sistema de muerte) y en fin, a las mil y un actividades indispensables para la producción.

Ahora bien, puesto que estamos hablando ya de producción debemos preguntarnos ¿es esta necesaria para vivir?

Si la respuesta es negativa, entonces podemos hablar de abolir el trabajo. Pero si la respuesta es positiva veremos caer por los suelos todas las propuestas sobre la abolición del trabajo. Para dar con la respuesta debemos atender a la historia humana.

¿Cómo se formaron las primeras ciudades-Estado, y con ellas la noción de propiedad privada, que degeneraría bien pronto en la explotación de las masas populares?

Me he encargado de hablar de este proceso en otros textos (1), así que ahorrando espacio al lector, diremos solamente que este suceso se dio debido en gran parte al crecimiento de la población.

Si bien en sus inicios la forma de alimentación de la población era la recolección, la caza y la pesca, ello se debía a que la población era relativamente pequeña y la recolección de frutos y semillas, la caza y la pesca (2) era fácil y posible para alimentarse. Las agrupaciones nómadas podían prescindir del trabajo monótono y agotador.

El crecimiento de la población fue una de las causas principales para que los pueblos nómadas pasaran a ser sedentarias, pues la recolección, caza y pesca era ya insuficiente para alimentar a las poblaciones, además de ser más difícil el traslado de un sitio a otro donde recolectar, cazar y pescar. La necesidad de tener alimento suficiente hizo que se asentaran en sitios fijos, donde con la población sedentaria apareció la agricultura, la crianza de animales sumadas a la pesca y aun restos de casería, hicieron posible alimentar a la población.

Ahora bien, si la historia no nos miente, tenemos que el trabajo de agricultura, caza (cada vez con menos actividad, pues los cazadores se volvieron criadores de animales para alimentación) y pesca fueron una actividad necesaria e impuesta por la naturaleza debido al crecimiento de la población.

No se trata de algo inventado por el capitalismo. Los Rockefeller no tuvieron nada que ver en este proceso por cierto (valga la ironía).

Estas actividades anteriores al capital y a la formación de las primeras ciudades-Estado, tenían una actividad necesaria para la alimentación de la población que, sin duda alguna, puede ser considerada un trabajo.

Ahora bien, para cuando aparecen los sedentarios (hace unos 10.000 años) se calcula que la población era de unos 8 millones de personas, y si vamos más adelante en la historia de este proceso, veremos que para el año 1800 la población mundial era ya de alrededor de 1000 millones de personas. Doscientos años después, en el año 2000, la población había aumentado 5 veces, llegando a los 6000 millones de personas, y apenas 11 años después, llegamos en el 2011 a los 7000 millones de personas.

¿Es posible siquiera pensar que estos más de 7000 millones de personas puedan vivir de la recolección todavía? La respuesta es bastante clara.

En la ciudad de México viven poco más de 22 millones de personas ¿creen posible que estos 22 millones puedan vivir de la recolección y sin trabajar?

Me parece que la respuesta es aplastantemente reveladora.

NO, es imposible que el ser humano regrese los orígenes y viva de la recolección, e incluso de la caza y la pesca.

Debido a su propia naturaleza tendente al crecimiento (aunque haya métodos autoreguladores el crecimiento de la natalidad no se detiene. Estoy tentado a decir que es natural dicho crecimiento), la humanidad es el único animal sobre la tierra que necesita producir su propio alimento.

Aunque otras especies de animales realicen actividades que se podrían considerar laborales (3), es el ser humano el único que ha desarrollado una industria, agricultura y pesca masiva para poder mantener a las poblaciones.

Desde luego que es condenable esa industria que está devastando al planeta, esa agricultura que lleva alimentos transgénicos a nuestras mesas, y esa pesca que amenaza a varias especies en extinción.

¿Qué hacer entonces?

Regresar a la recolección, la caza y la pesca para alimentarnos es imposible. Las enormes masas populares no tendrían nunca lo necesario para alimentarse, y con ello la hambruna aparecería a la primera vuelta de la esquina.

Es indispensable, por otro lado, cuidar el planeta, el ecosistema y la vida animal. Pero ello no debe significar la extinción del ser humano como especie.

Nos encontramos entonces en que en primera, abolir el trabajo es un concepto absurdo, pero también en que el trabajo en la actualidad (es decir, dominado por el capitalismo) es esclavitud y miseria.

Es preciso entonces que la ruta que nos conduzca hacia la libertad sea la que siempre han propuesto los anarquistas: aplastar al capital, al Estado que lo protege y al clero que engaña a las masas para hacer posible una dominación tranquila de los explotados.

El concepto de expropiación entendido como la recuperación de los productores de todo lo que les pertenece y que los capitalistas les han robado, debe extenderse al máximo, y entenderse no solamente como la reapropiación por los trabajadores de los medios de producción, de la tierra, la riqueza social y los instrumentos de trabajo hoy detentados por el capitalismo.

Debe entenderse la expropiación también de todo aquello que hoy constituye un privilegio para la burguesía, privando con ello al pueblo del bienestar y el disfrute de la vida: el arte, la ciencia, la educación (¡la educación, casi gritamos para recalcar lo que queremos decir!), las máquinas y el trabajo deben ser expropiados y liberados del secuestro en que los mantiene el capitalismo.

El arte que hoy constituye un gusto para la burguesía, debe popularizarse y hacer de todo aquel que lo desee un artista; la ciencia que hoy constituye un arma de la burguesía para hacer las guerras y la desnaturalización de la humanidad, ha de ser puesta al servicio del pueblo trabajador, que logrará mil avances con ella, pero no en el sentido de la destrucción, sino del mejoramiento del planeta y de su condición como especie; la educación que hoy hace de vulgares ladrones señores de alta sociedad que miran para abajo a los trabajadores, debe ser esparcida en toda la población y hacer de cada persona un ser inteligente, productivo para la comunidad, solidario y humano con sus semejantes, poniendo todos sus conocimientos al mejoramiento de su entorno; la máquina que hoy quita el trabajo a decenas de trabajadores para beneficio del capital, ha de ser expropiada para liberar a los trabajadores del trabajo agotador (4), permitiendo así que cada trabajador se desarrolle en las artes, las ciencias, la cultura, etc., logrando una sociedad cada vez mejor; y el trabajo, que hoy constituye una cadena invisible que el capital pone en el cuello de los trabajadores, ha de ser liberado de la plaga capitalista para constituirse como una actividad humana necesaria para la humanidad, pero nunca más esclavizante.

Los poderosos adelantos industriales, técnicos y tecnológicos que hoy solo sirven para detener la producción cuando esta puede derivar en “sobre producción”, han de ser expropiados y puestos al servicio del pueblo entero, logrando así que el trabajo, si bien nunca cesaría, para el ser humano representaría una labor de solo unas cuantas horas al día cuando la revolución anarquista triunfe sobre los buitres del capitalismo, la autoridad, el clero y el Estado.

Los trabajadores, pues, lejos de maldecir el trabajo en sí (es decir, como actividad), deben maldecir al trabajo asalariado, de cuya actividad es víctima.

Pero el trabajo en sí es una actividad que de pretender eliminarla no resultaría otra cosa sino la hambruna y la muerte de las poblaciones.

¿Quién sembraría, cosecharía, afinaría las máquinas, ordenaría los productos, los distribuiría, y toda una larga serie de etcéteras que de tan solo plantearlas se cae en el absurdo?

Pero más importante que esta pregunta nos hemos de formular otra. El anarquismo lucha por una sociedad donde nadie esté encima de nadie, donde ninguna persona se aproveche de los demás. ¿Cómo se concibe entonces que a pesar de ser claro que la producción y el trabajo son inevitables para la especie humana, aun pudiera haber quienes no quisieran contribuir con su trabajo?

Si tales casos se dieran en una sociedad libre, esta debería bien pronto ponerse en guardia, pues sería lamentable que una vez despojada del capitalismo se dejara engatusar y se aprovechasen de ella otros individuos que con la máscara de la “libertad” quisieran vivir del pueblo trabajador sin producir nada (5).

Estas labores son completamente necesarias, y pretender eliminarlas es desconocer todo lo que se refiere no solo a economía básica, sino a la lógica misma de los hechos. Con estos planteamientos burdos sobre la abolición del trabajo, quien pierde no es el capitalismo, sino la revolución social por la que luchamos. Porque pretender ir a la revolución con lemas bonitos pero absurdos no es sino echar a perder desde antes que se realice, esa revolución social que tanto anhelamos.

Los extremismos, aunque se vistan de revolucionarios, deben ser estudiados y profundizados antes de hacer de ellos una bandera en la lucha.

Comprender las maneras en que queremos llegar a la revolución y lo que entendemos por la revolución misma deben ser tareas indispensables para quienes luchan por la derrota de la opresión y la implantación de una sociedad de hombres y mujeres libres.

Sin estos análisis, sin esta profundización, no llegaremos a los oídos del pueblo sino como personas ajenas a la realidad y a los hechos.

Mostrar al pueblo las cosas que proponemos no solo con palabras, sino con fundamentos que den a estos una valía, nos hará avanzar como movimiento organizado, serio, comprometido y realista en sus propuestas.

Erick Benítez Martínez.
Diciembre del 2015.

Notas:

1.- Léase “Apuntes sobre el comunismo anarquista y otros textos”

2.- Y aún esta actividad puede ser considerada una forma de trabajo y en los siguientes renglones lo demostraremos.

3.- El ave que construye su casa, el tigre que acecha a su presa, la ardilla que acumula bellotas para invierno, etc., son ejemplos de lo que se podría considerar un trabajo.

4.- El trabajo dejaría de ser agotador, para limitarse a unas cuantas horas laborales, lo que explicaremos un poco más adelante.

5.- Está de sobra decir que de la actividad productiva estarían exentos los enfermos, los niños (dedicados a sus estudios), las mujeres embarazadas y los adultos mayores. No se trata de repetir lemas pasados como “el que no trabaje que no coma”, sino “todos los que estén en condiciones de trabajar, a poner manos a la labor productiva, por el bienestar de la humanidad”

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